Hoy, 21 de diciembre, es el día de Santo Tomás (San Tomas en euskera).
Quisiera tener un recuerdo para mi abuelo Martín Mugurutza Zendegi (1896-1972) que cada año, tal día como hoy, bajaba a pagar la renta anual del caserío en Markuartu (Laudio) al gran propietario y adinerado Enrique Escauriaza. Era en Bilbao, en donde todo bullía con la gran feria creada unas décadas atrás por Felix Garci-Arcellus, un personaje bilbaíno que vivió muchos años en Laudio.
La renta a abonar era en su caso una cantidad más bien simbólica de dinero, algún par de gallinas y unos huevos. También de vez en cuando unas nueces… o lo que había, porque mucho más no se podía.
El propietario, a sabiendas de que aquellos inquilinos necesitaban el dinero más que ellos, correspondía con buenos regalos, generalmente una gran bacalada, con la que mi abuelo volvía feliz y orgulloso en el tren.
Los regalos recibidos igualaban o superaban por tanto el valor de la renta. Debía de ser, como en la actualidad, que el espíritu de la Navidad hace que el día de hoy sea tan especial.
Y es que, con la perspectiva del tiempo, me he dado cuenta de que lo que hacía feliz a aquel propietario era el ayudar a una familia que estaba más para recibir que para dar. Porque, siendo adinerado y terrateniente como era, poco le apasionaba acaparar anualmente un mísero capital que en nada le iba a cambiar la vida. No buscaba la usura.
Asimismo, por lo que veo, nuestros antepasados han sido más de honradez que de dinero porque, sin faltar de nada, tampoco nunca les sobró. Pero, lo que son las cosas, ahora me doy cuenta que es la honradez y no las riquezas, la que me ha hecho sentirme una persona afortunada y feliz.
Porque —eso me lo han inculcado bien— no hay cosa más grande y reconfortante en esta vida que el ser decente y vivir en paz con uno mismo, sin desear aquello que no se puede alcanzar o, lo peor, que ni siquiera se necesita.
Y es que la humildad, la gratitud y la conformidad son los grandes capitales que realmente te hacen pudiente, porque son los que facilitan la libertad, «el mayor tesoro que los cielos dieron al hombre», como apuntase el loco caballero andante de La Mancha. No el dinero. Definitivamente, creo que es la necesidad y no la opulencia la que esculpe las más modélicas personas.
No me diréis que estas enseñanzas no son la mejor de las herencias…
La imagen del encabezamiento es El día de Santo Tomás, pintado por José Arrue en aquellos años en que mi abuelo bajaba a pagar la renta. Era José Arrue también íntimo amigo de aquel soñador Félix Garci-Arcelus que decidió en 1915 hacer una gran feria para reforzar aquel comercio rural generado en el día de Santo Tomás con la bajada de tantos y tantos baserritarras a Bilbao para pagar sus rentas.