Frente Nacional (Reloaded)

Como perdí hace rato la costumbre de chuparme el dedo, tengo bastante claro que la propuesta de Mariano De Cospedal (o María Dolores Rajoy, me lío) para formar una santa alianza contra el pérfido soberanismo catalán es una de esas invitaciones que se hace sabiendo que va a ser rechazada. Aparte de los titulares de aluvión que se cosechan, tras recibir las calabazas de los interpelados, puede uno hacerse el digno y echar en cara a los refractarios su falta de coraje o, en el caso que nos ocupa, su españolidad de chicha y nabo. Si se da la remota circunstancia de que el guante sea aceptado, se queda como padre de la idea, con los derechos de pernada que eso implica.

La cuestión es que no va a ser. Solo la excrecencia magenta, que cotiza en mínimos históricos en el mercadillo de populismo cañí, ve con buenos ojos la traslación electoral (o, por qué no, la literal) de los ejércitos borbónicos de hace tres siglos. Los demás conminados se llaman andanas, con argumentaciones tan pero tan creíbles como las de Patxi López, que dice que a su partido nunca le han molado las trincheras… después de haber sido lehendakari gracias a un pacto de sangre contra el pecaminoso nacionalismo, previa ilegalización de la formación que hacía que no salieran las cuentas. La desmemoria se confunde con el rostro pétreo, vaya huevos.

Más allá del desahogo mostrado por el que no se iba a ir a Madrid pero se ha ido, quizá les sorprenda si les confieso mi pena ante el fracaso antes de nacer del Frente Nacional cospedaliano. Sería, al fin y al cabo, otra forma, tal vez esquinada, de ejercer el derecho a decidir, ¿no creen?

Rosa no vive en Vilna

Ya es mala leche que el mismo día que me ponía Rottenmeyer a cuenta de los bulos virales, estas manitas que teclean fueran las involuntarias lanzadoras de uno. Ocurrió que me encontré con la lista de los europarlamentarios amorrados al pilo del ya célebre fondo de pensiones gestionado por una panda de buitres, por sus siglas, SICAV. Corrí a la D de dedo para certificar la presencia de cierta regeneradora de la política que lleva más de treinta años viviendo —y muy bien, por cierto— de la ubre pública. Y allí estaba, como siempre que hay un momio: Díez González, Rosa. Al lado, una dirección, presuntamente la suya, ¡de Vilna, la capital de Lituania!

Escarmentado en carne propia y ajena de los juicios precipitados, como tantas veces que tengo una duda, me fui a Twitter a preguntar —se lo juro, solo a preguntar— si alguien sabía por qué esas señas tan lejanas a Sodupe figuraban como las de la fáctotum del chiringuito magenta. Las interrogantes se perdieron en el colosal aluvión de retuits de mis palabras. En cinco minutos nueve de cada diez replicantes proclamaban sin pararse en barras que la denunciadora de corrupciones se había buscado un apaño en la república báltica para defraudar al fisco de su amada nación española. Conociendo el percal, verosímil… pero falso de toda falsedad, como me demostró un buen samaritano que tras bucear en los procelosos archivos del europarlamento, localizó la fuente del error. En el orden alfabético, Rosa Díez sigue a un escañista lituano al que pertenece la dirección de marras. Una cantada en la transcripción. Definitivamente, Twitter lo carga el diablo.

Hispanofobia

Rosa Díez presenta un libro titulado A favor de España. El primer susto es al pensar que la hija escasamente predilecta de Sodupe ha reincidido como autora, después de aquel incalificable Porque tengo hijos que dio a la imprenta cuando todavía se pagaba sus carísimos vicios gracias a la euro-canonjía que le había procurado su antiguo partido para tenerla lejos. La alerta roja pasa a naranja: solo firma uno de los capítulos. Del mal sería el menos, si no fuera porque el resto de los que han perpetrado el volumen son otros vividores y/o enredadores de la banda magenta como Fernando Savater, Carlos Martínez Gorriarán, Francisco Sosa Wagner o Mario Vargas Llosa, que lo mismo escribe páginas sublimes —a ver quién se lo niega— que vomita panfletos de a duro sobre cuestiones de las que lo desconoce todo.

