Detectores de nuestra memoria histórica

Un grupo de buscadores de metales participa en un proyecto arqueológico foral para el estudio de la guerra civil.

Un reportaje de Iban Gorriti.

Parte del grupo que prospecciona montes con detectores de metal, en el exterior del cementerio de Muxika. (Foto: I. Gorriti).
Guerra Parte del grupo que prospecciona montes con detectores de metal, en el exterior del cementerio de Muxika. (Foto: I. Gorriti).

UN grupo de amigos con forma desde hace más de una década un equipo que hace prospecciones por nuestros montes con detectores de metales. Han hallado numeroso material que aporta información a la memoria histórica. Hoy son noticia porque van a formar parte activa de la iniciativa de la Diputación Foral de Bizkaia Proyecto arqueológico para el estudio de la Guerra Civil (1936-1939) en Bizkaia a partir de materiales metálicos recuperados.

Son una decena de amigos, la mayoría de Bizkaia y algunos de Gipuzkoa. Algunos suman más de doce años de experiencia en la búsqueda con detectores de metales. Sus edades van desde la veintena hasta la cincuentena. “Nuestro campo de trabajo es la Guerra Civil desde el interés histórico, la investigación histórica”, explican a DEIA, lunas atrás, durante una prospección sin contraprestación económica en la que ayudaron a la Sociedad de Ciencias Aranzadi, en Muxika. No constituidos como colectivo, han cedido parte de sus hallazgos al Centro Vasco de Interpretación de la Memoria Histórica de Elgeta. “Otros los regalamos a Aranzadi si nos los piden… Los usamos sobre todo para exposiciones en municipios como Ugao, Elorrio, Oñati… Cuando una asociación relacionada con la memoria histórica quiere montar una pequeña exposición, se lo cedemos, y la parte que es munición siempre está vacía, descargada. Porque queremos dejar claro que aparte de obuses y granadas, también salen bayonetas, insignias, plaquitas, cazos, platos, balas, no son solo cosas que explotan, que es lo que aparece en los medios. De forma paradójica, los obuses y granadas son lo que menos aparece”, matizan.

Según inciden, con los detectores de metales lo que más se encuentran enterrado en las líneas del frente de las montañas son balas: “Solo viéndolas ya sabes el calibre, el arma que la disparaba, el año de fabricación, qué bando la podía tener e investigando el mes de fabricación. Todo el recorrido que hizo ese envío de cargamento hasta estallar a Euskadi”. En su quehacer, han dado con elementos muy curiosos. “De la guerra ruso-japonesa de primeros de 1900 llegaron materiales de guerra dando mil vueltas a Euskadi. Los rusos se lo cogieron a los chinos o japoneses y de allí fueron a Polonia y, de pronto, te lo encuentras en un monte vasco”, enfatizan.

Los detectores de este colectivo dieron con la carcasa de un obús japonés, de la citada guerra ruso-japonesa, que aterrizó en Euskal Herria y, como no tenían adaptador porque no habían llegado espoletas japonesas, le hicieron uno aquí. “Tiene entonces -subrayan- un vaso japonés, con un adaptador vasco y una espoleta francesa. ¡Eso es algo que en ningún museo del mundo vas a encontrar!”. A la pregunta de dónde lo conservan, señalan que “está pendiente de ser llevado al Centro Vasco de Interpretación de la Memoria Histórica de Elgeta. Ahora se está limpiando”.

En cambio, el grupo no almacena munición. “Yo tengo una colección de balas, pero está controlada por la Guardia Civil. Tienes que pasar unos controles. Luego hay otras cosas que no se pueden coleccionar”, explica uno de los prospectores. Otro agrega que “cada año tienes que dar cuenta de las altas y bajas en la Guardia Civil. Y para vaciar un cartucho o bala, lo hace cualquier cazador”.

