Cualquiera que haya pisado un club de ajedrez, conoce la enorme tentación que supone jugar a rápidas, cuyo atractivo arrastra al ajedrecista hacia su perdición, cual Ulises ante el canto de sirenas. Y como quiera que no hallemos mástil al que amarrarnos para mantener a salvo nuestra endeble voluntad, resulta que entre partida de campeonato y partida de campeonato no se hace otra cosa que echar una Pincheta tras otra, sin mayor pretensión que la de ganar y perder rebajando al Ajedrez a su función no de mero juego de mesa – condición lúdico-recreativa que le honra – sino de simplón Pasatiempo y aún de vicio, pues la mayoría acabamos con la terrible sensación de haber, literalmente, perdido el tiempo, cuando la rutina es tal que ni siquiera divierte sin opción ni alternativa, porque todos quieren jugar a rápidas…
Por este principal motivo, muchos monitores prescinden de introducir el reloj en su programa de clases por considerarlo un instrumento nocivo per se. Y ciertamente lo es, cuando de su uso se pasa al abuso. Mas, dado que también lo es jugar mucho al propio Ajedrez convirtiendo al Ajedrecista en Ajedrezómano, lo correcto sería empezar a enseñar jugar con reloj en su justa medida, para de este modo inocular a las nuevas generaciones ante las malas costumbres adquiridas por las manos antes que aprendidas por los cerebros en el contacto directo con el instrumento para lograr en una década invertir la actual situación en la que en la mayoría de clubes de Ajedrez, ya no se analizan posiciones, no se reproducen partidas, no se resuelven problemas, no se conciertan retos, no se disputan sociales…sólo se juegan rápidas y más rápidas, sin fuste alguno, dando muy mal ejemplo a cuantos empiezan a acudir a sus sedes, porque si antaño, cuando en bares y cafeterías nos burlábamos del ajedrez de cafeteros, qué no habremos de denunciar a estas alturas por caída de bandera en lo concerniente a la transmisión del placer de jugar “al buen Ajedrez” allí donde se supone que dicha tarea mejor se realiza, noble objetivo que a la vista está, ya no se consigue, a caso, nadie persiga. Y sin embargo, es posible reconciliar “el buen Ajedrez” con el reloj y el gusto por darle manotazos para descargar adrenalina que es una de las claves de su éxito, aparte el de diluir la reflexión en la mecánica de los movimientos, rebajando en demasía la exigencia proverbial que se le reconoce universalmente al denominado deporte-ciencia.
Los clubes y sus jugadores tienen muy difícil – que no imposible – la misión de reconducir su hábito del vicio a la virtud, tanto cuanto quienes quieren adelgazar con un régimen o las personas acostumbradas a ver la tele adquirir el deleite por la lectura. En consecuencia, hemos de fijar nuestra mirada en la labor de los monitores con el propósito de apelar a su responsabilidad de corregir en su raíz esta conducta que se ha popularizado principalmente en las dos últimas décadas debido sobre todo al incremento de material, amen de las nuevas tecnologías de internet que posibilitan jugar a aberraciones de un minuto. Y no es que antes fuéramos más conscientes y tuviéramos más sesera que en la actualidad…es que no habían tantos relojes ni tantos ordenadores. Por ello, ahora nos toca ayudar a reconducir los acontecimientos y reconstruir la cadena de transmisión de aquel Ajedrez de club serio que corre el riego de perderse. Un buen inicio, podría consistir en descubrir el enorme potencial pedagógico del reloj en el Ajedrez a los principiantes y sobre todo a los escolares.
Para empezar esta ambiciosa empresa, como en cualquier otra materia, se ha de tratar que el alumnado sea autosuficiente, de modo que lo primero que ha de explicársele es ¿Para qué sirve un reloj? ¿cuándo se juega con reloj? ¿Cómo funciona? Su reglamentación, etc. Sólo esto traza el buen camino que habrá de recorrer el futuro ajedrecista en formación, pues si tiene claro que el reloj es un medio y no un fin para posibilitar el juego introduciendo en la reflexión sobre el tablero el factor tiempo, será más sencillo posteriormente mostrarle sus distintas utilidades, que van mucho más allá de jugar rápidas.
