Dime por qué

Ardo en deseos de que Unidos Podemos y sus mil y pico afluentes, meandros e hijuelas terminen los ejercicios espirituales impuestos por el sumo pontífice de la orden para ver si son iluminados con las causas de su inopinado desastre electoral. No es coña. Aunque conforme nos alejamos del día de autos, va creciendo la legión de listos retrospectivos que ya sabían que los morados se iban a hostiar, aquí el arribafirmante sigue inmerso en la perplejidad más absoluta. Así como hay testigos de que predije que el PP pasaría de 130 y Ciudadanos recibiría un coscorrón de pantalón largo, para mi bochorno inenarrable, también quedó escrito lo que sigue: “El sorpasso [al PSOE] será de escándalo”.

Mientras trato de olvidar ese vaticinio patéticamente fallido —pero, por lo menos, reconocido; no como otros—, aguardo, ya digo que con ansiedad, el veredicto de quienes lo padecieron en sus expectativas. No puedo dejar de subrayar, en todo caso, lo que anotó en Euskadi Hoy de Onda Vasca el siempre puntilloso contertulio del PSE, Ekain Rico: ¿A nadie le parece raro que entre los motivos del fiasco inventariados en el cuestionario que debe contestar la militancia no figure la posibilidad de que el líder haya metido el cuezo? Sí están en la lista, además de la coalición con los nuevamente apestados de IU, el Brexit, Venezuela, los ayuntamientos del cambio, el derecho a decidir, los spots electorales, los audios de Fernández-Díaz, el discurso socialdemócrata, o algo enunciado como (ejem, ejem) “la mano tendida al PSOE”. Se echan en falta los comodines que citábamos en estas mismas líneas: los viejos y el pucherazo.

Gracias, Pablo

No era fácil prever los resultados, pero sí lo que ocurriría si no salían al gusto de la creciente cofradía de los enfurruñados demócratas selectivos. De manual: la culpa es del jodido pueblo que no sabe abanicar, o sea, votar. Me cuento entre los desazonados por la contundente victoria del PP, y si bien no fui capaz de olerla en su dimensión completa, una vez convertida en hecho, se me antoja perfectamente explicable. ¿En el natural rebañego y sumiso de determinados votantes que, al parecer, no son cuatro ni cinco? ¿En el voto del miedo? No les voy a decir que no hay algo de eso, aunque inmediatamente después añado que tampoco sé de partido que no agite estos o aquellos espantajos. ¿O es que acaso cuando se mentaban los recortes que vendrían si Rajoy repitiera no se apelaba al canguelo?

Por lo demás, y más allá de la comprensible frustración por las expectativas largamente incumplidas, quizá mereciera la pena que quienes están en ese trance no busquen todos los errores fuera. ¿Les parece muy descabellado pensar que uno de los principales aliados del Ícaro de Pontevedra ha sido el mismo que se postuló como su único rival, ayudado por un sinnúmero de heraldos de ocasión que lo piaban de tertulia en tertulia? Por ahí tengo anotada mi sospecha de que por cada equis simpatizantes que seduce Iglesias Turrión para su causa, consigue ene adeptos para la contraria.

Hay motivos para que Génova reconozca al líder de Podemos los servicios prestados. Y de rebote, para que también lo haga Ferraz. El sorpasso no consumado ha convertido en triunfo el nuevo tortazo del PSOE. Qué menos que un Gracias, Pablo.

Mentiras y gordas

Pedro Sánchez asegura que el PSOE no va a hacer presidente a Pablo Iglesias. Con mayor contundencia si cabe, proclama que tampoco va a facilitar la continuidad de Mariano Rajoy, compromiso que extiende a cualquier otro candidato o candidata del PP. Pero no se queda ahí. También ha descartado tajantemente la convocatoria de unas terceras elecciones.
¿Cómo cuadra todo eso? La única y remota opción de que las tres promesas resulten cumplidas se reduce a que sean las otras fuerzas las que lo eleven a él a Moncloa. Si tras los resultados de hace seis meses lo tuvo en sánscrito, ahora que todo apunta a que su formación quedará relegada al tercer puesto, se antoja todavía más complicado que reciba los apoyos para gobernar. Resumiendo, el secretario general y candidato socialista está mintiendo.

