…Y Lamela te lo niquela

Ha vuelto a pasar. La célebre jugada enunciada por el anterior ministro español de Interior. La fiscalía te lo afina… y la juez Lamela te lo niquela. Con un añadido: a la magistrada en cuestión no hace falta mandarle recados. Ella siempre está más allá del deber, y en menos de lo que se rellena una bonoloto, te casca un auto infumable que decreta la prisión para todo un Govern elegido legítimamente. Casi veinte folios de portantoencuantos vacíos, infame copia-pega de la petición fiscal, que como decía ayer el sabio Juanjo Álvarez en ETB, no explica los porqués ni de la rebelión, ni de la sedición ni de la malversación. Total, ¿para qué?

Sé que leeremos que ha sido un gran error del entramado político-judicioso español, pero yo hace tiempo que me borré de esa tesis. Es, quizá, una enorme irresponsabilidad, pero también y sobre todo, una actuación plenamente consciente que busca un objetivo concreto. Lo que más molesta del procés es la actitud ejemplarmente pacífica de quienes lo sostienen en la calle, a pesar de las mil y una provocaciones. Esta estocada desde la Audiencia Nacional, sucesora natural del Tribunal de Orden Público, pretende ser la incitación definitiva a responder con violencia. Acción, reacción, acción.

El otro mensaje es para el territorio hispanistaní. Una versión togada del “A por ellos”, barnizada con la membrillez del “Estado de Derecho funcionando a pleno pulmón” que tanto gusta bocachanclear a los tertulieros montaraces. Es en vano contraponer argumentos jurídicos. Esto va de política en su forma más vil. Y cuidado, porque habrá triunfado si acabamos por verlo como algo normal.

Que me corten la cabeza

Bueno, no voy a ser menos que Gabilondo, que ayer proclamaba sin rubor que se había equivocado en su vaticinio de un viernes de ira tras la declaración de la DUI y la consiguiente —más bien, subsiguiente— aplicación del 155. Con la honestidad que puede permitirse alguien que hace tiempo juega en otra liga, Iñaki reconocía que había sobrevalorado al independentismo y minusvalorado a Rajoy. Como moraleja y aprendizaje, concluía el comunicador de comunicadores que en lo sucesivo trataría de no ponderar de más ni de menos a estos ni a aquellos.

En mi caso, infinitamente más modesto y pedestre, la imperdonable gamba por la que me dispongo a fustigarme ante los amables lectores es el descreimiento que manifesté en la última columna. Sí, como en los tiempos del padrecito Stalin, que veo que aún no han pasado del todo, vengo a hacerme la autocrítica. Una mezcla de osadía de viejo resabiado y debilidad pusilánime me hizo dudar en falso de la pertinencia y precisión quirúrgica de cada paso del procés. ¡Oh, qué ceguera la de este insignificante garrapateador de menundencias, no ser capaz de recibir en mi holgazana pituitaria el aroma de la victoria que impregna el aire! La independencia es mañana, como fue hace 36 meses, y hace 24, y hace 18, y hace 12, conforme fue anunciada del modo en que consta en las hemerotecas. Pero, por lo visto, también los archivos mienten por recoger una realidad que no es la que se deseó y se desea. Puñetera manía de la verdad de entrometerse en todo. Menos mal que ahí están los millones de clones de la Reina de corazones para sentenciar a los flojos. ¡Que nos corten la cabeza!

Huir hacia adelante

La política del tú lo has querido, menudo soy yo. Sobre todo, cuando presiona la parroquia, y a uno le toca batir el récord mundial de dar marcha atrás. Qué gran paradoja: se diría que en cada extremo de la cuerda imaginaria se desea exactamente lo contrario de lo que se cacarea en público. Qué bien me vendría una DUI para justificar un 155 del tamaño de la catedral de Burgos. Igualico que a mi, pero a la inversa: tu 155 es la mejor coartada para una DUI de la talla de la Sagrada Familia. ¿Vértigo? Para parar un camión. Incluso, vértigo al vértigo mismo, pero de perdidos, al río. Cuando llegue el momento de escribir la Historia, ya vendrán los montadores a cortar los planos chuscos y dejar solo los épicos.

