Espere tumbado

Creo que ya lo tengo. Ha costado, pero he descubierto la nueva estrategia de los gerifaltes de Sanidad: recortar las listas de espera acabando con la paciencia del personal. Mi suegro, por poner un ejemplo, lleva un año pegado al teléfono esperando a que le llamen para operarle. En todo este tiempo se le ha desgastado aún más la cadera, pero sobre todo la moral. El especialista le ha perjurado que de octubre no pasa, pero eso mismo le dijo en Navidades y luego en Semana Santa y ahí sigue, hecho polvo sin poder moverse del sofá. Al menos podían ser más sinceros y soltarle, con anestesia o sin ella, la cruda realidad: «Mire usted, le intervendremos allá cuando acaben las obras del TAV«. Así podría valorar si le merece la pena seguir padeciendo o empezar a recolectar tapones de plástico para costearse el quirófano en la privada.

Y ahí es donde quería yo llegar. ¿No será que a base de dar largas a los pacientes pretenden espantarlos hacia las clínicas? ¿Por qué llaman igualatorios a los centros médicos que solo atienden a quien les puede pagar? Y si para que a todos nos diagnostiquen y traten antes hay que hacer una derrama, que lo digan, que quien más, quien menos, está dispuesto a renunciar a unas cañitas a cambio de un mejor servicio sanitario, porque citarle a un nonagenario para dentro de un año es mucho fiar. A no ser que quieran convertir las listas de espera en listas de espere sentado o tumbado. En una caja de pino en el peor de los casos.

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