Dad de comer a esa gata, que es Navidad

Por el exterior de la cocina en donde anteayer celebrábamos la cena navideña escuchamos los maullidos de una gata callejera. De repente, la orden de mi padre fue seca y contundente: «Dad de comer a esa gata, que es Navidad«. Era la reaparición casual de una antigua tradición popular navideña…

Al momento me di cuenta de que se trataba de algo extraordinario, inconcebible en cualquier otro día, ya que no tiene simpatía alguna por los animales ni mascotas, siempre concebidos como seres supeditados al ser humano para su servicio y beneficio.

Por eso me sorprendió y maravilló el escuchar esa frase, porque sabía bien por dónde había que interpretarla.

En efecto, él, al igual que mi madre, siempre nos han contado que, cuando vivían en sus respectivos caseríos, en la noche de Navidad se compartía la cena ritual con los animales, dándoles algo de comida, haciéndoles partícipes del banquete y celebración porque vivían bajo el mismo techo y formaban parte de aquel universo conceptual llamado etxea, ‘la casa’, entendida como algo mucho más rico y complejo que una siempre edificación. Aquella tradición de repartir los alimentos navideños era una costumbre extendida y conocida aunque, por desgracia, hoy se encuentra asomada al borde del abismo del olvido.

José Barbara (Okeluri, Laudio) dando una espiga de maíz a cada vaca

Una espiga de maíz a las vacas, un puñado de cebada a las gallinas, algo de paja al burro… lo que fuese para que cada animal de la casa se sintiese dichoso y feliz. Porque, al fin y al cabo, también ellos eran criaturas de la creación.

Respecto a mi padre y madre, hace ya casi 60 años que bajaron de los caseríos para acomodarse en un piso más cercano al fondo fabril del valle. «Allí empezamos a vivir«, dicen. Pero, a la vez, sus mundos tradicionales se desmoronaron. Por ello, aquella costumbre de dar algo de comer a los animales había quedado proscrita, sin más, a sus recuerdos de la infancia y juventud. Sin embargo, ayer, a sus casi 88 años, como quien cierra un círculo, alguna llamada interior hizo que aquello reviviese en mi padre y nos mandó dar de comer a aquella gata. Con una motivación tan simple como contundente: porque era Navidad.

Extrapolándola, no me pareció mala enseñanza esa de compartir los recursos para buscar la felicidad mutua y la igualdad entre las personas. Porque así, tan contento se siente el que ayuda como el que es ayudado. Si no, que nos lo pregunten a nosotros o a aquella gata zalamera.

Para mí, el haberlo podido vivir, ha sido el más bonito de los regalos. Cosas de la Navidad…

Mercado de Santo Tomás y tres de Laudio

Al igual que en otros muchos pueblos de Bizkaia (no es un lapsus), también en Laudio era costumbre abonar la renta anual del caserío el 21 de diciembre, festividad de Santo Tomás. Para ello, aquellos baserritarras inquilinos, solían bajar a Bilbao pues era allí donde normalmente vivían las acaudaladas familias, propietarias de muchas de esas edificaciones. Llevaban capones y/u otros productos del caserío para complementar el aporte monetario.

Y, aprovechando aquella incursión en la ciudad, llevaban otros productos a modo de vendeja.

A la bonita estampa hay que sumar que, en las décadas a caballo entre el XIX y el XX se daba en Bilbao un pintoresco mestizaje entre la cultura urbana, moderna y floreciente de la belle époque bilbaína y el vistoso mundo rural, muy condicionado por la tradición y el inmovilismo promulgado desde las esferas ideológicas y políticas.

Mercado de Santo Tomás en la plaza Vieja, junto a San Antón. Cinco años después se comenzaría a celebrar en la Plaza Nueva

Y ahí es cuando aparecen tres personajes, amigos entre sí, que compartieron sus vidas entre Bilbao y Laudio. Siendo como soy oriundo de este municipio, barro para casa a la hora de ubicar a estos tres populares artistas.

FELIX GARCI-ARCELLUZ (1869-1920). Se trata de un polifacético personaje bilbaíno que, durante muchos años, vivió en Laudio, en una casona que ya no existe, frente a la iglesia, en uno de los lugares más relevantes de la población.

A él debemos, entre otros muchos más méritos (en especial los relatos costumbristas de Klin-Klon), que el mercado de Santo Tomás se celebre desde 1915 en la Plaza Nueva, de un modo más organizado, funcional e higiénico. El anterior, más improvisado y popular, se llevaba a cabo en la Plaza Vieja, en las proximidades del puente de San Antón.

JOSÉ ARRUE (1885-1977). Ya para el año siguiente, el sagaz pintor abandotarra José Arrue había hecho un cuadro reflejando el mercado organizado por su íntimo amigo Félix. Años más tarde (1952), lo reeditaría para ser una de las láminas promocionales de los célebres calendarios encargados por el empresario Arcadio Corcuera. Posteriormente hizo más dibujos con la temática de este pintoresco mercado navideño. También José Arrue, nacido en Abando, pasó la mayor parte de su vida en Laudio, donde falleció, está enterrado y es un personaje muy querido.

Baserritarras, supestamente de Orozko, cogiendo el tren en Areta (Laudio) para acudir a Bilbao con los productos del mercado. Estación de Areta, de José Arrue.

RUPERTO URQUIJO (1885-1977). Ruperto recorrió el camino contrario a los anteriores ya que, siendo nacido y oriundo de Laudio, ya de muy joven fue a Bilbao a trabajar como ebanista y allí vivió hasta que regresó definitivamente a Laudio en 1925, es decir, cuando contaba con 50 años. Es conocido sobre todo por el zortziko Lusiano y Clara (1915) que, posteriormente, Luis Aranburu lo haría famoso convertido en la canción «En el monte Gorbea».

Allí, en los círculos de la cultura bilbaínos, conoció a Felix Garci-Arcellus y a José Arrue por lo que es normal que, en muchas ocasiones, veamos canciones, dibujos o relatos de uno y otro entrelazadas entre sí. A los tres les apasionaba lo mismo: reflejar aquel mundo rural idílico, tan identitario como país, y que desgraciadamente se desvanecía frente a los tiempos modernos.