Legado Estos amigos son pioneros en el uso de detectores. “No hay nadie con más de diez años de experiencia con detectores por aquí. Además, nosotros todo lo que encontramos lo vamos identificando”. Colaboraciones como la que tuvo lugar días atrás con la Sociedad de Ciencias Aranzadi se llevan a cabo “sin contraprestación económica, dependiendo del tiempo que tengamos. Tan solo nos solemos poner su camiseta. Casi siempre venimos un montón”, apostillan, y van más allá en su discurso: “que la gente no piense que solo vamos buscando bombas y cosas de esas… A nosotros nos emociona encontrar un tintero, un cazo, un katilu lleno de agujeros, eso nos gusta…”, matizan.

“Mira, la pieza más chula que he encontrado fue una chapita con un número y un agujero, que se supo que pertenecía a un miliciano del batallón Dragones. Y ni la tengo ya, se la di a la familia, porque ese número puso nombre a unos huesos”. Respecto a si este variado material se puede vender, a si existe un mercado para estas reliquias, valoran que “hay gente que lo hace en internet. Hay mercado, pero nunca vendemos. Como mucho cambiamos insignias. Lo que tiene una parte emocional no la cambias. El Ejército vasco fue derrotado, no guardaban insignias, pormiedo. En Santoña las tiraban al río. Hallamos insignias inéditas y hacemos réplicas”.

Estos estudiosos de los temas de la Guerra Civil estiman que hay episodios por analizar. “Queda por estudiar la microhistoria: de dónde sale la munición, insignias, calzado, el armamento vasco… Hasta que no encuentras el primer ejemplar en el monte, es inédito. Más interesante que la pieza es la información que te aporta, que se desconocía”.

Patria vasca y Libertad: 120 años de la ikurriña

La ikurriña ideada por los hermanos Sabino y Luis de Arana y Goiri en 1894 ha trascendido su significado inicial, pasando de ser símbolo de la Patria vasca a ser, también, símbolo de la Libertad.

Un reportaje de Luis de Guezala. Fotografías Sabino Arana Fundazioa.

La ikurriña izada en la sede de Euskeldun Batzokija en el segundo piso de la calle Correo, esquina con El Arenal. (Sabino Arana Fundazioa).
La ikurriña izada en la sede de Euskeldun Batzokija en el segundo piso de la calle Correo, esquina con El Arenal. (Sabino Arana Fundazioa).

Este próximo lunes, 14 de julio, se cumplirán 120 años de vida de la ikurriña. Fue el sábado 14 de julio de 1894 cuando se izó por primera vez, con motivo de la inauguración de la primera formación nacionalista vasca, el Euskeldun Batzokija, en Bilbao, en el segundo piso del edificio de la calle Correo que hacía esquina con El Arenal, entonces numerado 34.

A las seis de la tarde tuvo el honor de izar por primera vez la ikurriña Ciriaco de Iturri y Urlezaga, por ser el socio de más edad, con 50 años, de entre los 94 fundadores del naciente Euskeldun Batzokija. Esta primera ikurriña correría la suerte de tantas de sus hermanas posteriores y el 12 de septiembre de 1895 sería incautada por las autoridades españolas al clausurar el Euskeldun Batzokija. Vivió poco más de un año. Pero ahora celebramos sus 120 años de existencia.

La ikurriña había sido ideada por Sabino de Arana y Goiri y su hermano Luis. En el proceso de construcción nacional que ambos emprendieron, como movimiento político y de defensa de la identidad vasca en peligro, consideraron que era muy importante la adopción de unos símbolos propios. Nombre del País, escudo, bandera e himno. Y el primero de estos símbolos fue, precisamente, la bandera, en principio imaginada solo como bandera de Bizkaia.

En el Archivo de Sabino Arana Fundazioa conservamos el boceto original de la ikurriña, dibujado posiblemente por Luis, arquitecto. Adelantándose a la moderna vexilología, los dos hermanos entendieron que la bandera de Bizkaia debía ser una traslación a ese tipo de emblema del que ya tenía históricamente, su escudo.

