Los bufones de Llanes, el grito desgarrado del «cuélebre» enamorado

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Cuentan que en el Camino del Norte, en las etapas asturianas entre Colombres a Llanes y la siguiente hasta Ribadesella, la senda costera atraviesa los bufones de Santiuste, Arenillas, Antilles y Pria, un fenómeno natural creado, en este caso concreto, por el mar Cantábrico en las aberturas de los acantilados de roca caliza, cuando la energía de las mareas vivas atraviesa, desde la base del bufón mediante un chorro de agua, que asciende a través de la chimenea, liberando un bramido desmesurado. La leyenda identifica el tremendo sonido como el grito desgarrado de un demonio convertido en serpiente alada (muy parecida a un dragón); es el llamado 
«cuélebre», enamorado de una joven asturiana, a la que no pudo desposar al ser derrotado por el apóstol Santiago y, luego, arrojado al mar, desde donde resurge a través de los bufones gimiendo y lamentando su desdicha.

El mito del «cuélebre» no es exclusivo de la mitología asturiana, sino que también pertenece a la mitología leonesa y cántabra, aunque con denominaciones parecidas como: culebre, culebro o sierpe; siempre descrito con unos ojos ígneos, cuerpo tapizado de escamas, grandes alas de murciélago y larga cola. Las leyendas de los «cuélebres» se pueden encontrar en abundantes pueblos de los territorios por todo el planeta Tierra, con características distintas, según las creencias específicas de cada comarca, si bien su ocupación más extendida es la de guardián de tesoros con la salvedad de que los aldeanos del lugar tienen que gratificarle y/o alimentarle mediante diferentes procedimientos.

En el caso concreto de la leyenda de los bufones de Llanes, cuentan que el «cuélebre» exigía a los aldeanos la entrega de una doncella para devorarla, de forma que, en una ocasión una joven asturiana fue ofrecida a la bestia, la cual al verla quedó prendado de su belleza. El animal se transformó en un atractivo mozo que intentó seducir a la muchacha, pero la chica, aterrorizada, se encomendó al apóstol Santiago, que se enfrentó al «cuélebre» al que venció y arrojó al mar. Desde entonces, a través de los bufones de Llanes, cuando el mar se enfurece, pueden escucharse los aullidos del «cuélebre».

Otra versión de esta misma leyenda narra que el padre de la chica, al conocer el asunto, empujó al «cuélebre» a las aguas del Cantábrico; incluso una tercera interpretación detalla como los campesinos prepararon una sabrosa torta de pan que llenaron de clavos, tijeras y cuchillos y, mediante engaños, se la dieron a probar a la bestia, que se la tragó de un bocado, retorciéndose de dolor. El «cuélebre» herido y humillado se metió en su cueva gritando por siempre.

El sonido de las campanas, compañero fiel en el Camino de las Estrellas

Cuentan que los peregrinos y peregrinas en todos los caminos escuchan un sonido, compañero fiel a lo largo de los siglos, que les acompaña y recuerda la ruta a seguir; es el tañido de las campanas, soniquete persistente de una métrica musical que, según cada caso, tiene un significado diferente. El lenguaje de las campanas se utiliza para anunciar a la comunidad cualquier  circunstancia: accidente, convocatoria, acontecimiento religioso, festivo o luctuoso, o, simplemente, para orientar a las personas perdidas. De hecho son conocidas en los Caminos a Santiago (en la foto, la capilla de Santiago (1328) en la región francesa de Allier) de los repiques de las campanas de la Colegiata de Orreaga Roncesvalles guiando a los caminantes a través de la niebla al atravesar el collado de Lepoeder o el puerto de Ibañeta en el Pirineo. El eco de las campanas cabalga a lomos del viento para llevar a los solitarios peregrinos y peregrinas hasta la meta final, Santiago de Compostela.


Las campanas se producen en bronce (78% de cobre y 22% de estaño) y, habitualmente, cuando se bendicen se les da un nombre, que suele estar tallado en su borde; como por ejemplo la de la Catedral de Iruña Pamplona apellidada «María» o la de la Catedral de Oviedo, considerada la más antigua, que se llama «Wamba» o la más grande  (17 toneladas) de la Catedral de Toledo, nombrada como «Campana Gorda». Pero no todas las campanas tienen carácter religioso, como la llamada «Libertad», situada en Filadelfia (Estados Unidos). 

