¿Crisis sistémica?

Warren Buffett, un tipo que tiene el riñón forrado con más de cincuenta mil millones de dólares, concede que la humanidad está inmersa en una lucha de clases. Sería todo un detalle y hasta un motivo para la esperanza, si no fuera porque inmediatamente después añade con suficiencia y cinismo que es la suya, la de los que nadan en pasta, la que va ganado la contienda por goleada. Al otro lado de la acera ideológica, económica y ética, Julio Anguita es aun más cenizo y certifica la derrota sin paliativos de la clase obrera. Bien es cierto que, inasequible al desaliento y genéticamente peleón, el viejo profesor anima a pedir la revancha y a jugarla con la inteligencia que ha faltado en el siglo y pico anterior.

Por pura tozudez, me apunto a esa filosofía, aunque si lo que tenemos a la vista son los compases iniciales del nuevo partido, me temo que ya vamos palmando de nuevo. Ni siquiera creo que sea pesimismo vaticinar el vapuleo definitivo. De esta volvemos a los economatos, las alpargatas con agujeros y el cuarto de socorro de beneficencia. No todos, claro. Se librará la cantidad mínima de productores-consumidores necesaria para que siga rulando el Sistema.

¿Cómo que el Sistema? ¡Pero si nos han dicho que el puteo incesante que padecemos es el síntoma inequívoco e incontrovertible de que las oprobiosas cadenas están a un cuarto de hora de saltar! ¡Si hasta unos tales Krugman y Stiglitz, que tienen sendos premios Nobel de Economía como dos soles, juran que esto no es una crisis de chicha y nabo sino una señora crisis sistémica del carajo de la vela! El malvado gigante capitalista se derrumbará sobre sus codiciosos pies de barro, víctima de sus propias contradicciones, como anunciara el profeta Carlos Marx. Sí, no cabe duda. Va a ser exactamente así. No hay más que ver la tremenda preocupación del citado Buffett y los congéneres que lo acompañan en la lista de megamillonetis de Forbes.

Federalismo tardío

A buenas horas mangas verdes, Alfredo Pérez Rubalcaba descubre el modelo federal como bálsamo de Fierabrás que acabará en un pispás con las irritaciones y los eczemas territoriales que han reverdecido en la sensible piel de toro. Mira tú que entre 1982 y 1996 primero y entre 2004 y 2011 en segunda convocatoria, su partido tuvo tiempo —21 años, que se dice pronto— de llevar por ahí el balón. Pero entonces no hizo ni un amago. Ha esperado a ser una oposición en imparable aguachirlización que compite en descrédito y despiste con el Gobierno para brindar al sol, a ver si se echaba un titular a la boca, que buena falta le hacía.

Cierto, lo consiguió. En esos caracteres de humo que se lleva la brisa informativa sin mayor esfuerzo, pudimos leer la propuesta de reformar la Constitución —ja, ja, ja— para calmar con un azucarillo a los que quieren hacer las maletas. Si es la mitad de lumbrera de lo que dicen, debería ser el primero en comprender lo ridículo, o quizá lo patético, de su tercio a espadas. Puede que hace un par de décadas o incluso menos el tal federalismo hubiera sido un precio razonable. Hoy, sin embargo, la inflación de mala leche y agravios encadenados lo convierte en una broma. Según parece que estamos a punto de ver en el Parlament, la tarifa mínima actual está en derecho a decidir. Un mal paso, otra bofetada gratuita, y nos ponemos en autodeterminación como nada. De ahí a la independencia hay medio Petit Suisse.

Como escribí hace unos días, sigo pensando que no llegaremos a esa pantalla del videojuego tan pronto como algunos celebran por anticipado. Pero no será, precisamente, por el papel que hayan de jugar ni el PSOE ni su sucursal catalana, reducida a convidado de piedra en el momento más decisivo de la historia de su país. Gran ayuda, por cierto, la que envía a sus compañeros el Gunga Din vasco Patxi López presentándose como “dique contra los independentismos”.

La séptima de Wert

Ataúlfo, Sigerico, Walia, Teodoredo, Turismundo, Teodorico, Eurico… y así hasta Égica, Witiza y Rodrigo. Mejor que vayamos refrescando la lista de los reyes godos por si nos toca echar una mano con los deberes a los churumbeles. Yo que ustedes, rescataría del trastero la Enciclopedia Álvarez y me pondría a darle duro a lo del Ebro que nace en Fontibre y el Guadiana en las Lagunas de Ruidera, aunque esto último se haya demostrado que era mentira. También lo era la versión de la llamada Reconquista, el glorioso descubrimiento de América y no les digo nada la Santa Cruzada. Pero así venía y tal cual había que recitárselo a Don Román, salvo que quisieras ganarte un par de hostias y ser enviado con deshonra al pelotón de los torpes. Quién nos iba a decir que nuestro pasado era el futuro de nuestros hijos y nuestros nietos.