Sí, y no es el único. El mentado Iglesias anda por ahí porfiando que jamás dijo que la consulta catalana fuera condición imprescindible para llegar a un acuerdo con Podemos, cuando está grabado que el mismo 20 de diciembre por la noche lo soltó tal cual. Ni siquiera está dispuesto a admitir que el cambio de postura obedece a unas circunstancias diferentes. Simplemente niega, y hasta se permite engorilarse con quien se lo recuerde.

Volvemos a estar en las mismas que enunciábamos ayer. Todo vale, y eso incluye el uso indiscriminado —incluso como herramienta preferente— de la mentira. Antes de sacar el lanzador de sapos y culebras, reflexionemos media gota. Si eso es así, no es solo porque muchos políticos consideren la verdad algo prescindible. El motivo es que sus embustes casi nunca les acarrean consecuencias.

Sí vale todo

Yo tampoco sé a qué vino el gesto de Pedro Sánchez después de saludar a una mujer negra. No fue, desde luego, estético. A primera vista, sí parece que se limpia la mano que le acaban de estrechar. Sin embargo, salvo que sea a base de echarle toneladas de mala fe, cuesta trabajo interpretarlo como una muestra de racismo. Al margen de la opinión que se tenga del secretario general del PSOE, nada en su trayectoria conocida invita a pensar que derrote por ahí.

Ocurre que a una semana de las elecciones no cabe el beneficio de la duda. No hay rival que se resista a meter el morro en tal merengue relleno de demagogia facilona. Y ahí se fueron a degüello Podemos y el PP, componiendo esa perfecta pinza que tanto les cabrea que les nombren, a retratar a Sánchez poco menos que como miembro del Ku Klux Klan.
La dolida respuesta de las huestes socialistas fue de carril. Se lanzaron a las mismas redes sociales donde se vituperaba a su candidato a rasgarse las vestiduras al grito de “¡No todo vale!”. Seguramente, razón no les faltaba. Otra cosa es lo fácil que resulta imaginar lo que habría ocurrido si el protagonista del vídeo viral hubiera sido, pongamos, Mariano Rajoy. Ahí sobrarían las minucias. El linchamiento habría marcado época y, desde luego, en primera fila de acollejamiento tendríamos a los compañeros del actual saco de las hostias… si no a él mismo.

Moraleja: por desgracia, sí vale todo. En la política actual en general y en el fragor de la contienda electoral en particular. Hace ya mucho tiempo que dejó de haber límites. Es un juego comúnmente aceptado. Y lo peor, con el que nadie quiere terminar.

Pobre Pedro

Sería incapaz de decir quién ganó el monólogo a cuatro del lunes, pero no tengo la menor duda sobre el que salió peor parado del envite. Pedro Sánchez empieza a oler a cadaverina política que es un primor. Es cierto que esto mismo habría sido verdad el 20 de diciembre por la noche y que desde entonces acá ha luchado por su culo como un jabato. Ya escribí, y mantengo, que se manejó más que decentemente en toda la broma de la investidura. Dio la sensación de tener el empaque que le negábamos la mayoría y hasta medio mantuvo a raya a las peores alimañas que le acechaban, que eran y son las de su propia casa.

Tanto nadar para morir —salvo milagro de última hora— en la orilla. Cantaba Gardel que contra el destino nadie la talla, y menos, si te enfrentas a un tipo armado de una enorme inteligencia y, para colmo, una flor en el tafanario que le hace inmune. Simplemente, Pablo Iglesias, que está de dulce, le tiene comida la moral al atribulado candidato socialista. Uno es el coyote, y el otro, Correcaminos. La prueba audiovisual estuvo en ese momento en que Sánchez trataba de atizar al de la coleta, mientras este salmodiaba por lo bajo, casi como si fuera un espectro: “Pedro, el rival no soy yo, no te equivoques, es Rajoy”. Un instante que debía ser épico terminó siendo cómico.