La verdad es que las campanas nunca anuncian un mismo mensaje: cuando su sonido es violento y desbocado proclaman una emergencia o la llegada de un temporal; cuando tañen lenta y pausadamente «tocan a difuntos» y cuando repican de forma enérgica y vital avisan las bodas. Y si nos ceñimos a los toques religiosos, las campanas convocan a la celebración de la Santa Misa (primero media hora antes, luego, a los quince minutos y, finalmente, un minuto antes de que comience el oficio religioso). Los toques más conocidos suelen ser los que se escuchan en los conventos: «Maitines» suena al alba; «Ángelus» es a mediodía y «Vísperas» es el repique a la puesta de sol para rezar por las almas del purgatorio.

Muchos son los pueblos que emplean diferentes tipos de campanas en sus ceremonias religiosas, como en oriente (sintoístas y budistas), o las consideradas primigenias en el antiguo Egipto, Babilonia o en el imperio de Roma. El sonido de las campanas vuela por el Camino de las Estrellas, entre el cielo y la tierra desde hace siglos, difundiendo sentimientos distintos a cada caminante.

El pueblo cordobés de Hinojosa del Duque, el último reducto del maquis

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Cuentan que en el Camino Mozárabe, la localidad de Hinojosa del Duque, (en la fotografía, una placa recuerda el lugar de la cárcel) fue uno de los pueblos de sierra de Córdoba, donde los republicanos «aguantaron» más allá del final de la Guerra Civil, después de la última gran batalla en el frente entre Hinojosa y Villanueva del Duque, donde participaron 92.500 soldados de la República y 72.000 por parte de los franquistas; con 8.000 muertos y 22.000 heridos por ambos lados. Aunque no finalizó todo después de este combate del 5 de enero de 1939 porque Hinojosa se transformó, tiempo después, en uno de los pueblos más destacados por el castigo sufrido y la dureza de la represión. Muchos de los jornaleros, mineros, médicos, maestros y trabajadores del campo, se convirtieron en maquis y guerrilleros que se «echaron al monte» para continuar luchando en la zona del Río Zújar. La fosa del cementerio de Hinojosa, donde en cuentan los restos de más de 150 víctimas republicanas, es testimonio fiel de la crueldad y violencia habida debido a que esta localidad resultó ser uno de los ayuntamientos, junto al de Belalcazar, donde los milicianos desafiaron al régimen franquista hasta más allá de julio de 1941. Los apuntes de entonces registran también a mujeres ejecutadas por no haber conseguido los fascistas apresar a sus maridos e hijos huidos por la sierra cordobesa. 

Hoy en día, se sabe que las mujeres republicanas cordobesas, en este caso concreto, se convirtieron también en objeto de persecución al igual que los hombres, aplicando sobre ellas el Bando de Guerra, porque actuaron como enlaces, en muchos casos, proporcionando informaciones y suministros a los grupos de guerrilleros donde estaban enrolados sus propios padres, maridos, hermanos e hijos.

Manuela, La Parrillera, es un ejemplo de guerrillera cordobesa, aunque no fue la única, que tuvo por regla básica a lo largo de su vida: «un sueño de libertad que mereció la pena», a pesar de las palizas recibidas por los fascistas para que traicionase a su pareja, su padre y su hermano y les llevase hasta ellos. Manuela era analfabeta, su mérito residía en apoyar a los suyos, defendía la ideología por la que peleaban, llevando por las noches víveres e información a los huidos en la sierra, por lo que la Guardia Civil la interrogaba y maltrataba hasta que ella también «se echó al monte»; donde dio a luz un bebé que falleció.

En realidad, los maquis y guerrilleros de la sierra cordobesa son los grandes olvidados, aguantaron una continua persecución, sufrieron torturas terribles, cárcel y, en muchos casos, la «desaparición» en el fondo de una fosa común. Durante años, esperaron con ansia la ayuda de Europa y, tiempo después, la victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, que les libraría de la opresión; hasta que perdieron la esperanza y se convirtieron sólo en supervivientes de la democracia y la libertad.