Anoto, como golfería al margen, que el opúsculo lleva rulando cuatro meses con más pena que gloria, pero que la editora (la antigua de Pedrojota) y la secta política que está detrás han pretendido hacerlo pasar por primicia del copón. La ocasión promocional la pintaba calva la visita de la delegación catalana a recibir el previsto portazo en las narices de las cortes españolas.

Todo lo demás comentable se resume en el tono plañidero. ¿Se acuerdan cuando los motejados nacionalistas periféricos éramos lo lloricas, victimistas y paranoides que nos pasábamos la vida de morros porque Madrid nos jodía? Bueno, pues ahora se han invertido las tornas. Son los patriotas españoles sedicentes los que gimen desconsolados por el desafecto y claman por algo que han dado en bautizar, menudo rostro, hispanofobia.

El PP paga mejor

Doy mi más efusiva bienvenida al circo del politiqueo a esa panda de chusqueros resentidos y ególatras que atiende por Vox. Y ya que lo acabo de escribir, señalo la decepción que me provoca tan melifluo nombre. Cuánto más juego nos daría una denominación rimbombante que incluyera al natural o en forma de derivados las palabras España, Nación y/o, por qué no, Patria. Por no hablar, claro, de ese color verde moñas que han elegido como distintivo, cuando lo suyo era el rojo y el gualda o, en plan finura y sutileza, oro combinado con grana. No sé yo cómo va a acoger tal claudicación de saque la parroquia a la que pretende vender la moto el grupúsculo neonato.

Sí, de momento, grupúsculo y hasta excrecencia menor, como se evidenció clamorosamente en el debut con picadores ante la prensa. En la mesa, una individua con tres mil seguidores en Twitter, un ser humano convertido en mascota, un simpático caradura locuaz que ha picado en todas las flores de la derecha, un exjoven cachorro verborreico que no ha pegado sello en su vida y una momia (muy bien conservada) del liberalismo tardofranquista. Haciendo de claque, señoronas empeletadas de Serrano y dos o tres antiguos portavoces de hipersubvenciadas asociaciones de víctimas del terrorismo. Ni siquiera el deseado Vidal Quadras hizo acto de presencia.

¿Y los otros? ¿Dónde estaban los extremocentristas vociferantes del PP, esos que llevan años amagando su salida ante no sé qué supuesta traición? Pues dónde iban a estar: cada cual, en su bien remunerada canonjía. No están los tiempos para renunciar a pastizales y embarcarse en aventurillas de vaya usted a saber qué recorrido. Que una cosa es ir de boquilla con la dignidad y los principios, y otra, arriesgarse a aligerar el bolsillo. Si la cosa saliera medio bien, como el invento de Rosa de Sodupe, ya se vería. De momento, Génova paga mejor, incluso a los molestos pero en el fondo inocuos michelines.

La ponencia

Ayer no se hablaba de otra cosa en las calles vascas. Por lo menos, en las de la demarcación autonómica. Venga arriba y abajo con la ponencia. Que si los de EH Bildu habían dicho tal, que si los del PP cual, pero que los del PNV y el PSE opinaban que pascual, si bien era cierto que el de UPyD —al que se citaba por el nombre y dos apellidos— había dejado bien claro que tracatrá… Cada esquina, cada farola, cada terraza cubierta o sin cubrir, cada cola de la pescadería, cada ascensor eran réplicas a escala del parlamento donde ciudadanos y ciudadanas cruzaban elevadísimos y documentadísimos argumentos favorables, contrarios o entrambasguas sobre la cuestión. Ni el precio de los abonos del nuevo San Mamés, ni si hay que echar a Montanier a pesar de la resurrección de la Real, ni si la nevada del martes fue la más gorda del siglo, como dijo Maroto, o solo una más. El único asunto de debate, charla, coloquio o comadreo era la ponencia. Así, en genérico, sin añadir lo de “paz y convivencia”, que a estas alturas no hacen falta más detalles porque aquí el menos versado tiene un doctorado en la cosa.

Lástima que no sea ni medio verdad. Lástima, en realidad, que sea totalmente falso, y que hasta estas líneas estén condenadas de antemano a la lectura del cada vez menos numeroso puñado de muy cafeteros que manifiestan cierto interés sobre la materia. ¡Pero eso es tremendo, don columnista! ¿Cómo es posible que a un cuerpo social se la traiga al pairo algo tan esencial como el cierre de las heridas del pasado, muchas aún sangrantes, y la construcción de un futuro a prueba de recaídas? Tengo mis teorías al respecto, no necesariamente condenatorias, pero me falta espacio para exponerlas. Solo sé que ocurre. Y estaría bien que se dieran por enterados y enteradas quienes ayer en el Parlamento vasco volvieron a hacer de la ponencia una excusa para lucirse… cuando lo triste es que casi nadie los miraba.

