No quise escribir en caliente sobre la aberrante teoría de Maddalen Iriarte según la cual el daño causado por ETA fue injusto o no dependiendo del relato. Lancé, es verdad, un par de tuits al aire, pero para extenderme más, preferí esperar una explicación de semejantes declaraciones a Vocento. Me refiero a algo que fuera más allá del socorrido “El perro me ha comido los deberes”, equivalente en este caso a “Han manipulado mis palabras”, que fue la decepcionante salida de Iriarte. Esa y, de propina, otro comodín de carril: “Mi compromiso con los derechos humanos está fuera de toda duda”. Pues no. Quizá lo estuviera hasta el instante mismo en que pronunció esas palabras, las vio publicadas y no corrió a aclarar que jamás quiso decir lo que apareció en el entrecomillado.
Una rectificación a tiempo es una victoria y en la cuestión de la que hablamos habría evitado la frustración de ver cómo la persona que representa la superación de los viejos tabúes de la izquierda soberanista acaba profiriendo una frase que hiela la sangre en el más rancio y descorazonador estilo de los irreductibles del matarile. ¿De verdad, señora portavoz parlamentaria de EH Bildu, los asesinatos de Brouard o Muguruza fueron justos o injustos en función del relato? Claro que no. Y lo mismo con los de Blanco, Buesa, Jauregi…