Qué tiempos, aquellos en los que la vieja guardia pepera entonaba el “Menos mal que nos queda Cospedal”. Hubo una época, se lo juro, en que la manchega fue la gran esperanza blanca en esa sede genovesa ahora en venta. Fue precisamente hasta que se enredó en aquel trabalenguas en bucle del despido simulado en diferido de Bárcenas. A partir de ahí cayó en barrena por deméritos propios y por las zancadillas sin cuento que le fue poniendo su enemiga íntima Soraya Sáenz de Santamaría. Es gracioso a la par que revelador que una y otra estén ahora mismo en un marrón judicial de complicada salida a cuenta, justamente, de los tejemanejes del falto de escrúpulos extesorero. Para ser justos, la exvicepresidenta y mano derecha de Rajoy todavía va librando, aunque parece que por poco tiempo. De acuerdo a lo que conocimos ayer, es María Dolores de Cospedal la que más siente el aliento de la Justicia en su nuca. El juez instructor del caso Kitchen, Manuel García-Castellón (que no es, ni de lejos, sospechoso de izquierdismo rampante) le acusa a ella y a su marido de haber urdido toda la rocambolesca trama que tenía como objetivo robarle a Bárcenas los documentos comprometedores para decenas de dirigentes de primera fila del PP. A la ex ministra de Defensa se le imputan tres delitos que no son ninguna minucia: cohecho, malversación y tráfico de influencias. Con el ministro de la triste figura, Jorge Fernández Díaz (el de “la fiscalía te lo afina”) ya imputado desde hace meses, el círculo se va cerrando. La siguiente vuelta de tuerca dará de lleno a la mentada Sáenz de Santamaría y caben pocas dudas de que la pieza final será Eme Punto Rajoy.
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Huida de Génova, 13
Adiós a Génova, 13 del Percebe. Lo ha anunciado el desnortado y cada vez más autocaricaturesco Pablo Casado. “No podemos seguir en un edificio cuya reforma se está investigando”, ha lanzado al aire en lo que resulta una confesión de parte del tamaño de la propia sede que ahora se abandona al galope. Eso, y de propina, la demostración del infantilismo del personaje, que cree que huyendo del escenario de los (presuntos) delitos dará esquinazo al pestilente historial del partido que preside. Vaya abandonando toda esperanza el coleccionista de másteres dudosos: el pasado se mudará también al que escojan como nuevo hogar.
No basta con cerrar los ojos muy fuerte y desear en voz alta que desaparezcan los fantasmas que lo cercan. La herencia marrón le perseguirá allá donde vaya. Y tampoco servirá como exorcismo la otra melonada que anunció, lo de no volver a hablar de sus predecesores y padrinos bajo el estrafalario argumento de que no pueden permitírselo “con el calendario judicial que se avecina”. No se cansa el hombre de señalarse como depositario de un legado podrido.
¿Y una migaja de reflexión crítica ante la enésima bofetada en Catalunya? Hasta ahí podíamos llegar. La culpa del vergonzante sorpasso de Vox ha sido de Bárcenas y del empedrado. Pero con el cambio de domicilio social no volverá a pasar.
El canto del presidiario
Le ha costado un buen rato, pero al final, se le han soltado la lengua y los recuerdos. Esa persona de la que usted me habla, también conocida —o no, según otras fuentes— como Luis el cabrón, ha comenzado a largar por su bocaza de ricachón presidiario. Oigan, que son ya un carro de inviernos a la sombra, sin poder esquiar en Canadá ni atizarse un Chivas de 25 años. Si hasta los más berroqueños hampones tienen sus momentos de flaqueza, cómo no le iban a entrar ganas de cantar La traviata a un delincuentillo de gayumbos de seda como el tal Bárcenas. Mucho más, después de ver cómo su señora, que también estaba en el ajo, ha acabado, igual que él, entre rejas.
¿Y qué ha dicho de fundamento el antiguo guardián de las finanzas fétidas del Partido Popular? Si atendemos a los titulares, nada que no supiéramos ya, como poco, desde que viéramos en los papeles aquellos quintales de apuntes manuscritos remarcados con rotulador amarillo fosforescente. Simplemente, que el pufo y el pillaje eran norma y no excepción en el PP. Con el conocimiento y/o la participación en el botín de la flor y nata gaviotil, empezado por Aznar, siguiendo por Eme Punto Rajoy, y pasando por casi todo el organigrama. Por toda respuesta, Pablo Casado se fotografía con un cerdito en brazos y clama que el no estaba allí. Pero no cuela.
Hasta la última gota
Soy de los que, cuando parece que la botella de aceite está vacía, la pongo boca abajo sobre un vaso para aprovechar hasta la última gota. Y también rajo los botes del lavavajillas, el gel o el champú con el fin de dejarlos absolutamente apurados antes de echarlos al cubo de los plásticos. Son, supongo, actitudes instintivas de alguien que creció en una familia donde la última semana de cada mes se hacía eterna. Se lo cuento porque intuyo que no serán pocos de ustedes los que mantengan rutinas o manías similares y, en consecuencia, estos días estén escandalizados al descubrir con qué ligereza se está derrochando nada menos que una sexta parte de las vacunas de Pfizer.
