Si el Ajedrez enseñara a pensar, la mayoría de los ajedrecistas serian filósofos; y si la Filosofía enseñara a razonar correctamente, la mayoría de filósofos serian buenos ajedrecistas; como quiera que no sucede ni lo uno ni lo otro, así nos explicamos el poco caso que mutuamente se hacen universos aparentemente afines, por cuanto siendo como son ambas disciplinas marcadamente cerebrales, choca sobremanera la paupérrima representación de la tropa filosófica en el ajedrez y no digamos de la panda ajedrecista en la Filosofía, observación esta mía que también cabe disculpar por el carácter celoso y absorbente que dichas materias demandan de las mentes por ellas atraidas. Sin embargo, en honor a la verdad, hemos de confesar que, aun pocos, los ejemplos son de categoria y este hecho, acaso, bien merece pongamos el foco en este nimio asunto, al objeto, no tanto de adornar nuestro amado juego, cuanto de amarlo con mayor motivo.
Así como las distintas artes cuentan con destacados ajedrecistas (Duchamp, Bogart, Yoko Ono…), las múltiples ciencias citan entre sus filas a magníficos aficionados (Ramón y Cajal, Einstein, Oppenheimer…) o las matemáticas alardean de sus más insignes figuras preocupadas por nuestro juego (Euler, Gauss, Hilbert…) la Filosofía también tiene a bien presentar sus credenciales a este respecto y sin abusar de la plasticidad que el concepto de “Filosofía” pudiera permitirnos, aquí sólo nos ceñiremos a reflejar los casos más renombrados, de los que no cabe duda alguna jugaron muy bien al ajedrez, o en su defecto, se mostraron públicamente apasionados por su práctica.
A falta de otras pruebas, desde los sabios musulmanes (As Suli, Firdusi, Al Mas Odi) se cuentan por cientos los pensadores que se han valido de la metáfora ajedrecista para canalizar sus ideas, apoyar sus reflexiones e ilustrar sus etéreas enseñanzas y es al atender su casuística que se evidencia la admiración con que sus autores se pronunciaban sobre el mundo de las sesenta y cuatro casillas, inclinación delatora, cuando menos, del disfrute de su práctica. A este grupo pertenecen filósofos de la talla de Schopenhauer, Kierkegaard, Bertrand Russell, Wittgenstein, Sartre o Simone de Beaurvoir, cuyos pasajes obviamos por no espesar esta lectura. A muchos de ellos les debemos frases célebres como “El ajedrez es el gimnasio de la mente” ( Pascal); “El ajedrez es prueba de inteligencia”. (Goethe) No existe un remordimiento, como el del ajedrez (H.G. Wells); “El ajedrez es demasiado juego para ser ciencia y demasiada ciencia para ser juego”. (Leibniz); y hasta un tirón de orjeas que supera al anterior “El ajedrez desarrolla la inteligencia solo para jugar al ajedrez”. (Unamuno).
Se cuentan también por decenas los pensadores e intelectuales de los que se tiene constancia de haber sido auténticos ajedrecistas además de por sus obras, como sucede con el filósofo sefardí Abraham ibn Ezra compositor de un poema de ajedrez, o el curioso caso de Da Vinci que ilustro con 114 diagramas el códice De ludo scacchorum overo la Schifanoia (1499) del matemático, Luca Pacioli, también por testimonio epistolar como ocurre con Erasmo de Rotterdam, pero más claramente con Diderot de quien se sabe frecuentaba el Café de la Regence y la amistad de Philidor, afición, lugar y compañía igualmente compartida por Voltaire quien fuera retratado pictoricamente por el maestro Jean Hubert con el inequívoco título Voltaire jugando al ajedrez con el padre Adam (1775).
Ciertamente, el siglo de las luces fue la época dorada de la relación entre Filosofía y Ajedrez, porque no fueron pocos los ilustrados entusiasmados con este noble juego, si bien, entre todos ellos hemos de destacar a Benjamín Franklin, quien además de frecuentar los círculos ajedrecísticos, portar consigo una mesa de ajedrez allá donde iba, ser retratado varias veces jugando al ajedrez, escribió un Ensayo sobre la moral de ajedrez (1779). Empero, de la afición de los pensadores ilustrados por el ajuego de ajedrez sólo nos ha llegado una partida, a saber, la disputada por Federico II de Prusia, quien además de Emperador mecenas y protector de la cultura en sus dominios, era autor de varias obras eruditas.
Federico II – Katte
1.e4 e5 2.Cf3 Cc6 3.Ac4 Ac5 4.0–0 Cf6 5.Cc3 0–0 6.d3 d6 7.Ag5 Ag4 8.Cd5 Cd4 9.Axf6 Axf3 10.Dd2 Dd7 11.Dg5 Dg4 12.Ce7+ Rh8 13.Axg7++ 1–0
Bastante menos son los filósofos de renombre cuyo juego haya quedado registrado para la posteridad, aunque no nos podemos quejar a este respecto porque nos ha llegado una partida entre dos gigantes de la Historia de la Filosofía, a saber, Hume y Rousseau, cuyo singular encuentro bien merece ser aqui traido con alguna que otra referencia a sus doctrinas filosóficas.