El General Miguel Ricardo de Alava y Esquivel evitó el saqueo de Vitoria

Cuentan que en el Camino Vasco a Santiago de Compostela, que atraviesa el Túnel de San Adrián por el parque natural de Aizkorri-Aratz, los peregrinos y peregrinas encuentran en la etapa que finaliza en la capital alavesa, el monumento a la Batalla de Vitoria, situado en la Plaza de la Virgen Blanca, el cual contiene en su base inferior la efigie del general Miguel Ricardo de Álava y Esquivel, montado en su caballo, siendo reconocido por el pueblo de Vitoria Gasteiz por haber evitado el saqueo de la ciudad. Esta Batalla de Vitoria fue el último acontecimiento bélico de la llamada Guerra de la Independencia cuando las tropas aliadas, formadas por soldados hispanos, portugueses y británicos, al mando de Arthur Wellesley, Duque de Wellington, derrotaron a los ejércitos franceses de «Pepe Botella» en su huida a Francia. El músico alemán Ludwig van Beethoven, este mismo año de 1813, compuso su Sinfonía de la victoria de Wellington en la Batalla de Vitoria, que fue estrenada el 8 de diciembre en el Auditorium de la Universidad de Viena.

Las crónicas de la época cuentan que el General Alava al finalizar la Batalla de Vitoria, sabedor de las tropelías y abusos que realizaban las tropas de ambos lados, capitaneó la unidad británica de los húsares de Von Alten, entró en la capital alavesa, expulsó a los franceses y ordenó cerrar las puertas de la muralla. De esta forma, evitó el saqueo de Vitoria que los ejércitos de ambos lados ya habían hecho en otras ciudades. 

Las tropas franceses en su desbandada, camino de Francia, paralizaron las vías de escape, con innumerables vehículos, carruajes, animales y pertrechos, llenos de oro, joyas, objetos de arte, dinero y todo tipo de botines de anteriores batallas. El hermano mayor de Napoleón, José Bonaparte, conocido como «Pepe Botella», en su espantada abandona su carruaje y el tesoro real con sus efectos personales (sello, ropa y sables) y al galope se lanza hacia Salvatierra de Alava, donde logra llegar ya de noche; salvando su vida. Pero detrás de él quedaron más de diez mil franceses entre muertos y heridos, además, de una colosal cantidad de prisioneros. El ejercito imperial francés se encontraba en «el principio del fin».

Miguel Ricardo de Alava y Esquivel, conocido como el General Alava, tuvo una vida azarosa, inmerso en numerosos acontecimientos militares y relaciones diplomáticas al más alto nivel, que le permitieron una dilatada red de amistades y contactos internacionales, como la que gozó con el Duque de Wellington, el Rey de los Países Bajos, Guillermo de Orange o la reina de Francia, María Amelia de Nápoles y Sicilia, esposa de Luis Felipe I. Participó, por ejemplo, en la batalla de Waterloo y en la de Trafalgar, fue presidente de las Cortes, embajador y presidente del Consejo de Ministros, además de innumerables e importantes cargos militares y políticos.

Castilla consiguió la independencia del Reino de León por un logaritmo de un celemín de trigo

Cuentan que el trato por un celemín de trigo fue, según la leyenda, el resultado por el que Castilla consiguió la independencia del Reino de León (en la foto, una figura de la catedral de León con el escudo del Reino de León). Todo ocurrió en el siglo X cuando el conde castellano Fernán González se presentó en las Cortes de León con un precioso caballo y un atractivo azor ante el rey leonés Sancho I, el cual quedó cautivado por los animales. El monarca quiso comprar ambas posesiones del noble castellano que, por no ofender al soberano, ofreció regalárselos, propuesta que fue rechazada. Al final, decidieron fijar un precio insignificante por la compra: un celemín de trigo; aunque el contrato guardaba una «letra pequeña», es decir, los cuatro o cinco kilos equivalentes a un celemín de trigo se duplicarían por cada día de retraso en el pago. La deuda se incrementaría al siguiente día a dos celemines, cuatro al tercero, ocho al cuarto y así continuamente.

La «letra pequeña» del acuerdo era un logaritmo que, básicamente, se define como una operación matemática inversa a incrementar un número a una potencia. Por ejemplo, si elevamos dos al cubo obtenemos ocho, el procedimiento inverso sería el logaritmo de ocho en base dos, que proporciona el exponente, en este caso, tres. Pero, seguramente, nadie hizo los cálculos y el rey Sancho I estimó que un celemín era una cuota insignificante y se olvidó de la deuda.

Pasados siete años Fernán González dispuso suspender sus impuestos sin informar al rey de León porque estimaba que a partir de ese momento era el Reino de León el que estaba en deuda con Castilla.