Así, sobre fondo rojo, que consideraban el original del escudo, y en representación de los habitantes del Señorío, iría un aspa verde, como cruz de San Andrés, verde como el Árbol y en referencia también a una semilegendaria batalla que sostuvieron en el siglo IX, en la festividad de este santo, los vizcainos en defensa de su independencia. Sobre todo ello una cruz blanca ocuparía un lugar más predominante que en el escudo, como expresión de la importancia suprema que Sabino de Arana daba a la trascendencia de la religión católica y los valores que le atribuía.

Los lobos del escudo, que el fundador del Partido Nacionalista Vasco consideraba representaban a los Señores de Bizkaia y, desde su republicanismo, consideraba exóticos y perjudiciales para Bizkaia, no tuvieron traslación a la bandera. Como en el diseño original se puede apreciar, los autores de la ikurriña realizaron desde un primer momento una versión para colgadura en balcones, con franjas horizontales con los mismos colores, rojo, verde y blanco.

Las dimensiones de la cruz y el aspa de esta primera ikurriña eran más estrechas que en la actual. El cambio vendría con ocasión de otro acontecimiento muy posterior, cuarenta y dos años después, también clave en el proceso de construcción nacional vasca: la Guerra Civil y la constitución del primer Gobierno vasco. El Gobierno vasco presidido por José Antonio de Aguirre, adoptaría el 19 de octubre de 1936 como su bandera oficial la ikurriña, a propuesta de su consejero de Industria, el socialista Santiago Aznar.

POR TIERRA Y MAR. La mayor anchura de aspa y cruz tuvieron como motivo que la ikurriña fuera distinguible a mayor distancia, en el contexto terrible de la guerra por tierra y mar. La bandera ideada en un principio para Bizkaia se había popularizado como la bandera de todos los vascos ya mucho antes de alcanzar rango oficial. En contra del criterio de Luis de Arana, que seguía entendiéndola solo para Bizkaia. El símbolo superó a sus propios creadores al popularizarse. En 1925 Euskaltzaleen Biltzarra ya la había adoptado para presidir sus actos. Y en 1931, cuando el Ayuntamiento de Durango consultó a Eusko Ikaskuntza qué bandera podía considerarse como nacional vasca o representativa del País Vasco, esta respondió que la exhibición de la ikurriña “no puede suponer en nuestros días idea alguna partidista, sino una expresión de la unidad espiritual de los vascos”.

La utilización en libertad de la ikurriña en Hegoalde duró lo poco que pudo resistirse al avance del ejército sublevado franquista. Tras la victoria militar del nacional-catolicismo español, quedó, como tantas cosas, fulminantemente proscrita. Las ikurriñas no capturadas fueron escondidas como se pudo, para evitar una represión despiadada sobre sus poseedores. En ganbaras o emparedadas. Dentro de colchones o disimuladas entre sábanas u otras ropas. O enterradas, como tesoros cuyo emplazamiento secreto llegó a transmitirse de generación en generación.

Muchas de ellas consiguieron sobrevivir a la guerra y a la dictadura y, hoy en día, las conservamos en Sabino Arana Fundazioa gracias a las numerosas donaciones de aquellos que consiguieron preservarlas en tan difíciles situaciones. Estas viejas ikurriñas, supervivientes de mil peripecias y desgracias, batallas y persecuciones, tienen el corazón de quienes las dibujaron y cosieron, las izaron y ondearon, defendieron y escondieron. Llevan el alma de los vascos que fueron, somos y seremos.

Pero no solo la ikurriña fue proscrita durante la larga dictadura franquista. Lo fue incluso la conjunción de sus colores. Que podían aparecer más o menos tímidamente en muy diferentes situaciones. Por poner un ejemplo, cuando el grupo de danzas vascas Dindirri volvió a bailar tras la guerra, sus dantzaris, vestidos de blanco, llevaban una txapela roja y un gerriko, no verde, sino azul… verdoso. Para evitar multas, sanciones, detenciones, palizas. Quedaba el argumento ante la Policía franquista de que el gerriko era azul. Y la imaginación para ver rojo, verde y blanco cuando los dantzaris actuaban.

