Matrimonio de cine y ajedrecistas

Si los personajes que hoy traemos a TX acudieran al antiguo concurso de televisión ¡Un! ¡Dos! ¡Tres!, su presentación sería tal que así:

Ella se llama Lauren Bacall, él es Humphrey Bogart, ambos son figuras famosas del cine, residen en los Estados Unidos, son matrimonio y muy aficionados al ajedrez.

Así es…siempre sale a relucir el nombre de Bogart, actor que no requiere presentación, cuando se trata de dar a conocer una figura del cine famosa que juagara al ajedrez, cosa comprensible por cuanto su persona antes de triunfar en el mundo cinematográfico se ganaba algo de dinero jugando al ajedrez y su nivel de competición se ha calculado que pudo ser el de un Maestro FIDE actual.

Lo curioso, es que en pocas ocasiones se menciona a Lauren Bacall, figura del cine galardonada con premios tan prestigiosos como el Globo de oro, el Cesar, La Concha del Festival de San Sebastian, un Oscar honorífico y muy célebre en su momento por haber participado en películas como Tener o no tener (1944); Cayo Largo (1948); Asesinato en el Oriente Express (1074; por citar algunas de entre medio centenar de intervenciones.

Y digo que es curioso, porque en 1945 ambos se casaron muy enamorados; ella con apenas 20 años y él ya con 45, permaneciendo juntos hasta el fallecimiento de Bogart en 1957. De su unión, nacieron dos hijos e infinidad de partidas de ajedrez disputadas entre rodaje y rodaje de las cuales se nos ha conservado la que reflejamos a continuación:

Humphrey Bogart – Lauren Bacall, 1951

1. e4 e5 2. Cf3 Cc6 3. Ab5 g6 4. d3 d5 5. exd5 Dxd5 6. c4 Ab4+ 7. Cc3 Axc3+ 8. bxc3 Dd6 9. a4 Ad7 10. Aa3 Df6 11. De2 Cge7 12. Axe7 Dxe7 13. Axc6 Axc6 14. Cxe5 Cxg2 15. Tg1 Ah3 16. Tg3 Ae6 17. d4 c6 18. d5 cxd5 19. cxd5 Axd5 20. c4 Ae6 21. Te3 f6 22. Cd3 Rf7 23. Cf4 Tae8 24. Cxe6 Db4+ 25. Rf1 Te7 26. Te1 The8 27. Cd8+ Rf8 28. Txe7 Txe7 29. Dxe7+ Dxe7 30. Txe7 Rxe7 31. Cxb7 1-0

Mejorando el final de Harry Potter


El alumnado de ajedrez, más que ningún otro, presta especial atención a aquellas escenas donde su pasión aparece fugazmente en el cine o la televisión, cualidad que hemos de aprovechar en clase. A tal efecto, la película Harry Potter y la Piedra Filosofal, nos brinda una buena oportunidad dada la natural identificación del alumnado con el personaje y porque la materia a trabajar no es absurda permitiéndonos impartir una clase con temas tácticos como el sacrificio, el despeje de la casilla, la sobrecarga y sobre todo, introducir un problema dentro del problema a modo de misterio para mejorar el final de la partida que aparece en la película.

La autora, J.K. Rowling, en la obra escrita apenas ofrece detalles de la partida; así, para su versión cinematográfica, se acudió al Maestro Internacional Jeremy Silman, para que confeccionara una secuencia que casara la brillantez ajedrecística con la trama de la obra, donde Harry Potter debe ser quien da mate como alfil, asistido por su amiga Hermione (Torre) que está alejada y su amigo Ron (Caballo) que se sacrifica y es necesario que la dama blanca se esfuerce en ser la malvada de la historia y sea derrotada por el protagonista. En pos de esta dramatización, el final de la partida no es el más óptimo desde un punto de vista ajedrecístico y esa mejora el el motivo central de nuestra exposición en el aula ante el alumnado.
Para aprovechar al máximo la posición de la película, conviene primero explicar las amenazas y dificultades a salvar; después se expone el final de la película y por último se pregunta a la clase si encuentran una solución de mate en menos jugadas para mejorar el final de Harry Potter.
A continuación muestro el final aparecido en la película:
1. Dxd3 Tc3 Aquí tenemos un sacrificio de pieza pero el tema táctico se denomina Despeje de la casilla, porque la casilla c5 es esencial para la resolución del mate.
2. DxTc3 Ch3+ La dama desde c3 está sobrecargada por defender a un tiempo el salto del caballo en h3 y el jaque de alfil en c5. Para aprovechar esta sobrecarga se sacrifica el caballo.
3. DxC Ac5+ 4. De3 AxD 0-1

