Aunque mi primer libro de Ajedrez fue el legendario “Yo juego para ganar” de B.Larsen que me regalaron por mi séptimo cumpleaños, el primero que leí por mi cuenta de un tirón y sin tablero de regreso a Castro Urdiales en autobús tras adquirirlo en una librería de Bilbao ya con doce años, fue este diamante pedagógico cuya sabiduría emociona con sólo abrir sus páginas al alumnado ya ducho en los trucos y celadas de aperturas contra el rey en el centro, que por ello enroca de forma mecánica y que desconoce los riesgos que entraña esta formula habitual de proteger a la pieza más valiosa.
Una primera lectura superficial, ya basta a cualquiera que maneje un mínimo de recursos tácticos para doblar su capacidad de combate en la partida, porque “El arte de la defensa” mientras introduce al educando en el concepto de la “Defensa” descuidado ampliamente en su juego con principios fundamentales verbigracia “Economía de piezas en la tarea defensiva” fundamental para estar en condiciones de organizar un contraataque, enseña por inversión los modos y maneras de atacar las debilidades, noción que gracias a este texto empieza a ser comprendido en toda su profundidad.
Su esquemático estudio de las estructuras típicas nacidas del enroque es una de las lecciones más provechosas que yo haya visto en obra alguna en relación tiempo invertido en su lectura y conocimiento adquirido. Por ello recomiendo su adquisición a todo monitor que tenga intención de elevar el nivel táctico-estratégico de sus discípulos, a la vez que les pone a prueba su capacidad de trabajar por si mismos, pues es un texto fácil de seguir para niños de 12 años en adelante.
Tras su lectura, es inevitable que se instale cierto desasosiego al hacer el enroque, se meditará más avanzar los hasta entonces mecánicos h3,a3 y sus correspondencias negras, doblar peones…pero es una fase necearía que se ha de quemar antes de revisar de nuevo todo cuando más adelante se lea a Watson.