Saber quiénes son

Lo primero, el aplauso. No está todo perdido en este oficio de tinieblas. Un porrón de auténticos periodistas del mundo entero se han dejado las cejas durante meses para poner al descubierto a miles de figurones planetarios que —como poco— han escaqueado y/o escaquean pasta a paletadas en Panamá. Eso merece una celebración, incluso aunque todo quede en uno de esos gigantescos esfuerzos que por baldíos conducen irremisiblemente a la melancolía. ¿Por qué ha de ser así, si las pruebas son tan claras? Veamos…

De entrada, técnicamente, para España el país centroamericano no es un paraíso fiscal. A pesar de que el pato anda como un pato, nada como un pato y grazna como un pato, el gobierno de Zapatero —oh, sí, me temo que sí— retiró tal consideración para no perjudicar (o sea, para beneficiar) a los emporios patrios de la construcción que pretendían pillar cacho en las obras de ampliación del canal.

Añadan, como se están encargando de explicar con gran dolor de su corazón los autores de la investigación y los expertos en marrones económicos, que en buena parte de los casos ni siquiera estamos ante delitos penalmente perseguibles. Resulta que las empresas offshore, los testaferros, los accionistas fiduciarios y toda esa casquería financiera que aparece en las noticias pueden ser instrumentos inmorales de cabo a rabo, pero no necesariamente ilegales. Más allá de alguna dimisión cosmética —en Islandia, pongamos— y quizá un pellizco de monja de las supuestas autoridades fiscales, no cabe esperar castigo. ¿Qué nos queda, entonces? Saber quiénes se ríen de nosotros y, a partir de ahí, actuar en consecuencia.

Miénteme, Juan Carlos

Puesto que tengo ojos y oídos, no le discutiré a Juan Carlos Monedero que hay una campaña de linchamiento mediático contra su persona y su partido. Las acometidas son tan burdas como brutales, eso no hay quien lo niegue, del mismo modo que es evidente que quienes ordenan y ejecutan las andanadas no buscan nada remotamente parecido a la verdad, sino dañar un proyecto que consideran muy peligroso para sus intereses.

Empecemos a anotar ya en este punto, sin embargo, que tal objetivo, lejos de cumplirse, se vuelve contra los atacantes convertido en un constante aumento de la simpatía hacia Podemos y su cúpula. De ese efecto boomerang o pan con unas tortas, algo sabemos por aquí arriba o en Catalunya, donde el número de soberanistas ha subido al ritmo de los toscos exabruptos desde la trinchera de enfrente. Y tampoco se le escapa el fenómeno al propio aludido, que cuando le preguntaron sobre las posibles consecuencias negativas de su marrón para la formación emergente, contestó con media sonrisa que hasta la fecha, las embestidas habían hecho crecer el proyecto y que esta vez no tenía por qué ser diferente.

Sobran, por lo tanto, el regodeo en el victimismo y la sobreactuación en plan Calimero incomprendido. Primero, porque un tipo que es la rehostia en vinagre de la asesoría política —le pagan como si tuviera el Nobel de Veterinaria— era plenamente consciente de dónde se metía y de lo que le acarrearía. Segundo y más importante, porque como una parte de los demás tampoco nacimos hace tres cuartos de hora, tenemos meridianamente claro que el otro día Monedero nos mintió mirándonos a los ojos.

Montoro rescata a Monedero

Aunque al primer bote parezca exactamente lo contrario, Montoro y la desorejada prensa cavernaria le están rindiendo un notable servicio al (no sé si) atribulado número tres de Podemos, Juan Carlos Monedero. En el caso del ministro de la voz de flauta travesara desafinada, su grosera persecución, pura inquisición basada en el desvergonzado uso de recursos públicos para fines propios, está proporcionando una perfecta vía de salida a unos cuantos que ya se veían en la tesitura de tener que afear la conducta a quien no se atreven. Para llorar un río con un ojo y descogorciarse de la risa con el otro, esas columnas o intervenciones tertulieras de los progres de guardia bajo la tesis “Igual lo de Monedero está algo feo, pero lo de Montoro es peor, ¡ande va a parar! ”.

