Barrer antes de acostarse

Dentro de la maraña de costumbres tradicionales que se practicaban en el hogar vasco, hay una superstición relacionada a algo tan humilde y cotidiano como es el barrer la cocina. Y llama la atención por ser capaz de atribuirle una función simbólica protectora.

Barrer la cocina, sí, pero no en cualquier momento sino justo antes de acostarse: es ahí cuando la magia del acto adquiría su máximo poder.

Precioso retrato de una familia vasca, obra de Eulalia Abaitua (1853-1943)

Desdichadamente, no creo que exista nadie hoy en día que conozca o practique esa costumbre protectora. Pero sí es común entre la gente mayor —sin ir más lejos mis padre y madre— el recuerdo del acto diario de barrer la cocina como última labor antes de acostarse, quizá como vestigio de aquel curioso ritual.

Es R. Mª Azkue (1864-1951) quien una vez más nos aporta en Euskalerriaren Yakintza sus referencias, que juegan con la ventaja de haber sido escuchadas hace prácticamente un siglo. Pero, incluso así, ya para aquel entonces le contestaban en Arratia que «Nuestros antepasados nos enseñaron a barrer la cocina al ir a la cama. No sé para qué era». No se sabía el porqué.

Más suerte tuvo en su Lekeitio natal en donde le aseguraban los más mayores que «A la noche, al acostarse, si se deja bien barrida la cocina, bailan después en ella los ángeles; en caso contrario, las brujas».

Joven barriendo de Francisco de Goya (1746-1828)

No sabemos qué extrañas creencias —o simples miedos— subyacen bajo esas referencias. O si se debe, sin más, para algo tan pragmático como el evitar la presencia de los roedores. Pero gracias al dicho investigador sabemos que pronto se recurrió a la religiosidad para enmascarar aquellas más supersticiones populares: «La noche del sábado, la Madre Virgen suele venir a la cocina a dar un vistazo» recogió en Barkoxe (Zuberoa).

Pero, a su vez, nuestra intrincada geografía ha posibilitado otras variantes de esas creencias, incluso discordantes entre sí. Por eso hay quien afirma que no puede barrerse la cocina al anochecer, pues eliminaríamos también la buena suerte que, invisible, impregna el hogar. O, de barrerse, dejar apilado lo recogido, sin tirarlo, hasta la mañana siguiente. Pero quedémonos con la primera de las versiones, la de barrer.

Porque cierto es que la escoba se usaba como símbolo de la purificación ya desde la Romanización, bien como tal, —scopa, escoba— bien con ramilletes de ramas de diversas plantas o arbustos, utilizadas para la limpieza ritual doméstica. Por ejemplo, en caso de un funeral. También en el ámbito público, como parte de la pureza ceremonial (La escoba y el barrido ritual en la religión romana, de Santiago Montero Herrero, 2017).

Interior de una cocina de caserío

En realidad no sabemos si tiene que ver con aquello tan lejano o no. Así es que, una vez más, nos asomamos al vacío del tiempo, al del desconocimiento de lo que fuimos. Por eso reflotamos hasta aquí la vieja costumbre, para insuflarle vida de nuevo, con la esperanza que que alguien algún día consiga aportar un rayo de luz.



Santa Ines, bart egin dot amets

Hasta hace un siglo todavía era habitual escuchar conversaciones en el euskera local de Laudio. Es entonces, cuando el sacerdote, etnógrafo y lingüista R. Mª Azkue recogió una expresión con la que se calmaba a la gente, especialmente a los niños, tras haber sufrido una pesadilla.

Decía así: Andra Santa Ines, bart egin dot ame(t)s: ona bada, berorren partez; txarra bada, bat bere ez. (‘Señora Santa Inés, anoche he tenido un sueño: si es bueno, gracias a su merced, si es malo, nada de nada’).

Era la fórmula popular que usaban nuestros laudioarras para depurar aquel cuerpo incomodado mientras dormía, el remedio para calmar a los asustados paisanos que habían pasado el mal trago de una pesadilla. En otras poblaciones frases casi idénticas se repetían tres veces al acostarse, a modo de protección contra los malos sueños.

Azkue da esta jaculatoria más arriba citada como propia de Laudio pero no deja de ser una de las muchas variantes que, añadiendo unas palabras o fragmentos del texto protector, circulaban por toda Euskal Herria. Daños colaterales de la transmisión oral…

LAS PESADILLAS. Los sueños y especialmente los malos, las pesadillas, eran interpretadas por aquel entonces como una intromisión de entes malignos en nuestras conciencias, una especie de ocupación corpórea, siempre aprovechando la falta de atención al dormir y el ambiente nocturno, el hábitat por excelencia de los entes diabólicos y malhechores.

SANTA INÉS. Se da por hecho que el recurso específico a Santa Inés, se debe sin más a lo adecuado de su nombre para rimar con amets ‘sueño’, ya que en otras tantas versiones frases similares se recitaban en alusión a San Andrés. O incluso a la Virgen de Codés en la zona navarra. Pero es Santa Inés la que se impone sobre todas las demás en ese uso popular contra las pesadillas.

Asimismo, lo cierto es que la figura de Santa Inés fue muy venerada en el País Vasco de otras épocas.

INÉS RUIZ DE OTALORA. Lo que es menos conocido es que esa santa es un personaje histórico real, propio de Euskal Herria: se trata de Inés Ruiz de Otalora, una piadosa arrasatearra, de clase social alta, fallecida en Valladolid en 1607 con unos 40 años de edad como han demostrado los estudios realizados por Aranzadi bajo la dirección del conocido antropólogo forense Pako Etxeberria.

Inés Ruiz de Otalora era viuda de Rodrigo de Ocáriz, también mondragonés y grefier —una especie de secretario— de la Casa Real de Felipe II en Valladolid.