La defensa Luzhin

Sinceramente, no sé si hago más mal que bien manteniendo en el TXIKI XAKE esta sección para divulgar la aparición del Ajedrez en el cine, con la mala estampa que nos saca el denominado Sétimo Arte. Pero, como no me cansaré de repetir, creo que merece la pena dar a conocer las películas que versan sobre el maravilloso mundo de las 64 casillas, aunque sólo sea para vacunarnos contra los estereotipos en los que se nos encasilla merecida o inmerecidamente, como supongo les sucede también a los practicantes del boxeo que aparecen siempre como brutos drogadictos, a los golfistas retratados como ricachones sin otra ocupación que vestirse elegantemente, y resto de clichés que ayudan al cineasta a transmitir un modelo fácilmente reconocible para un público que sólo busca en la pantalla entretenerse un ratito sin demasiadas complicaciones.

La obra que hoy presento, es una maravilla que me sorprendió hará cosa de ocho años en TVE2. De hecho, la vi empezada, justo a tiempo para dar con la clave que haría optimizar el entrenamiento y resultados de nuestros jóvenes valores. Tanto es así, que llamé de inmediato al Presidente de la FVA para que tomase buena nota. La clave para el buen rendimiento ajedrecístico la descubrirán ustedes mismos permitiéndome obviarla aquí, no únicamente por no desvelar aspectos esenciales de la trama, cuanto porque tengo noticia de que algunos gnomos leen este espacio clandestinamente.

Precisamente por esta zascandil circunstancia, comentaré crípticamente que en esta obra Maestra, a parte de los tópicos de rigor, como el ajedrecista raro, despistado, que sólo sabe jugar al ajedrez y demás pintorescas pinceladas a los que nos tienen acostumbrados los amigos de la cámara y de los guiños ambientales de los torneos de ajedrez como apuestas sobre los resultados, fanfarronería de algunos jugadores, egolatría y culto a la personalidad de los campeones, ciertas artimañas para desconcentrar al oponente, etc, lo cierto, es que en esta ocasión, además de cuidarse al milímetro las posiciones aparecidas hasta el extremo de reproducir conocidas celadas de apertura como la de 1)e4-e5; 2)Cf3-Cc6; 3)Ac4-Cd4; 4)Cxe5-Dg5; 5)Cxf7-Dxg2; 6)Tf1-Dxe4; 7)Ae2-Cf3 mate, presentada en el primer enfrentamiento con su padre, distintos diagramas de premios de belleza durante la simultánea, o la posición extraída de una partida real entre Ewue y Vidmar para rematar el final…en paralelo a estos excesos habituales en toda película del género, corre una sutil pero evidente tensión freudiana no ajena al jugador de ajedrez que no precisa de acariciar alfiles para lubricar las fantasías inconscientes libidinosas del protagonista Alexander que rivaliza con su padre, no por el amor de su madre, sino en esta ocasión de su tía, a la que mantiene cristalizada en una figurilla que de pronto se encarna en la coprotagonista Natalia que le ayuda a superar su trauma infantil de haberse visto castrado en sus pretensiones. Sin embargo, como si se tratara de una partida de ajedrez en la vida real, el padre se cobra venganza por medio de la figura de su Maestro de Ajedrez – el Darth Vader que se enfrenta a su hijo Luke Skywalker – quien hace todo lo posible por arruinar su carrera. Claro que para evitarlo, aparece la Dama dispuesta a sacrificarse por su Rey defendiéndole de todos los ataques psicológicos mientras está presente en la sala de juego, pero que nada puede hacer por evitar el Jaque Mate cuando el juego sucio del adversario consigue mantenerla alejada mediante una ágil celada.