Así, los asistentes de Sancho I hicieron los cálculos del déficit con Castilla: En total habían transcurrido 2.556 días desde que se cerró el trato y el valor de ese número de días de una progresión geométrica de razón 2 y cuyo término inicial es un celemín; de forma que el término reflejado en celemines será de 1×2 (2556-1), es decir, hay que multiplicar 2x2x2x2x2x2…. hasta 2.555 veces. Hoy, el cálculo se puede hacer mas fácilmente mediante la fórmula logarítmica

La realidad final resultó que Sancho I no tuvo más remedio que capitular a las evidencias del conde Fernán González porque no se producía suficiente cantidad de trigo en todo el Reino Leonés para hacer frente a la deuda y, de esta forma, Castilla obtuvo la independencia.

Los humilladeros del Camino, pequeños lugares de devoción para rezar por las almas del purgatorio

Cuentan que a lo largo de los caminos a Santiago encontramos toda una serie de monumentos religiosos de simbolismo popular como humilladeros, «cruceiros» y cruces de término, todos ellos situados, habitualmente, a las salidas o entradas de las aldeas, pueblos, ciudades y villas. Con el paso del tiempo, el cristianismo transformó estos pequeños lugares de devoción en pequeñas capillas o ermitas para que los caminantes rezasen por las almas del Purgatorio; en realidad servían también para señalizar los caminos y como muestra de devota plegaria entre los viajeros y caminantes. Esta es una costumbre que se considera de origen pagano o romano de cara a jalonar las calzadas romanas mediante «miliarios», una columna cilíndrica que indicaba la distancia de mil pasos, la cual señalaba una milla romana equivalente a 1480 metros.

Los pueblos celtas marcaban, por ejemplo, las encrucijadas de sus sendas como veneración a la Naturaleza y para gozar de la protección de sus dioses. Incluso atrapados por la creencia del retorno de los muertos colocaban piedras para que los difuntos pudiesen descansar en su itinerario hacia la eternidad y, además, colocaban a los enfermos en los cruces confiando en que lograsen la sanción por mediación divina o con la ayuda de otros caminantes. Es curioso, pero hoy en día en los cruces de las rutas jacobeas se pueden encontrar pilas de guijarros depositadas por los peregrinos y peregrinas….

El simbolismo de los cruces siempre ha estado estigmatizado por el miedo a la muerte y la oscuridad, leyendas de comercio con demonios, brujas y almas en pena, pues existía la creencia de que los caminos estaban destinados durante el día para los vivos y durante la noche para los muertos aunque, como antes se ha indicado, el cristianismo transforma todo estos símbolos en lugares donde corresponde humillarse o inclinar la cabeza en señal de sumisión a la cruz y a la imagen sagrada del humilladero para que proteja con un Buen Camino al peregrino o peregrina.

La fuente Reniega del Alto del Perdón elimina las tentaciones de abandonar el Camino

Cuentan que en el Camino Francés en el alto del Perdón los peregrinos y peregrinas encuentran la Fuente Reniega, que si bebes su cristalina agua, según dicen, desaparecen las tentaciones de abandonar el Camino de las Estrellas, aunque en los últimos veranos el manantial se encuentra seco. A los caminantes todavía les restan setecientos kilómetros hasta Santiago, sobre todo, porque después de subir hasta la cima donde se encuentran las esculturas del alto del Perdón (en la foto), no es de extrañar que algunos piensen en abandonar su viaje a Compostela. La leyenda narra la aparición de Satanás a un sediento peregrino que, agotado, busca un poco de agua para continuar su camino; esta historia se repite, con diferentes acepciones, a lo largo de los numerosos senderos jacobeos, presentando a Lucifer como un agudo «embaucador de almas» cuando los viajeros atraviesan un puente, una montaña o, simplemente, una encrucijada de caminos.

simpático anciano dispuesto a ayudar al peregrino o peregrina.

    —-Se te ve cansado ¿quieres agua peregrino?

    —-Sí, la necesito…

    —Aquí cerca hay una fuente de la que brota un agua fresca y cristalina, pero hay que pagarla.

    —-No me importa, tengo dinero

Era el momento esperado por el diablo para darse a conocer y ofrecer agua a cambio del alma del caminante, pero, en este caso, el peregrino se negó e intentó encontrar la Fuente Reniega hasta que exhausto se echó en un recodo del camino para abrigarse del abrasador sol, cerrando sus ojos y esperando a la muerte, mientras Lucifer se desvanecía en medio de una nube de azufre.

El peregrino en sus sueños advirtió la presencia de un caballero montado en un caballo blanco, el cual golpeó con su espada la peña sobre la que estaba acostado, de donde brotó un agua fresca  y cristalina, que sació la sed del peregrino.

