Milagro por Semana Santa. Aparecen de la nada diez millones de mascarillas que serán distribuidas a la plebe en medios de transporte por policías que hasta ayer denunciaban que no las tienen ni para ellos. Hasta donde uno conoce, el personal sanitario, que es quien sigue en primera línea, todavía carece de los preciados tapabocas. ¿Tendrán que ir a hacer cola a paradas de metro, tren y autobús a ver si les cae una? Todo esto, sin perder de vista que el Gobierno Vasco, institución que debería coordinar la entrega en los tres territorios de la demarcación autonómica, asegura no saber nada del asunto… ni de las mascarillas que habrían de repartir la Ertzaintza y las policías locales.
Y luego, claro, que nadie se atreva a poner en solfa el enésimo despropósito, pues será acusado de romper el consenso y de no remar en la misma dirección. ¿En qué dirección, si puede saberse? De momento, el único rumbo que hemos visto es un zig-zag ebrio a base de ocurrencias que se lanzan y caen al olvido cuando se anuncia la nueva tanda de propuestas creativas que jamás llegan a realizarse. Y como principio que guía las acciones, el que aventó ayer uno de los uniformados de la junta cívico-militar que nos da las consignas del día: “Hagamos caso al refranero español, que dice que no hay mal que cien años dure”. Glups.