Los hijos que habían tenido Inés y Rodrigo fallecieron siendo niños, por lo que no tuvieron herederos.

Sabemos además que el cuerpo de Inés recibió sepultura en el convento de San Francisco de Valladolid pero, sabiendo que su última voluntad había sido la de descansar eternamente en su villa natal de Mondragón, se exhumó el cadáver para proceder a su complejo traslado hasta la villa guipuzcoana. Desde entonces, allí reposa junto a su esposo, en la capilla que la adinerada familia construyó en el interior de la iglesia parroquial de San Juan. La conocen allí como Amandre Santa Ines.

Pero ¿de dónde su santidad? Fue al desenterrarla para el transporte, cuando observaron que su cuerpo se mantenía incorrupto, momificado, algo que se interpretó como milagroso. Pronto el rumor se extendió como la pólvora y su leyenda de santidad fue creciendo, más cuanto más alejados en el espacio y el tiempo.

Imagen del cuerpo momificado de Inés Ruiz de Otalora, Santa Inés, foto del Diario Vasco de 09 11 2018, con motivo de unas visitas guiadas. El cuerpo, no visitable, se encuentra en una capilla familiar situada en el lado de la epístola de la parroquia de San Juan de Arrasate (Gipuzkoa)

CUERPO INCORRUPTO. En la mentalidad de aquella época, un cuerpo incorrupto se interpretaba como un designio celestial que, por la razón que fuese, había decidido que aquel cuerpo debía permanecer y eternizarse en la Tierra a pesar de estar su alma en el Cielo de los justos. Porque aquel resto humano había sido elegido para repartir bondad entre los humanos, para hacer de interlocutor entre la tierra y el cielo, para ser el transmisor directo del mensaje del dios cristiano.

Son las reliquias de los santos, aquellos elementos especialmente codiciados a partir de la Edad Media porque hacían «portátil» la intercesión milagrosa de Dios allí donde lo necesitásemos. Y, no lo olvidemos, porque generaban grandes riquezas a las iglesias que las custodiaban.

En el caso de Inés, suponemos que el haberse tratado de un personaje distinguido, acaudalado y especialmente bien relaccionado con la Iglesia —también en lo económico—, habría tenido mucho que ver con la leyenda de su supuesta santidad.

CORONAVIRUS. En cualquier caso, y aunque no crea en esas historias he de reconocer que, en estos días, me gustaría vivir en el Laudio de un siglo atrás para poder interpelar a Santa Inés y que nos sacase ella de esta dura pesadilla que nos ha tocado vivir. Andra Santa Ines, bart egin dot ame(t)s…

NOTAS: son casi ilimitadas las variantes de la frase para tratar las pesadillas de un modo sobrenatural a través de nuestra geografía. Probablemente la mejor recopilación sea la de «Sueños y pesadillas en el devocionario popular vasco» del sacerdote José Mª Satrústegi y publicada en Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra, nº 47 (1969). También es bastante completa la recopilación de Resurrección María Azkue en Euskalerriaren Yakintza, tomo I, en el apartado dedicado al mundo de los sueños, capítulo sexto de la obra.

2 de febrero: más que bendecir velas

Acabo de regresar de bendecir unas velas porque hoy, 2 de febrero, es su día: Día de Candelas o Candelaria. Y no unas velas cualquiera sino unas expresamente compradas para la ocasión en la cerería Donezar de Iruñea, el último establecimiento artesanal que se dedica a aquella labor gremial que conoció mayores glorias que hoy. Porque en días especiales como hoy todo capricho parece poco.

Las velas bendecidas en esta fecha tan señalada adquirían un poder mágico, sobrenatural y se usaban –junto al agua bendita– como desesperado último auxilio frente a aquellas situaciones que superaban lo humanamente alcanzable y que, por ello, necesitaban de la intercesión divina.

Velas artesanas de Donezar, en plena actuación milagrosa contra la tormenta de viento y granizo que hemos vivido en el mismo día de ser bendecidas

Encender una vela que se había bendecido un 2 de febrero era la mejor de las soluciones para hacer que una tormenta se aplacase, para que no descargasen su temible fuerza los rayos, para retornar al cauce habitual un desbordado río o aminorar la fuerza del mar que amenazaba a los marineros, para ayudar a los moribundos agonizantes a poner fin a su existencia corporal, para orientar a las almas de nuestros difuntos a la hora de regresar a casa en fechas como Todos los Santos o Navidad u otras que andaban penando, errantes en cruces y rincones, por no haber cumplido una promesa en vida o cualesquiera otra razón. Igual que para ahuyentar brujas y otros seres maléficos cuando crujía el caserío, temblaban las tejas o se mostraba especialmente inquieto el ganado. Porque las velas y la cera en sí estaban consideradas como el más apropiado vínculo material para enlazar lo humano con lo divino, lo terrenal con lo celestial.

Bendición de las velas en la parroquia de San Pedro de Lamuza, Laudio, con José Mª García

RITOS PREVIOS. Pero en el fondo, como siempre suele suceder con nuestros ritos y creencias, bajo esta fiesta cristiana –que por otra parte conmemora la presentación de Jesús en el templo tras cumplir los 40 preceptivos días de purificación tras el parto– subyacen otros símbolos de creencias más arcaicas, ancestrales si se quiere, previas a la cristianización y que nos transportan a lo más intenso, puro y esencial de nuestra cultura y existencia. Vamos a repasarlas aunque sea someramente.

Realmente las velas que algunos madrugadores hemos bendecido hoy representan la victoria de la luz frente a las tinieblas, de lo humano frente a lo no humano y mitológico, de la primavera frente al invierno, del bien frente al mal o, por simplificarlo, de la vida frente a la muerte.

