Sinceramente, no sé si hago más mal que bien manteniendo en el TXIKI XAKE esta sección para divulgar la aparición del Ajedrez en el cine, con la mala estampa que nos saca el denominado Sétimo Arte. Pero, como no me cansaré de repetir, creo que merece la pena dar a conocer las películas que versan sobre el maravilloso mundo de las 64 casillas, aunque sólo sea para vacunarnos contra los estereotipos en los que se nos encasilla merecida o inmerecidamente, como supongo les sucede también a los practicantes del boxeo que aparecen siempre como brutos drogadictos, a los golfistas retratados como ricachones sin otra ocupación que vestirse elegantemente, y resto de clichés que ayudan al cineasta a transmitir un modelo fácilmente reconocible para un público que sólo busca en la pantalla entretenerse un ratito sin demasiadas complicaciones.
La obra que hoy presento, es una maravilla que me sorprendió hará cosa de ocho años en TVE2. De hecho, la vi empezada, justo a tiempo para dar con la clave que haría optimizar el entrenamiento y resultados de nuestros jóvenes valores. Tanto es así, que llamé de inmediato al Presidente de la FVA para que tomase buena nota. La clave para el buen rendimiento ajedrecístico la descubrirán ustedes mismos permitiéndome obviarla aquí, no únicamente por no desvelar aspectos esenciales de la trama, cuanto porque tengo noticia de que algunos gnomos leen este espacio clandestinamente.
Precisamente por esta zascandil circunstancia, comentaré crípticamente que en esta obra Maestra, a parte de los tópicos de rigor, como el ajedrecista raro, despistado, que sólo sabe jugar al ajedrez y demás pintorescas pinceladas a los que nos tienen acostumbrados los amigos de la cámara y de los guiños ambientales de los torneos de ajedrez como apuestas sobre los resultados, fanfarronería de algunos jugadores, egolatría y culto a la personalidad de los campeones, ciertas artimañas para desconcentrar al oponente, etc, lo cierto, es que en esta ocasión, además de cuidarse al milímetro las posiciones aparecidas hasta el extremo de reproducir conocidas celadas de apertura como la de 1)e4-e5; 2)Cf3-Cc6; 3)Ac4-Cd4; 4)Cxe5-Dg5; 5)Cxf7-Dxg2; 6)Tf1-Dxe4; 7)Ae2-Cf3 mate, presentada en el primer enfrentamiento con su padre, distintos diagramas de premios de belleza durante la simultánea, o la posición extraída de una partida real entre Ewue y Vidmar para rematar el final…en paralelo a estos excesos habituales en toda película del género, corre una sutil pero evidente tensión freudiana no ajena al jugador de ajedrez que no precisa de acariciar alfiles para lubricar las fantasías inconscientes libidinosas del protagonista Alexander que rivaliza con su padre, no por el amor de su madre, sino en esta ocasión de su tía, a la que mantiene cristalizada en una figurilla que de pronto se encarna en la coprotagonista Natalia que le ayuda a superar su trauma infantil de haberse visto castrado en sus pretensiones. Sin embargo, como si se tratara de una partida de ajedrez en la vida real, el padre se cobra venganza por medio de la figura de su Maestro de Ajedrez – el Darth Vader que se enfrenta a su hijo Luke Skywalker – quien hace todo lo posible por arruinar su carrera. Claro que para evitarlo, aparece la Dama dispuesta a sacrificarse por su Rey defendiéndole de todos los ataques psicológicos mientras está presente en la sala de juego, pero que nada puede hacer por evitar el Jaque Mate cuando el juego sucio del adversario consigue mantenerla alejada mediante una ágil celada.
Es una película genial, basada en la Novela de V. Nabokov quien se inspiró en la vida del fuerte jugador del XIX Von Bardeleben, que provoca en los espectadores toda suerte de emociones: desde el mayor de los apuros yendo de la auténtica vergüenza ajena por las excentricidades del ajedrecista, hasta el más sentido llanto y congoja, pasando por la risa, la angustia y hasta la sorpresa que ofrece un magnífico desenlace, que quién sabe, si no está prefigurando una alteración futura de las reglas del juego.