Regreso del mercado. Día de Santo Tomás de José Arrue





Intxaur-saltsa: nueces y bacalao

La intxaur-saltsa es un característico postre navideño, del que mucho se ha hablado pero poco se conoce en realidad. Por eso vamos a intentar ordenar un poco los datos conocidos. También tiene mucho de desbarajuste la receta ya que casi resulta imposible encontrar dos iguales y, a excepción de la intxaur ‘nuez’ que da nombre al postre, ni en los componentes hay unanimidad. Pero, a pesar de todas esas dificultades, nos animamos hasta a ofrecerte una antigua receta para que no falte en tu mesa esta Nochebuena: intxaur-saltsa con bacalao. Vamos a ello.

EL NOMBRE. Antes que nada adelantaremos que la forma académica de escribir el nombre de nuestro postre es intxaur-saltsa o intxaur saltsa, en dos palabras (el guion intermedio es opcional), en vez de intxaursaltsa, a pesar de que esta sea la forma que más se usa en la actualidad. Así lo normativiza el Euskaltzaindiaren Hiztegia (diccionario académico), con acierto, basado en las formas documentadas. Por el contrario, no es muy atinada la descripción «Intxaurrez, esnez eta azukrez egiten den jaki gozoa, Eguberrietan hartzen dena» que se da del término, como más adelante comprobaremos.

En casos como el de mi familia, mi madre lo ha conocido como intxaur-saltsa y mi padre, sin desconocer la anterior, también como nogada, con la misma raíz léxica que nogal, es decir, nuez. Ambos en el municipio de Laudio. Y esas dos denominaciones ya nos ponen sobre la pista de lo que luego vamos a encontrar.

¿DESDE CUÁNDO? Por muy románticos y ancestrales que nos sintamos, solo sabemos de la intxaur-saltsa desde mediados del XIX, relativamente tarde, sin ninguna referencia anterior. Se lo debemos al lekeitiarra Eusebio Mª Azkue (1813-1873), padre del conocido lingüista y folklorista Resurrección Mª, el primer presidente de Euskaltzaindia, la Real Academia de la Lengua Vasca.

Cita por primera vez la intxaursaltsa en una poesía, Gabon afari bat (‘una cena de Nochebuena’) dentro de la obra Parnasorako bidea, publicada con carácter póstumo a partir del original muy retocada por su hijo (Bilbao, 1986).

En aquellos versos, en la descripción de una alegre cena navideña, habla de «Neure Maria dabil goizerik intxaursaltsea gietan» (‘anda mi María desde la mañana haciendo la intxaursaltsa‘). Más tarde, a medida que el comensal que lo relata se va alegrando con las libaciones, grita entusiasmado «Urra Maria! Urra guztiok au da intxaur saltsa gozoa!» (‘Hurra María, hurra todos: esto sí que es una intsaur-saltsa sabrosa’).

Otro de los manuscritos de la obra original de E. Azkue —pero no recogido en Parnasoko bidea— lo ofrece el sacerdote de Arrigorriaga José Antonio Uriarte (1812-1869) en su Poesía Bascongada. Y ahí, con la grafía original, también habla de «Ai ze intxaur saltza gozua! Penitenzia egiteori eztok insaur salsea».

De parecida datación a la original de Eusebio Azkue —cuya fecha exacta original desconocemos— sería la de que nos refiere la periodista bilbaína especializada en la visión histórica de la cocina, Ana Vega Pérez de Arlucea: «En diciembre de 1858, el intelectual vitoriano Ladislao de Velasco (1817-1891) publicó un largo artículo en el diario Irurac Bat sobre cómo había pasado en una ocasión la Nochebuena con una familia de las montañas guipuzcoanas: «La pequeña mesa crujía bajo el peso de un enorme plato de berzas con aceite que parecía un volcán, tal humo despedía; y sucesivamente se mostraron el bacalao en salsa y asado, los besugos, sin olvidar el Inchursalsa (salsa de nueces) y para terminar la fiesta, manzanas cocidas y asadas y una verdadera caldera de arroz con leche».

LA PRIMERA RECETA CONOCIDA, DE FORUA. No podemos dilucidar cuál es, entre tantas variantes, la receta original. Pero sí la primera documentada con cierto detalle. Se la debemos a la gran red de informadores que puso en marcha José Miguel Barandiaran y que, hizo que se preguntase en diversos pueblos, lo que se supiese sobre lo tradicional de fiestas. Es la información recogida en Forua (Bizkaia) en donde el informante Marcos Magunagoikoetxea dice del menú navideño que «Los baserritarras creen que si prescinden de ciertos guisados la noche del Gabon, no celebran como se debe esta fiesta. Estos guisados son la oriyo-aza (ensalada de berza) la intxursaltxa (nogada), los caracoles, bacalao a la vizcaína, compotas de peras y manzanas, etc. Ponen especial cuidado en no prescindir, sobre todo, de la oriyo-asa y de la intxursaltxa». Era por aquel entonces una comida emblemática de aquellas Navidades. Entusiasmado con su menú, Marcos recogió de su tía María Juana Magunagoikoetxea la receta del postre que nos ocupa. Y dice así: «A fin de que el lector se forme una idea de lo que es la intxursalsa, me ha parecido bien apuntar aquí el modo de preparar este guiso y los ingredientes que entran a formarlo. La intxursalsa (de intxur, nuez) no es otra cosa que un guiso hecho con pan de nueces. Una vez partidas las nueces y separado el pan de los cascos, colócanse en una pañada limpia sobre una mesa y se aplastan con una botella hasta hacerse polvo. Bien batidas, se echan en una cacerola con agua y se ponen al fuego. Después de bien cocidas las nueces, se les hecha unas cucharadas de aceite crudo y se revuelve todo el contenido con un palito; agrégase un poco de harina, o faltando ésta, unas migas de pan para engrosar la salsa, unas briznas de bacalao y azúcar en abundancia. Una vez bien cocido, se presenta a la mesa. Todo el compuesto tiene un color que tira a amarillo, y es de un gusto exquisito». Aquella recopilación de varios pueblos se publicó en Eusko Folklore de 1922, una publicación anual fundado un año antes por José Miguel de Barandiaran y que se editó como publicación de Eusko Ikaskuntza-Sociedad de Estudios Vascos.

Intxaursaltsa con base a leche. Ángela Bilbao, Orozko 2004.