Es una película genial, basada en la Novela de V. Nabokov quien se inspiró en la vida del fuerte jugador del XIX Von Bardeleben, que provoca en los espectadores toda suerte de emociones: desde el mayor de los apuros yendo de la auténtica vergüenza ajena por las excentricidades del ajedrecista, hasta el más sentido llanto y congoja, pasando por la risa, la angustia y hasta la sorpresa que ofrece un magnífico desenlace, que quién sabe, si no está prefigurando una alteración futura de las reglas del juego.

El jugador de ajedrez. Película

http://www.youtube.com/watch?v=eK6zwVfXaCw

Así como los comentaristas de las vueltas ciclistas han de esforzarse lo suyo en hablarnos del paisaje, la familia y cuantos sucesos ajenos a la carrera les ayuden a rellenar el espacio mediático necesario para mantener ante la pantalla a un espectador mirando unas piernas masculinas que no hacen otra cosa durante horas que dar pedales, así han de ingeniárselas los periodistas que han de contar algo de los Campeonatos del Mundo de Ajedrez, aparte de comunicar asépticamente los movimientos de las piezas realizadas por los oponentes sobre el tablero, arte del entretenimiento del que nuestro amigo Leontxo García sabe más que nadie en el oficio.

De sus crónicas comentando los tics y manías de los jugadores frente al tablero, de sus disputas personales, sus reclamaciones federativas y clásicas argucias para sacar de sus casillas al rival, las películas que abordan la temática ajedrecística obtienen el tropel de anécdotas con las que confeccionan sus guiones y ambientan el mundillo que rodea a los torneos del denominado deporte-ciencia. Por supuesto, las películas se ven en la necesidad de cargar las tintas para caracterizar los personajes y que estos se ajusten a los tópicos compartidos por legos y profanos, motivo por el cual, su visionado por el público suele retroalimentar la realidad, de una parte por poner una lupa sobre asuntos que aun reales no son mayores que los que puedan darse en cualquier otra faceta humana tan extendida como nuestro juego y de otra atrayendo la complaciente imitación de comportamientos por parte de los propios ajedrecistas que, por qué no reconocerlo, tampoco es que les disguste demasiado dar esta imagen de “locos geniales”.

Cuando me decidí a iniciar este espacio dedicado a las reseñas cinéfilas con temática de Ajedrez, sopesé muy mucho el hacerlo, porque no hay obra al respecto en el que la imagen que ofrecen de nuestro mundo personal y colectivo no sea propio de gente infantil que sólo sabe jugar al ajedrez, algo neuróticos, maniaco depresivos, paranoicos…que si bien puede responder a una pequeña parte de la realidad, obvia que al tiempo hay muchas otras realidades como que somos persona generalmente bien formadas, muy educadas, cultas y con vidas placenteras y bien estructuradas. Sin embargo, opté por introducir en TXIKI XAKE esta sección, precisamente para difundir el cine de ajedrez, pero con las debidas advertencias sobre su ficción al objeto de que se pueda disfrutar de la caricatura que hace de nosotros sin que ello nos desprestigie más de lo que por nuestra propia cuenta conseguimos.