El monasterio navarro de Urdax compraba mineral de hierro vizcaíno de las minas de Pobeña

Cuentan que en el Camino del Baztán a su paso por la localidad de Urdax (Urdazubi en Euskera), se encuentra el Monasterio de San Salvador de Urdax, único de la orden premonstratense en el territorio de Navarra. Sancho, el Sabio, fundó este convento, que en los siglos XIII al XV atesoró un brillante período de expansión, prosperidad económica e influencia política y religiosa; pues sus abades eran mitrados, con asiento, voz y voto, en las Cortes de Navarra, y ocupaban el primer lugar, después del obispo, en el Sínodo de Bayona. Históricamente, ya desde 1298 es de destacar la participación de los monjes en la coronación de los reyes navarros, como en el caso de Felipe de Evreux y Juana en 1329 y la de Carlos III en 1390. Todo este esplendor del cenobio de Urdax logró su cenit en el siglo XV, sobre todo, mediante su «poderío» forestal, ganadero y agrícola, además, de sus dos ferrerías, que se convirtieron en el soporte económico del monasterio.

El Monasterio de San Salvador se beneficiaba del usufructo de los bosques comunales, que le proporcionaban madera de roble para la construcción y también carbón vegetal a utilizar en sus ferrerías, que fundían y forjaban el mineral de hierro en metal. Todo este «imperio» económico era administrado por el Monasterio de Urdax mediante arrendamientos o cesiones a familias de los alrededores; sólo les faltaba conseguir el mineral de hierro en cantidad suficiente para que sus beneficios continuasen prosperando. 

Las minas de Somorrostro y Galindo de Bizkaia se convirtieron en proveedores del Monasterio de Urdax, aunque, inicialmente, se encontraron con la prohibición, según el Fuero Antiguo de «sacar del Señorío de Bizkaia mineral, ni otro metal, para hacer hierro para otros reinos». Pero los frailes premonstratenses eran hábiles litigadores pues llevaban pleiteando con los valles vecinos de Baztán y Zugarramurdi durante muchos años. Así, lograron, por real cédula y mandato real, la autorización y adjudicación de 10.000 quintales anuales de mineral de hierro de los yacimientos vizcaínos, que era traslado desde Portugalete, en barcaza por mar hasta San Juan de Luz (Donibane Lohizune en Euskera), donde los frailes poseían un muelle en usufructo; luego, aguas arriba por el rio Urdazuri hasta Askain y, desde aquí, en una carreta tirada por una yunta de bueyes hasta Urdax, donde los religiosos regateaban el precio al intermediario vizcaíno hasta llegar a un acuerdo.

Esta es, a grandes rasgos, la relación comercial que el Monasterio de San Salvador de Urdax tuvo con los yacimientos de mineral de hierro vizcainos en la Edad Media y que, hoy en día, se «reconstruye» todos los años en la primera semana de agosto. La historia posterior cuenta que los problemas fueron «acorralando» el poder y prosperidad del convento urdazubitarra en los siglos venideros, sobre todo desde el fallecimiento de Carlos, el Principe de Viana; el incendio de julio de 1526 que destruyó la iglesia y la biblioteca y el asalto y saqueo en la noche del 13 y 14 de septiembre de 1793 por las tropas francesas, que incendiaron y saquearon el pueblo, destruyendo el hospital de peregrinos, el molino, las ferrerías, el órgano y la biblioteca con todo su archivo, incluidos manuscritos e incunables, además, de parte de un bosque cercano.

El lamento eterno del Papamoscas de la Catedral de Burgos es el amor imposible del rey Enrique III, el Doliente

Cuentan que en el Camino Francés a su paso por Burgos, en la Catedral de Santa Maria, se expone el Papamoscas, un afamado personaje que abre excesivamente la boca, cuando suenan las horas, lanzando, al mismo tiempo, un lamento chillón y estrepitoso que, habitualmente, provoca una sonora carcajada a los que le contemplan. Esta ingeniosa leyenda del grotesco Papamoscas narra el amor imposible del rey castellano, Enrique III, el Doliente; llamado así a causa de su precaria salud, pues, según parece, había nacido con un exiguo sistema inmunitario que le hacía «presa fácil» de enfermedades contagiosas. En joven y enfermizo monarca había venido al mundo en Burgos en el año 1379 y, puesto que era muy devoto, todos los días acudía, en secreto, a la seo burgalesa a rezar, por su salud. Este rey pertenecía a la Casa de Trastámara y fue rey de Castilla y Príncipe de Asturias durante pocos años ya que falleció en Toledo en 1406 a la edad de 27 años.

