Pues sí, es indiscutible. Se ha consumado el Efecto Illa: victoria en votos y empate en la cabeza en número de escaños, sumando 16 actas más de las cosechadas por el PSC en 2017. Merece ovación y vuelta al ruedo el casi hasta anteayer ministro de Sanidad del Reino de España. Otra cosa es que tan meritorios resultados le vayan a servir para mucho más que para ponerlo en su currículum o para haber pasado una dulce noche celebratoria. Y no hay que ir muy lejos para buscar el precedente. En las elecciones de hace tres años y dos meses, fue Inés Arrimadas la que bailó todas las congas del mundo como ganadora de aquella cita con las urnas al amparo del 155. Aquello no solo no le sirvió ni para oler de lejos el Palau de la Generalitat, sino que ha acabado en una de las bofetadas más tremendas que se recuerdan en aquellos lares.
Muy cierto: es altamente improbable que a un partido asentado como el PSC le aguarde un final similar. Pero el resto de la historia sí apunta a que va a ser la misma. Por más campeón que haya sido en el conteo de sufragios, ahora mismo tiene escasas probabilidades de convertir el éxito en un vale para presidir Catalunya. Se antoja altísimamente complicado que ERC, que en la subcompetición del soberanismo le ha ganado a Junts por los pelos, esté dispuesta a facilitar el gobierno de quien todavía se considera como uno de los responsables del mentado 155. Con los datos aún calientes, solo un monumental giro de los acontecimientos puede hacer que Illa sea otra cosa que líder de la oposición. Eso o, en el mejor de los casos, candidato en unas elecciones repetidas en julio.
Ahí viene la otra gran derivada. ¿Serán capaces ERC y Junts de superar su creciente e indisimulada inquina mutua? O, personalizando, ¿aceptará Carles Puigdemont que, aunque haya sido por un puñado de votos, las siglas que deben liderar un gobierno soberanista son las de ERC? ¿Qué condiciones le pondrá Junqueras? Todo eso, sin contar, que para la mayoría absoluta tendrán que granjearse a la CUP.
Dejo para el final lo que, pese a los titulares de fogueo que veamos, apenas pasa de lo anecdótico. De verdad, más allá de cierto retortijón, la abrupta entrada de Vox al Parlament no cambia demasiado el panorama. Todo lo que ha ocurrido es que ha habido un corrimiento a la requeteultraderecha en el unionismo más rancio. Si suman, verán que, en realidad, la tripleta de Colón tiene menos representación que en 2017. No pintarán nada en lo que sea que vaya a ocurrir, que ahora mismo sigue en el aire.