La obra, mosaico de chascarrillos conocidísimos de los avatares de los Campeonatos del Mundo, arranca con una escena que recuerda a cómo se inició en el ajedrez el que posteriormente se convertiría en Campeón del Mundo, el cubano Capablanca. Trata de un niño prodigio llamado Thomas a quien sin embargo el juego le hace enfermar mentalmente al extremo de tener que dejar su práctica por prescripción médica. Veinte años después, siendo un experto informático, su empresa le encarga hacer un programa de ajedrez que en un acto publicitario se enfrenta al Campeón del Mundo. Su pública derrota, no por esperada es menos dolorosa para el protagonista que decide volver a la competición con el objetivo de convertirse en el mejor del mundo. Toda su peripecia recuerda en sus fulminantes éxitos y reclamaciones a la vida real de Bobby Fischer…

Con las debidas cautelas, se puede disfrutar de su visionado, aunque no la recomendaría para menores de 14 años. Bueno, tampoco para mayores de esa edad que no tengan en cuenta lo dicho: que es una película. Sólo eso.

En busca de Bobby Fischer

http://www.youtube.com/watch?v=3DhXOYCdBns

Película muy recomendable para que la vean sobre todo padres, monitores, federativos y ajedrecistas de más de 13 años, pues con las debidas exageraciones de los tópicos habituales que rodean la dramatización del entorno del ajedrez, retrata magistralmente las diversas actitudes de los personajes que pululamos en torno al mundo de la competición escolar, a saber:

En primer plano, aparecen las distintas disposiciones de los niños hacia la práctica del juego que pueden venir por mero azar tras fijarse en gente que está jugando al aire libre en el parque, porque otros amigos juegan y quieren hacer lo mismo, porque sencillamente les atrae practicar un juego de mayores, porque buscan imitar a su padre al que ve jugar con sus amigos en el salón, o porque sus padres les apuntan a clases de ajedrez cuando ellos desearían hacer, por ejemplo ballet.

Una vez el niño aprende a jugar, disfruta del juego y descubre la competición, surgen las diferencias entre los jugadores según son sus resultados deportivos, los que ganan siempre, los que ganan muchas veces y los que pierden; La película sabe recoger los distintos recorridos psicológicos que cada cual establece para afrontar la situación: los hay que aun ganando lo pasan fatal por el estrés que les genera la presión de hacer lo que todos, incluidos los rivales, esperan de ellos, y otros que pese al disgusto de perder continúan disfrutando del juego; Entre ambos extremos hay de todo, los que se dan cuenta que como experiencia ha estado bien pero lo dejan y pasan a dedicarse a la apicultura, los que se conforman con ser segundones, quienes perseveran y terminan mejorando a base de esfuerzo, los que siendo de los mejores acaban por aborrecer el juego y quienes nunca tienen bastante con ganar.

Por este afán desmedido de victoria y debido a la obsesión que puede generar un juego tan exigente como es el ajedrez, la película trata el problema del Ajedrezómano, ese niño que vive por y sólo para el ajedrez incapaz de hacer o pensar en otra cosa que no sea el ajedrez, obtusa perspectiva que en ocasiones lejos de ser evitada, es potenciada por la actitud de unos padres que desean triunfar a través de sus hijos y se implican más que ellos mismos en la competición. Así, asistimos a escenas donde los padres discuten por la relevancia que el ajedrez tiene en la familia hasta el punto de hacer girar todo en torno al mundo del ajedrez, fiestas, vacaciones, viajes en función de las fechas de los torneos, e incluso su práctica puede robar tiempo de estudio al escolar, o esa otra donde se puede apreciar a los padres discutir entre si a las puertas de la sala de juego delante de unos niños avergonzados por el comportamiento de los mayores.

Los monitores también aparecemos caricaturizados bajo dos perfiles que al final se reconcilian: el ajedrecista puro que instruye conocimiento, cálculo, variantes, aperturas y finales exigiendo del alumno concentración, esfuerzo y dedicación científica al juego con disciplina deportiva, y esa otra manera de enseñar a través de la práctica menos rigurosa pero más satisfactoria propia del jugador de café. Al final el niño, personaje principal, fusiona ambos modos de entender el ajedrez en una escena que no me gusta absolutamente nada porque da tablas en un final ganado, pero que hace palpitar al profano en la materia, concesión propia del “Happy End” hollywoodiense que le perdonamos por lo bien llevada que está llevada el resto de la trama.