Cuando la amistad queda fuera del tablero, la competición no está reñida con la celebración de actos que reconcilian a los jugadores tras disputar a cara de perro la partida, pues allí donde uno comió un peón de más el otro puede llevarse un pincho de tortilla cuando aquellos tienen forma de ágapes cuya función ceremonial no es otra que la de reforzar el espíritu fraternal de la comunidad, en este caso ajedrecista por si se nos hubiera olvidado que el lema de la FIDE reza “Gens una sumus” (Somos una familia). Y es que como bien refleja Platón en su celebérrimo Banquete, comer y beber en torno a una buena mesa ayuda a disponer los espíritus hacia lo más sublime que ha dado la evolución humana, a saber: el Amor.
El Club Xake Gurutzeta, no hace fichajes entre la élite; no hace un Cerrado entre cuatro Grandes Maestros; no hace una macrosimultánea para batir el record del Mundo…pero lo que sí hace, es interrumpir la competición de su propio Torneo de Semirrápidas para invitar a todos los jugadores y visitantes a un aperitivo, sin esperar al final del torneo como sería preceptivo de tratarse de una historieta de los Asterix.
Esta excentricidad, conforme van pasando las ediciones, nos abre los ojos ante la senda que debe seguir el ajedrez de base, ese que se practica a pie de calle, en bares y clubes por los aficionados, cuál es, la de propiciar el buen ambiente, la cordialidad y la sonrisa entre quienes conforman el mundillo del ajedrez, pues competir, es posible que se pueda competir entre rivales, pero jugar, lo que se dice jugar, sólo es posible entre amigos.
Creo que esta iniciativa de realizar un piscolabis para los participantes es una buena idea a imitar por todos los Torneo Internacionales y ya puestos a recuperar por los clubes en las distintas Ligas por Equipos, que aún recuerdo era costumbre que el equipo anfitrión invitara al visitante a tomar un café o refresco justo al inicio del encuentro.