Pasen y vean. La política convertida en espectáculo por los mismos que dijeron venir a recuperar su digno nombre. ¿Hace una moción de censura, Don Camilo? ¡Venga! Y desde el anuncio hasta hoy, en que la gachupinada toma cuerpo en el Congreso de los Diputados, semanas de cháchara sin más objeto que acumular minutos de foco y alcachofa. Qué inmensa excusatio non petita, cuando tienes que montar quintales de actos en cada esquina para explicar lo que sabes inexplicable. Incluso el gurú en cap tiene asumido que el destino del birlibirloque es un rechazo como la copa de un pino.
¿Y entonces? Pues verán ustedes el tal entonces convertido en parrapla desde el atril. Apuesto y creo que gano, que esta vez no habrá lugar para los chistes de cinco duros. Saldrá con cara de vinagre el cid vallecano a cantarle las cuarenta al baldragas de Moncloa. Le pondrá a bajar de una manada de burros con su incisivo piquito de oro. Y al otro, plim, puesto que duerme en el Pikolín de la aritmética parlamentaria. En el caso que nos ocupa, con tal holgura, que no le va a hacer falta negociar nada con nadie. El fuego fatuo se desvanecerá por sí mismo, y en cuanto los números canten, a otra cosa, mariposa.
¿Que Mariano Rajoy y su partido corrupto no puede estar ni un minuto más en el gobierno? Puede ser, aunque es difícil pasar por alto que no ha transcurrido ni un año desde las últimas elecciones en que bailó al partido que ahora le sitúa en la picota. Por no mentar, y ahí sí que escuece, que apenas tres meses antes de esos comicios, Podemos pudo haber mandado al banquillo a Rajoy… apoyando la investidura de Pedro Sánchez.