El habla y acentuación característica de la comunidad gitana es fácilmente reconocible y muy dada a imitaciones por nuestra parte, la de los payos.
Cuando lo hacemos, pronto nos valemos de términos diferenciadores como lo son la acentuación de pápa y máma en lugar de los más aceptados papá y mamá.
Pero eso que nos hace tanta gracia, es en realidad una muestra de fidelidad que el pueblo gitano ha mantenido respecto a las formas originales, menos dados a dejarse llevar por modas que lo que hemos hecho los payos.
MAMA. En origen se acentuaba máma en castellano pero, en cierto momento de la historia, parecía burdo y poco refinado que se denominasen de igual mama (madre), mama (ubre) y mama (del verbo mamar), lo que daba lugar a no pocas mofas.
Por eso se recurrió a imitar el delicado estilo del francés, paradigma de la exquisitez en aquellas épocas, una lengua con tendencia a acentuar la última sílaba de las palabras. Y así se creó una mamá mucho más elegante y chic que la original máma. Aunque, todo hay que decirlo, en algunas zonas de España, de Sudamérica y en esa habla gitana, se mantiene aún la acentuación primigenia.
PAPA. Algo similar sucedió con la versión masculina, que no levantaba cabeza desde la importación de la patata desde el continente europeo, un alimento en origen para cerdos y animales, no de consumo humano. Coincidían de ese modo papa (patata) con papa (padre) y papa (mandatario de la Iglesia), lo que tampoco lo hacía muy digno. Y, por la misma razón, se pasó a papá, dándole así la excelsitud que hasta entonces parecía faltar al concepto de paternidad.
Ese cambio fue bien asimilado en la sociedad civil. Pero no en la eclesiástica que, con su raigambre, se negó a variar el acento del «santo padre», el Pápa.
PATATA. Tal el grado de influencia de la Iglesia que, para no verse mezclada su santidad el Papa con el tubérculo americano, lo celestial con lo terrenal, forzó el cambio de su denominación.
Por ello, en una mezcla entre lo que en origen y hasta entonces se llamaban papas y las batatas —otro tubérculo—, fueron rebautizadas con otros nombres que evitasen las coincidencias. De ese modo surgieron los nuevos términos patata o pataca — muy usada en Galicia— que han llegado hasta nuestros días. Y sobre la denominación del Papa del Vaticano, pues eso: podéis ir en paz. Demos gracias a Dios…
Por cierto, las acentuaciones mamá y papá, a la francesa, las introdujo en Madrid la corte borbónica en el siglo XVIII. Ya se ve que, desde su origen, los de esta estirpe poco de utilidad han aportado a la Humanidad.
Así es que… menos mofarse del habla gitana y más a aprender de ellos, que tienen mucho que enseñarnos en esto de la insumisión frente a los inútiles.