Por falta de escucharlo no será. Pero yo nunca me he llegado a creer aquello de que se daban noches de desenfreno pastoril con las ovejas. Siempre salía a relucir en aquel momento de la noche en que el coñac, que es como lo llamábamos, superaba al personaje. Y risas y mofas y fanfarronadas restaban a la historia la poca credibilidad que tenía.
Pero cierto es que las ovejas tienen su punto encantador, sugestivo. Por una parte, es lo más parecido a un harén soñado, ya que los machos son sacrificados al poco de nacer. Un estorbo menos… Y no me vengáis con milongas porque si no, no tendríamos leche y quesos con denominación de origen.
Por otra parte, las ovejas son tan bonitas que destacan entre todos los animales. A mí en concreto me apasionan las que en mi casa hemos conocido como ARKASTAS. Son el estado intermedio entre corderas y ovejas: la perfección.
Las corderas, aun las entradas en edad fértil, se apartaban por ser aún muy inocentes para sufrir el ímpetu insaciable del fogoso carnero. En el otro extremo, las ovejas, que ya estaban de vuelta de todo tras haberse pasado por la piedra al semental todos los septiembres que habían querido y uno más, para apuntarse un buen orgasmo anual y para darnos corderitos como beneficio colateral.
Pero en el medio estaban las “arkastas”, las mejores, las doncellas, las puras… Significa ‘oveja joven’ en euskera (ardi + gaztea), esas que estaban en plenitud corporal pero que no habían sido madres aún. Porque no habían catado… Todo en su sitio, ni una lana fuera de lugar. Un vicio…
También eran llamadas “balderas” aunque ahí se englobaban todas las no mamás, jovenzuelas o viejas estériles… pero hace especial referencia a estas últimas. Nada menos que del árabe surge esa palabra y comparte raíz con otras como “baldío”, terreno sin preparar para cultivar, o con expresiones tan nuestras como “de balde” o “en balde” que es lo que hacía el carnero, desfondándose y cuestionándose a sí mismo sin saber que aquellas ovejas nunca iban a ser “la madre del cordero”. Es decir, “la madre que los parió”.
Ya no hay pastores como los de antes, ni Gorbeia es lo que era. Ya sabía yo que nos los iban a joder cuando nos obligaron a llamar “brandy” al “coñac” de toda la vida. Se perdió todo ya… todo menos las “arkastas”, las sugerentes y sexys doncellas con que soñaban cada noche, cada día, los zagales de Gorbeia…