OTROS PUEBLOS. Al margen de la referencia a Forua anterior, en la misma recopilación etnográfica, se recoge la intxaursaltsa como segundo plato en las cenas navideñas de Bedia (Bizkaia). Según el informante Tiburcio de Ispitzua (sic): «La cena típica de este día la constituyen: 1º El origo-asea (berza en ensalada). 2º La intxaursaltza (salsa de nuez). 3º La makalo-saltza (bacalao en salsa). 4º El besugo asado. 5º Las manzanas asadas, con las que se hace un postre muy estimado al que se da el nombre de almimera. Las manzanas preferidas son las sosas (sagar gasak), las cuales, después de asadas, las hacen pedazos y las ponen en vino, echándoles azúcar encima. 6º Café y licores. Entre éstos, los más comunes hasta hace poco eran el chilibrán (a secas), chilibrán de café, chilibrán de melocotón y mistela». En la intxaur-saltsa, una nota al pie nos remite a «Véase su descripción entre las costumbres de Forua». Es decir, también con bacalao.

En Amorebieta, el informante Félix de Zamaloa, arranca la descripción de las Navidades aclamando que «El intxaur saltza es manjar imprescindible en las cenas de Gabon (Nochebuena), Gabonzar (Nochevieja) y Gabontximur (la noche del día cinco de enero), sobre todo en las aldeas. Lo preparan en la misma forma que lo refiere el sr. Magunagoikoetxea (párrafo FORUA), con la diferencia de que no le echan aceite y en lugar de migas de pan, usan harina de trigo». De nuevo, con del bacalao como ingrediente. También nuestro postre tiene reflejo en la encuesta de Berriz (Bizkaia) en donde León Bengoa dice que «Nunca falta el conocido intxaursaltza con el cual se acaba la cena», es decir, ahora como plato final o postrero, postre. Lo mismo se recoge en Zalla : «Nunca falta el conocido intxaur saltza con el cual se acaba la cena».

TERRITORIOS. Aunque cuando busquemos referencias en internet encontremos una y otra vez que la intxaur-saltsa «es un postre típico de Navidad en los caseríos vascos, especialmente en la zona de Gipuzkoa» lo cierto es que en aquellas encuestas con visión de atlas etnográfico, las primeras disponibles (1922), no se cita nuestro postre en ninguno de los municipios de los nueve pueblos Gipuzkoa y sí, como hemos visto en las referencias previas, en cinco municipios de Bizkaia. Tampoco parece conocerse en Álava. Ello no quiere decir que no existiese ya que ahí tenemos la referencia de Ladislao de Velasco (1858) más arriba citada. Pero sí llama la atención que no se recoja en ninguna de las encuestas etnográficas, algo que contrasta con las de Bizkaia en las que tantas pasiones parece levantar el postre navideño. Por lo que nos genera dudas.

EL BACALAO. En estos tiempos actuales, nuestro postre ha desvariado tanto que se elabora hasta con natas. Por eso nos sorprenderá que sea el bacalao uno de los ingredientes que aparece en las recetas más antiguas. Más adelante os pongo una video-receta «de familia» para elaborarla y os juro que es la más exquisita intxaursaltsa, bastante más que la hecha con leche, y que por otra parte en ningún momento adivinaríamos que uno de sus componentes es ese pescado.

Si nos fijamos, en aquellas encuestas etnográficas de hace un siglo, prácticamente en la totalidad de las cenas de Nochebuena está presente el bacalao en salsa: era una jornada de vigilia por aquel entonces y la carne no tenía presencia en la mesa. Aquellas grandes bacaladas no faltaban en ninguno de los hogares. Por su fuera poco, cuando el día de Santo Tomás se pagaba la renta de los caseríos, era costumbre que los propietarios regalasen como presente navideño una gran bacalada a los inquilinos, con la que volvían felices al hogar.

También los jóvenes que servían en otras casas, solían disponer de unos días festivos en Navidad y se les obsequiaba con una bacalada que llevaban a la casa familiar. Así, no es extraño que conjugasen aquel pescado con las nueces para elaborar el postre.

Los baserritarras de vuelta casa con besugos y bacaladas, tras pagar la renta anual del caserío el día de Santo Tomás. Cuadro Día de Santo Tom´ás pintado por José Arrue para el calendario (1950) de Arcadio Corcuera.

NUECES Y PESCADO. Porque… desde muy atrás es conocida en las tierras castellanas la nogada o «salsa de nueces» —de ahí sin duda nuestra denominación intxaur saltsa— para acompañar a pescados, una salsa que cruzó con gran éxito el océano para encandilar las mesas sudamericanas en donde, también hoy en día, la nogada goza de gran predicamento.

Al parecer, ya en la cocina medieval sefardí se mencionaba la elaboración de platos con esta especie de salsa, elaborada con un majado de nueces o almendras, según la materia prima disponible (José M. Estrugo, Los sefardíes, 2002). De esta última opción —almendra— surgieron los mazapanes que no distan mucho en textura ni en sabor de la intxaursaltsa elaborada con bacalao ya que, en paladar, continuamente nos recordará al mazapán.

En cualquier caso, la nogada o salsa de nueces es algo extendido en las cocinas españolas del XVIII o posteriores. Sirva como ejemplo esta definición de «nogada» dada por Pedro Labernia, (Diccionario de la lengua castellana: con las correspondencias Catalana y Latina, 1848) para el ámbito de los Paisos Catalans: «Nogada, salsa hecha de nueces y especias con que regularmente se suelen guisar algunos pescados». Salsa de nueces, intxaursaltsa, la nogada como la denomina aún mi padre…

Ángela Bilbao (Orozko,1924-2012), posando pacientemente en 2004 para un reportaje fotográfico que le hicimos sobre la elaboración del poste navideño llamado intxaur-saltsa. Ella la elaboraba con leche.

LA RECETA. Como ya hemos adelantado, en la práctica no hay dos iguales. Ya quedamos sobre aviso de la infinita variedad cuando publicó Niko Astobitza un artículo con recetas de Orozko de la intxaursaltsa, en el nº 9 de AUNIA (2004) aquella revista que tanto trabajo pero tan buenos momentos nos dio.