A lo largo de la dictadura la ikurriña acabo siendo un elemento fundamental en su resistencia. Se pintaba en paredes o montes. Aparecía de mil maneras en actos públicos o eventos deportivos. Llovían diminutas ikurriñas de papel lanzadas con volanderas. Se colgaban ikurriñas de tendidos eléctricos para dificultar su retirada. Y también se colocaban de noche en las torres de las iglesias, para alegría popular hasta el momento de su retirada.

Incluso la catedral de Burgos amaneció un día adornada por la ikurriña, imagen que luego se difundiría en panfletos y publicaciones clandestinas. Llegó un momento, en aquellos oscuros y tristes años, en el que la ikurriña volvió a trascender sobre su significado inicial. Y pasó de ser símbolo de la Patria vasca a ser, también, símbolo de la Libertad. Ojalá que nunca deje de serlo.

Sucedió en Elgoibar

La productora vizcaina Baleuko graba estos días un ambicioso documental que recrea la Batalla de San Miguel en Elgoibar, una confrontación que permitió constituir el Gobierno Provisional del País Vasco en 1936.

Un reportaje de Iban Gorriti.

Un mando requeté pega un tiro en la nuca a un hombre (Baleuko).
Un mando requeté pega un tiro en la nuca a un hombre (Baleuko).

HOMBRES de Azpeitia, Elgoibar, Tolosa, Zumaia… vistieron ayer ropajes de gudaris del batallón Arana Goiri número 1 del PNV. Otros portaron indumentarias de requetés, fascistas. La mayoría eran jóvenes, todos euskaldunes, para un documental que se titulará Goazen gudari danok, producido por la firma vizcaina Baleuko, y que se estrenará el 21 de septiembre en cines. Además, itinerará por diferentes localidades. En las mentes de estos figurantes, como en la de aquellos soldados reales improvisados, se repite una y otra vez a modo de mantra la canción Euzko gudariak, pero el lector descubrirá la razón párrafos más adelante.

Suman días de rodaje en un convento de Azpeitia -donde también se rodó la recordada Izarren argia– y en la naturaleza de Elgoibar recreando lo que fue la Batalla de San Miguel. Aquellos tiroteos permitieron que los primeros gudaris retuvieran al general golpista Mola y sus tropas y, gracias a ello, se pudiera constituir el Gobierno vasco Provisional del País Vasco-Euzko Jaurlaritza con la jura del lehendakari Aguirre el 7 de octubre de 1936 en Gernika, donde fue elegido por unanimidad.

Un equipo de veinte personas y un grupo de medio centenar de figurantes volvió ayer de alguna forma a los hechos acontecidos en la madrugada del 25 de octubre de 1936 en tierras de Elgoibar, en Zirardamendi-Aiastia (San Migel). Hace unos años, la Sociedad de Ciencias Aranzadi logró encontrar dos cuerpos, los de Sabin Atutxa Olabarri, de Getxo, y Eusebio Gaubeka Gibelondo, de Leioa. Además, restos de otros dos hombres que no se han podido identificar. “Estamos rodando a tan solo 500 metros del lugar real”, enfatiza Eduardo Barinaga, guionista y director de contenidos del documental Goazen gudari danok.

¿Viaje a la muerte? En el título residen los tres quids del documental, a juicio de Barinaga: Goazen (vamos), “indica un viaje”. Salieron de Bilbao sabiendo que podían ir al encuentro, a sus 18 y 20 años, con la muerte. Gudari, que eran guerreros sin ninguna instrucción -la poca que hicieron fue en Iturribide con palos en vez de fusiles- por parte del PNV para retener a Mola. Danok (todos), porque representaban a todos aquellos que creían en la democracia, en la República. La película, ahora sí, guarda una “historia curiosa, especial”, deja entrever Barinaga. “El origen de todo es la importancia de la batalla de San Miguel, pero en un momento de investigación caemos en la cuenta de la importancia que tuvo la canción Euzko gudariak, de ahí que hasta el título del documental sea Goazen gudari danok”, explica.

