No más regalos

Niños con dos madres, con un solo padre gestados en vientres de alquiler, que viven con los aitites, una familia de acogida o vaya usted a saber. Con este panorama, no es de extrañar que en algunos colegios hayan optado por suprimir los regalos del día del padre y de la madre. Y no saben cómo se agradece el gesto, no solo por la apertura de miras, también por el ahorro de espacio. Porque empiezas a guardar todos sus garabatos y en cinco años tienes ya catalogados más bocetos que el Museo de Bellas Artes. Rayajo verde con pegote de potito de manzana y plátano. La cría, once meses y tres días. Y por más que haces limpieza, nunca te atreves a tirarlos. ¡Ni que fueran picassos!

A las obras de arte que hace en casa hay que añadir las que perpetra en horas lectivas. Que si un collar de macarrones, que si una corona de cumpleaños, que si una botella de plástico decorada, que si una pelotilla de papel pinchada en un palo… El currículum escolar debería prohibir los trabajos manuales que no fuesen plegables o planos. Vale que si el niño es un albardado, según se da la vuelta, aprovechas para tirarlos, pero no es mi caso. «Ama, ¿dónde está el sol de plastilina que hice en la haurreskola?». Glups, ya me ha pillado. Ahora su desconfianza es tal que escruta todo lo que echo a la basura. Y siempre le vale para algo. Con un par de yogures y un hilito, la tía se ha montado una intranet. No tengo claro si es una artista, una ecologista radical o sufre síndrome precoz de Diógenes.

Gadafi le da risa

Decían que Gran Hermano era un experimento sociológico. Y entonces El Reencuentro ¿qué es? ¿Una tesis doctoral? Con idéntico rigor se ha realizado el siguiente sondeo de opinión. Fecha: ayer, miércoles. Hora: ocho de la mañana. Muestra: un individuo de sexo femenino y cuatro años. Margen de error: más menos cero (los niños, hasta que no te piden dinero, no mienten demasiado). Recién levantado, el sujeto es expuesto a una arenga de Gadafi en Youtube. A la pregunta: ¿Qué te parece este señor? (por llamarle algo, no olviden que estamos en horario infantil), la encuestada responde: «Gracioso. Parece que está hablando en francés». Me lo temía. Al menos ella puede alegar su minoría de edad y que las legañas le nublaban la vista, pero ¿qué argumentarán los presidentes de Gobierno de todo el mundo que se han fotografiado enseñando dientes con él?

La segunda fase del estudio consiste en mostrar a la misma inconsciente unas imágenes del tsunami de Japón. Tras ver los vehículos flotando, concluido el vídeo, dice: «Qué gracia, ponme otra vez esos coches sin ciudad». ¿Pero qué tipo de monstruo estoy criando? Le pregunto que qué le da pena. Y contesta que el capítulo en el que Bob Esponja llora porque su mascota Gary le ha abandonado. Uf, qué alivio. Al menos tiene empatía, aunque sea con un dibujo animado. Bien pensado, no es la única a la que, más que la muerte de 10.000 japoneses anónimos, le ha conmovido la del oso polar Knut.

El gen torpiño

No hay lugar a dudas. Lo ha heredado. Por más huevos Kinder que le ofrendé a Santa Clara, la niña tiene el gen torpiño desarrollado. No tanto como su padre, pero haberlo, haylo. El otro día, sin ir más lejos, con un sutil toque de cuchara consiguió salpicar de puré de acelgas, además de sus pestañas y el mantel, dos azulejos, el reloj de pared, el entrecejo de su padre, mi pelo recién planchado y la tortuga, que desde entonces sufre estrés postraumático y no sale del caparazón. Pena que ya no se lleve el gotelé, porque la cría tendría el futuro asegurado. Tanto hablar del efecto mariposa y es el efecto catapulta el responsable del desaguisado. Y todo ello a menos cinco. Cuando ya tienes el bolso colgado y las llaves en la mano.

A veces padre e hija se conjuran. Creo que quieren desquiciarme y que eche espumarajos por la boca para grabarme y colgar el vídeo en Youtube. La última vez que lo han intentado la bendita se dibujó un graffiti con un rotulador velleda punta gorda en su pijama blanco. No traten de hacerlo en sus casas. Les aseguro que en los tejidos no se borra con la mano. Si frotas mucho, a lo sumo, logras difuminarlo. Así lo eché al cesto de la ropa, con la esperanza de que la lavadora hiciera algo. Pero él y su calzoncillo bermellón de Superman -lo de Superman es un decir- acabaron de rematarlo. Ahora no sé si se parece más a la camiseta ketchup del Athletic o a un diseño de Custo. Aun así, no podrán conmigo. Para combatirles he decidido plastificarlo todo. Vale que las bragas de hule rascan, pero es lo que hay.

Desaparecido en combate

Foto: KoramchadNada. Que no le encuentro. Ha pasado ya una semana y, por más que aparto embalajes, el padre de la criatura no aparece. La última vez que lo vi estaba tras una montaña de pelotillas de papel de regalo, apuntalando los tabiques de una casa de muñecas y colocando dos docenas de pegatinas en el minúsculo mobiliario. No hay derecho. Todo venía desmenuzado. Le habría salido más rentable que le hubieran mandado directamente a la cadena de montaje. Al menos, la casita habría venido construida y la niña no se habría quedado con esa cara de pavo al ver caer sobre la alfombra doscientas piezas de plástico. Es la misma que se les quedaría a ustedes si dejáramos el periódico a medio escribir y adjuntáramos un boli para que rellenaran por sí mismos los blancos.

Mientras remuevo cartones sin demasiado entusiasmo -le echo de menos, pero tampoco es para tanto- me tropiezo con el chucho interactivo, que aún lleva la etiqueta y ya ha sido abandonado. ¿Recogerán en la perrera a un bichón maltés sintético o tendré que reciclarlo? Ahora que lo pienso, lo último que masculló el desaparecido es que iba a descolgar la granja de Playmobil por el balcón, en plan adosado. Ups. Pues sí. Está ahí, encerrado. Le veo ojeroso. Y enfadado. No sé si abrirle ya o esperar un rato. Menos mal que el Papa le va a dar una alegría. Dice que el purgatorio no es un lugar del espacio, «sino un fuego interior, que purifica el alma del pecado». Ya decía yo que esos ardores de estómago tras las comilonas navideñas le tenían que redimir de algo.

Para mago, Tamariz

http://www.youtube.com/watch?v=ePyUXs4pr2UNo es que desconfíe de los orientales -aunque ellos nos escolten por los todo a cien-, pero hay Magos de allí que dejan mucho que desear. Y si no, que se lo pregunten a esa niña de cuatro años a la que los Reyes le han traído un pijama talla L. «Mejor que le quede holgado», se delata amama. ¡Pues como no se lo ponga cuando vaya de Erasmus! Para más inri, le han dejado una Barbie de marca blanca y ha sido peinarle las extensiones y salirle la cabeza disparada como un corcho de cava. La verdad, nos hemos partido de risa. Todos menos la cría, que enarbolaba el cuerpo decapitado como una antorcha y no le encontraba la gracia.

Por si fuera poco, el micrófono de oferta venía sin pilas. Eso les pasa por subcontratar a los pajes reales. Por supuesto, el tornillo era de estrella y las pilas, de las raras, porque destripamos todos los aparatos, incluido el marcapasos de aitite, y nada. Al final, hubo que recurrir al chino de guardia. Total, tanto esfuerzo para que la niña cantara Pintto, pintto. Si al menos hubiera pronunciado un discurso… No es tan difícil. Patxi López lo hizo.

Luego llegó el amigo invisible. Invisible porque le borrarías de un guantazo la cara. Tú, que te has gastado cuatro euros en un cortapelos de nariz, y él te obsequia con el calendario de un wok. Para colmo tu suegra saca un roscón de bizcocho armado con unos piedros de colores incrustados. Yo creo que lo tenían congelado desde 2008, como los salarios. Vamos, que estoy que fumo en pipa, pero figuradamente, no me vayan a denunciar por ahumarles la columna.