Tras explicar los movimientos de la torre y el alfil, lo correcto es que se de a conocer la Dama. Es durante la clase dedicada a esta pieza, cuando podemos aprovechar para proponer al alumnado el “Reto de las ocho Damas”
Como todo ejercicio inicial debe graduarse su dificultad: Primero se pide a los alumnos – pongamos benjamines – que intenten colocar cuatro damas en el tablero sin que se crucen ni como torres ni como alfiles; Es decir, que sus rayos laser de fuerza no entren en contacto ni en vertical, ni en horizontal y tampoco en diagonal. A los alumnos que consigan colocar cuatro bajo estas directrices, se les anima a introducir una quinta Dama, luego seís, siete y finalmente que intenten ocho.
Si la clse es de más de siete años, lo normal es que todos lleguen a seís y varios a siete, hasta los hay que sin querer resuelven el problema antes de que toque recoger…Para quienes no lo consiguen en el aula, se les anima a que lo intenten en casa con ayuda de sus papis y abuelos o profes, y si lo desean te pueden traer la solución bien en lenguaje algebraico bien con un dibujo.
Para vosotros que ya estáis más creciditos os reto a que me averigüéis cuántas posibles soluciones hay distintas a este problema y quién fue el primero en dar la solución correcta.
Autor: Nicola Lococo
Ajedrez Viviente
Denominamos Ajedrez Viviente a la representación teatral de una partida de Ajedrez sobre un escenario que simula un tablero lo suficientemente amplio como para que en su interior puedan caber las 32 actrices y actores que darán vida a Peones, Caballos, Alfiles, Torres, Damas y Reyes. Suele ser habitual que su atrezo y vestimenta recree la época medieval pero puede adoptarse cualquier otro enfoque como por ejemplo el gremial, folklórico, deportivo, etc.
La organización y realización de un Ajedrez Viviente es de lo más gratificante pues a los ingredientes lúdico-festivos implícitos en cualquier actividad que integre el disfrazarse y asumir un rol distinto al cotidiano como sucede durante los carnavales, el integrarse en una labor de equipo para que el conjunto pueda salir con éxito, ayuda y mucho a unir al grupo que se implica en la empresa como bien saben quienes trabajan en obras teatrales en las escuelas e Institutos.
Además de una actividad grata y divertida, es de lo más vistosa para el público sepa o no de Ajedrez. Por ello, es ideal para programarse en las fiestas de fin de curso, del barrio o incluso de la ciudad.
Precisamente ha sido la bella ciudad medieval italiana de Marostica la que mejor ha sabido rentabilizar todo el potencial que encierra esta curiosa forma que permite el juego de Ajedrez, al punto de que gracias a su tradicional cita bianual la localidad es conocida internacionalmente, sin necesidad de ninguna otra promoción turística.
Evidentemente, un Ajedrez Viviente al estilo de esta ciudad requiere un desembolso e inversión considerable inicial. Pero a nivel de colegio, una vez se pinta el tablero en el patio y los disfraces pueden confeccionarse con sencillez e imaginación en las clases de manualidades…el resultado suele sorprender incluso al más entusiasta que defiende el proyecto ante el Claustro.
¡Intentadlo! Merece la pena.
El Tablero Mural
Del Tablero Mural, esa pizarra cuadriculada que vemos colgada de la pared o sobre un caballete donde siluetas de piezas representan permiten visionar una partida de torneo o un problema de Ajedrez a un amplio número de personas, podemos decir que es típico en un aula de Ajedrez, pero no un elemento básico o imprescindible. Antes ¡Al contrario! Nadie lo echa en falta mientras se pueda impartir las clases con los juegos tridimensionales.
Nadie en su sano juicio usaría una llave inglesa para abrir el tapón de rosca de una botella de agua; Le bastaría con los dedos de su mano. Lo mismo sucede con el Tablero Mural, que no hace falta mientras podamos dar la clase sobre un tablero normal al alcance cómodo de la mano y sobre todo de la vista del alumnado. En consecuencia, mientras el número de alumnos no sea excesivo, se evitará en lo posible trabajar con el Mural. Lo usual, es que a partir de ocho alumnos el seguimiento de la lección se haga algo incómoda dependiendo en parte de cómo sea la mesa, por ejemplo: en la típica mesa de pupitre, siete más el monitor ya están incómodos, mientras en una mesa rectangular de profe, nueve podrían estar cómodos. Así pues, si el grupo no supera la decena, lo mejor es prescindir del Mural.
Ahora bien, si el alumnado es inferior a ocho años, o son benjamines que por primera vez hacen Ajedrez, da igual su número ¡No se debería impartir clase con Tablero Mural! ¿Por qué? En el caso de los renacuajos bastante les cuesta ya gobernar con la vista diagonales, filas y columnas, sobre un tablero al alcance de su mano, como para que sigan una explicación a distancia donde no pueden interactuar más que de palabra, por no comentar que a esas edades no todos dominan las letras y los números y les resultaría dificilísimo las operaciones cartesianas, que por algo todavía no saben jugar ni a la “Guerra de barcos” y si me apuráis…ni al “Tres en raya”. En cuanto a los benjamines principiantes de entre 8 y 10 años, conviene que primero se familiaricen con el juego en 3D y quizá, si todo va bien, a modo de novedad hacia el 2º trimestre se puede ir introduciendo alguna explicación en Mural. Entre tanto, si son más de diez o doce, se trabaja con ellos por grupos.
Pero pongamos que tenemos un alumnado amplio, que ya domina el juego y tiene una edad suficiente como por ejemplo esos mismos benjamines de nueve o diez años…Entonces, porque no queda otra, usamos el Mural. ¿Cómo se debe impartir clase con Mural?
Lo primero que se debe considerar, es el lugar dónde se va a colocar el mural: Si va a estar estático, colgado de la pared, deben evitarse las esquinas porque entonces además de restar 90º visuales de público, el monitor no tendrá otra que ponerse en la parte opuesta y restará visibilidad, con lo que el abanico se reducirá hasta sólo 60º. Lo suyo es que se deje un hueco para que el monitor pueda trabajar desde uno de sus lados ofreciendo siempre un ángulo de 120º para su seguimiento visual por parte del alumnado.
Cerca del Mural ha de disponerse un soporte para poder cómodamente dejar piezas, libros o fotocopias de modo que las explicaciones en el Mural no se vean entorpecidas por tener lejos los materiales o faltarte dedos para evitar dar una clase sobre los problemas de la Gravedad.
Si sobre un tablero normal, el docente ha de llevar la lección bien preparada, ante un Mural, ¡Más todavía! Porque la cercanía de los escaques, si no se tiene muy claro el discurso, coordinado con los movimientos, no sólo se pierden los alumnos, que también el profesor.
Siguiendo por aquí, el monitor que trabaja con Mural ha de adquirir la habilidad de los presentadores del Tiempo, y ser capaces de explicar la posición de espaldas a ella y no al alumnado, pues mientras las piezas con imanes no precisan de vigilancia, las otras piezas, como que se portan mejor cuando las miras.
Para terminar, dar clase con mural requiere cierta práctica, por ello los monitores deberían primero dar mucha clasecita sin Mural, antes de perderse en un tablero que les puede quedar grande.
Mi sistema, de Nimzowitsch
Esta obra que va camino de superar al “Capital” de Marx, al “Don Quijote” de Cervantes y a la propia Biblia en cuanto a número de referencias, elogios y recomendaciones sin haber sido leída, tuvo el mérito en su día de fijar los distintos conocimientos de estrategia que han regido durante el siglo XX en el tablero, bien para reforzarlos, bien para discutirlos. Sin embargo, su texto rudo y sin tregua al esparcimiento está más dirigido al enseñante que al aprendiz, sucediéndole eso de que es más sencillo andar que explicar como se anda. En consecuencia, la obra no es recomendable ni para fotocopiar ni para leer durante la clase. Con todo, el monitor debe trabajar sus páginas para extraer de ellas principios elementales de estrategia sobre todo en cuanto a las nociones de Desarrollo, Espacio, Tiempo y casillas débiles, así como algunos de los ejemplos que propone su autor.
Gracias a Nimzowitsch, los ajedrecistas y pedagogos prestaron mayor atención a los aspectos estratégicos de la posición y sus implicaciones, de modo que hoy contamos con más y mejores textos para iniciar y profundizar en los temas y motivos que en vanguardia su genio estableció como prioritarios de la reflexión a comienzos del siglo pasado. Sólo por esa razón, hemos de remitirnos a su obra como monitores, pero también por el mismo motivo hemos de evitársela al alumnado.
El arte de la defensa, de Illia Kan
Aunque mi primer libro de Ajedrez fue el legendario “Yo juego para ganar” de B.Larsen que me regalaron por mi séptimo cumpleaños, el primero que leí por mi cuenta de un tirón y sin tablero de regreso a Castro Urdiales en autobús tras adquirirlo en una librería de Bilbao ya con doce años, fue este diamante pedagógico cuya sabiduría emociona con sólo abrir sus páginas al alumnado ya ducho en los trucos y celadas de aperturas contra el rey en el centro, que por ello enroca de forma mecánica y que desconoce los riesgos que entraña esta formula habitual de proteger a la pieza más valiosa.
Una primera lectura superficial, ya basta a cualquiera que maneje un mínimo de recursos tácticos para doblar su capacidad de combate en la partida, porque “El arte de la defensa” mientras introduce al educando en el concepto de la “Defensa” descuidado ampliamente en su juego con principios fundamentales verbigracia “Economía de piezas en la tarea defensiva” fundamental para estar en condiciones de organizar un contraataque, enseña por inversión los modos y maneras de atacar las debilidades, noción que gracias a este texto empieza a ser comprendido en toda su profundidad.
Su esquemático estudio de las estructuras típicas nacidas del enroque es una de las lecciones más provechosas que yo haya visto en obra alguna en relación tiempo invertido en su lectura y conocimiento adquirido. Por ello recomiendo su adquisición a todo monitor que tenga intención de elevar el nivel táctico-estratégico de sus discípulos, a la vez que les pone a prueba su capacidad de trabajar por si mismos, pues es un texto fácil de seguir para niños de 12 años en adelante.
Tras su lectura, es inevitable que se instale cierto desasosiego al hacer el enroque, se meditará más avanzar los hasta entonces mecánicos h3,a3 y sus correspondencias negras, doblar peones…pero es una fase necearía que se ha de quemar antes de revisar de nuevo todo cuando más adelante se lea a Watson.