No es casualidad que el 2 de febrero coincida en una concatenación de días rebosantes de rituales con los que buscamos una vida mejor o la misma la supervivencia: Candelaria,  San Blas, Santa Águeda, carnavales rurales, basaratuste (ofrendas al bosque)… Sin duda estamos en el epicentro del calendario de nuestra simbología tradicional, en ese punto de inflexión en el que hay que dar paso a la vida frente al mal y la oscuridad, la fiesta que marca el centro el invierno.

También subyacen bajo esta fecha los cultos previos que se rendía en diferentes épocas de la historia de la Humanidad, a las divinidades Demeter griega y su posterior Ceres romana, con sus precedentes y más lejanas Isis egipcia o Astarté fenicia. Todas ellas, concatenadas en la historia, celebran el despertar de la naturaleza tras el letargo invernal por medio de esas diosas, siempre femeninas, que son guía de la agricultura, alimento de la tierra joven y fértil y artífices de que se repita con éxito cada cada año ese ciclo vivificador entre la muerte y la vida.

EL OSO. En toda Europa existe la creencia popular de que el día de hoy es la fecha en la que el oso abandona su hibernación para salir de la madriguera (la marmota en las Américas).

Nuestros antepasados, sin duda, lo percibirían como la reaparición del mal, no solo por los daños que como alimaña les causaba, sino porque surgía de las cavernas, de las entrañas de la tierra, de la oscuridad en donde reina el mal y los seres mitológicos no humanos. Hay por ello quien apunta que quizá muchos de nuestros gentiles o basajaun avistados en los bosques serían en realidad osos, interpretados por aquellos atemorizados personajes que les tocó vivir tan duras condiciones.

Tampoco es casualidad que la misma doctrina cristiana ubicase el infierno, el diablo… en un idealizado interior de la tierra, readecuando para su beneficio las antiguas creencias previas. El mal, por ello, reaparecía estos días desde los avernos de nuestro mundo.

Apresamiento del oso en carnaval rural de Ituren, carnaval 2019

CARNAVALES. De ahí que las representaciones populares de los carnavales rurales, los de verdad, culminen en muchas ocasiones con el apresamiento y muerte del oso, tras una purificación del entorno con el sagrado sonido de los grandes cencerros: Vijanera, joaldunak de Ituren y Zubieta, Markina… Simbolizan así la victoria del bien sobre el mal, de lo humano y divino sobre lo diabólico… de la vida sobre la muerte. Así es que disfrutad de esta fecha que nos transporta mucho más allá de la bendición de unas simples velas: es el fin del invierno y a partir de estas fechas renace una vez más la naturaleza que nos mece en nuestra existencia. No es pequeño motivo para una celebración

Kanpaia min dagoenean

Bizien eta hildakoen arteko mugaketa zorrotza kontzepzio modernoa da gure artean, duela gutxira arte, ez zirelako mundu bi horiek zerbait estankoa, erabat irekiak eta elkarrekiko iragazkorrak baizik.

Gai horretaz jardun behar nuen joan den zapatuan, Orozkoko Olarte auzuneko eliza zoragarriaren elizpean, halaxe egitea enkargatu zidatelako betako museoan. Gau ilunean eta argizari baten laguntza bakarraz… Baina ez zen asmoa erabat bete, ilargia ere harro azaldu zitzaigulako bertan geunden guztioi, inoiz baino distiratsuago, akaso zakar zebilen hego haizeari protagonismoa kendu nahian. Baina argizariko argiak, duin bete zuen bere eginbeharra, uneoro sugarra kulunka ibili bazen ere. Ezin zitekeen giro aproposagorik asma, heriotzari buruz eta euskaldunok haren inguruan eraiki genuen unibertso sinbolikoari buruz aritzeko.

Han botatako kontu guztien artetik, bat bereziki dut gogoko, gure etxean gertutik bizi izan dugulako: herioak bizidunak bere mundu ilunera eraman aurretik, helarazten dizkigun zantzuak, helduko denaren abisu modukoak.

Horretarako, soberan nekiena beste behin entzutera hurbildu nintzen gurasoen etxera, denborak iraganik eta etorkizunik gabekoa dirudien sutondo hartara. Barikua zen, diru-gose ustelak «ostiral beltza» izendatutakoa. Eta hantxe zeuden gurasoak, elkarri begira, tarteka sua hauspotzen, denbora eta bizia bera igarotzen uzten. Haritik tiraka, gogoz hasi ziren bilatzen nuena kontatzen.

Txakurraren gaueko ulua, heriotzaren iragarlea da

 

TXAKURREN ULUA. Txakurren bat uluka ari bazen gauean, berehala hilko zen auzuneko pertsona bat. Amak berretsi zidan esanez seinale hori hutsezinezkoa zela: hala jazoko zen, nahitaez. Antza, txakurrek usaimena sano garatua dute eta herioaren presentzia usnatzeko gauza dira. Badakigu, bestetik, herioa gauez dabilela, iluna delako bere mundua. Etxe-abereak ere artega zeuden ukuiluan, berehalako ezbeharraren seinale ziren une berezi horietan.

Txepetxa, etxe inguruetan dabilen zoritxarreko txoria da, herioa erakartzen duelako

 

TXEPETXA. Zoritxarrekoa zen ere txepetxa txoria —gure inguruan epetxa deitua: chochín gaztelaniaz eta troglodytes troglodytes izendapen zientifikoan— eta, ikusiz gero, ahalik eta azkarren tragatu behar zen. Edota bere habia suntsitu. Ha etxe inguruan ibilita, norbait hilko baitzen.

HONTZ ZURIA. Eta zer esan hontz zuriaz, bere aiene beldurgarriak entzuten zirenean etxeko leihoan… gizakion argiak dituztelako gogoko eta bentanetara hurbiltzen direlako ahal duten guztietan, beste aldekoak diruditen garrasiak botatzera.

