Necesito un personal oferter

Estoy hasta la coronilla dos por uno. Hasta la española, por el presunto yerno pufero, y hasta la mía propia, porque por más que intento ahorrar no me sale. Además, cada vez que abro la cartera, se me caen al suelo una docena de cupones descuento. Los que más me cuesta usar, por despistada, son los del tanto por ciento. Algunos no coinciden con lo que compro y para cuando me animo a probar otra marca y los muestro triunfal en la caja, en plan escalera de color, resulta que se me han caducado. Y vuelta el cupón al bolso. Tengo uno de barritas de muesli que lleva conmigo tanto tiempo como la foto de los críos y ya me da pena tirarlo. Entre esos y los rasca gana, que te dejan las uñas perdidas, me he tenido que comprar una carpeta acordeón para tenerlos clasificados, junto a las tarjetas de fidelidad, de puntos y familiares.

Y digo yo: ¿No sería más fácil rebajar los precios y dejarse de papelitos? Que algunos no tenemos tiempo de jugar a las tienditas. Pero no. Los de arriba se deben haber puesto en plan profesora de Fama: «La oferta cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagar con sudor«. Y en esas estoy, tratando de descifrar el gran dilema de la humanidad: ¿Dónde salen los pañales más baratos? Porque como cada paquete tiene una cantidad diferente, no hay pitagorín capaz de calcularlo. Mientras busco a un personal oferter para que me asesore, trato de ahorrar comprando en cantidades industriales. Tengo detergente para lavar los trapos sucios de media España, que ya es decir.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *