Mucho pájaro anda suelto

Los pájaros están tramando dar un golpe de Estado, se lo digo yo.

Domingo, 22 de marzo, noveno día después del cristo. Tras comernos todas las reservas de pan de molde, incluidas las tapas que antes solían ir a parar con moho al contenedor, decido vestirme como una humana -no como un ente del inframundo en el que se ha convertido nuestra guarida- para bajar a comprar un par de barras. Me despido de las criaturas como si me fuese a cubrir la guerra de Siria. ¿Recuerdan? Esa en la que siguen matando civiles -ya van 116.000- a bombazos. Bajo por las escaleras. Vade retro botonera del ascensor. Pongo un pie en la calle. Solo oigo a los pájaros, desaforados, cantando heavy metal en las copas de los árboles. Por fin respiro aire puro. Camino un minuto y me coloco en la cola a las puertas de la panadería. Bilbao desierto y se me pone detrás un señor fumándose un Farias. Hay que joderse. ¡Pero si están en peligro de extinción! Yo creo que alguien nos ha echado mal de ojo, porque el padre de las criaturas bajó el otro día al súper y le cagó una paloma nada más salir del portal. Hombre, no había un alma en la calle y boletos tenía. Seguro que llevaba la puñetera tres días esperando en una repisa con el culo en pompa. El pobre subió con el lamparón radiactivo y lo recluimos entre los tres en el baño como si tuviese la peste bubónica. Llámenme conspiranoica, pero para mí que los pájaros están tramando algo. A la noche soñé con una gaviota bigotuda que graznaba: «¡Todo el mundo al suelo!». Me tiré de la cama a la alfombra y vino el crío corriendo: “Jo, ama, qué susto, creí que se había caído la Play”.  

Arantza Rodríguez

¡Que esto no es un resort!

El pedido que hice en el súper para el apocalipsis no nos ha durado ni la primera quincena.

Sábado, 21 de marzo, octavo día después del cristo. Estoy hasta el mismísmo de servir desayunos, almuerzos, comidas, meriendas, cenas, recenas y picoteos mientras intento, en vano, darle a la tecla. Estas criaturas no tendrán virus, pero tienen un par de solitarias tamaño XXL. Se están ventilando el pedido que hice para el fin del mundo en tiempo récord. Les repito por enésima vez que esto no es un resort y la chapa sobre teletrabajo y colaboración familiar. La innombrable me dice que vale, pero que qué hay de comer. Por suerte, no tengo ningún arma a mano. Paso al plan B. Tratamiento de choque. «Hay pollo, pero te lo fríes tú». Coloca una paellera en la placa más pequeña, se venda hasta el codo con un trapo de cocina y lanza desde una distancia de metro y medio, digo yo que por miedo al contagio, dos pechugas sobre una piscina de aceite sin que haya que lamentar daños personales. No me pregunten cómo, pero una se le quema y otra se le queda cruda. Las engulle enfurruñada. «¿Y a él por qué sí se las fríes?». «Porque tiene 8 años y lo mismo está petada la Unidad de Grandes Quemados de personal médico y de enfermería. Si no, le plantaría el delantal, que hoy día injertan parches de piel como patchwork». A lo de cómo la innombrable puso el lavavajillas y salió todo más sucio que antes no le he encontrado aún explicación, lo mismo que a lo del 8-M. Que nos perdone Greta Thunberg, pero hubo que repetir el ciclo de lavado.

Arantza Rodríguez