OILARRA. Bestalde, ezagun dute ez zela auzokoontzat zantzu lasaigarria oilarrak «ordu txarrean» kukurruka entzutea, hau da, ilundu berritan edo, behintzat, ez espero zitekeen egunsentian.

Badirudi nire gurasoek dakizkiten heriotzaren zantzuen zerrenda animalietara mugatzen dela. Eta seguru asko aurretik izan ziren beste batzuk ahaztuak dituzte betiko. Horien artetik aipatzekoak dira hitzaldia eman nuen Orozkoko Olarte auzunean Jose Miguel Barandiaranek berak jaso zituena 1923. urtean, garai hartarako oso zaharra zen Pedro Mª Sautua auzokoaren ahotik.

Aurretik aipatu ditudan nire etxeko sinesmenez gain, hauek jaso zituen Ataungo apaizak, elizako kanpai-hotsei lotuak.

KANPAI-HOTSA MEZAN. Haietako bat da mezako kontsagrazioaren unean kanpaiek jotzen baldin badute: «…es señal de muerte próxima si el alzar de la hostia o del cáliz coincide con el toque de la hora del reloj de la misma iglesia«.

KANPAI MINA. Bestalde, eta niri gehien gustatzen zaidana, herioaren bisitaren zantzua zen kanpai-hotsa normala baino gehiago luzatzen zenean, oihartzun moduko batez. Horri, kanpaia min egotea esaten zaio bertan. Min, triste, goibel, etsituta, penaturik… omen du soinua, antzematen delako bere seme-alabetako bat iluntasuna nagusi den bizilekura bidali behar izanagatik.

«Cuando, después del toque de las campanas, se oye resonancia prolongada (kanpaia min dagonian=cuando la campana está dolorida), es señal de que alguno de la vecindad morirá pronto». Kanpaia min dagoenean… zein esapide eder, zein humanoa, zein goxo… Sano ederra, beste barik.

Olarte (Orozko) auzuneko eliza. Bertan jaso zuen ohitura hau J. M. Barandiaranek 1923. urtean. Atzean, Itzina (Gorbeia), Mari jainkosaren bizilekua. Argazkia: Indalezio Ojanguren, 1952

 

Gaur astelehena da. Eta lehengo zapatuko hego-haizea, euri eta hotz bihurtu zaigu gaur. Beti delako horrela. Hego haizeak, ezinbestez dakarrelako euria atzetik. Bata bestearen hutsezinezko antzua delako. Gorago aipatutako heriotzari buruzko gure uste tradizional horiek bezalaxe…

Letra hauek argitaratu eta gurasoenera joango naiz berriz, argia lehenbiziz ikusi nuen etxera. Eta esango diet zein esker onekoak diren kontatzen dizkidaten bizipen horiek guztiak. Eta zenbat maite eta behar ditudan. Trukean neu arduratuko naiz, basorantz uxatuz, etxe inguruan epetxik ibili ez dadin. Nirekin batera luzaroan nahi ditudalako ama eta aita, aita eta ama.

Eta kanpaiak… ez min ez alai: gure etxean ez dira entzuten. Guztion onerako…

 

 

Cuando baila el sol

Es creencia popular que el sol, rebosante de alegría por ser su festividad, aparece bailando en la madrugada del día de San Juan. Un sol femenino, como corresponde a la cultura vasca, y que se empodera(ba) hoy más que nunca sobre el mundo de lo maligno, siempre acechante desde la noche y oscuridad. Por eso hoy es la fecha con docenas de rituales ofrecidos al sol, porque hoy vence el bien sobre el mal, la luz sobre las tinieblas, el firmamento divino sobre los avernos demoníacos… Y en esas estamos.

Posiblemente se trate de una costumbre cuyo origen se remonte a la prehistoria y a las celebraciones relacionadas con el solsticio de verano. Y sería de tal arraigo que consiguió sobrevivir al raseo de la cristianización, a pesar de haber usado para su suplantación su artillería más pesada, nada menos que san Juan Bautista, el antecesor de Jesucristo, no con ciertas coincidencias con lo que hasta aquí nos ha traído: es él precursor que purifica el alma y el cuerpo con el agua del bautismo. Lo mismo que se hacía —y hace— con el sol, fuego, agua, rocío, plantas… del día de San Juan.

 

Eguzkia dantzan, pozik San Joan eguna bere eguna delako

A GORBEIA
Una de dichas costumbres, ya olvidada, era la de ascender a la cumbre de Gorbeia (1.481 m), punto culminante de los territorios vascos de Bizkaia y Araba, para admirar cuán grande era ese día el amanecer. Es sobrecogedora e inequívoca la descripción que da Pascual Madoz al hacer su Diccionario Geográfico que elaboró entre los años 1845 y 1850, con las respuestas a sus preguntas, remitidas desde todos los pueblos. Dice así en la entrada «Gorbea»: «Principalmente el día de San Juan Bautista suele ser extraordinaria la concurrencia que para los primeros albores del día se halla ya en la cima, esperando la magnífica salida del sol».

He escuchado a algunos pastores mayores el recuerdo del baile que luego hacían en el entorno de Igiriñao —majada previa a las grandes rampas que nos llevan a la cumbre— aquellos que descendían de la cumbre junto a los más remolones que habían optado por quedarse allí, con peores vistas del amanecer.

