En todos los años de docencia, son muchos los padres que se han dirigido a mi con una misma preocupación, a saber: ¿Cómo debo jugar al ajedrez con mi hijo? Cuestión también planteada aquí en el TXIKI XAKE y que ahora, paso humildemente a contestar:
La preocupación paterna que formula la cuestión nace de la disyuntiva desquiciante de averiguar saber qué es mejor para la formación ajedrecística del hijo, encrucijada que se le presenta en forma:
a) Jugar bien contra él, empleando en las partidas nuestra fuerza de juego para que el retoño aprenda por contagio de un juego superior, cosa que puede causarle desánimo por verse siempre derrotado…
b) Dejarse ganar de cuando en cuando para animarle en su progreso aunque ello le pueda satisfacer tan en exceso que pierda el interés por un juego en el que ya gana a su padre.
Bueno, vayamos por partes…
Lo primero que hemos de tener bien presente, es que los niños como mejor aprenden es jugando y con quienes más les gusta jugar en edades tempranas es con sus propios padres. No es malo entonces que los padres jueguen al ajedrez con sus hijos. La cuestión es cómo deben jugar con ellos de modo que no se desanimen dada la diferencia de fuerza, a la vez que se diviertan y aprendan.
Si observamos a la Mamá osa con sus oseznos, dar volteretas con ellos para forjarlos en la lucha, evidenciamos que a nada que se echase encima de ellos los aplastaría, cosa que bien saben la osa y los mismos oseznos a quienes no se les ocurre meterse en circunstancia tan desfavorable con otro ejemplar extraño que no sea su mamá.
Los niños, como no me harto de repetir, pueden ser pequeños, pero no son tontos, al menos antes de sobrepasar tercero de primaria; en consecuencia, bien saben ellos que cuando juegan con sus padres, la circunstancia les es muy favorable en principio, en todos los órdenes del juego, lo que no es óbice para que en su transcurso se combinen derrotas y victorias, sin cuya alternancia no tendría sentido el juego, pues no hay juego divertido sin incertidumbre del resultado o al menos dificultad en obtenerlo.
Curiosamente, los padres no tienen problemas en saber lo que deben hacer a la hora de echar una carrera con sus pequeños: les dan ventaja de salida, ralentizan su marcha, a veces se dejan alcanzar y empatar, hacen como que se caen antes de llegar a la meta…y todo ello provoca gran satisfacción en el renacuajo campeón que sabe que esa victoria sólo la puede obtener contra su padre.
Tampoco los padres suelen plantearse cómo deben jugar al fútbol con sus hijos, cuando a nada que le impriman fuerza al balón, pueden empotrar al pequeño en la portería de un disparo…aquí se dosifica la capacidad propia, se pone cuidado en el contacto, se les ofrece jugar dos contra uno, etc.
El respeto casi reverencial que los ajedrecistas tenemos por el Ajedrez, en ocasiones nos hace perder de vista lo más evidente: El ajedrez, es un juego. Y como tal debe ser jugado entre padres e hijos; porque aunque no lo parezca, el ajedrez como juego tiene más que ver con el divertimento del fútbol que con la inteligencia de las matemáticas.
Son muchas las estratagemas que podemos emplear para jugar al ajedrez con los hijos de modo que sea divertido para todos a la par que instructivo:
1º- Se pueden plantear juegos de superación donde el padre coloca pruebas donde el hijo debe ir superándolas semana a semana por medio de ejercicios de mate, táctica, etc. Conforme los vaya superando va recibiendo premios honoríficos o premios como poderse apuntar con el padre a un Abierto de ajedrez, acudir a una simultánea, ir a un club, comprar un reloj, planillas, etc.
2º- En juegos de enfrentamiento, además de partidas de ajedrez clásicas, puede jugarse con el ajedrez sin jugar al ajedrez como por ejemplo al ¡Come! ¡Come! o ajedrez con dado. En esta modalidad, las derrotas paternas no influyen en el desánimo por el juego de ajedrez dado que no se juega al ajedrez.
3º- Y ya entrando de lleno en lo nuclear de la cuestión, las partidas a disputarse con los hijos pueden ejecutarse del siguiente modo:
-Ofreciendo gran ventaja en las primeras partidas, por ejemplo el padre jugando sin dama ni torres. Hasta que el niño no le gane, no se rebaja la ventaja; luego sólo sin dama, más adelante sólo sin torre, etc.
-Rebajando el nivel propio paterno ofreciendo al hijo posibilidades abundantes de captura de piezas, pues en cada captura de pieza, hay una pequeña victoria para el hijo.
-Dejándose de cuando en cuando un mate gesticulando para que advierta que hay algo en la posición…
-otorgando a sus capturas y sus victorias puntuación triple a la del padre. Con ello, los padres vencerán muchas partidas, pero los hijos tendrán aliciente de lucha.
Dicho todo esto, no es bueno dejarse ganar a la primera de cambio; pero tampoco es bueno ganar siempre; ni jugar lo mejor posible.
Lo primero que debe buscar un padre cuando juega al ajedrez con su hijo, es que éste se divierta. Y nadie se divierte en un juego en el que pierde siempre y menos en uno donde hay tanta diferencia entre los oponentes. El hijo, espera del padre la misma circunstancia favorable que la mamá osa ofrece a sus oseznos, y bien sabe que nadie más se la va a ofrecer. Jugando así con los hijos es como se crea afición.
Espero que estas líneas hayan respondido en alguna medida a la cuestión.