Yo, a estas alturas, a la vista de todos los precedentes, intuyo que la elaborada con bacalao es la genuina, receta que posteriormente se haría más repostera valiéndose de la leche, también chocolate hasta llegar a las aberraciones —perdón— de las actuales intxaursaltsas de pastelería, cremas y natas que, por muy sabrosas que estén, no hacen honor a la esencia. Bien que se venda como «interpretación moderna» del postre pero no como intxaursaltsa en sí, porque no deja de ser un pequeño engaño o fraude al comprador.

Intxaursaltsa con bacalao como ingrediente

De las variedades que he probado, sin duda la elaborada con bacalao me parece la más extraordinaria. Se la debo a una tía mía que, con la condición de que no apareciese su cara, se ha ofrecido a explicarlo en un vídeo. Es Carmen Olabarria Arza, del caserío Kastainitza (Laudio) y que heredó la receta de su madre (Felisa Arza, 1915-2001) que, a su vez, la aprendió mientras de joven servía en casa de Miguel Urquijo Maruri, comerciante que fue también alcalde de Llodio (período 1938-1948). Se la enseñó la cuñada del alcalde Miguel, Francisca Furundarena Azpidi, nacida en Motriko en 1861, y que fue esposa de Ruperto Urquijo Maruri (1875-1970) el celebre compositor laudioarra, autor de la canción Lusiano y Clara que hoy todos conocemos como En el monte Gorbea. Casi nada el recorrido…

Felisa Arza (1915-2001) sirvió en casa del alcalde Miguel Urquijo. Allí aprendió la receta de Francisca Furundarena Azpidi, nacida en Motriko en 1861, y que fue esposa de Ruperto Urquijo Maruri (1875-1970). Felisa se la enseñó a su hija Carmen, que es la que nos la ha hecho llegar a nosotros.

Las cantidades que da, con dos kilos de nueces, son para cuatro cazuelitas como las que muestra. Aquí tenéis el VÍDEO (pinchad encima) animaos a hacedla y… ¡os juro que estas Navidades seréis muy felices!

LA RECETA en tres pasos (Carmen Olabarria Arza)


BAT. Pelaremos 2 kg de nueces (para cuatro cazuelitas de 13 cm de diámetro) cuya carne, limpia ya de residuos, se pasará por el horno, bien extendida en una bandeja, para extraerle la humedad.

Introduciremos esas nueces junto a una tajada de bacalao desalado (sin haberla ni cocido ni cocinado antes) y una rebanada de pan casero (de horno de leña) que esté seco en una trituradora. No lo echaremos a picar todo de golpe sino un poco cada vez: unas pocas nueces, un pedazo del bacalao y algún trozo del pan. Cada vez que acabemos de picar uno de esos lotes, lo echamos a una cazuela ancha, reservándolo. Es mejor hacerlo poco a poco que de golpe.

Lo triturado ha de quedar fino: pensad en que hay que conseguir una textura similar a un mazapán.

BI. Por otra parte, cocemos en 0,75 cl de agua (el volumen de una botella de vino), con un palo de canela y una tajada desalada de bacalao: importante que sea la cola, porque tiene más gelatina. 15-20 minutos de hervor suave.

Lo colamos y nos quedamos solo con el agua (el resto, bacalao y canela de ese agua, se desechan).

HIRU. Añadiremos esa agua de la cocción a la cazuela en la que tenemos todos los ingredientes que habíamos triturado. Lo vamos revolviendo y echamos el azúcar (750 gr). Seguimos mezclándolo e hirviendo la mezcla a fuego lento durante 20-25 min. Según se vaya cociendo la plasta blanquecina irá adquiriendo un color más oscuro. Es ahí cuando ya la tenemos en su punto.

Solo nos queda verter esa masa sobre las cazuelitas y esperar a que se enfríen (las intxaur-saltsas no se consumen calientes).

En un lugar fresco aguantan perfectamente varios días o una semana sin perder cualidades. Que aproveche: puedo dar fe de que el resultado es exquisito y que, a mí al menos, me parece bastante más deliciosa que la elaborada con leche. Eso de entre las recetas clásicas: de las variantes modernas prefiero ni hablar.

Que aproveche y que jamás quede en el olvido ese postre que tantas navidades nos ha endulzado.

Errautsak soroetara botatzean

Aurreko idazki batean plazaratu bezala, Gabon gauean enbor handi batez pizten zen su berri bat eta, egun zehatz horretan egina izate soilagatik, naturaz gaindiko ahalmen magikoak bereganatzen zituen bertatik sortutako hausterre berriak. Horregatik, errauts eta errekin-hondakin haiek ez ziren edonola erabiltzen, zuten potere berezi horiek baliatu behar zirelako, gizakion onerako.

Behinolako nekazariak lanean Legazpian

Su berri miresgarri hori, urtezahar-gauera arte egon ohi zen piztuta, egun horretantxe, herri askoan, urte osoan iraun behar zuen beste su berri bat pizten zelako.

Esaterako, Ibarruri herrian (Muxika, Bizkaia) honelako ohitura hau jaso zuen Barandiaranek: «Enbor hori etxean erretze orduan sortutako errautsa, Done Eztebe [abenduak 26, egun pare batez beraz] egunera arte kontserbatzen da, Ibarrurin. Egun horretan, laborantzako soroetara eramaten dute, eta gurutze baten itxura emanda, zabaltzen dute lurrean».

Herri-ustearen arabera, horrela jokatuz gero, soro eta baratzetan kalte egiten zezaketen animaliek (mozorroak, intsektuak, basurdeak…) atzera egingo lukete, botatako hausterre bedeinkatzaile haren beldurrez.

Luiaondon eta Okondon (Araba) ere jasoak ditut nik Gabonetako ohitura horren erreferentziak baina batere zehaztasunik gabe, errito hori praktikatzen zuten pertsonak hilda daudelako aspaldi. Eta, gainera, garrantzi gutxi eskaini zaie horrelako «ipuinei». Soroak babesteko lurrera botatzen zela besterik ez da gogoratzen.

