Una cosa es “jugar al ajedrez” y otra distinta, es “jugar con el ajedrez”. Distinción que merece la pena tomarse en consideración, por cuanto de su observación se siguen grandes beneficios en la docencia de nuestra materia, sobre todo al iniciar su enseñanza en los más pequeñajos, pero también a la hora de favorecer la adquisición de nuevas competencias y destrezas en un alumnado aventajado o jugadores de club con probada experiencia.
Quienes hayan tratado de iniciar al ajedrez a pitufines de entre 5 y 8 años de edad, habrán sufrido su impaciencia por jugar una partida cuando ni si quiera saben mover las piezas con soltura. ¿Qué hacer entonces con ellos durante ese insoslayable lapso en el que hemos de comunicarles los rudimentos imprescindibles para poder disfrutar del juego pero que por su naturaleza infantil requieren de más de dos clasecitas dadas a toda prisa cuando el monitor trabaja con un grupo amplio de elementos…? Evidentemente no puede ser “Jugar al Ajedrez” será ¡Jugar con el Ajedrez!
Jugar con el ajedrez, consiste en tomar elementos del juego de manera aislada para trabajarlos por separado al modo en como un Director de Orquesta hace ensayar a los intérpretes cada cual su partitura, al objeto de que cuando se haya ejercitado lo suficiente en dicha habilidad y se haya aprendido su determinada particularidad, pueda utilizarse en el debido registro del conjunto que supone poner en juego todas las reglas y normas aprendidas, como los instrumentistas han de coordinarse a la hora de dar un concierto, siguiendo el símil.
Así, por ejemplo, tenemos que para la introducción al conocimiento y aprendizaje de cada pieza o el mismo tablero, pueden emplearse diversos juegos, verbigracia, los Laberintos de Torre, la Calculadora del Alfil, el Pastel de Damas, el Caballo Espía, la Batalla de Peones o la Isla del Tesoro del Rey; Para revisar el Mate Pastor, el de Legal o cualquier otra celada podemos emplear el juego del Burro. Etc.
Pero como he adelantado, esto mismo puede también ejecutarse con otras aptitudes que nada tienen que ver con el ajedrez de iniciación. De este modo para educar en la atención a jugadores principiantes que se despistan en la competición por no capturar “en una” piezas del adversario o dejarse comer “en una” sus propias piezas, tenemos el divertido juego del “¡Come! ¡Come!”, para enseñarles a hacer planes está el graciosísimo “¡Me gusta! ¡No me gusta!”, el “Retardado” si deseamos introducirles en el cálculo a ciegas o el vertiginoso “Antiajedrez” para aumentar la fuerza táctica, entre otros.
Pues bien, a explicar este amplio abanico de posibilidades que nos ofrece jugar con el ajedrez y las destrezas que favorece cada uno de ellos es a lo que voy a dedicar esta nueva sección, en la que podréis hacer vuestras propias aportaciones si me las remitís adecuadamente redactadas para este espacio o para el más sofisticado denominado «Modalidades de Ajedrez» con el que está estrechamente relacionado.