Después de la abstención

Lo más triste —o lo más divertido, según se mire— del sofoco emitido en tiempo real que unos cuantos malvados conocemos ya como el octubrazo del PSOE es que la abstención no va a ser suficiente. Es decir, sirve para salir del paso y evitar ir a las urnas en los días de los villancicos y los polvorones. También para que el BOE reconozca oficialmente la reválida presidencial de Rajoy, o para que el mentado nombre un gabinete. Pero no para que gobierne. Ahí los números van a seguir sin darle a Don Tancredo.

Llegará, sin ir muy lejos, el momento de sacar adelante unos presupuestos recortados en un porrón de millones de euros, al gusto de Bruselas. ¿Qué hacer? “¡Se los cambiarán en Sabin Etxea por alguna transferencia de chicha y nabo!”, vocearán los mismos Nostradamus de todo a cien que la pifiaron al vaticinar en cuatro ocasiones sucesivas que el PNV acabaría apoyando, qué te apuestas, a  Mariano. A la (vana) espera del reconocimiento de su cantada, cabe explicar a tan desahogada parroquia que los cinco escaños jeltzales no alcanzan por sí solos.

¿Y entonces? Pues tampoco es que servidor sea la releche haciendo quinielas, pero tiene toda la pinta de que volverán a reponer la entretenida serie Comité Federal. Vamos, que los mismos capos locales que acabamos de ver en acción con la inestimable ayuda de los dinosaurios de costumbre blandirán de nuevo la cantinela de la estabilidad, la responsabilidad, el bien común y letanías del pelo. Atendiendo a los hechos recientes, lo más probable es que asistamos a la enésima humillación. Pero quién sabe. Hasta los más mansos pueden acabar hartándose.

Respeto al ‘no’ colombiano

Hay que joderse otra vez con los demócratas. A miles de kilómetros, no tienen la menor duda de que los colombianos son una panda de cobardes, indocumentados, rencorosos y/o veletas que se dejan manipular por el primer malandrín que vocea cuatro chorradas. ¿Y qué tal una gota de respeto? ¡Venga ya! Los pueblos solo son sabios cuando ejercen el derecho a decidir sin salirse del carril marcado.

Qué gracia más desgraciada, por otro lado, escuchar o leer que se ha optado por continuar la guerra. Con o sin urnas de por medio, los que la han venido haciendo bien pueden parar y probar que su intención es firme. Ni siquiera hablo de pedirles que manifiesten que el cese obedece al imperativo ético y no a la conveniencia estratégica, como ni se ocupan en disimular. Basta que lo dejen y ya. El movimiento se demuestra andando. Sería magnífico comprobar, dentro de un tiempo, que efectivamente, las armas no han callado a cambio de un chantaje.

Personalmente, no me alegro del resultado del plebiscito. Pero una vez que el ‘no’ se ha impuesto tras una descomunal campaña oficial por el ‘sí’, me parece que la prudencia invita a no descalificar de un plumazo a quienes han entendido por mayoría, aunque sea exigua, que el proceso no responde a unos mínimos de justicia. Basta una brizna de ecuanimidad, ya que tanto hacemos aleluyas a la empatía, para plantearse si es humanamente comprensible que haya quien, sin ser belicista ni cosa parecida, estime que el cierre que se propone no es el adecuado. Por lo visto, mola más que vengan los que han tirado de pistola —igual allá que acá— a apostrofarlos como enemigos de la paz.

Maldita gente

Sí, ya me lo sé. Luego han llegado los matices, las apostillas, los portantoencuantos, los mohínes porque jolín, me lo sacan todo de contexto, y hasta los borrados avergonzados/arrepentidos de tuits. Pero no cuela. En cuanto rascas con una moneda de cinco céntimos, bajo la piel de todos los apóstoles del viva la gente y demás lemas de catequesis aparece un señorito que desprecia visceralmente al populacho. En menos de 24 horas, dos hediondos ejemplos del neodespotismo morado.