Egia da hausterreak beti bota izan direla baratzetara, ongarri gisa, tartean inolako superstizio-asmorik izan gabe, errautsek potasio-kopuru handia uzten dutelako, nitrogenoaren ondoren, landareek gehien eskatzen duten makronutrientea dela kontuan izanda. Potasioak, bestalde, hostoen eta fruituen hazkundea suspertzen du eta, ur gabeziaren aurrean landareak duen tolerantzia hobetzen du. Baliteke beraz, nekazarien eskarmentutik hautatzea errautzak elementu miresgarri gisa erabiltzeko. Izan ere, baserri giroko herri-aratusteetan, maskaradetan, ohikoa da pertsonaiak egotea errautsa botatzen bisitarien gainean. Zirikatzeaz gain, bestelako esanahi sakonagoa egon liteke horren atzean, naturaren ziklo berria abiaraztearena.

Gabonetako errautsak, Ubiden

Urtearen beste muturrean, hau da, udako solstizioan, erritu bera burutzen da gure herri askoan: San Joan gaueko sutzarretik lortutako hondakinak baratze eta soroetatik banatzen dira, gurutze forma eginaz sarri, horrela, lur-zati horregangandik zori txarreko guztiak uxatzeko eta onekoak erakartzeko. Oparotasuna erakartzeko, azken finean.

Asmo berarekin erabiliko zen Agurainen (Araba) olentzero-enborra bera —erre gabeko zatiren bat, ez errautsak— berriz ere Barandiaranek jasotakosari erreparatzen badiogu: «Agurainen uste dute Gabonzuzik [gabon-enborra] ekaitzak urruntzeko bertutea duela eta sutan jartzen dute ekaitza hurbiltzen den bakoitzean». Berriz, nekazaritzari lotua…

Ez dut uste gure Euskal Herri osoan inork egongo denik oraindik ohitura sinboliko hauek praktikatzen, betiko galdu zaizkigulako azken hamarkadetan. Eta ez da berpizteko aukera berririk izango. Honela bada, ezagut eta gorde ditzagun, behinik behin, gure oroimen kolektiboan. Bestela, su magikoa zer zen ahazten badugu, noraezean ibiliko da gure herria, eternitatean betiko herratua.

El fuego nuevo

El fuego ha sido desde el principio de los tiempos el distintivo cultural principal de la especie humana, el elemento que inducía la reunión de los individuos, lo que cohesionaba familias y sociedades, el oráculo frente al cual se exponían todas las preguntas y respuestas unidas a la efímera existencia humana. Es, al fin y al cabo, la herramienta mágica con la que dominar el mundo y sus designios. De ahí que, durante tantos milenios de convivencia entre el fuego y las personas, lo hayamos tupido de connotaciones simbólicas.

Sin embargo, todo ello parece haberse derrumbado en los últimos tiempos y corremos el riesgo de perderlo para siempre. Ahí van pues estas reflexiones que pretenden luchar contra la normalización y globalización del olvido sistemático y resistir frente a la desmemoria popular.

FUEGO Y TEJA. Sin ir muy lejos, en la cultura vasca, el contar con un fuego perenne es lo que convertía cualquier edificación en un hogar —hogar, ‘lugar de fuego’—, el rasgo inequívoco que lo diferenciaba de cabañas u otros refugios temporales… La constatación de un fuego era lo que posibilitaba adquirir la vecindad en una población. De ahí que, en su extrapolación simbólica, se añada un trozo de teja y otro de carbón bajo todos los mojones, como muestra incuestionable de su legitimidad, porque todo aquel que viviese bajo teja y tuviese un fuego ya estaba facultado para poseer y para formar parte de aquella comunidad.

FOGUERACIONES. Es tal la importancia del fuego, que los primeros censos de población se elaboran en base a los fuegos domésticos, a las hogueras y no a las familias. De ahí su nombre de «fogueraciones«. Y es a esos fuegos a los que se les vinculan unas «almas», las personas que viven bajo su protección. Sin duda, aquella forma de actuar de la Administración recogía la forma de entender la existencia en aquellas épocas, diferentes a las actuales.

FUEGO ETERNO. Y, como el fuego del hogar era lo que hacía a alguien digno de ese lugar, no podía apagarse bajo ningún concepto durante el año. Algo similar a la llama eterna en templos o en monumentos memoriales. Por ello cada noche se cubrían los rescoldos con ceniza para avivarlos a base de soplidos o fuelle a la mañana siguiente. Como si del alma de un ser vivo se tratase… Suponemos que, al margen de las razones simbólicas, también habría que tener en cuenta las prácticas ya que era sumamente costoso encender un nuevo fuego, con eslabón y pedernal o, incluso frotando maderas entre sí.

FUEGO SOLIDARIO. Ante la importancia del fuego perenne, no es de extrañar que el mismo fuero de Navarra describa y recoja por escrito una obligación que, con seguridad, era común en la interrelación vecinal tradicional. Así lo recoge Yanguas (1828):

«EL FUEGO: Debe darse recíprocamente en los pueblos de Navarra, escasos de leña,los unos vecinos a otros, dejando para ello en el hogar, después de haber guisado la comida, tres tizones a lo menos. El que necesite de fuego acudirá a la casa del vecino con un tiesto de olla, y en él una poca de paja menuda; dejará el tiesto a la parte de afuera de la puerta de la casa, subirá al hogar, atizará el fuego, tomará ceniza en la palma-de la mano, y sobre la misma ceniza pondrá las ascuas que quisiere llevar al tiesto, dejando los tizones del hogar de manera que no se apaguen. El vecino que se escusare a dar fuego en esta forma pagará 60 sueldos de multa».

Sabemos que, en otras ocasiones, el fuego del hogar se transportaba a otros lugares en donde fuese necesario sobre una yesca atada a una cuerda mientras se hacía girar para que con el aire se avivase. Así eran encendidos muchos caleros, etc.

Fuego en el hogar de la casa que me vio nacer, en donde el tiempo parece no transcurrir

RENOVACIÓN DEL FUEGO. Aquel fuego que se mantenía vivo durante todo el año era conscientemente apagado para ser renovado en ciertos días del año. Uno de ellos, era el de la noche de Nochebuena, sin duda imitando el declive solsticial del sol que luego renace con fuerza para dar vida y prosperidad en la fecunda primavera. El apagar el viejo suponía, por otra parte, el poner fin a lo anterior, haciendo una especie de borrón y cuenta nueva.