En lo que toca a los medios del ultramonte, la paradójica ayuda al rey Midas de la asesoría internacional consiste en echar sobre los datos ciertos toneladas de toscas exageraciones o, directamente, burdas mentiras. El resultado es que todo lo que hay de verdad en el asunto, que es mucho y bastante gordo, acaba diluyéndose entre la ponzoña baratera y malintencionada o, simplemente, siendo indistinguible del cúmulo de calumnias y fantasías animadas.

Obviamente, ni San Cristóbal el vengador ni los plumíferos diestros pretenden ese efecto. Simplemente se dirigen a su parroquia, capaz de creer a pies juntillas, si es menester, que el toro que mató a Manolete pertenecía al Círculo de Podemos en Linares. Y mientras tanto, el protagonista de la vaina, que es un tipo de astucia probada, sonríe pensando que de esta también sale bien librado.

Dos por ciento

Otro gran éxito de las luminarias marianas: en los seis meses que lleva en vigor, la amnistía fiscal ha conseguido rascar —tachán, tachán— poco más de cincuenta millones de euros. Eso es el 2 por ciento de lo que los contables pardos de Moncloa habían previsto recaudar en todo 2012 con esta medida que más que de gracia, es de descojono. Cierto que los peninsulares somos gentes de último minuto, pero no parece que en los cuatro meses que quedan hasta las uvas se produzca una montonera de arrepentidos que apoquinen los 2.450 millones que restan para cumplir el objetivo. Adivinen de dónde saldrá el pastonazo que falte.

Seguramente quienes parieron esta idea y echaron las fantasiosas cuentas poseen un potosí de MBAs y postgrados en Economía por los chiringuitos académicos de mayor pedigrí planetario. Ahora, en lo que andan en sexta convocatoria es en conocimiento del alma humana. Hace falta ser primaveras cum laude para creer que la apelación al patriotismo ablandaría el bolsillo de los defraudadores a granel. Para estos tipos, su españolidad está cubierta con el reborde rojigualdo de los cuellos y las mangas de sus polos Lacoste. Igual que no les gusta mezclar el Chivas de 20 años con nada, tampoco les gusta contaminar su cartera con sentimientos nacionales. Aquí hay que citar a Marx: el capital no tiene patria.

Y luego hay una cuestión que va más allá de las banderas. ¿Por qué motivo iban a hacer un donativo voluntario del diez por ciento de sus fortunas cuando pueden tener hasta el último céntimo a salvo en el lugar y durante el tiempo que quieran? Cuesta mucho robarlo para ir por ahí regalándolo al primer pedigüeño gubernamental que extienda la mano y ponga ojitos suplicantes. Si lo quieren —así pensaría yo si fuera uno de ellos—, que vengan a por ello con las mismas armas con que ordeñan a la chusma que repta hasta fin de mes. Pero como eso no lo van a hacer, allá cuidados.

Pilatos en su yacuzzi

Qué gran verdad aventaron los apóstoles del cine de arte y ensayo Bud Spencer y Terence Hill: quien tiene un amigo tiene un tesoro. Y la cosa se pone en Potosí si son varios y están dispuestos a ir al señor fiscal —que tampoco es que sea un enemigo— a decirle que esté tranquilo, que fueron ellos los que prestaron la choja (billete a billete, al parecer) y que ya si eso, harán cuentas cuando toque, que no hay prisa. ¿Qué son, al fin y al cabo, cuatrocientos mil leureles para tipos de las cercanías de Bilbao que, como es sabido, incluyen la Bética y la Penibética? Digo yo, que soy bienpensado de cuna, que el probo titular del Ministerio Público pediría los papeles correspondientes y se aseguraría de que los generosos prestamistas han cotizado a sus respectivas haciendas (o lo harán) por los intereses devengados al tipo medio vigente, que la normativa fiscal no entiende de amistades en materia de créditos. ¿Me ha parecido oír una estentórea carcajada?

Para qué preguntaré. Todo en este novelón ha sido una risotada tras otra para que terminemos de comprender que, cuando tienes dónde agarrarte o a quién, lo legal se fuma un puro con lo moral y se atreve incluso a darle cuatro collejas. Y de propina, a montar el numerito victimista del linchamiento y el vía crucis. Como Camps, como Fabra el de las gafas oscuras que le permiten adivinar los números de la lotería, como tantos Houdinis que pasan del marrón al blanco impoluto en un santiamén judicioso… aunque no dejan de oler.