Evidentemente, en edades inferiores salvo contadas excepciones, el reloj no puede ser un instrumento limitador ni de tiempo en el escolar, ni de reflexión en el principiante, por su natural impaciencia y por no tener demasiados elementos en qué pensar, respectivamente. Pero el reloj puede aparecer como referente grupal para establecer retos en la solución de problemas, de modo que el alumnado se vaya acostumbrando a su presencia sin necesidad de viciarlo en mover rápido. Esto se puede hacer entre los ocho y diez años.
Cuando el alumnado por medio de los Concursos de Resolución de Problemas con Reloj (CRPR), se ha acostumbrado a su presencia grupal, se le familiariza con su uso personal, esta vez parando su propio reloj, mientras los del resto siguen andando, de manera que si resuelve bien, se le añaden minutos y si falla, se le restan…(Ya hablaré de su mecánica otro día) Así, si con las piezas aprende a corregir su impaciencia por medio de reglas como “¡Tocada! ¡Movida!” con estos primeros usos pedagógicos del reloj, aprende a estresarse, administrar su tiempo, y sobre todo a tomar la decisión de arriesgarse sin precipitarse. Esto ya se puede hacer entre los nueve y once años de media, recuérdese que las excepciones siguen otros ritmos más acelerados.
El reloj también puede aparecer en juegos entre el monitor y la clase, o en la reproducción colectiva o por separado de una partida: La colectiva es de memoria sobre una partida recientemente vista como “La Inmortal” y si es individual puede tratarse de reproducir sin más una partida en el menor tiempo posible. (Hablaremos de el ejercicio de reproducción en otro momento)
La edad más apropiada para introducir al alumnado en el manejo del reloj en partida es en último año Benjamín en torno a los diez años. Para esta edad, los niños ya saben latín…Ahora es cuando ya después de tres años jugando, resolviendo mates, y acostumbrados gradualmente a su presencia, es cuando el reloj puede introducirse para dosificarles la reflexión. Ahora bien: ¡No una reflexión cualquiera!
Si se considera que es el momento de introducir el reloj en la partida, las primeras partidas que han de jugar serán las que pongan estrictamente en práctica la lección del día; Por ejemplo, si esa jornada se impartió como jugar la apertura central en sus planes básicos, todas las partidas deberán empezar con la Apertura Central. Es lo que se llaman partidas temáticas que ayudan al alumnado a practicar los planes aprendidos durante las clases de ajedrez. Como digo, con diez años en adelante esto se puede hacer sin problemas.
Abundando en lo anterior, pueden disputarse de cuando en cuando torneos temáticos, sobre una determinada Apertura o sobre determinados finales como el de Caperucita de Rey y Peón contra Rey o los de torre.
Por supuesto, de forma gradual se puede y hasta se debe convertir al reloj en un instrumento ¡Premio! Permitiendo a los alumnos que mejor se porten jugar a solas un mano a mano contigo. Ello tiene un efecto potenciador de la autoestima del alumno y de gran atractivo para el resto.
Por último, el reloj con todas las de la ley, debe aparecer en partidas de campeonato como muy tarde en Alevines, porque si se espera más es posible que lleguen a la Universidad sin jugar una partida con reloj.
Por supuesto, los niños desearán echar pinchetas como se lo ven hacer a los mayores, o por propia iniciativa. En ese caso, no sirve de nada prohibirlo sin mediar explicación:
Una primera escusa puede ser que con los relojes del colegio, del club, o de la Federación no se juega, sólo se entrena.
Una segunda estrategia disuasoria puede plantearle por contraste por qué quiere jugar con reloj rápido si el ajedrez precisamente enseña a pensar y no precipitarse…
La tercera estratagema podría dirigir la entera responsabilidad sobre el alumno: se le comenta que si lo desea, que juegue a rápidas, pero que si juega muchas eso le puede acostumbrar mal y luego en los torneos le pasará factura.
Pero no se puede nadar contracorriente y lo mejor suele ser que el mismo monitor les enseñe a usar el reloj y no a abusar de él.