El nuevo fuego o suberri se tomaba o de unas hogueras rituales que se hacían en comunidad esa noche en la plaza del pueblo o se hacía directamente en el hogar, quemando en muchas ocasiones unos grandes troncos traídos del bosque en un curioso ritual.

En algunas poblaciones ese tronco daba el fuego para todo el año y, en otras, lo más común, hasta nochevieja, en donde se repetía la operación de apagado y encendido de otro suberri o ‘fuego nuevo’. También en algunos lugares de Euskal Herria se han hecho suberris en Semana Santa, con penosos rituales de encendido a base de frotar maderas entre sí, para celebrar la resurrección de Cristo.

CREENCIAS EN TORNO AL FUEGO. Recuerdo cuando de jóvenes (1985), conviviendo algunos días con el pastor José Mª Olabarria en su chabola de Lexardi (Itzina, Gorbeia), nos llamaba la atención observar cómo escuchaba el fuego. Porque por sus chisporroteos, decía, se sabía de un modo infalible cuando iba a aparecer algún visitante: en él creía leer el futuro.

También disponemos de otras curiosas creencias, ligadas a la presencia de almas de los antepasados que se arriman al fuego del que en la otra vida fue su hogar. O la costumbre recogida por Azkue (Euskalerriaren Yakintza, 1935-1947) y que, entre otros, practicó mi padre en su caserío de Markuartu (Laudio): consistía en introducir a los gatos nuevos en un saco y darles tres vueltas sobre el fuego: a partir de aquel momento se les neutralizaba el instinto innato de la huida y quedaban ligados para siempre al hogar.

Pero quizá sea conveniente viajar hasta Galicia, recurrente último reductode oficios, creencias, etc. que fueron anteriormente comunes, para redescubrir cómo vivían nuestros antepasados su relación con el mágico elemento del fuego. Nos lo contó el historiador Manuel Murguía —esposo de Rosalía de Castro— en 1885, en base a los apuntes que tomó en los Ancares de Lugo. Recogió la superstición de considerar al fuego como si se tratase de un ser animado, al que había que alimentarlo cada mañana avivándolo a partir de los rescoldos de la noche anterior. «Dejarlo morir —nos contaba— equivale a un sacrilegio y se paga caro[pues] la desgracia perseguirá de cerca a la casa y los que la habitan [puesto que] un fuego muerto indicaba un lugar desierto». Aquel fuego que hacía las veces de ente protector del hogar renacía cada primero de enero: «Se limpia el hogar, se arroja el fuego de la noche y se enciende de nuevo. Para que sea propicio debe durar todo el año [y] en determinados días le arrojan flores. Cuando cuecen el pan le dan su porción, echan sobre él algunas cucharadas de grasa (manteca de cerdo) y así que se levanta la llama dicen que «el fuego se alegra». Nada sucio se arroja a la lumbre, pero muy en especial las cáscaras de los huevos, porque con ellas quemaron a san Lorenzo […]siendo éste el nombre con el que llaman al sol, mientras que el gallo y la gallina son símbolos de la abundancia por los huevos que producen: serán la personificación del sol». En Bergantiños (A Coruña), además, se recoge que «cuando uno saliva sobre el fuego, le increpan diciendo: «Judío, no escupas en el fuego,que salió por la boca del ángel«. [También] estaba prohibido mantener relaciones sexuales frente a él», tal y como nos cuenta el profesor emérito de la Universidad de Málaga, Demetrio-E. Brisset en su trabajo La rebeldía festiva (2009).

Poco más que contar, porque si no me recriminan que hago textos demasiado largos para la demanda de inmediatez en las comunicaciones actuales. Olla rápida porque, ahora, ni la placentera lectura puede cocinarse a fuego lento.

Tan solo quisiera comentaros antes de cerrarlo, que me emociona leer, escribir y sentir cosas así. Porque me transportan a lo más íntimo de mi ser, a nuestros orígenes. Porque me hacen sentir el aliento agónico de unas culturas populares que jadean doloridas y nos claman ayuda al percibir que nadie mira ya los fuegos de llama. Ya solo hay sitio para las hogueras de pantalla digital.

Un saludo desde el fuego de la casa que, hace ya bastantes años, nací. En él espero para celebrar la navidad. Espero que, al menos, hasta que me extinga yo, no se extinga él.

Felices fiestas y felices vosotros/as: solo es cuestión de mantener la llama encendida.

Olentzero, de madero a carbonero

Hace ya un año escribí un artículo titulado Olentzero es un madero, con gran aceptación y difusión. Con él intentaba mostrar cómo habíamos inventado un «nuevo Olentzero», inexistente hasta nuestros días, una especie de Santa Claus a la vasca, desdeñando a su vez las profundas raíces de dicho ritual.

Decíamos allí que, en realidad, el nombre Olentzaro —u Olentzero— parece hacer referencia al período de días invernal, solsticial, el centro del invierno. Era el nuevo fuego del hogar, casi sobrenatural en estos días, el que tomaba el protagonismo, quizá como representación terrenal y más humana del astro sol. Y para ello se hacía arder un grande y noble tronco, destacado por su porte, arrastrándolo a duras penas desde el bosque hasta el hogar. Era así cómo aquella vivienda, animales, bienes y familia quedaban bendecidos por aquel fuego arraigado en el bosque. Hasta sus cenizas gozaban de poderes sobrenaturales, mágicos. Eso era Olentzero…

Era el nuevo fuego del hogar, casi sobrenatural en estos días, el que tomaba el protagonismo, quizá como representación terrenal y más humana del astro sol

En realidad, sobre todo el conjunto subyace el primitivo culto a los bosques, al totémico árbol, a los que se les atribuía vida y protección. Es una primitiva creencia animista común en toda Europa y de la que formábamos parte los vascos. No os creáis que es pura casualidad o estética el hecho de que en tantos de nuestros escudos heráldicos aparezca un árbol, que bajo ellos se hiciesen las más solemnes reuniones concejiles o que muchos de los santuarios se expliquen con la apariciones marianas en diversos árboles… precisamente para ocultar o suplantar el culto popular a aquellos árboles por el cristianismo.

CULTO AL BOSQUE DE LOS VASCOS.Evidentemente, ninguna o escasísimas referencias tenemos de aquellas creencias, ya que no existe documentación de esa época. Pero sí contamos, casi milagrosamente, con algunas puntuales referencias que nos dejan entrever una realidad mucho más generalizada y extendida que lo que muestran. Algunos casos, son bien conocidos.