¡Ah, la épica! Qué pena que, como decía el otro día en Onda Vasca Aitor Esteban, sea tan efímera. Y que se lleve tan mal con lo cotidiano. La independencia no se consigue cerrando los ojos y deseándola muy fuerte, ya vamos viéndolo. Pero a lo hecho, pecho. Como escribí el día en que teóricamente se iba a proclamar pasara-lo-que-pasara y luego fue un fiasco, no caben medias tintas. Andamos tarde para reconocer que no era tan fácil. Hay decenas (o centenares) de miles de personas que se lo creyeron y no están dispuestas aceptar algo que no sea lo que se les prometió firme y solemnemente. Es preferible enfrentarse a los tanques y los jueces de Rajoy que a la frustración de quienes llevan años y años escuchando que ya casi está.

Pero… ¿Y si aparece una salida medianamente honrosa? Desengañémonos, no la hay. Ni siquiera esas elecciones a la desesperada. Solo queda, mucho me temo, huir hacia adelante.

Lo que dice Mayor Oreja

El otro día junté el humor y el estómago suficientes como para aguantar una entrevista a Jaime Mayor Oreja. En Intereconomía Televisión, nada menos, para que la experiencia acabara de ser más sobrecogedora. Y debo decirles que tampoco fue para tanto. De hecho, creo que hubo más momentos de pena y de risa que de indignación o miedo, que era lo que provocaba cuando tenía mando en plaza. Ahora, ya les digo, inspira un confuso sentimiento de vergüenza ajena y, si cabe, de fascinación ante la enormidad de sus obsesiones. Sigue fatal de lo suyo, venga mentar a ETA a todo trapo y con tal convicción, que uno llega a pensar que realmente sus ojos ven la sombra de la serpiente en cada punto donde fijan la mirada. Cómo será la cosa, que también asegura que la cuestión catalana está comandada, allá al final de los hilos, por la banda que el resto sabemos en liquidación por cese de negocio.

Con todo, hay algo que sí me resultó digno de admiración en la cháchara monotemática de quien estuvo a medio pelo de ser lehendakari. Quizá porque se sabe un juguete roto sin nada que perder o por su proverbial pesimismo —por algo en los guiñoles de Canal Plus lo caricaturizaban como la Hiena Tristón—, sus diagnósticos no van envueltos en vítores triunfales como los de la mayoría de sus compañeros ultramontanos. Al contrario, él reconoce abiertamente que el soberanismo catalán es infinitamente más fuerte que el unionismo español —“Nos ganaron por la mano el 1 de octubre, fue una paliza en toda regla”, afirmó sin pudor— y que va a resultar prácticamente imposible derrotarlo con o sin aplicación del 155. Tómese nota.

DUI con freno y marcha atrás

Qué les voy a decir que no hayan pensado ya ustedes a la vista de la independencia que ha durado apenas un suspiro antes de irse al cajón hasta quién sabe cuándo. Si me tocase escribir argumentarios, me agarraría, claro, al clavo ardiendo de la altura de miras, la enorme generosidad, el sacrificio colosal de tender la mano cuando se roza con los dedos el objetivo por el que se han dejado quintales de sangre, sudor y lágrimas. No digo que no haya algo de eso, pero sí que a la fuerza ahorcan, que para este viaje han sobrado una hueva de alforjas y que, joder, es imposible no tener la sensación de haber vuelto a asistir al parto de los montes, cuyo fruto era finalmente un ratón.