El productor traza unas pinceladas sobre el origen del histórico himno, aunque existen diferentes interpretaciones. “Estos jóvenes hicieron la instrucción en el patronato de Iturribide. En un momento que van al bar Puerto Rico, uno empieza a silbar una melodía y el capitán Bediaga les pone a todos en el patio a aprendérsela con letra”, señala. La melodía era de una canción tradicional y se le agregó una letra con aires combativos.

El film, que contará con testimonios de familiares de aquellos que se alistaron en los batzokis de Abando, Begoña o Barakaldo -el domingo revivirán el mismo periplo que hicieron sus ascendientes para llegar a Elgoibar-, dispone a su vez de la asesoría histórica de especialistas en la materia como “Guillermo Tabernilla, Iñaki Goiogana, Aitor Esteban, Iñigo Camino…”, destacó el director, el arrasatearra Iban González. De una u otra forma, han aportado información Sabino Arana Fundazioa, Elgoibar 1936, Aranzadi, el Ayuntamiento de Elgoibar… Portavoces municipales desplazados a la localización del rodaje celebraron esta grabación. “En Elgoibar trabajamos en una línea de apoyo a la memoria histórica y es coincidencia que se recreen estos hechos que permiten poner en valor lo que ocurrió, lo que encaja perfectamente con la línea citada de recuperación de nuestra memoria histórica”, valoraron a DEIA.

Entre los jóvenes, la grabación se desarrollaba de forma distendida. “Es divertido y verte luego en el cine hará ilusión. A mí me ha tocado hacer de requeté, de facha, pero bueno…”, se reía uno. Hubo más curiosidades. Dos hermanos eran gemelos y en un principio se dudó de que ambos participaran porque podían parecer la misma persona. Al final no hubo problema. Un mando, de más edad, llegó desde Zumaia, donde reside en un velero. En él, batalló los temporales pasados. Coincidieron allí, además, figurantes y equipo de la película por estrenar Lasa y Zabala, del director donostiarra Pablo Malo.

Los medios de comunicación convocados estuvieron a todo. Llamó la atención el momento en el que se rodó cómo un tiro requeté mataba a un gudari con su fusil, que acababa cayendo sobre una colchoneta en cuesta junto al caserío Bigoin. También dieron el ok a una toma en la que los gudaris corren por una landa con la incertidumbre de la llegada de los requetés por el alto.

“Hemos recreado todo lo que nos han asesorado los especialistas. Por ejemplo -matiza el realizador Iban González-, los cuerpos encontrados tenían cada uno un tiro en la nuca. Eso no significa que los requetés tenían mucha puntería y justo daban ahí… Y en el documental lo hemos recreado así”, aportó González, quien contó con un autobús traído desde Madrid, “único en el Estado”, o un camión Renault de la época que, además, sirvió para trasladar a los medios gráficos.

Hechos reales La productora informa de que los acontecimientos que se reproducen en el documental fueron hechos reales que tuvieron lugar entre finales de septiembre y mediados de octubre de 1936 en la línea del frente de Zirardamendi-Aiastia (San Migel), Elgoibar. Eran días en los que el general Mola amenazó que arrasaría con todo. Avanzaba hacia Bizkaia. Desde Baleuko valoran que “este sacrificio sirvió para que días más tarde, el 7 de octubre, José Antonio Aguirre pudiera jurar su cargo en Gernika, formar gobierno y empezar a actuar la autonomía vasca. Este Gobierno, donde se hallaban representadas todas las sensibilidades políticas que apoyaban a la República salvo los anarquistas, adoptó como camino y medio para conseguir sus objetivos el respeto a los derechos fundamentales de la persona y nunca se apartó de las vías democráticas”.