Rosa Low Cost

Hay derrotas que saben y huelen a victoria. Sobre todo, en política, donde palmar estrepitosamente en una votación parlamentaria te puede convertir en santo y seña de la talibanada. Ahí tienen a Rosa Díez, elevada a Agustina de Aragón, cuando los números sugerían más bien que había quedado como Cagancho en Almagro: 326 señorías multicolores diciendo no a la ilegalización de Bildu y Amaiur frente a cinco irreductibles diputados magentas sosteniendo que sí, que sí y que sí. Cualquiera con un gramo de decoro habría captado la indirecta, pero igual que Gran Bretaña decretó el aislamiento del continente, la generala de UPyD ha decidido que es la mayoría aplastante la que está instalada en el error y saluda con gesto triunfal desde el centro de la plaza.

Sus razones tiene, apresurémonos a decirlo. Ha conseguido exactamente lo que quería: focos y cámaras que la mostraran ante su clientela objetiva, la fachundia más casposa, como la hostia en bicicleta de la resistencia numantina. Ese es su negocio. Igual que el presidente de Ryanair se dedica a montar pirulas para salir en los papeles por la cara, ella promociona su partido low cost a base de demagogia de quinta. Y le va de cine. El chiringuito monoplaza que se sacó de la pamela cuando vio que en el PSOE no tenía mucho más que chupar ha ido creciendo y abriendo franquicias atendidas por buscavidas políticos a su imagen y semejanza. El que dice que en Euskadi hay trescientos mil hijos de puta, por ejemplo. Ese es el perfil.

Lo divertido —sí, mejor tomárselo medio a guasa— es que se ofertan como los campeones de la decencia y el recopón de la dignidad incorrompible. Hay, de hecho, a quien le cuela, y de ahí que el invento haya prosperado lo suficiente para dar de comer y pagar los vicios (nada baratos, por cierto) de la lideresa y sus lugartenientes. Los que conocemos el paño nos limitamos a sonreír con resignación desde el fondo norte.

300.000 hijos de puta

Carlos Martínez Gorriarán, otro de los que se pasan la segunda parte de su vida arrepintiéndose de la primera. De militante de ETA VI a vociferante de la urbanidad y las buenas costumbres con tribuna adosada en la prensa ortopensante. Los hay a puñados en UPyD, esa charada donde cada sigla significa exactamente lo contrario de lo que enuncia y lo hace, además, escalando el tamaño de las trolas: poca unión, bastante menos progreso y conjunto vacío de democracia. Un jariguay party elaborado con polvos de la guerra del norte para cosechar votos canjeables por gavelas varias entre la ciudadanía que se chuta Cope e Intereconomía en vena Pancorbo abajo.

¿Que ya estamos con el trazo grueso? Puede ser, pero ni por esas empatamos con la piada que se largó el gachó hace cuatro días en esa corrala a lo bestia llamada Twitter. Con la vena hinchada por la visión del nuevo alcalde de Donostia, contestaba así a un cofrade asturiano que le había preguntado si tenía intención de acercarse a la tierrina: “Iré por allí, sí señor. Asturias se parece al País Vasco, pero con 300.000 hijos de puta menos. Buena razón para ir”. Ahí lo tienen, todo un profesor titular de Estética y Teoría de las Artes de la sufrida UPV, ejerciendo su magisterio pardo.

Si atribuyen la demasía a un calentón, descártenlo. Desde que el regüeldo se propagó a la velocidad dinamitera de las redes sociales, el mengano anda todo engallado reafirmándose en su peculiar censo y hasta engrosándolo con cualquiera que le pida explicaciones. Debemos de estar ya en su contabilidad por el medio millón y subiendo.

La tentación es pagarle con la misma moneda y ponerlo a liderar la lista. Vénzanla. Es lo que quisiera toda esta piara que se crió en el acción-reacción-acción y, ahora que se han cambiado de acera y de chaqueta, no saben quitarse el pelo de la dehesa. Resulta más eficaz sonreír ante la ocurrencia y seguir cabalgando al son de sus ladridos.