Séptima reforma educativa en 35 años. Si las seis anteriores fueron, con sus matices, una chufa que no sacó a los alevines hispanistanís del analfabetismo funcional, esta llega con la intención de que salgan igual de parvos pero con un sentimiento patriótico del nueve largo. “La actual dispersión de contenidos es inmanejable”, ha justificado el parraplas Wert la confiscación de las competencias territoriales que trae de serie su ordenanza. Uno de los órganos paraoficiales de propaganda y lametones gubernamentales lo puso ayer en román paladino en su portada: “Una Educación, una Nación”.

Eso lo sueltas en euskera, catalán o gallego, y se te vienen encima los cien mil hijos de Don Pelayo a ponerte de esencialista totalitario para arriba. Suerte si Manos Limpias o los talibanes de DENAES no te arrean una docena de querellas en el occipucio. Pero lo bramas en castellano y eres una persona de bien que pide lo justo y lo necesario. Enterémonos: el disgregar se va a acabar. Ahora, si es caso, es tiempo de segregar. Por sexos y, desde luego, por el tamaño del bolsillo.

Maldita la gracia

Las caricaturas danesas que montaron el primer follón no tenían ni pajolera gracia. Menos aun la mamarrachada francesa que lo acaba de reeditar. Ese es, en realidad, el chiste: que unas viñetas más sosas que una explicación de Carlos Aguirre sobre el PIB vasco den la excusa para limpiarle el forro a alguien, como probablemente ocurrirá. Unos pintarrajos que debieron acabar en la papelera o en el olvido por pura falta de la mínima calidad se convierten en espoleta del enésimo escarceo de lo que algunos pretenden guerra de civilizaciones. Todos al lío, unos por Saladino y otros por Ricardo Corazón de León. No pasan los siglos por nosotros.

La otra chanza fuera de las intenciones de los dibujantes es asistir al descacharrante cambio de papeles. Los que se parten la caja hasta tener agujetas en el estómago cuando el choteo es a cuenta de Cristos, vírgenes o santos ponen de pronto cara de hasta-ahí-podíamos-llegar y nos escupen la teórica del respeto a las creencias. Desde el fondo contrario, quienes invocan a Torquemada o al fiscal general del estado (que tanto da) al sentir el menor roce en las casullas o los crucifijos sacan a paseo la bandera de la libertad de expresión. La diferencia entre pisar el callo o que te lo pisen. Ni se dan cuenta de que son tal para cual.

Una vez más, copio a Jorge Drexler y pido perdón por no alistarme. Me aburren y desazonan por igual los presuntos transgresores que solo buscan un ojo fácil donde empotrar su dedazo, los catequistas de la tolerancia hemipléjica o los que, según sea propia o ajena la herida, piden árnica o un chorro de vinagre. Con más razón si, como ocurre de largo en este asunto, tras sus posturas a favor o en contra es indisimulable el hedor a ansia de notoriedad, imperiosa necesidad de liquidez y/o querencia por la barrila. Y si no hay modo humano ni divino de evitar la refriega, ¡joder, que por lo menos el chiste tenga gracia!

El escriba del rey

Qué joío, el fulano que redacta las paridas que firma el Borbón. Tenía huevo y medio de metáforas y alegorías tan o más chorras que las que espolvoreó en su última creación, y se le ocurre poner lo de las quimeras. ¿A qué venía la alusión a un monstruo con cola de dragón, vientre de cabra y cabeza de león que vomita fuego? Ya, los catalanes y tal, que les tira la sangre de Sant Jordi y se dedican a cazarlos en pleno siglo XXI. Sí, eso tiene buena venta y por ahí se lo ha tomado todo el mundo, pero a mi me da que allá en el fondo había una carga de profundidad contra su jefe. Aparte de los grabados a cuatricomía, el hábitat natural de esos bichos son los efluvios etílicos. Cuanto más cerca del delirium tremens, más reales —uy, perdón— se aparecen, y se cuenta que hay quien huyendo de ellos entre la neblina del licor llegó a desgraciarse una cadera. Toma indirecta. Si al chófer le arreó un hostión por saltarse su orden de aparcar donde le salía de su regia entrepierna, a este lo ensarta en una picota o se lo regala a Froilán para sus prácticas de tiro.

