No hay como ser un poco desarraigado en el tema de creencias para disfrutar de la cultura del cristianismo en toda su intensidad. Porque así lo gozas más puramente, con libertad plena, lejos de la perspectiva mutilada a la que te fuerzan los dogmas.
NUMBER ONE
Si hiciésemos una lista con todos los mártires de la religión cristiana nos tiraríamos toda una tarde. Pero el santo que celebramos hoy destaca por ser el precursor de ellos, el primero en diñarla al proclamar que era cristiano, partidario de un profeta que se autodefinía hijo del único dios hasta entonces conocido, Yahvé, en unas épocas en que sólo el sugerirlo era una gran ofensa al orden establecido. Por ser el primero de los caídos por aquella nueva y revolucionaria causa, se le llama «protomártir». Porque «proto» es ‘primero’, ‘antes’ e incluso ‘preminente’ en griego.
26 DE DICIEMBRE
Normalmente las festividades que celebra la Iglesia católica conmemoran el fallecimiento de sus mártires. Pues mira tú por dónde, el primero de ellos se desmarca de esa tradición.
Al parecer, un día como hoy pero de hace 1.601 años, el 26 de diciembre de 415, se llevaron reliquias de San Esteban hasta un templo. Así a partir de ese día podrían ser veneradas como merecía el personaje. Es decir, que hoy celebran los cristianos el traslado de sus residuos orgánicos, pasándolos del anonimato y olvido al culto y la veneración.
Los restos del cadáver habían sido hallados unos meses atrás, el 3 de agosto, fecha en la que también se celebra San Esteban o, al menos, su «invención»: así se llama la festividad.
Las reliquias fueron descubiertas por un sacerdote, de nombre Luciano, y que tuvo un sueño revelador que le indicó dónde estaba enterrado aquel primer mártir con cuyo posible hallazgo tan obsesionado vivía. Dicen los relatos que al desenterrarlos, de los huesos allí enterrados emanó un seductor e irresistible perfume. Y sólo de olerlo sanaron muchos enfermos que por allí estaban.
¡CEDE EL PASO, LORENZO!
Tras dar bastantes vueltas de templo en templo, sus reliquias fueron trasladadas a Roma por el papa Pelagio II (siglo VI) durante la construcción de la basílica de San Lorenzo Extramuros. Sus restos fueron enterrados junto a la tumba de san Lorenzo mártir, a quien se le dedicaba el templo.
Dicen que fue tal la importancia de San Esteban que, a la hora de hacer aquella obra, los restos de Lorenzo se trasladaron ellos solos (¡¡milagro a la vista!!) a un lado de la sala para dejarle ese sitio a los de Esteban. Por eso éste ocupa un lugar más central que San Lorenzo, titular de la basílica.
DISCURSO ROMPEDOR
La que sí parece más histórica es la trascendencia del discurso que profesó aquel joven llamado Esteban frente al Sanedrí, el decir, el concejo formado por los hombres (¡nunca mujeres!) relevantes, sabios y sacerdotes. Un discurso en el que replanteó la nueva visión del cristianismo, que no era por aquel entonces sino una corriente revolucionaria y «antisistema».
Allí, ni corto ni perezoso, contradijo gritando a la autoridad varios de los tabúes político-religiosos, por ejemplo, diciendo que dios estaba en el cielo y en la tierra, no solamente en una casa, un templo. Encendió las iras de los gobernantes… Y, para rematarlo, acabó el discurso llamando «duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos» a aquellas incuestionables autoridades del Sanedrí.
PEDREA
Si una simple blasfemia ya daba derecho al pueblo judío a sacar fuera de las murallas al malhablado y, sin juicio previo ni autoridad competente, matarlo a pedradas, pues imaginaos la que le calló a San Esteban después de haber dicho varias docenas de esas injurias y haber irritado a la máxima autoridad.
Dicen que no se achantó ni un pelo frente a su inminente ejecución y, delante de todos, oró a Dios para que recibiese su espíritu y, con bastante coña, para que perdonase a sus asesinos. Se puso de rodillas y allí le cayó la pedrea, el gordo y hasta el dinero atrás. Y quedó muerto claro.
Desde entonces se le representa con unas piedras: una pista para reconocerlo si algún día estáis mirando un retablo o imagen.
REVOLUCIÓN
Y eso es lo que hoy celebramos. Una especie de homenaje a alguien que se inmoló por abrir unas nuevas vías en el campo de las creencias. Como ya hemos dicho, también lo hacemos el 3 de agosto, fecha que por razones netamente meteorológicas, ha tenido más éxito en las fiestas de nuestros pueblos.
Ateos o creyentes, lo interesante es hacer que cada día sea diferente, que algo irrelevante lo convierta en especial y que aflore en este mar de monotonía que nos ahoga. Ésa y no otra es la intención de estas letras: el hacernos sentir que estamos gozando de un día único, especial e irrepetible. Amén.