Recuerdo la primera vez que me topé con el volumen en una librería de Madrid “Vale su peso” pensé al ver el precio y sobre todo su tamaño, acostumbrado como estaba a los títulos de editoriales tipo “Escaques”.
Pero fue sólo abrirlo de par en par, para entender que lo que se presentaba ante mis ojos, era una grandísima Biblia de Ajedrez sin palabras. Hasta ahí, nada nuevo bajo el Sol, se dirán ustedes con razón…”la Enciclopedia de aperturas llevaba décadas haciendo lo mismo”; solo que esta vez, también la clase es impartida sin movimientos.
El hecho, llamó poderosamente mi atención. Menuda lección daba el Padre de las famosas hermanas Polgar; El Ajedrez y sus diagramas era todo lo que necesitaba para hacer llegar al mundo entero su gran secreto pedagógico. Aquellas páginas describían un conocimiento más enigmático para un lego que cualquier jeroglífico egipcio. Página a página iban transitando los temas fundamentales de la táctica cual personajes de una Odisea blanquinegra que sólo los ajedrecistas podríamos comprender. El Gran Arquitecto del Universo Ajedrecístico, hasta este libro, nunca había tenido mejor Templo erguido para su mayor Gloria y alabanza.
Entre los capiteles de esta catedral nada misteriosa para cualquier Fulcanelli que tuviera a bien visitarla, encontrará una serie de “Mates en dos” que curarán en humildad al peregrino engreído que creyera saberlo todo de la táctica, pues entre sus coloridas simples vidrieras se recorre un laberinto de temas que no aparecen en los textos corrientes que se editan sea sobre táctica o estrategia. Son conocimientos tan sutiles que responden a ningún concepto divulgado que se aprenden con solo hacerlos, como bien sabían los antiguos Maestros cuyo Código no era otro que “El trabajo os hará sabios”.