El primero, un tal Miguel Anxo Fernán-Vello, diputado de En Marea, que tras el varapalo —mucho sorpaso al PSOE, pero ¡27! escaños menos que el PP— a manos de Núñez Feijoó, corrió a piar: “Extraño pueblo el nuestro. Esclavos que votan al amo, al cacique, al que manda, a los de siempre. Pueblo alienado e ignorante. Triste”. Como Jack Nicholson en Algunos hombres buenos (cito de memoria): Maldita gente, no se merecen que nos deslomemos por ellos. Y sí, que fue un calentón, que 140 caracteres tal y cual. Pero una parte amplísima de los supremacistas de aluvión, proclamando a coro: “Tiene toda la puta razón”.

De propina, Carolina Bescansa, en el ejercicio de su magisterio sociológico: “Si en este país solo votase la gente menor de 45 años, Pablo Iglesias sería presidente del Gobierno desde el año pasado”. En otro párrafo, una alusión al reaccionario voto rural. ¿A nadie le suena a aquellos progrefachas que allá por 1931 le espetaban a Clara Campoamor que no se debía permitir el sufragio femenino porque acabarían decidiendo los confesores de las mujeres? Pero no me hagan caso. Ya saben que estas líneas son producto de mi obsesión.

Gracias, Pablo

No era fácil prever los resultados, pero sí lo que ocurriría si no salían al gusto de la creciente cofradía de los enfurruñados demócratas selectivos. De manual: la culpa es del jodido pueblo que no sabe abanicar, o sea, votar. Me cuento entre los desazonados por la contundente victoria del PP, y si bien no fui capaz de olerla en su dimensión completa, una vez convertida en hecho, se me antoja perfectamente explicable. ¿En el natural rebañego y sumiso de determinados votantes que, al parecer, no son cuatro ni cinco? ¿En el voto del miedo? No les voy a decir que no hay algo de eso, aunque inmediatamente después añado que tampoco sé de partido que no agite estos o aquellos espantajos. ¿O es que acaso cuando se mentaban los recortes que vendrían si Rajoy repitiera no se apelaba al canguelo?

Por lo demás, y más allá de la comprensible frustración por las expectativas largamente incumplidas, quizá mereciera la pena que quienes están en ese trance no busquen todos los errores fuera. ¿Les parece muy descabellado pensar que uno de los principales aliados del Ícaro de Pontevedra ha sido el mismo que se postuló como su único rival, ayudado por un sinnúmero de heraldos de ocasión que lo piaban de tertulia en tertulia? Por ahí tengo anotada mi sospecha de que por cada equis simpatizantes que seduce Iglesias Turrión para su causa, consigue ene adeptos para la contraria.

Hay motivos para que Génova reconozca al líder de Podemos los servicios prestados. Y de rebote, para que también lo haga Ferraz. El sorpasso no consumado ha convertido en triunfo el nuevo tortazo del PSOE. Qué menos que un Gracias, Pablo.

26-J, que se note

Nada, pues aquí estamos, seis meses y seis días después, volviendo a votar lo que, según quieren convencernos, no supimos. ¿Qué va de entonces a hoy? Citaré en primer lugar el cabreo del personal. La versión canónica, la de soltar en las tertulias, es que la peña anda que fuma en pipa contra los líderes y subalternos de los partidos. Luego uno mira alrededor y ve que no es para tanto. El interés político de la gente se enciende a ratitos y dura lo que dura. Después del cagüental de rigor, pasa a los asuntos en los que le va la vida: si marianito (del de beber, digo) o txakoli, si Conil o Las Landas, si Morata o Aduriz. Y hoy la inmensa mayoría echará en la urna las papeletas de las formaciones que con más ahínco buscaron la repetición de las elecciones, aquellas que, como ya se ha comprobado, hacían como que negociaban mientras grababan los vídeos de la nueva campaña.