Casualmente también el poeta y músico laudioarra Ruperto Urquijo (1875-1970), que tan bien describe escenas de los primeros años del siglo XX en sus canciones, es quien nos habla de aquella cándida romería en las alturas, aprovechando las excursiones en sus estancias veraniegas en el balneario de Areatza:

«Pañuelo al cuello, faja de seda, pantalón blanco limpio y plancha[d]o. Hala Ana Mari, a cuándo esperas, los txistularis ya han empezado, en todo el valle los txistus suenan, toda la gente va hacia Iturriotz. Van a la fuente, van de verbena, aúpa Ana Mari vamos los dos.
Vamos todos hoy de madrugada a la fuente clara, cantando a un compás, allí haremos chocolatada, cantando canciones de amor y paz.
Vamos todos a la bella fuente donde los pastores apagan su sed. Vamos todos como fueron siempre, vamos a la fuente porque San Juan es.
Levanta Ana Mari no tengas galbana que ya apunta el alba y las cuatro son. Levanta Ana Mari que en esta mañana es lo más grandioso ver salir el sol».

La fuente a la que hace referencia esta extraordinaria descripción es la de Igiriñao, la última en el ascenso hacia la cumbre, cercana al lugar del baile, y que se conoce como Iturriotz o incluso Lekuotz, porque —insisten todos los pastores más mayores— es su agua tan fría que a mucha gente le ha dado un pasmo al beberla. Por ello hay que extremar las precauciones…

También es reseñable la referencia de Juan Manuel Etxebarria Aiesta en su obra Gorbeia inguruko etno-ipuin eta esaundak-II (2016) relatando una vivencia [usando la traducción que ofrece el autor] de uno de sus entrevistados: «Ahora él va siempre que puede a la cruz del Gorbeia a dormir bajo la cruz en la víspera de San Juan. En la mañana de San Juan, se levanta, pisa descalzo el rocío matutino, observa la salida del sol, saca unas fotos y desciende. Dice que desde la cruz del Gorbeia aparece el sol por encima del Anboto, un poco hacia el Oiz, justo por encima del llamado “el paso del diablo”, el famoso paso peligroso del Anboto».

 

Anboto eta munduko mendiak, eguzki berria besarkatzen

EL BAILE DEL SOL
Los más dados a la ciencia opinan que, en efecto, sí se producen unas refracciones en los rayos solares que aparentan cierto movimiento del astro. Por tanto no va del todo descaminada esa creencia extendida por toda Europa y es que, una vez más, tampoco la idea del baile del sol es exclusiva nuestra.

 

Ardiak, bazkan pozarren, egun berria heldu delako

Especial arraigo goza, aún hoy en día, en las zonas rurales de Galicia: «No día de San Xoán, baila o sol pola mañán» dice su celebrado refrán. Allí lucharon inútilmente durante décadas contra esta creencia un gran número de ilustrados y eruditos. Con poco éxito…

Es llamativa la desesperada reflexión del fraile predicador Benito Jerónimo Feijoo que, en 1740, la tildó de creencia ridícula: «Lo que baila el sol esos días, es lo que baila todos los demás del año en las mañanas claras y serenas; y es que al salir se representan sus rayos como en movimiento, o como jugando unos con otros, y esto quiso el vulgo que fuese bailar el sol».

DESDE GORBEIA
Al publicarse estas notas estoy en la cumbre de Gorbeia, pasando la noche previa a San Juan en su cumbre, para ver desde este púlpito el grandioso amanecer sobre el macizo de Anboto. Hay algún que otro nostálgico más que aún mantiene la tradición…

Porque a las costumbres, creencias y tradiciones, es decir, a lo que en esencia somos, hay que velarlas en dura vigilia para poder sentirlas, interiorizarlas y fundirnos con ellas, del mismo modo que los caballeros habían de hacer con sus armas antes del nombramiento o el cetrero con su nuevo halcón.

Y aquí estoy, locamente enamorado, esperando que la simpar doncella Eguzki me haga perder el sentido al concederme uno de sus milenarios bailes…

 

Txantxangorriak eta gure zoriontasuna

Según las creencias populares vascas es a partir de hoy, 11 de noviembre, San Martín, cuando comienzan a dejarse ver y cantar como nunca los petirrojos. Son asimismo son portadores de la buena suerte y la abundancia. Era tan arraigada la devoción pagana que les rendíamos que hasta la Iglesia tuvo que generar unas serie de relatos legendarios para hacerlo suyo e integrarlo disimulado dentro de su credo. Tampoco ningún otro animal ha sido usado como símbolo «de lo nuestro» por los vascos como el petirrojo. Algo hay…

Euskal lexikoari erreparatuta, badirudi behialako euskaldunentzat urtaro bi baino ez zeudela: uda eta negua. Uda, naturak bizipoza nabarmentzen zuen tartea zen, luzea, argiari lotua eta bere iraupen luzeagatik, barne-zatiketa bat onartzen zuena: hastapenari «udaberria» esaten zitzaion eta amaierari «udagoiena» edo «udazkena».

Bestalde, negua genuen urtaro laburrena, iluna, bizitzarik gabekoa, «beste parteko» izaki maltzurren indarraldia, heriotzaren erresuma. Negu hura, zantzu guztien arabera, oraingo egunotan hasten zen, urri-azaro bitarte honetan: San Simon eta San Juda egunean herri-tradizioaren arabera, arimen gaua (Halloween), gaztainen jaiak, gaurko San Martin… dena da bat, dena dago loturik.

Baina, aldi berean, heriotza nagusi zuten garai hartan, euskaldunon biziraupenerako esperantza guztiak biltzen zituzten haziak ereiten ziren. Harrezkero, patua aldeko izatea besterik ez zen behar: ezinbestez, «azaro, azaro, erein eta itxaro» dio herri-esaera zaharrak, etsia hartuta.

Une horretantxe, zortea gurekin edonola aliatu behar genuenean, augurio oneko adierazleak agertzen ziren… los pájaros de buen agüero, «zori onak», zoriona… Gure alde eduki behar genituen, zaindu, poztu, haiek zekartelako guk behar genuen esperantza.