Lo dije ayer. Era DUI o no DUI. Lo que se viene prometiendo desde hace ya tres años —¿no recuerdan el 9 de noviembre de 2014?— o claudicar otra vez. De acuerdo, por un bien superior, porque era peor el remedio que la enfermedad, porque lo otro era el abismo, porque, como cantaba Gardel, contra el destino nadie la talla. Ocurre que todo eso había que haberlo pensado antes. Sin la menor dote de escrutador de vísceras de pollo o politólogo, se veía a leguas que la desconexión encabronaría a la hidra de mil cabezas, y que de poco valía dejarse hostiar a modo. Mal vamos, si la fuente de legitimidad es recibir palos.

No, no diré como los ventajistas del otro lado que esto en una rendición en toda regla. Mejor que se cuiden antes de cantar victoria. Simplemente, anoto la frustración de quienes creyeron que era verdad lo que les decían. Es revelador que con los primeros que va a tener que dialogar Puigdemont sea con muchos de los suyos.

El bolsillo sí duele

El frente jurídico —judicioso, le llamo yo— es muy dañino para el soberanismo catalán. Ya se ha visto cómo sus españolísimas señorías hacen de su toga un sayo y se dedican a suspender, imputar, condenar o lo que se tercie. Sin embargo, una vez que la república catalana traiga una nueva legalidad, ya pueden echar los galgos que quieran, que todo será papel mojado. Incluso en este ínterin en que ya se ha decidido hacer la peineta al cuerpo legal español, las decisiones que vengan de los tribunales hispanos serán una jodienda, pero no el freno definitivo.

Con la ofensiva policial, tres cuartas partes de lo mismo. Habrá porrazos y pelotazos de goma para parar el Orient Express, pero eso estaba amortizado de saque. Es más, las imágenes viralizadas barnizarán de épica a la causa y conseguirán —ya están consiguiendo— que la prensa internacional cante la gesta del pueblo catalán haciendo frente a la represión inmisericorde de los uniformados mandados por Rajoy.

Ocurre ídem de lienzo con el embate mediático. A estas alturas, no hay que explicar que los regüeldos de la caverna quizá embarren el campo, pero a la hora de la verdad, no hacen ni cosquillas. Al contrario, su indelicadeza convence a los no convencidos y encabrona más a los que ya lo estaban.

Canción aparte es la acometida económica que, según estamos comprobando, se había minusvalorado. Por ahí sí cabe que tiemblen las rodillas. Más, si como está aconteciendo, ya no es fuga sino una estampida empresarial en toda regla, y con algunos buques insignia mostrando el camino. No sería la primera revolución ni la segunda que se naufraga por el bolsillo.

Y lo niegan

Un clásico de la psicología, no sé si de la parda o de la menos parda. La primera fase del duelo es la negación. Y en esas andan Rajoy, su patulea de pelotillas como la nulidad Maíllo (busquen en Zamora alguien, incluso del PP, que hable bien de él), el Macron de saldo Rivera o la docena de hinteleztuales de corps. Niegan y reniegan con obstinación de iluminado y rostro de cantera de Carrara lo que han visto hasta los ciegos de la canción de Brassens. Que la actuación de los Escuadrones Piolín en Catalunya fue proporcional, se engolfan en proclamar de atril en atril, de entrevista en entrevista, de canutazo en canutazo. Hace falta ser… eso que los lectores están pensando.

Pero que les vaya aprovechando esa perversidad gratuita. En términos que usaría mi hijo, menuda troleada que le han pegado los promotores del referéndum a los —¡redundancia va!— poderosos poderes del Estado. Venga y dale a requisar papeletas y urnas, que el día en cuestión apareció allá donde tenía que estar todo el material para votar. Igual, con las webs cerradas o los cortes de internet. Como cantaban los rojos del 36 sobre el puente del Ebro, diez mil veces que lo tiren, diez mil veces que lo haremos. En esas, no queda otra que soltar a una panda de uniformados encabronados a hostiar a personas que pusieron varias veces la otra mejilla. No hablamos de antisistema de capucha negra, sino de la más amplia variedad humana que quepa imaginar, desde adolescentes de peinados imposibles a abueletes arrugados como pasas pasando por la vecina del tercero. Todos, con la firme determinación de no dar un paso atrás. A ver quién les para.