Allá cada cual con su cuajo. Ellos saben que sabemos y nosotros sabemos que saben que sabemos. Es triste que un galimatías como el que acabo de escribir sea lo único que nos quede como consuelo después de haber visto otra vez a Pilatos sumergirse en el yacuzzi. Pero hace ya mucho que la pocilga no da más de sí. Los que retozan en ella les recordarán mañana que hay que acabar con el fraude fiscal. De algunos, claro.

¿Fiscal o abogado?

Hola amiguitas y amiguitos con toga. Soy Coco, y en esta edición especial de Barrio Sésamo para fiscales superiores os voy a explicar lo que debéis decir ante un micrófono cuando los malvados periodistas os pregunten por cosas sobre las que tenéis el deber de guardar silencio. Es muy pero que muy fácil, repetid conmigo: “Mire, esa es una cuestión que ahora mismo está siendo investigada por el Ministerio Público que yo represento y, en consecuencia, tengo la obligación ética y legal de no pronunciarme hasta que no se emita el fallo oportuno”. Y si insisten, que los plumillas son muy cansos, os encogéis de hombros, ponéis una sonrisa de circunstancias y zanjáis la cuestión con un “No, de verdad que lo siento, pero no puedo añadir nada más, discúlpenme”. ¿Lo habéis pillado? Hala, pues a ponerlo en práctica.

Lástima que este episodio se lo perdiera en su día el locuaz titular de la fiscalía superior del País Vasco, Juan Calparsoro. Bueno, este y uno anterior en el que se detallaban las diferencias entre fiscal y abogado. No se entiende de otro modo que por segunda vez en quince días el responsable último de las diligencias para esclarecer las presuntas irregularidades cometidas por un dirigente socialista —y hermano político del que saben— haya salido con estrépito al rescate del investigado.

En la primera ocasión, recordemos, largó ante las alcachofas que “dado quién es él, quién es el cuñado y quién es el que denuncia, existe el temor de que tras la filtración haya podido haber una motivación electoral o política detrás”. Vamos, ni quito ni pongo, pero ayudo a mi señor. Lo de anteayer fue tres partidos judiciales más allá cuando sostuvo que el marrón Gil “no es grave porque el Código Penal establece como delitos graves los que tienen tipificadas penas superiores a cinco años de prisión y no es el caso”. Luego les extraña que no creamos en la Justicia. O que se infrinja la ley.

Retrato de partido

Una pregunta muy simple: ¿es moralmente aceptable que alguien que ha admitido que despistó 103.000 euros en la declaración de la renta de un solo año siga siendo el número dos de un partido político? Fíjense que dejo fuera de los interrogantes el pago vía fajo de billetes, el pastizal que no cuadra entre lo que se ingresa y se pule, el préstamo a un tipo multi-investigado y todo lo demás que, huela a lo que huela, aún está sujeto a investigación. Me limito a un hecho probado, tan fuera de cualquier duda, que el propio autor lo reconoció y, no quedándole otra, tuvo que aflojar la correspondiente panoja.

No se precipiten en la respuesta. Hay un truco en el enunciado: la alusión a la moral. Depende de la que se tenga, se podrá contestar una cosa diferente. Según estamos viendo —y estos también son hechos certificados—, el código ético del Partido Socialista de Euskadi no encuentra ninguna colisión entre intentar eludir la responsabilidad fiscal y ocupar un cargo de primerísima línea en la ejecutiva. No solamente eso. De acuerdo con el manual de buenas prácticas de la formación que gobierna en la CAV, lo que procede cuando un asunto así salta a la luz es salir a piñón en defensa de la honorabilidad del que ha sido descubierto en lo que el resto de los mortales consideraríamos una actitud más bien poco edificante.

¿He escrito “salir en defensa”? Bueno, ya saben que hay quien sostiene que la mejor es un buen ataque. Y ahí es donde el PSE, con su peculiar escala de valores en estandarte, lo está dando todo. Una querella judicial y una denuncia ante la Agencia Vasca de Protección de Datos por violación del derecho a la confidencialidad. El ofensor se convierte en ofendido.

Podría llenar diez páginas más, pero me quedo con la idea final: cuando López y sus mariachis vuelvan a salir con la mandanga de que hay instituciones que amparan el fraude fiscal, sabré a qué partido se refiere.