Como una curiosidad histórica más, “una de las primeras medidas adoptadas por el gabinete de Aguirre fue la puesta en libertad de 178 mujeres presas en las cárceles de Bilbao por su militancia derechista y apoyo a los sublevados”. El rodaje del documental forma parte de un proyecto más amplio con el que quieren rendir homenaje a los gudaris y milicianos que lucharon en este frente y que se desarrollará a lo largo de septiembre.

¿Sandino hizo suyo el cooperativismo de Belausteguigoitia?

Un periódico nicaragüense asegura que el revolucionario incorporó a su doctrina el supuesto “cooperativismo anarquista vasco” que defendía el jurista alavés del PNV.

Un reportaje de Iban Gorriti.

Augusto César Sandino, con Belausteguigoitia. Fotos: About Basque Country.
Augusto César Sandino, con Belausteguigoitia. Fotos: About Basque Country.

pudo el histórico líder revolucionario nicaragüense Sandino adoptar la visión de cooperativismo vasco del alavés Ramón Belausteguigoitia, del PNV, en los años 30? Hay analistas que así lo estiman y creen que el americano pudo hacer suyo parte del ideario del de Laudio tras los encuentros diarios que mantuvieron ambos durante dos semanas en Nicaragua. Es decir, ¿cabe pensar que las bases democristianas del partido jeltzale pudieron tener algo de peso en los dogmas del ideario del denominado General de los hombre libres?

El escritor e historiador Jorge Eduardo Arellano así lo valora en una columna de opinión del periódico El nuevo diario de Managua, reflexión publicada estos días bajo el título Sandino y sus ideas. Arellano valora algunas corrientes que él estima que él percibe en los escritos del líder revolucionario: “El sindicalismo de raigambre socialista que había vivido y absorbido durante sus formativos años en México, el cooperativismo anarquista vasco que le planteó Ramón de Belausteguigoitia en el libro Reparto de tierras y problema nacional (1933) -inspirador de su proyecto socioeconómico de carácter utópico-, más el teosofismo de Joaquín Trincado”.

¿En Nicaragua, el discurso de Belausteguigoitia puede ser considerado como “cooperativismo anarquista vasco”? El portal de internet About Basque Country se sorprende con la utilización por parte del autor de esos términos, pero cree que tiene una explicación. “La pregunta es por qué sus planteamientos cooperativistas pueden llegar a ser definidos como anarquistas. Sin duda, es debido a que la idea cooperativista que está inserta en el alma del nacionalismo vasco de esa época (y que fue el germen del cooperativismo vasco de hoy) es revolucionaria”, valoran sus autores, que han dado a conocer la noticia de la que se hace eco DEIA con su permiso.

Continúan: “Es revolucionaria porque se sitúa, a un tiempo, en oposición al capitalismo desalmado y al marxismo deshumanizador. Puede que, por eso mismo, Sandino asimilase sus ideas con facilidad, porque esa visión anticapitalista y antimarxista era la que guiaba su pensamiento político. Resulta curioso ver cómo hoy en día ese convencimiento de la existencia de una tercera vía, claramente presente en el nacionalismo vasco de los años 20 y 30 del siglo pasado y alimentada profundamente por la doctrina social de la Iglesia, sigue siendo tan revolucionaria que merece la etiqueta de anarquista”.

DUDAS. Este diario ha consultado a otros analistas. Luis Fuentes, secretario general del sindicato CNT entre 1999 y 2002, se muestra escéptico: “No creo que, en dos semanas de encuentro, a una persona con criterio y filosofía como era Sandino, por muy hábil que fuera Belausteguigoitia, pudiera influenciarle tanto. Eso significaría que el perfil de Sandino era muy débil, cosa que no era así”.

Sin embargo, la web About Basque Country, constituida en Barakaldo, incide en que les impresiona “la frase con la que el historiador nicaragüense describe el cooperativismo basado en los principios de la doctrina social de la Iglesia que guiaban a este nacionalista vasco, como cooperativismo anarquista vasco. Eso sí que es ser un revolucionario”, valoran.