Rousseau – Hume
1766
1. e4 / d6 2. Cf3 / Cd7 Está visto que el amigo Hume no tenia una idea clara, simple y distinta de cómo desarrollar las piezas. Esto es un error por obstruir innecesariamente al alfil de casillas blancas.
3. Ac4 / e5 4. d4 / c5 Demasiados movimientos de peón.
5. dxe5 / dxe5 6. Cc3 / Ae7 Tarde y mal. Ahora se permitirá la amenaza del Mate Pastor en f7.
7. Dd5 / Ch6 8. Axh6 / 0-0 El pobre Hume estará entendiendo ahora que del “buen salvaje rousseauniano”, sólo quedó lo de salvaje…
9. Ae3 / Db6 Hume busca desesperadamente contrariar la relación causa (Mal juego de apertura) efecto (Pérdida de partida)
10. Cxe5 / Dxb2 11. Cxf7 / Dxa1+
12. Rd2 / Dxh1 13. Ch6+ / Rh8 empieza el Mate de la coz.
14. Dg8+ / Txg8 15. Cf7++. Y Rousseau explica que el Pacto social es un supuesto teórico, como lo del Bien común.
Una mejor muestra de talento ajedrecístico por parte de los filósofos consagrados nos lo brinda el padre del Socialismo Científico, K. Marx, quien a decir de los expertos hubiera sido un ajedrecista de primera fila de haberse dedicado un poco más a la lucha de piezas sobre el tablero, afirmación esta que se apoya en partidas como la que sigue:
Karl Marx – Meyer
Londres 1850
1. e4 / e5 2. f4 / exf4 3. Cf3 / g5 4. Ac4 / g4 5. 0-0 / gxf3 6. Dxf3 / Df6 7. e5 / Dxe5 8. d3 / Ah6 9. Cc3 / Ce7 10. Ad2 / Cbc6 11. Tae1 / Df5 12. Cd5 / Rd8 13. Ac3 / Tg8 14. Af6 / Ag5 15. Axg5 / Dxg5 16. Cxf4 / Ce5 17. De4 / d6 18. h4 / Dg4 19. Axf7 / Tf8 20. Ah5 / Dg7 21. d4 / C5c6 22. c3 / a5 23. Ce6+ / Axe6 24. Txf8+ / Dxf8 25. Dxe6 / Ta6 26. Tf1 / Dg7 27. Ag4 / Cb8 28. Tf7 / 1 – 0
Con todo, quien mejor encarna el trabajo filosófico sobre la materia ajedrecística, es sin duda, Franz Brentano, de quien el también ajedrecista S. Freud llegó a afirmar «Un hombre condenado a ser inteligente, un verdadero genio». Más teórico que jugador al que disgustaba bajar a los bajos fondos de la práctica pese a ser un asiduo del bullicioso ambiente ajedrecístico vienés de finales del siglo XIX, como observara su discípulo el también filósofo ajedrecista Edmund Husserl, se dedicó en cuerpo y alma al estudio de aperturas contándose entre sus logros varias publicaciones especializadas, la coautoria con el prestigioso E. Falkbeer de una respuesta a la variante Kieseritzky del Gambito Rey: 1. e4 e5 2. f4 exf4 3. Cf3 g5 4. h4 g4 5. Ce5 d5, y la no menos intrépida Defensa Bentrano contra la Apertura Española: 1 e4 e5; 2 Cf3 Cc6; 3 Ab5 g5.
Comprensiblemente, por cuanto es más facil jugar que estudiar, pero también debido al muy inferior número de ajedrecistas profesionales comparado con la tuna de licenciados, doctores y catedráticos de las distintas ramas del saber, entre los ajedrecistas consagrados hay dificultad en hallar dignos representantes del tablero que hayan trabajado en áreas filosóficas y así hemos de esfirzarnos en encontrar especímenes como C.T. Göring el jugador austriaco impulsor del famoso gambito bautizado con su apellido que era profesor de Filosofía y contentarnos con que Anderssen el ganador de la partida Inmortal estudiara filosofía, con el campeón estadounidense Robert Byrne Licenciado en Yale y Profesor de Filosofía en la Universidad de Indiana, o incluso con Nimzovitch quien abandonara los estudios de Filosofía por el ajedrez.
Menos mal, que el ajedrez puede esgrimir la figura de Lasker, todo un Campeón del Mundo quien además era Doctor en Filosofía y con prestigio suficiente en la disciplina como para ver publicados varios de sus artículos en las más prestigiosas revistas científicas de la época y aún de la nuestra, como son Nature y la edición oficial de la Royal Society, además de alumbrar el hoy conocido como Teorema Lasker-Noether. Pero, atendiendo a su trayectoria vital, sospecho que Lasker era más Filósofo que ajedrecista…
Artículo aparecido en la revista Capakhine Nº 16