Libres son, por supuesto, de hacerlo. A diferencia de tanto demócrata de pitiminí que cuando no sale lo que le mola se lía a llamar tontos del culo a los votantes —véanse las regañinas a los británicos por haber mandado al guano a la Unión Europea—, yo sí aceptaré lo que salga. Como recuerdo tantas veces, el principio de la democracia representativa es el que enunciaba Mayra Gómez Kemp en el “1,2, 3”: si coche, choche; si vaca, va; si… (completen ustedes mismos la frase). Sí pediría a quienes van a provocar que las cosas sigan igual o que cambien para seguir igual —tanto me da— que después no vengan cagándose en el gobierno si llueve.

Y por lo que me toca más cerca, cuánto quisiera que si de verdad nos creemos diferentes, se notara.

¡Yupi, campaña!

Respiremos con ansia a pleno pulmón los aires perfumados de libertad y ajonjolí. Qué suerte la nuestra, estar llamados una vez más a participar en la fiesta de la democracia, como únicos dueños de un destino que está por forjar. Es para dar una y mil veces gracias emocionadas a quienes nos han permitido volver a ejercer el sagrado derecho al sufragio. Indecible grandeza, la de estos hombres y estas mujeres que, mirando única y exclusivamente por el bien común, quitándoselo de sus bocas, decidieron devolver al pueblo soberano el poder de decidir. Solo escribirlo pone los pelos como escarpias, humedece los ojos del más bragado y deja trémulos los corazones ante lo que ya ha venido y, sobre todo, lo que ha de venir.

No me digan que no desean con cada poro de su piel asistir de nuevo al profundo, sosegado y enriquecedor intercambio de opiniones entre los seres justos y generosos que, siempre con el mayor de los respetos, van a intentar ganarse nuestro voto. Serán, conforme conocemos, debates plenos de intensidad sobre las cuestiones más candentes, urgentes, convenientes y supercalifragilísticas. Desterradas la demagogia y la impostura, ausentes el chachipirulismo populachero y el navajeo macarril, los y las próceres nos hablarán en lenguaje llano y sin concesiones a la galería. Ni una tentación, por supuesto, de echar la culpa al otro ni de reclamar el monopolio de la verdad verdadera. Sin repetirse como guacamayos, sin tirar de lugares comunes, sin frasezuelas de cinco duros. Con pedagogía exquisita, con altura de miras, con nobleza por arrobas.

La única lastima es, mecachis, que no me lo creo ni yo.

Gastos de campaña

Qué tierno, ahora nos vienen con lo de la campaña austera. Casi no apesta a mala conciencia, excusa no pedida y, por todo lo anterior, una nueva muestra de que piensan que nos pueden camelar con un azucarillo. Para que la vaina resulte aun más cínica, citan como argumento de autoridad a Felipe VI, que uno a uno les cascó a los representantes de los partidos el rollete de la necesaria contención del gasto en la última y conscientemente inútil ronda de blablablás que se atizaron antes de aceptar que no cabía otra que volver a las urnas. Los tiene blindados el Borbón menor, a ver cuándo le da por echar cuentas de lo que nos ahorramos si prescindimos de él en este belén perenne en que nos tienen secuestrados.

Lo divertido —mejor tomárselo así— es que no tienen ni pajolera idea de por cuánto saldrá la broma. Tan pronto te dicen 130 millones de euros, como te lo bajan a 100 o te lo suben por encima de 200. Tomemos, si quieren, la cifra más alta. ¿Es mucho? Hombre, si es para obtener el mismo resultado que la vez anterior, es decir, para tirarse cuatro meses de rueda de prensa en bucle, es un atraco a mano desarmada. Si de verdad va a servir para formar un gobierno y ponerse a las tareas que tan urgentes nos dicen que son, es probable que merezca la pena.

No diré que a la hora de ejercer la democracia, aunque sea esta manifiestamente mejorable, haya que tirar la casa por la ventana, como parece que ha venido siendo el caso prácticamente general. Seguro que se pueden y deben hacer campañas con gastos medianamente razonables. Pero no por demagogia posturera para tapar un fiasco, sino por pura convicción.