No es cuestión de justicia ni de tener razón. Si vamos a los hechos medidos y tasados, el cabreo con el líder de Podemos está fundamentado. Quizá en otro mundo, su esfuerzo tendría recompensa. En este, lo más seguro es que se cumplirá la máxima que sostiene que ninguna buena acción queda sin castigo. El sorpasso será de escándalo.

¡Rajoy vive!

En este punto y esta hora de la farsa procede una ovación con su correspondiente vuelta al ruedo para el Tancredo de Pontevedra. No se ha visto un cadáver con mejor salud que el del recordman planetario de presidir en funciones. Con la tontería, otro trimestre y pico que se echa al coleto el mengano. Vengan los tres tenores Sánchez, Iglesias y Rivera a quitarle lo bailado, que con razón se llevarán una peineta acompañada de una estentórea pedorreta. En singular homenaje a Helenio Herrera, Mariano los ha ganado sin bajarse del autobús. ¿Se acuerdan de las risas cuando le confesó al Puigdemont de pega que tenía la agenda muy despejada? Pues ya ven el despiporre actual: un tipo que a estas alturas debía empezar a ser un mal recuerdo vuelve a tener futuro. Como poco, puede tirar los dados de nuevo, y a ver qué pasa.

Eso, a ver qué pasa. ¿A que muchos de ustedes, como yo, sospechan que le puede ir la cosa mejor que el 20 de diciembre? Y ya, si nos ponemos cenizos, imaginamos con espanto una noche electoral, la del 26-J, en la que la suma del PP con Ciudadanos alcanzaría para gobernar con holgura. Tranquilicémonos. Probablemente todo se quede en susto. No puede ser que los dioses de la democracia, aunque sea esta tan chunga, nos quieran tan mal. Sin embargo, el solo hecho de que exista la posibilidad recién enunciada debería servirnos para un par de reflexiones. La primera, sobre lo poco que cabe esperar de ciertos votantes. La segunda, que cualquier desgracia que pase se la habrán ganado a pulso los que no han querido llegar a un acuerdo de puñeteros mínimos para mandar a casa a Mariano Rajoy Brey.

La gran gran burla

Como la tomadura de tupé de estos 4 meses no les parecía lo suficientemente vejatoria, los trileros de la política hispanistaní no se han privado de atizarnos el insulto final. Ni en un instituto de secundaria regular habría colado la oferta de último minuto —low cost hasta para eso— con que quisieron tenernos entretenidos a los que no nos queda otro remedio que prestar atención porque nuestro trabajo consiste en contar sus ocurrencias. Me disgusta coincidir con el figurín figurón Albert Rivera, pero se lo pusieron a huevo al chaval del Ibex. Para 4 años de gobierno entre 6 partidos, 30 propuestas en 3 folios. No llegan ni a los caracteres de un tuit para cada una de ellas. Ese es el nivel de profundidad de estos chapuceros con cargo al erario común. Claro que la página que da la medida de todo es la cuarta, esa portada de primer día de cursillo de Word bajo el encabezado Pacto del Prado. Por grandilocuencia de a duro que no quede.

Y menos mal que no salió. Sí, sé lo que me digo. Me consta que presuntamente nos habríamos librado del peñazo —además, carísimo— de la vuelta a las urnas. Aun así, piensen un momento en el escupitajo en el ojo que supondría haber hecho todo este viaje para acabar aceptando una chufa de acuerdo que perfectamente podría haberse alcanzado el cuarto día de negociaciones.

No lloremos por la leche derramada. Termino como ayer y, mucho me temo, como haré más veces de aquí al 26 de junio. Podemos achacar la mayor parte de la culpa, con sus diferencias de grado, a los tunantes que nos han estado toreando. Sin embargo, en nuestra mano estará que no puedan hacerlo de nuevo.