Esta obra que va camino de superar al “Capital” de Marx, al “Don Quijote” de Cervantes y a la propia Biblia en cuanto a número de referencias, elogios y recomendaciones sin haber sido leída, tuvo el mérito en su día de fijar los distintos conocimientos de estrategia que han regido durante el siglo XX en el tablero, bien para reforzarlos, bien para discutirlos. Sin embargo, su texto rudo y sin tregua al esparcimiento está más dirigido al enseñante que al aprendiz, sucediéndole eso de que es más sencillo andar que explicar como se anda. En consecuencia, la obra no es recomendable ni para fotocopiar ni para leer durante la clase. Con todo, el monitor debe trabajar sus páginas para extraer de ellas principios elementales de estrategia sobre todo en cuanto a las nociones de Desarrollo, Espacio, Tiempo y casillas débiles, así como algunos de los ejemplos que propone su autor.
Gracias a Nimzowitsch, los ajedrecistas y pedagogos prestaron mayor atención a los aspectos estratégicos de la posición y sus implicaciones, de modo que hoy contamos con más y mejores textos para iniciar y profundizar en los temas y motivos que en vanguardia su genio estableció como prioritarios de la reflexión a comienzos del siglo pasado. Sólo por esa razón, hemos de remitirnos a su obra como monitores, pero también por el mismo motivo hemos de evitársela al alumnado.