Eta txori horien artetik esanguratsuena txindorra da, gure txantxangorria, euskaldunok horrenbeste miretsi izan dugun txoritxoa, nekatu arte «geurearen» ikurtzat erabili izan duguna. Azkena, Euskararen txantxangorria mega kanpaina instituzionala.

Zer dela eta hain guretar eta barneraturik sentitzea? Ba, gure arbaso urrun haien ikuspegitik «zeruak» –ezezagunak, gizakiaz gaindiko ahalmenek– bidaltzen zizkielako txindorrak. Gaur egun badugu azalpen zientifikoa: behin neguko hotzak iritsita txori horiek migratzen dute Ipar Europatik gure latitudeko lurretara. Orduan, bat egiten dute hemen bizi direnekin eta kanpotik datozenek.

Eta euren txorrotxio ederrak inoiz baino gehiago hasiko gara entzuten oraingo egunotan. Ornitologoek ondo dakite norberaren lurraldea babesteko jartzen direla kantari, lur espazio horrek jabea duela adierazteko bestelako txindor arrotzei. Baina lehengo gizakiek interpretatzen zuten zortea zekartela eta harekin batera bizia gozagarriagoa bihurtzeko egiten zizuztela abesti paregabe haiek.

Nire eskualdean, «matxin» edo «matxintxu» esaten zaie txindorrei. Baita erdaraz ere: «anda un matxintxu sin parar de cantar». Ez diegu sekula ere «petirrojo» edo antzekorik entzungo baserritarrei. Dakigunez, matxin «Martin» pertsona-izenaren euskal hipokoristikoa da, lagunartean edo familian erabiltzeko aldakia.

Baliteke bestalde «matxin» izendapen horrek zerikusi zuzena izatea San Martin egunarekin, azaroak 11, tradizioz, egun horren inguruan hasten direlako gure artean ugaltzen (Ipar Europatik datozelako txoriok) eta suharki kantatzen. Beste aukera etimologiko bat da, aspaldiko burdinolekin lotzea, olagizonek «matxin» goitizena ei zutelako. Euren txioek antza handia dute langile haien mailukaden soinuarekin. Arrazoi beragatik, txan-txan-txan egiten dutelako, hartuko zuten «txantxangorri» izena. Bizkaian erabiltzen den «txindor» hitzak, aldiz, bular gorriarekin du zerikusia «begitxindor», «txondor» eta antzekoen antzaz. Eta oraindik ere badira bestelako izenak: papargorri, labe-txori…

Txori hau ondasun- eta oparotasun-eramaile moduan hartzea zaharra izango da Euskal Herriko kulturan, oso. Gerora kristautasunak bereganatu –desjabetu– zuen eta herri-sinesmenak bere estetikara egokitu zituen. Nire etxean, esate baterako, beti kontatu izan digute txepetxak kaka egin zuela Jesukristoren gurutzean –txepetxa txori mota bat da, zoritxarraren adierazlea–  eta txantxangorriak garbitu, bere kidearekin haserre jarri eta guzti. Geroztik bata madarikatua bizi da gauza txarrak bereganatzen eta, bestea, gure txindorra, bedeinkatua, eta ondasuna ekartzen digu gizakioi. Zeresanik ez, ez da horrelakorik aipatzen Biblian, nire amak behin eta berriz –hari lehenagokoek egin zioten moduan– ziurtatuko didan arren.

Beste noizbait entzun izan dut, Jesusi buru-koroako arantzak kendu zizkiola mokoka edota bere bularraren kolorea Jesusen odolak eman ziola, hilzorian zela gurutzean, tanta bat erori zitzaiola, han, bere ondoan, kanturik goxoenez mina arindu nahi zionean. Geroztik bedeinkatuena da txantxangorria txori guztien artetik.

Jesusen odolaren tantaren uste hori berori ere, ezaguna da oso Ingalaterrako folklorean. Han baserritarrek gogotsu zaintzen dituzte gure txindorrak eta oso ohikoa da haientzako janaria jartzea lorategi eta baratzetan. Ipar Europan, bestetik, uste izaten zen ume hildakoen gorpuak estaltzen zituztela papargorriek, hoztu ez zitezen, behin beste mundura joanda. Bestetik, Europako beste herri batzuen sinesmenen arabera, purgatorioan zeuden arimak salbatzera joan ohi zen gure txoritxoa. Eta behin bularra erre zuen infernuko sugarrez: geroztik du gorri-gorria, gizaki hilkorroi gogorarazteko zenbateraino arriskatu zuen gugatik, arimak gaitzetik libratzeko.

Ez da kasualitatea, bestalde, txiroen alde borrokatu zuen iheslari legendarioak «Robin Hood» izena hartzea, ‘basoko txantxangorria’ hain zuzen ere.

Azkenik, txindorra Gabonen ikurra da hainbat herrialdetan berarengan bat egiten dutelako oparotasun nahiak eta neguak, hots, Gabonen jatorria.

Egin diezaiegun bada ongietorri aparta aste honetatik aurrera zoriontasuna ekartzera iritsiko zaizkigun txindorrei, sekula ere ahaztu barik zer suposatu izan duten gure kulturan. Matxintxuk txan-txan-txan… zoriontsu egin gaitzan.

 

 

Animaliak gure herri sinesmenetan

Txantxangorria bis

Ez naiz baserritarra, nire gurasoak izan ziren bezala…
Halarik ere, haiengandik jaso dut mundua interpretatzeko duten modu berezia. Euren testigantzak ez dira, gainera, ozeano batean galduta dauden uharteak, iraganeko euskal kulturaren kontinenteko lur atal batzuk baizik. Ikus ditzagun, bada, gurasoei entzunak dizkiedan animaliekiko sinesmenak.