A eso equivale lo que el dicharachero consejero de Salud andaluz llamó “un culillo”, quitando importancia al despilfarro. Porque, sí, provoca mucha bronca, y yo ya lo he dejado por escrito aquí mismo, que jetas profesionales con incontables trienios de mangancia pública se hayan atizado por el puñetero morro un chute del líquido inmunizador. Pero si echan cuentas, aunque en nuestros terruños y más allá sean legión estos golfos, la suma de lo que se hayan podido inocular en sus carnes serranas es muy inferior a lo que se pierde de oficio porque a la farmacéutica le salió de la entrepierna dispensar el elixir en unos viales con trampa.
Desde las cloacas con rencor
Las almas atormentadas (o más bien, atormentadoras) de ciertos muertos políticos mal enterrados aparecen de tanto en tanto en la primera línea informativa. Además de variarnos siquiera por un rato el indigesto menú pandémico, nos recuerdan el mecanismo del sonajero del poder en España, que más que de las urnas, emana de unas cloacas kilométricas, enrevesadas y ya definitivamente ingobernables. Tarde o temprano, sus lúgubres moradores acaban ejecutando las hipotecas de los servicios prestados y los morosos son sacados de sus confortables retiros para volver a los titulares.
Y ahí es donde tenemos a Rajoy, Cospedal y Fernández Díaz, señalados como urdidores de una tan siniestra como cutre operación para robar a Bárcenas en su propio domicilio las pruebas de su participación continuada en todas las mangancias del PP desde su fundación. Según se nos cuenta con profusión de detalles a cada cual más chusco, la tripleta mentada montó en compañía de otros un comando de Torrentes al efecto, cuya torpeza supina no solo desbarató la misión, sino que sembró un reguero de indicios que conducían sin duda a los autores del encargo. Por si faltaba confirmación, el despecho de un antiguo número dos de Interior ha puesto la puntilla con un SMS descarnado: “Mi error fue fiarme de esos miserables”. Más palomitas.
Una monarquía en cash
¡Caray con su emérita majestad borbónica! Pensábamos que ya nos había agotado nuestra capacidad de sorpresa con sus choriceos y sus extravagancias, y resulta que aún nos quedaba por conocer su faceta de trasegador de billetes de curso legal. Qué imagen, según el testimonio de la lenguaraz e indiscreta Corinna zu Sayn-Wittgenstein, la del campechano contando con una máquina sus billetes acarreados en maletones y colados en Barajas como quien pasaba salchichones y tocinos en los fielatos de la posguerra. O la del mismo gachó coronado sacando cien mil euros de vellón al mes de cajeros automáticos de aquí y de allá. Y no digamos ya de cuando, siempre atendiendo al relato de la aristócrata bocachancla, sacaba el fajo y le daba la paga en cash su hijo y sucesor.
Ahí tenemos, por un lado, a un ser humano aquejado de una más que probable patología mental —a expensas de que me corrija mi querido doctor Imanol Querejeta—, pero también a un vástago que lo sabía absolutamente todo y que no hizo nada por detener semejantes comportamientos de su viejo. No cuela, señor soberano preparao, lo de la renuncia de la herencia, cuando hasta el que reparte las cocacolas sabe que de su señor padre ahora medio repudiado no solo recibió un pastizal, sino un trono. Renuncie a eso y empezaremos a creer que va en serio.
Hacerla, pagarla
Empezaré por lo obvio. Aplaudamos que el peso de la ley haya caído sobre quienes se creyeron por encima de ella. Se llamen como se llamen y hayan sido lo que hayan sido. Destacados dirigentes del PNV, por ejemplo. O altos cargos de la administración pública. Alfredo de Miguel y el resto de los ya oficialmente condenados tendrán tiempo de pensar en la cárcel que no está nada bien valerse de un carné y, menos, de una posición de privilegio en una institución que debe estar al servicio de la ciudadanía para engordar su cuenta corriente. Sí, la suya. En la sentencia no se dice que un solo céntimo haya ido a un lugar distinto del bolsillo de los implicados. Ni siquiera el Bobby Kennedy local que mezcló sus aversiones con sus ansias de medrar ha sido capaz de sugerir que lo afanado ha servido para pagar ni una fotocopia en Sabin Etxea.
Por lo demás, menos lobos con lo del “mayor caso de corrupción” en Euskal Herria. Es verdad que un euro sería una infamia, pero es que el botín no llega a 200.000 euros. Con eso no se paga ni los cagaderos de la sede del PP de Bilbao. Que ya hay que tener desparpajo, Alonso, Fanjul, Oyarzábal, y otros musguitos crecidos en la megacorrupción pepera sin cuartel, para venirse tan arriba por esta decisión en absoluto criticable de la Justicia española. Y aquí es donde enlazamos con los escandalizados de la contraparte. Se me saltan las lágrimas viendo a los denunciadores sin cuartel de la arbitrariedad togada hispana haciendo la ola a los otras veces tan vilipendiados magistrados a sueldo del estado opresor. Eso, claro, sin mentar que no hay ni habrá mayor corrupción que la que ustedes saben.