Y todavía sería precio de amigo para los méritos del amanuense, que se cubrió de gloria con su epístola psicotrópica. Pase lo del “remar todos en la misma dirección”, que es un topicazo tan manido y ramplón que ya solo se atreve a utizarlo Patxi López. A regañadientes y achicharrándose por dentro del bochorno, se puede correr un tupido velo sobre la gilipuertez decimonónica de los galgos y los podencos. Lo mismo, con la vaciedad estomagante del “No soy el primero y con seguridad no seré el último de los españoles que bla, bla, bla”. Pero lo que es de fusilamiento con balas de tinta al amanecer es la melonuda expresión “escudriñar las esencias”. Eso roza la tentativa de magnicidio. Le salva que el texto era para la web. Llega a ser para un discurso, y el mataelefantes se queda seco frente al atril con el verbo atravesado en la glotis.

No vuelva

Ni sé ni me quita el sueño el porqué de la espantada de la tal Esperanza Aguirre Gil de Biedma. Como tantos, un segundo después del lacrimógeno anuncio, tuve la tentación de dar rienda suelta a mi imaginación y apuntarme a las quinientas teorías de la conspiración sobre su marcha que torrenteaban en Twitter. El restito chiquitín de humanidad que resiste en mi interior me advirtió de lo mal que me sentiría si de aquí a tres meses se publicaba la necrológica de la dimisionaria. Por si acaso, mejor no precipitarse en la búsqueda de pies suplementarios al gato y quedarse en la posición del loto asistiendo al espectáculo. Y qué espectáculo, oigan. El rojerío, de fiesta mayor; los templados del PP, disimulando hurras; y lo mejor con diferencia, los huerfanitos extremodiestros llorando a moco tendido con banda sonora de Jeanette: Todas las promesas de mi amor se irán contigo, ¿por qué te vas? Laralalá…

Fue cuestión de minutos que los propios dolientes empezaran a ladrar por las esquinas la respuesta a su pregunta melódico-retórica. Según ellos, que beben la bilis de fuente directa, la interfecta no se va sino que la han ido. Rajoy, que gobernando estados es un manta de cuidado, es sin embargo insuperable manejando partidos y cortando cabezas levantiscas sin que nadie llegue a intuir la catana. La ahora ex-lideresa le estaba dando más guerra que los ya cadáveres políticos Cascos, Rato, Zaplana o San Gil —por citar solo unos pocos—, pero la paciencia pontevedresa terminó, como siempre, dando frutos. Confiesan los esperanzólogos en sus portadas de luto que la doña llevaba un año largo rumiando el portazo. No seré yo, sin datos, quien les enmiende la plana.

De hecho, como anotaba al principio, me importan medio higo las causas y los azares de la condesa en calcetines. Si no fuera por su capacidad para hacer daño, jamás la hubiera tomado en serio. Váyase, pues, por la sombra. Y no vuelva.

Arnaldo y el condicional

Aunque Otegi hiciera el camino de Santiago descalzo y autodisciplinándose la espalda con una vara de avellano, los dueños del chiringuito victimil dirían que vaya puñetera birria de penitencia y que a otro perro con ese hueso. Pero no nos chupemos el dedo. Bastaría con que enarcara una ceja, se tocara el lóbulo de la oreja a la altura del pendiente o exhalara un suspiro para que su cada vez más acrítica claque prorrumpiera en vivas y corriera a contarle al mundo que cualquiera de esos gestos es el gesto.

Le ocurre a Arnaldo que la injusta y arbitraria condena que lo mantiene en el trullo de Logroño es solo uno de sus cautiverios. También es preso de sus palabras, de sus silencios, de su pasado y de las dos versiones de su leyenda, la que sostiene que es Belcebú nacido en Elgoibar y la que avienta que es el Mesías de la patria vasca liberada. No hay acción u omisión suya que se libre de interpretaciones, exégesis, titulares a mala leche o pifostios banderizos que se dirimen con las anteojeras bien prietas; y el que se haga a un lado, huevón equidistante.

Por eso me extraña tanto que, sabiendo que a cada coma que deja negro sobre blanco le harán la prueba del carbono 14 y un análisis de ADN, haya despachado en tres líneas de aliño una cuestión que merecería, mínimo, un capitulo escrito con una hora de yoga entre frase y frase. No sé, tal vez es que ha querido emular a James Joyce en la economía del lenguaje o, influido por un minimalismo ya demodé, ha pretendido ventilar el asunto en un haiku. O quizás era que buscaba —ahora se lleva mucho— que su pensamiento cupiera en un tuit.

Si ha sido algo así, la forma le ha descogorciado el fondo. Se salva el “lo siento de corazón” y se aprecian las “sinceras disculpas”, aun cuando suenen a pisotón involuntario en el metro. Pero lo que arruina todo es ese “Si” de arranque. El condicional o el potencial son para hipótesis, no para hechos ciertos.