Martes, 24 de marzo, undécimo día después del cristo. Siguiendo con mi tratamiento de choque para fomentar la colaboración familiar, me dirijo a la innombrable en su jerga y le propongo «el reto viral» de cambiar las sábanas. Me mira en plan: «Ah, ¿pero se lavan?». «En realidad son pirolíticas, pero los años bisiestos suelo cambiarlas». Me quedo observando porque esto promete. Pone la bajera, encima el protector del colchón, luego la sábana. Error. Pone el protector del colchón, pero con la felpa hacia abajo. Mecachis, casi, casi. Error. Pone el protector bien -a falta de la final de la Copa, tiro una bengala-, luego la sábana y encima la bajera. Me callo como una perra para echarme unas risas viendo cómo intenta meterse ahí esta noche. Nunca imaginé que se pudieran hacer más combinaciones con tres telas que con los números de la Bonoloto. Por cierto, a estos chavales ¿qué narices les enseñan en el instituto? A mediodía le digo que lave su vaso y me pregunta que si con la parte amarilla o verde del estropajo. Me duele tanto la tripa de reírme que suspendo el tratamiento de choque, que si no mañana voy a tener agujetas.
PD: La innombrable quiere aclarar, y yo lo suscribo ante el crío, que levanta acta notarial, que todas estas cosas que escribo me las invento yo, que estoy para encerrar. Ay, que no, que ya estoy encerrada.
Arantza Rodríguez