Otra impresión llega desde Italia a DEIA, de manos del profesor de la Universidad de Bari y autor del libro ELA en la Segunda República (Txalaparta, 2011), Dario Ansel. Este docente califica de “demasiado atrevida” la percepción de Arellano a la hora de denominar el cooperativismo de Belausteguigoitia como anarquista, y agrega que quizás pudo tener algo de influencia en Sandino, pero prefiere no postularse por no ser este líder parte de su ámbito de estudio. “La opinión me parece demasiado atrevida. Además, Belausteguigoitia era nacionalista y punto. Gran estudioso de la cuestión social (sobre todo en el ámbito agrario y pesquero), fue uno de los reformadores dentro de la heterogénea comunidad nacionalista. Es decir, en los años 20 no fueron muchos los que lo escucharon, porque su pensamiento chocaba con la línea del partido, en aquella época claramente filoburguesa”, contextualiza, y pasa a analizar el tema en cuestión: “Sobre la cuestión del cooperativismo, es evidente que la experiencia vasca, teórica y prácticamente, fue muy peculiar, pero en absoluto revolucionaria. El cooperativismo fue una pieza fundamental de la doctrina social cristiana, mientras que los socialistas la miraban con cierta desconfianza, aunque muy pronto entendieron bien sus potencialidades”.

Dario Ansel va más allá en su razonamiento: “Lo que es cierto es que en aquella época algunos sectores barajaban, en serio y no solo con palabras, la posibilidad de crear un sistema que fuera realmente una alternativa al capitalismo y al socialismo y, ahí, el cooperativismo era, junto al mutualismo, un factor fundamental en esta tarea, en cuanto permitía conciliar la salvaguardia de la propiedad con el bienestar común: los objetivos eran el fomento de la pequeña propiedad y de la propiedad colectiva. En fin, no sé decir si Sandino haya podido tener en cuenta el pensamiento de Belausteguigoitia en este campo, pero mi opinión es que definir como anarquista el ideario de Ramón me parece desvirtuar su pensamiento. Él era nacionalista y sus ideas fueron compartidas por muchos de sus compañeros. Es suficiente ojear el programa de ELA, y hasta algunas de las directrices sociales dictadas por el PNV durante la República, para darse cuenta de eso”, concluye el de Bari.

A FAVOR. El analista político y jurista Iñigo Landa deja una puerta abierta a la posibilidad de que Sandino sí se armara de pensamientos del alavés. “Por supuesto que Belausteguigoitia podría haber tenido cierta influencia en el cooperativismo nicaragüense estructurado por Sandino. Sí queda claro que reflejó lo que había en el pueblo vasco: una sociedad horizontal con pocos caciques y mucho auzolan y cooperación… y sin reyes”, valora el bilbaino.

El encuentro entre el escritor, jurista y especialista en materias agrarias, el alavés Ramón Belausteguigoitia (Laudio, 1891; Madrid, 1981) y Augusto César Sandino (Niquinohomo 1895; Managua, 1934) se produjo en el Campamento del Ejército de La Libertad en Nicaragua y quedó impreso para la historia en el libro Con Sandino en Nicaragua. La hora de la paz, obra de 1934 del literato vasco. La publicación se concretó tras dos semanas de encuentros con quien consiguió sacar las tropas de colonización estadounidenses de su país en la primera mitad del siglo XX. “Unas veces, el caudillo me llamaba a mí y otras iba yo a visitarle a su casa, que custodiaba su guardia personal con ametralladoras en sus manos”, escribía Belausteguigoitia y continuaba: “Me recibía sonriendo y abrazándome, como era su costumbre”.

El de Laudio calificaba en su libro al revolucionario como “el Pancho Villa de la revolución nicaragüense”, “un espíritu delicado y fino, un hombre de acción y un vidente”, escribió siendo corresponsal de prensa en Nicaragua quien fue futbolista ganador de la Liga entre 1914 y 1916 con el Athletic, como también su hermano José María. Fue corresponsal de guerra y gran viajero. Vivió en México y fue miembro activo del Centro Vasco de México y de la oposición antifranquista.