Duela gutxi arte, oso arruntak izan dira gure artean, animaliei lotutako herri-iritziak, belaunaldiz belaunaldi eta susmopean jarri barik transmititu direnak.

Beste garai batzuetan dogma ukiezinak baziren ere, sistema produktiboen aldaketekin eta naturatik urruntzearekin, gure begirada ezinduen aurrean ari dira desagertzen. Gaur egun, baserri-eremuan hazi ziren pertsona nagusiengana daude mugatuta  horrelako ohiturak. Belaunaldi horri dagokionez, bera izango da sinesmen horiek ezagutu eta ondo barneratuak izango dituen azken belaunaldia. Nik ezagutuko ditut, bai, baina hilik. Ez, nire gurasoek bezala, barrunbean gordeak, babestuak, azken ordua noiz helduko zain.

Oraindik ez gara gauza susmatzeko norainoko irismena eta sakontasuna duen desagertzen ari den ondare horrek. Baina, ziurrenik, oso aspalditik datozkigun forma fosilduak dira eta harremana izango dute superstizioekin, edo, zergatik ez, gure eremu geografikoko kristautasunaren aurreko erlijioekin. Hel diezaiogun ba…

TXEPETXAK. Gaur egun ere, pertsona batzuentzat ez dago ezer asaldagarriagorik epetx batekin topo egitea baino, edo berau etxe inguruan ikustea baino: zorte txarra eta zorigaitza saihestezinak izango dira hortik aurrera. Epetxa deitzen diote laudioarrek (Laudiokoak dira nire guraso biak) gure hegaztietan txikiena denari, hau da, euskara batuko txepetxa (gaztelaniaz, chochín). Hura ikusten duen baserritarrak ez du zalantzarik izango: hil edo habiak suntsituko dizkio.

Txepetx

TXANTXANGORRIAK. Kontrako puntuan matxin ederra dago, txindorra gure zonaldean, txantxangorria batueraz. Matxin, Martin, euskaraz gure burdinoletan lan egiten zuten ofizialei deitzeko erabiltzen zen goitizen orokorra da.
Ziurrenik, izen hori jarri zioten bere kantuak burdina gori-goriaren gainean emandako mailu kolpeen erritmoarekin duen antzekotasun handiagatik, txantxangorri ere txan-txan-txan onomatopeiaren erresonantziarekin lotu den bezala. Matxin edo matxintxu zorte onaren eramailea zen, etxerako zantzu onena. Den-dena gutxi izaten zen hura gertu edukitzen saiatzeko.

Horren tratu ezberdinari gutxieneko logikarekin heltzeko, gure nagusiek behin eta berriz azaltzen duten bitxikeria batera jotzen da: Jesukristo hiltzear zegoela, epetx batek gurutzearen gainean egin zuen gorotza. Irainarekin eskandalizatuta, azkar azaldu zen matxintxu bat mokoaz zikinkeria jasotzera. Edota papareko kolore gorria hartu zuela Jesusen odoletik, laguntzera joan zitzaionean. Handik aurrera, epetxa eta matxintxu guztien zortea markatuta geratu zen betiko. Nahiz eta ebanjelioetan jasotakoarekin ez duen inolako zerikusirik…

petirrojo

BEHIAK, MANDOAK eta ASTOAK. “Neurri bereko” justifikazioa osatu zen behiarekin. Kortako abere preziatua zen behia; izan ere, ia sakratua zen zama animaliekin alderatuta, horiek gutxietsi egiten baitziren. Diotenez, Jesus haurra Betleemeko portalean jaio berritan, mando berekoiak jaio berriaren lastoa jan zuen, eta apenas utzi zion sehaskarik haurrari. Idiak, bitartean, bidegabekeria hura bere hatsarekin berotuz konpentsatu zuen. Egun hartatik aurrera, mandoak kumerik izateko ahalmenik gabe geratu ziren. Eta, antzekotasunagatik, astoei ere egokitu zitzaien zorte hura: gobernatu orduko, kortako azkenak eta okerrena.

Astoa

KURRILOAK eta ZIKOINAK. Hegaztien alorrera itzuliz, kurriloen multzo migratzaileak gure herrian helburu, jomuga edo zorte seinaletzat interpretatzen ziren. Barealdi meteorologikoa iragartzen zuten, edo, haien hegaldiaren norabideari begiratuz, ekaitza: “Kurriloak haitzerantz [Urduña ingurukoa: Gorobel / Sálvada] doazenean, hartu gurdia eta batu egurra”, eguraldiak okerrera egingo duela adierazten baitu; kontrara, “kurriloak itsasora badoaz, hartu goldea eta zoaz goldatzera”: «Cuando las grullas van a la peña [«Peña de Orduña»: Gorobel / Sálvada] coge el caro y vete a por leña; cuando las grullas van para el mar, coge el carro y ponte a arar«. Hegoalderantz edo iparralderantz. Horretan pixka bat gehiago sakonduz, gogoraraz dezagun euskaraz zori hitza (zoriontasuna, zortea, patua), txori hitzetik datorrela. Hau da, zoriona (zoriontasuna, zorte ona) edo zoritxarra (desgrazia, zorte txarra), hitzez hitz, txori on eta txarra direla. Oroit gaitezen, horrez gain, ontasunarekin zerikusia duten ezaugarriak dituztela kukuak eta zikoinak.

SONY DSC

ELAIAK. Begirune handiz ere hartzen ziren elaiak (enarak) udaberrian zetozenean. Jaungoikoak edo santuek edo zeruek gizakioi bidalitako txoria zelako, erdi sakratua, oztopatu behar ez zena nahiz eta etxearen barruan habia egin. Hortik etorriko zaio agian, aldameneko Orozko herrian ematen zaien goitizena: elextxori, ‘eleiza-txoria’.

