Vuelta al curro

No me pregunten cómo, pero el niño se ha olido que me reincorporaba al trabajo y me ha despedido gimoteando desde su cuna con cara de cachorrito abandonado. Le ha salido tan bien -lleva sus cuatro meses de vida ensayando- que estoy por presentarlo al casting de la campaña Él nunca lo haría. ¿No ha ido un perro a los Oscar? ¿Por qué no puede entonces una cría humana denunciar el abandono animal?

Mientras me hago la dura, camino del tajo, maldigo la crisis y el momento en el que la niña de Rajoy se convirtió en la niña del exorcista y se sacó de debajo del camisón una reforma laboral cubierta de vómito y espumarajos. Está el horno como para pedir una excedencia. O una reducción de jornada. Lo mismo te llama el jefe y te dice que total, venir pa ná es tontería y te manda a la cola del paro. Y de ahí a pasear ancianitos hay un paso ahora que quieren que los desempleados cumplan una labor social.

Así que allá voy, cabizbaja, repitiéndome, cual mantra de consolación, lo afortunada que soy por tener trabajo. Remunerado. Porque del otro, con dos criaturas, para exportar. Me pregunto quién sería el inepto que decidió llamar a la baja tras dar a luz descanso maternal. A no ser que se refiriera a ese estado de semiinconsciencia en el que caes a las cuatro de la madrugada entre toma, atracón a la nevera y cambio de pañal. Busco la tarjeta para fichar en el bolso y saco un chupete. Como me venga alguien a hablar de conciliación, el «que te pego leche» de Ruiz Mateos va a ser moco de pavo.

Menudo cabrón

Lo confieso, señor juez. Fue enterarme de que no consideraba que zorra fuera un insulto y pensar de la misma que era usted un auténtico cabrón. Pero no me malinterprete, por favor. Me refiero a un cabrón en su acepción cuarta: hombre experimentado y astuto. No como yo, que soy una ignorante. De hecho, hasta que usted no nos lo ha aclarado tan amablemente, siempre había creído que llamar zorra a una mujer era cuando menos despectivo.

Admito que me precipité en mi juicio y que cuando leí la palabra en su contexto entendí la argumentación de su sentencia muchísimo mejor. El acusado por un delito de amenazas, según la abogada de la víctima, le vino a decir algo así a su hijo: “Tu madre va a tener que ir mirando por la calle como las zorras, para delante y atrás, porque la voy a matar y la voy a meter en una caja de pino”. Qué detalle, oye, porque hay quien se carga a su mujer y la deja tirada en el suelo de la cocina, el rellano de la escalera o la puta calle, pero este no. Este, llegado el caso, promete hacerse cargo, al menos, del féretro.

Aclarado que zorra es para su señoría una “persona astuta”, ¿zorrón designa la astucia en grado superlativo? Y puta, señor juez, ¿es o no peyorativo? Agradecida por sus lecciones magistrales, lo que no le acabo de perdonar es que se haya cargado un mito. Toda la vida pensando que a las Vulpes les gustaba ser unas zorras y resulta que lo que querían ser era unas personas avispadas. Eso ni es punk ni es ná.

Niñoviazgos

http://www.youtube.com/watch?v=kpcN0rpsr_w

La niña se echó el martes novio y a su padre le dio un amago de infarto. Casi de tal calibre como el que sufrió cuando se enteró de que la Pantoja y Paquirrín podrían dar las campanadas de fin de año. Y ustedes no se relajen, que hay críos que se emparejan en la haurreskola, aunque luego hagan ventosa y no se vayan de casa hasta los cuarenta años. La mía ha encontrado a su tercio de naranja con cinco primaveras. Y digo tercio porque su novio es polígamo. Al padre, por supuesto, le he ocultado ese dato. Bastante tiene con digerir que su pequeña tiene un pretendiente, como para explicarle que lo comparte con otra en el recreo. Y ya nos podemos dar con un canto en los dientes porque hay niñas que tienen un novio en el cole, otro en el barrio y otro en la academia de inglés.

