Hasta no hace tanto, y todavía recordada por la gente de mayor edad, la fiesta del equinoccio, la de la entrada de la primavera, era el 25 de marzo. Y se celebraba con gran solemnidad, ya que la Iglesia, una vez más, adaptó aquellas celebraciones paganas previas a su credo. Así, aquel culto al renacer de la naturaleza quedó suplantado por el supuesto anuncio que el arcángel Gabriel hizo a María, anunciándole su embarazo. A partir de entonces, aquel dios etéreo e intangible pasaba a ser algo real y con rasgos humanos. De ahí que esa fiesta del 25 de marzo se conociese tanto como la Anunciación (del embarazo) como la de la Encarnación (porque comenzaba a engendrarse el dios de «carne» y hueso).
Pero dejemos estos aspectos a un lado y veamos qué recordamos aún de aquella fiesta de culto y reverencia a la naturaleza y la primavera.
EL KUKU. En la tradición popular de Llodio se creía que el día 25 de marzo era cuando llegaba el cuco o cuclillo —kuku, ave migratoria de característico canto— hasta nosotros para permanecer hasta el día de su partida, 29 de junio, día de San Pedro. Es decir, hasta el inicio del verano. Entonces vuela hasta Orozko, al barrio de Murueta donde celebran los sampedros, merienda opíparamente y emprende el vuelo para no volver hasta el año siguiente.
A pesar de su poco honesto comportamiento, ya que pone los huevos en nidos de otras aves, engañándolas, el cuco es un pájaro que se considera de buen agüero y se creía que traía la bonanza, el buen tiempo o la primavera. Por eso, en el ámbito rural, nunca se le ataca o molesta o respetan sus desproporcionadas crías.
LA PROSPERIDAD. Es creencia popular, también hoy en día, que «…cuando se oye cantar al cucu, si se tiene dinero en el bolsillo, se andará bien de dinero durante el año; en cambio, si tienes el bolsillo planchado, así también andarás», tal y como le refiere el laudioarra Daniel Isusi a Barandiaran en 1935.
LA VIDA. Fuera de nuestro entorno y extrapolándolo a otras creencias de escala más universales, desde la época clásica y como ya hemos contado en otras ocasiones, se creía que el cuco era en realidad un gavilán que se transformaba en cuco, según su deseo. Tenía la exclusiva virtud de vivir unas épocas en el inframundo de los muertos —cuando no lo vemos— y, otras, en el de los vivos. Para colmo, era capaz de interactuar ente ambos estadios, pudiendo hacer que los seres se debatiesen entre la muerte o a la vida.
Heredera de aquella antigua convicción será, con seguridad, la creencia popular general, también muy conocida en el ámbito vasco, de conjeturar que, cuando una persona o animal enfermo o moribundo escucha el cuco, sanará o al menos vivirá un año más.
AUMENTO DE LA LUZ Y LA AGRICULTURA. Por otra parte, a medida que se prolongaban las horas de luz, aumenta también la posibilidad de acometer más trabajos. Y más que posibilidad, se trataba de una necesidad en el caso del cultivo de los campos, en plena actividad.
De ahí que se considerase que, a partir de esta fecha equinoccial, se podía fraccionar la labor al haber aumentado su volumen, gracias a que anochecía más tarde. Lo recuerda un dicho popular bien conocido entre nosotros: «Nuestra Señora de marzo, merienda y descanso».
Feliz primavera. En especial para José, Germán y Teresa Sagardui, fallecidos trágicamente en Okondo y que ahora, en su nueva vida, estarán conversando con los kukus que cada primavera visitaban su caserío de Garrastatxu en Markuartu.