Elaiak

HONTZURIAK. Aitzitik, beldur latza sortzen zuen beste hegazti: hontzuria. Haren gaueko karrankari oihuek baten-baten heriotza goraipatzen baitzuen. Horrek txakurren baten uluekin bat egiten bazuen, huts egiterik gabeko seinalea zen: heriotza hor zegoen.

Hontxuria

OILOAK. Etxeko abereetara itzulita beste behin ere, bitxia da oiloen kasua, idealtzat jotzen baitzen hamabost txita-arrautza errutea. Gehiago edo gutxiago izan zitezkeen, baina beti kopuru ideal hori bilatzen zen, txita multzoa arazorik gabe jaio eta biziko zelakoan.

Oiloa

KATUAK. Katuak, bestalde, bestelako tratua izan du baserrian, haren izaera libre eta basatiagatik. Haatik, horietako bat etxera ekartzean zaku baten barruan sartzen zen, eta suaren gainean hiru buelta ematen zitzaizkion, laratzuaren inguruan (laratza euskara batuan, llar gaztelaniaz). Erritu hori beteta, etxe berrira fidelki batua geratzen zen.

Katua

TXERRIAK. Etxeko txerriari edo txarriari buruzko usteak, berriz, haren hilketaz izaten dira beti, tokian tokiko jai errituala eta beste animaliekin izaten ez dena. Zeregin hori asteartez ez egiten saiatzen ziren batzuk, eta ostiralak saihesten zituzten beste batzuek, haragia galtzeko arriskuagatik. Arrazoi beragatik, ezin zen hilerokoa zuen emakumerik gertu egon. Era berean, ilbeheran egitea lehenesten zen beti, “haragiak urik gal ez zezan”.

txerri-141492726361E10FF59

OGIGAZTAIA. Animalia basatien eremuan, deigarria da erbinudeari (ogigaztaia) zitzaion ikara, zorte txarraren eramailea izateagatik bera ere. Kortetara erraztasun handiarekin sartzen zen, eta zenbatezinak diren ezbeharrak sortzen zituen. Baina hain zen piztia azkarra eta maltzurra, ezen eta ezin baitzitzaion zuzenean eraso, beranduago mendeku handiagoa hartuko baitzuen bordako abererik onena hilda edo haien errapeak urratuta. Horregatik, modu onean izutu beharra zegoen. Normalean goma errez izutzen zituzten —hau da, abarkak edo bestelako oinetako zaharrak erreta—; horren usaina hain da desatsegina, urrunarazi egiten baitzituen, gizakien intentzio txarra sumatu ere egin gabe, eta horrela saihesten zuten haren mendeku bihozgabea.

Erbinudea

SUGEAK. Sugeek ere muturreko izua sortzen zuten. Arrazoi zientifiko gabe esaten da esnezaleak zirela. Kortan behin sartzen zela uste zuten, denak lo zeudenean —horregatik ez du inork ikusia—, eta animalien errapeetatik edaten zuten; bereziki, behienetatik. Horrela geratzen zen azaldua etxe-abereen edozein arazo, infekzio edo bestelako: beti sugeren bati leporatzen zitzaien. Gure herritik kanpo, lo zeuden emakumeen esnea xurrupatu duelako kasuak ere sinetsi izan dira. Ezin zen lo geratu mendian, sugeak ahotik sar zitezkeen eta. Zorigaiztoko kasu horietan alboz etzan behar zen, ahoa irekita, plater bete esneren aurrean. Hala, ezin eutsizko usainak liluratuta, sugea gorputzetik aterako zen azkenean.

Era berean, esaten dute kortetan zegoen sats multzoen epeletan babestu eta ugaltzeko ohitura zutela. Horrelakoetan ere, esnez betetako platerak jarriz botatzen zituzten etxeetatik.

Sugea

LUPUA. Amaitzeko, lupua dugu, ezezagun handi hori. Arrabioa oso pozoitsutzat jotzen zen, nahiz eta benetan apenas duen pozoirik. Baina gure kultura lokalean, gaizkiaren idealizazioa eta sintesia zen, beti ihes egin behar zen horrena. Nire haurtzaroan, lupuaren beldurrak probokatutako ezbeharren istorioak entzun nituen, mugagabeak eta zabalduak. Denborarekin jakin izan dut guk generabilen lupo hitza mendebaldeko euskararen lupua dela, batuerako arrabioari esateko erabiltzen dena. Baina bitxia bada ere, lupu hitza harago doa eta madarikazioa, pozoia oro har eta eskorpioia bera ere irudikatzen zituen; Horregatik gure arbasoentzat txarraren idealizazioa zen, arriskua…

Lupua

GU GEU. Ez dago askoz gehiagorik kontatzeko animaliei buruzko sinesmenez. Baina bai inori interesatzen ez zaizkion “atso-agureen kontakizun” hauei buruzko gogoeta bat. Gaur egungo Euskal Herrian, ez zaizkie jada umeei kontatzen lupuen historiak; ez da ahalegin txikiena ere egiten matxintxu deitzen jarraitzeko txantxangorri maiteari. Gure huts handia da. Gaizki ulertutako euskalduntasunaren izenean, gure eskolak eta jaiak betetzen ditugu arraro eta urrun zaizkigun hitz, ohitura eta pertsonaiekin. Era berean uko egiten diogu geurea denari, eta, horrela, hiltzera kondenatzen dugu, gure axolagabekeriaz, belaunaldiz belaunaldi laudioarrok metatu izan dugun ondare kulturala. Logika izpirik gabe, mendeetan zorigabeko epetx haiek sufritu zuten maldizio txarrarekin gertatu zenaren antzera. Jainkoak har ditzala bere glorian….