Bittor Larrazabal, indómito, frente a sus bosques de Olarte, Laudio.

En el País Vasco hay recuerdos de un animismo simple como, por ejemplo, ocurre en Kortezubi (Bizkaia), donde Barandiaran recogió una tradición según la cual antiguamente los árboles iban por su propia voluntad a los caseríos para que los quemaran, hasta que una mujer se enredó con las ramas de ellos en el portal de su mansión y, colérica, dijo ««Etorriko ez bali hobea leiko», ‘Sería mejor que no viniesen’. Desde entonces, es el hombre el que tiene que ir al monte a cortarlos» (Eusko Folklore, 1921).

Azkue estudió «…curiosas manifestaciones de vieja dendolatría [culto a los bosques y arboles] propias del territorio vasco-francés. En localidades de la Baja Navarra, como Saint Jean de Pied de Port, donde sobreviven las antiguas selvas pirenaicas, se oye y se dice que cuando se vende algún bosque, éste se encoleriza tanto que siempre suele caer algún árbol que aplaste a uno o a otro de los hombres que por él pasan» (Euskalerriaren Yakintza, 1935).

«A él mismo le contaron en Idiazabal (Gipuzkoa) que un fraile francés, leñero, decía a los árboles que iba a cortar «guk botako zaitugu eta parkatu iguzu» [Op cit.]. Que este fraile era vasco se desprende de la misma fórmula rimada que tenía para pedir perdón al árbol, fórmula semejante a otras recogidas en diversas partes de Europa».

Algo similar podemos entrever en una de las encuestas etnográficas que sobre leyendas y mitos de Orozko hizo Anuntxi Arana: «Etxe zarretean bere ez eudien esaten aretx batek gizon bat hil euala? Eta hai aretxa txondarrean sartu orduan eta txondarrak ez eukan gauza onik: haik txondarrak ez eukan gauza onik inoiz».

Olentzaro representa un culto al bosque, sustituido por el Cristianismo. Padurabaso, Gorbeia

CULTO AL BOSQUE Y EL CRISTIANISMO. En el siglo III, el Cristianismo se instauró como la religión oficial del Imperio Romano. Así promulgó la existencia de un dios único y declaró idólatra y pagana la adoración de las arraigadas divinidades de la naturaleza. Y comenzó su cruzada contra todas aquellas antiguas creencias y tradiciones con la intención de hacerlas desaparecer. La destrucción y profanación de los lugares y bosques sagrados a manos de insignes cristianos fueron procedimientos habituales para imponer la nueva religión. Así, en el Concilio de Toledo (año 661) se proclama la persecución y castigo de…“los adoradores de los ídolos… dan culto a árboles y fuentes”. También Carlomagno, al someter al pueblo sajón, ordenó talar el roble sagrado que adoraban.

Pero es tal el arraigo popular de esas costumbres que hasta impregna a los numerosos ermitaños que a partir del VI deciden entregarse a la vida contemplativa, en fusión con la naturaleza. El mismo San Bernardo nos lo aclara muy bien: «Los bosques te enseñarán más que los libros. Los árboles y las rocas te enseñarán cosas que no aprenderás de los maestros de la ciencia». Pero, en general, tanto desde el flanco político-administrativo como desde el religioso —que en aquellas épocas se entremezclaban— se combaten aquellas viejas creencias para erradicarlas y para luchar en favor del culto al dios cristiano. Por no extendernos, lo dejaremos para otra ocasión.

Majada de Zastegi (Gorbeia) y su supuesto menhir en diciembre al mediodía. La larga sombra muestra la debilidad del sol en estas épocas de Olentzero

A su vez, el contacto con el bosque para su explotación fue en aumento, por lo que aquella visión de inviolabilidad suprema fue difuminándose entre las masas populares. Así, la divinidad que en sí era el bosque, se sustituye por un bosque como morada de seres divinos o sobrenaturales.

En otra fase posterior, la mentalidad popular de aquellas aldeas, llenaron los bosques de seres legendarios. De ahí surgirían los Basajaun ‘el señor del bosque῾, parejo y paralelo al Silvano de los romanos, como bien apuntara Alberto Santana. A su vez, por otro flanco, la Iglesia promovió apariciones marianas en bosques y árboles determinados que, por su carácter milagroso no daban opción a la duda o réplica. Todo esto no es sólo propio de nuestra cultura vasca sino que sucede en todas las de Europa: de nuevo, somos unos más en las corrientes generales.

DEL MAL AL CARBONERO. A partir de entonces, el bosque representa de un modo simbólico la parte opuesta de la luz, civilización y la bondad. Allí reina lo desconocido, la tenebrosidad y el canon de peligro del que siempre hay que huir. Por ello se llenan nuestras culturas populares de brujas maléficas en nuestros cuentos infantiles —con origen en cuentos populares centroeuropeos — , en los que yo conocí de niño. Y leyendas de viejas del monte, lobos casi humanos que habitan el bosque como idealización del mal. Hasta los bandoleros, más tardíos, encontraban en nuestras selvas el refugio para su maléfica actividad.

No sería por tanto extraño que ahí pudiésemos encajar a nuestro Olentzero —ahora personaje— y muy alejado del Olentzaro inicial —estado o tiempo de bondad—, ser grotesco y molesto como se describe en sus lugares de origen: En Oiartzun, por ejemplo, es un ser que desciende desde el bosque y baja por la chimenea con una hoz en la mano, aterrorizando a los niños de la casa. En Elduain, además, es necesario que la chimenea esté limpia, porque si no cortará no dudará en cortar la cabeza de los moradores. Hay muchas variantes, tantas como pueblos… hasta la de convertirlo en un horrible ser que tiene tantos ojos como días del año más uno, es decir, 366 (Larraun).

A pesar de lo que nos insuflen hoy, no deja de ser un personaje que simboliza la transgresión, lo indecente, el buen saber estar: es un tripero insaciable, sucio y desaliñado, un borracho de ojos espantósamente sanguinolientos que persigue con una hoz a los habitantes del valle, amenazándoles de muerte. Alguien de quien hasta hace cuatro días, los niños huían aterrorizados. Hasta hemos tenido que moificar la letra de su famosa canción para adecuarla a nuestras necesidades: «Olentzero, buru handia, entendimentu gabea» (‘Olentzero, cabezón, sin inteligencia’) a «Olentzero, buru handia, entendimentuz jantzia» (‘Olentzero, cabezón, vestido con inteligencia’).