Sobrepasado, tras leerle la cartilla a la pobre -se embaló y si no le paro, le suelta la charla de sexo y drogas de los 15 años-, el padre de la criatura se personó ayer en el patio y abordó al miniyerno para interrogarle sobre sus planes de futuro. A corto plazo, dijo el bendito, tenía pensado ir al baño porque se estaba meando y, ya de mayor, quería ser Spiderman. A mí me pareció muy práctico poder saltar de la Torre Iberdrola a las Isozaki para repartir pizzas evitando atascos, pero a él lo de la malla marcapaquete no le convenció. Ayer los tres inconscientes se casaron. Para desengrasar, le tuve que contar al padre lo de la detención del Dioni en Acorralados. Seguro que para mañana a la tarde, con eso del divorcio exprés, ya se han separado.

¿Y la misa de 12 qué?

Este trajín de horarios en los partidos del Athletic está trayendo de cabeza a más de uno. Y no solo a los aficionados, que ya no saben si llevarse para el descanso un hamaiketako, un tupperware con alubias, el bocata de toda la vida o un huevo frito. También sus parejas están sufriendo las consecuencias. Acostumbradas al cese temporal de la convivencia las tardes de los sábados o domingos, que el cónyuge se les persone en casa cualquier fin de semana antes de lo previsto puede acarrear más de un disgusto. O, cuando menos, resultar un incordio. Igual está una tan tranquila en plena reunión de tupper-sex, llega el marido con la bufanda rojiblanca anudada en plan turbante a la cabeza y, quieras que no, te corta el rollo.

También algunos hosteleros están que trinan porque el derbi del próximo 2 de octubre en Anoeta se jugará a la hora de los pintxos. Y, claro, las ganas de potear, una vez que uno ha perdido, bajan en picado, como la libido. Aunque todavía no se han pronunciado, intuyo que habrá curas a los que tampoco les hará ninguna gracia que el encuentro se dispute justo a mediodía. ¿Y la misa de 12, qué? Porque si hay que oficiar, se oficia; pero oficiar para nada, con los banquillos semivacíos… Alguno ya está pensando en cambiar el karaoke instalado en el altar para cantar los grandes hits eclesiásticos por un televisor LED 4×4 para seguir el partido. El Señor sabrá entenderlo y, si no, que hable con los dueños de las teles, de todopoderoso a todopoderoso.

Inspira o revienta

Todavía estás trabajando?», me pregunta más de uno asombrado, a siete semanas de dar a luz. Y una de dos, o me ven como un pez globo a punto de reventar o aquí la peña está habituada a cogerse la baja preventiva, antes de que le duela algo. Ahora, tampoco tengo intención de romper aguas en el trabajo. Más que nada porque por debajo de la moqueta pasa el cableado y no quiero electrocutarme y que me salga el niño fluorescente, como los gatitos esos inmunes al sida. Aunque, bien pensado, me ahorraría el Gusiluz y encontraría a la primera el chupete disparado a propulsión en plena madrugada. Aun así, espero retirarme a tiempo, no vaya a asomar la criatura en la redacción y me la envuelvan en el periódico de ayer, como si fuera un bocata de txistorra o un indigente prematuro. Que las cosas están mal, pero qué menos que usar el suplemento, que es de papel cuché.

Mientras tanto, compatibilizo la jornada laboral con un cursillo intensivo de relajación para soportar estoicamente los comentarios que se me vendrán encima tras el parto. «Es igualito que tu difunto aitite». «Amama, que ese bebé no es el mío, que ese es el de la cama de al lado». Entonces, se asomará a la otra cuna y, sin atisbo de rubor, insistirá: «Es igualito que tu difunto aitite». Vamos, que ya se lo traía pensado. Estoy segura de que si le pusiese el pelele de Osakidetza a una cría de orangután con cuatro pelos alborotados, ella seguiría erre que erre. Paciencia. Inspirar, espirar, inspirar, espirar…