Con motivo del XVIII Torneo Internacional de Ajedrez Padre Arrupe, que organiza en sus instalaciones el Departamento de Deportes de la Universidad de Deusto, este próximo Sábado 28 de Marzo, a las 19:30 horas en el Paraninfo de la entidad, antes de la ceremonia de entrega de premios, tendrá lugar la presentación del libro, José Ramón Arrupe: Vida de un ajedrecista.
En el acto intervendrán Fernando Valdezate Presidente de la Federación Vizcaína de ajedrez; Miguel Ángel Muela Presidente de la Federación Vasca de Ajedrez; Fernando Asenjo, Director de Deportes de la Universidad de Deusto y Nicola Lococo coordinador de la obra editorial. Además asistirán al acto familiares, amigos del mundo ajedrecista y colaboradores del proyecto.
La obra ha sido confeccionada sin ánimo de lucro por los colaboradores y autores, además de con ayuda de otras entidades.
Título: José Ramón Arrupe. Vida de un ajedrecista
Autores: José Ramón Arrupe; Nicola Lococo; Ibon Martín; José Manuel Villanueva
Número de páginas: 150
Medidas: 210 x 140 mm, con solapas
ISBN: 978-84-942817-6-1
Tema: Recorrido biográfico-deportivo de José Ramón Arrupe, ilustrado con más de 125 partidas comentadas
PVP: 9 €
José Ramón Arrupe
José Ramón Arrupe ( Bilbao 1930 – Getxo 2013) fue un fuerte jugador vizcaíno de talla estatal, en cuya trayectoria deportiva podrían verse reflejados una buena parte de aficionados quienes pese a contar con talento y resultados, por motivos laborales o responsabilidades familiares, no pudieron en su día dedicarse profesionalmente a su pasión por el mundo de las 64 casillas, al extremo de hacerles retirar de la competición, al menos hasta alcanzada la jubilación.
Arrupe compartió equipo, mesa y tablero con los mejores jugadores españoles de su época como Arturo Pomar, Román Torán, Del Corral, Sanz, Sicilia, etc y fue invitado a jugar contra Fischer, Rosolimo, Karpov, Anand…
Pese a lo avanzado de su edad, su presencia en clubes, torneos internacionales y en competiciones oficiales siempre fue muy digna dentro y fuera del tablero hasta el final de sus días, manteniendo en todo momento la ilusión por el juego, el placer por disputar partidas fueran amistosas o de competición y sobre todo un exquisito trato con los rivales, lo cual, ha de servir de ejemplo de combatividad deportiva para las siguientes generaciones de ajedrecistas.