Personaje cántabro de Esteru, con gran similitud en el relato y estética a nuestro Olentzero. Algo similar sucede con el A Palpador gallego.

Tal es así, que en la mayoría de los pueblos se finaliza la fiesta ejecutándole en una hoguera en el centro del pueblo, por mucho que antes hayan paseado «la pieza» por sus calles reclamando la propina por ello. Nada distante de la costumbre solsticial de algunos pueblos de Álava de quemar un pellejo o monigote que encarna el mal del año pasado gritándole con rabia «erre pui erre, a quemar el culo a Putierre».

Aquel estadio de convivencia con lo más profundo del bosque, ya en el XVIII y probáblemente más en el XIX, lo debieron representar los carboneros. Más cuanto más tardíos en el tiempo, pues habían de acudir cada vez más lejos y más arriba en las montañas para conseguir las escasas maderas carbonizables. No creo por ello que sea casual que en algún caso local puntual, el personaje de Olentzero sea un carbonero, una suposición hoy tan generalizada que roza del dogma de fe. Pero nunca ha sido así: porque esa generalización es pura modernidad. Por eso aquí intentamos mostrar una evolución mental de ese paso de madero a carbonero.

Restos de una gran carbonera en Ubegi, cerca de Padurabaso, en lo más recóndito de Gorbeia, en donde vivieron aquellos trabajadores en unas condiciones duras, alejados de la civilización

¿Y cómo damos fin a aquellas creencias paganas de culto al árbol? Reconvirtiendo aquel ser del bosque —ahora carbonero— en el mismo anunciador del nacimiento de una nueva fe, el personaje que, humillado y rendido ante el nuevo dios, baja de la barbarie del bosque a la deliciosa población, para decir que Cristo ha nacido: «…aditu duenean, Jesus jaio dela, lasterka etorri da, berria ematera». Algo que ya nos es conocido como explicación popular de la desaparición de los gentiles, en colectivo suicidio al haber nacido Cristo.

Salvando las distancias en lo geográfico y en lo temporal, no trata algo diferente de lo que se cuenta en aquella referencia europea que decía que «mediante una constante predicación, [el obispo Wigberto] apartó del error a éstos, que estaban sometidos a una vana superstición, y el bosque llamado Zutibur, que los indígenas veneraban en todo como un dios y desde época antigua permanecía inviolado, lo destruyó desde las raíces y en él construyó una iglesia dedicada a San Román mártir». Arrancar árboles para plantar templos, borrando creencias anteriores.

Y LA LUZ SE HIZO… Nada nuevo bajo el ahora tan débil sol… No pretendo ni juzgar ni dar clases morales de nada a nadie. Tan solo desearos que paséis unas felices fiestas y que no olvidéis que siempre os hará más felices el internaros en un bosque para sentiros parte de él que todo el consumismo olentzeriano al que el insaciable comercio nos empuja para despeñar nuestra cultura.

Gabonetako eguzki-izpi bedeinkatzailea

Urtero hartzen dut harriduraz urtero gure etxean errepikatzen den jazoera miresgarria. Leihoetatik erabat aldenduta dagoen egongelako bazter urrun batean, altzari bat dugu. Eta haren gainean, aldare bat bailitzan, gabonen inguruko hainbat apaingarri ezarri ohi dugu, arbasoek gurtutako basoa sinbolikoki gurea bezalako pisu batera eramateko. Etxe modernoek aspaldi galdutako arima, berpizteko edo, egun berezi hauetan.

Nola ez, hantxe dago gure Olentzero, denbora-bertsio ezberdinetan gauzatua. Batetik, panpina bat dugu ikazkin hordi, jatun eta ganorabako modernoa irudikatzeko eta, bestetik, hari babesa emanda, enbor zati bat, Olentzero ere irudikatzeko sinboloa, baina mendeetan atzerago eramaten gaituena.

Eta zein da gertakizun berezia? Ba, Gabon [Natibete] egunean, egunsentiko lehenbiziko eguzki-izpia horraino sartzen zaigula. Arrastaka, narras, isil-gordeka datorkigu puntualki… baina lortu egiten du itxuraz ezinezkoa dirudiena. Eta haren ondoko alboak ilun badaude ere, gure aldaretxo pagano eta atabikoa, bikainki eta zehazki argitzen du indar gailen eta berezi batez, inoiz ikusten ez dugun argitasun horietakoaz. Horra iristeko, argi-hari horrek tartean aurkitutako zirrikitu ugari guztiak saihesten eta gainditzen ditu, bere lekutxo gurena epeltasunez musukatu arte. Egiatan, ez da erraza, ezinezkoa esango nuke nik, benetan urrun duelako, gelaren amaieran.

Olentzero-panpinak aterpe hartuta olentzero-enborraren aldamenean. Bestalde, Eguberriko aurreneko izpiak biak urtean behin bedeinkatzen dituen une zehatza.

Urtean, dozena erdi bat egunean baino ez da gertatzen, hain juxtu neguko solstizioari atxikitakoetan. Eta, soilik dago ikusgai eguna lainotuta ez dagoen urteetan. Gaurko egunean, esate baterako. Orduan, ulertuko duzuenez, magia kosmikoa dirudi. Horregatik, etxean, mirari bat bailitzan egiten diogu harrera, hala merezi duelakoan. Azken finean, batek daki, egunotako oparirik baliotsuena izan daiteke, gure herri-kondairetako “idinarru bat urregorriz betea” tankerako altxorrak, barregarri utziko lituzkeena.

Etxean apaingarri dugun haritzezko egur zatia, gure ohitura zaharrak sinbolizatzeko. Puntualki, gaur ere argitu du gabonetako lehenbiziko izpiak.

Nik ez diot inori esan nahi, zorotzat har ez nazaten, baina jakin badakit hori dela, esker onez, egun berriak –Eguberri egunean gaudelako– gure existentzia bedeinkatzeko bere modu berezia. Guk, etxean, oraindik horretan sinesten dugulako.