Volviendo a la leyenda del Papamoscas, una mañana de «invierno burgalés» el devoto Enrique III se encontraba rezando en la Catedral de Burgos cuando quedó paralizado por la presencia de una joven y bella muchacha, que también se hallaba orando en una capilla continua a la que él estaba. El monarca quedó enamorado de la lozana doncella y, cuando esta salió del templo, la siguió sigilosamente hasta descubrir la casa donde vivía. La escena se repitió, una y otra vez, durante algunos meses sin que mediara palabra entre los dos jóvenes, pero la muchacha decidió un día «tomar la iniciativa» y poco antes de llegar a su casa dejó caer su pañuelo, que Enrique recogió, pero que no hizo entrega, pues, prefirió guardarlo y ofrecer uno de los suyos. La muchacha y el tímido rey, sin mediar palabra y cruzando entre ellos una vergonzosa mirada, tomaron el camino de sus respectivas residencias, pero, de pronto, Enrique escuchó a su espalda un lamento comparable a un quejido que, a partir de ese momento, ya nunca olvidaría. 

Al día siguiente, la doncella no apareció por la Catedral y el rey salió a buscarla a la casa donde la había visto entrar, pero, cuando preguntó por sus residentes, recibió como respuesta: «en esa casa hace tiempo que ya no vive nadie». Enrique quedó aturdido y afligido mientras en su mente se repetía el lamento de la chica, por lo que decidió encargar a un taller de relojeros venecianos una figura acompañada de un reloj con el fin de perpetuar el gemido de su amada en cada toque de campana; aunque, la verdad, el resultado logrado por el incompetente constructor del robot se alejó demasiado del deseo del monarca, el cual se encontró una grotesca imagen que lanzaba, abriendo exageradamente la boca, más un graznido que un grato suspiro cuando sonaban las horas.

Los feligreses que entraban en la Catedral burgalesa descubrieron la talla, que bautizaron como Papamoscas, pues, cuando sonaba la campana con las correspondientes horas, no podían evitar una carcajada al verle abrir la boca.  

La leyenda del descubrimiento de la Virgen de Orreaga Roncesvalles del Camino Francés

Cuentan que la veneración a la Virgen de Orreaga Roncesvalles se ha vinculado al Camino de Santiago como protectora de peregrinos y peregrinas desde tiempos inmemorables. Sobre su «descubrimiento» en este lugar del inicio del Camino Francés se conocen leyendas similares, a lo largo de los itinerarios jacobeos, que cuentan cómo apareció la imagen de la Virgen para ser venerada por los caminantes a Santiago de Compostela. De hecho, la realidad —documentada— nos indica que la imagen es una talla del gótico francés, traída desde la localidad francesa de Toulouse, cuando se comenzaron los trabajos de construcción de la Colegiata de Orreaga Roncesvalles, precisamente, en el lugar donde se produjo el prodigio de la aparición de la Inmaculada Concepción en el siglo X. En la actualidad, todas las tardes se celebra la Misa del Peregrino en la que se imparte la bendición de la Virgen para que los andarines tengan «Buen Camino».

La leyenda comienza cuando un canónigo asustado por las continuas invasiones de los francos y sarracenos a través de los Pirineos y, temiendo que la imagen de la Virgen fuera injuriada y profanada, decide ocultar la talla en el bosque pero, con el paso del tiempo, el sacerdote falleció sin revelar el lugar del escondite. 

Pasaron los años y el suceso quedó en el olvido por los habitantes de Orreaga Roncesvalles;  hasta que dos pastores en una oscura noche de niebla cerrada se cobijaron en una borda junto a sus ovejas. De pronto, vieron pasar delante de ellos un ciervo con su cornamenta iluminada con una luz cegadora. Los pastores, aterrados, corrieron a refugiarse en lo más profundo del aprisco y decidieron no contar el suceso en el pueblo. Así lo hicieron, pero durante la noche siguiente el ciervo volvió a mostrarse, esta vez, con las astas rodeadas de brillantes estrellas, que le otorgaban un aspecto sobrenatural. Los pastores, venciendo sus miedos, siguieron al animal, el cual se detuvo en una fuente, donde comenzó a arañar la tierra con sus pezuñas mientras se escuchaba una melodía angelical.

Los pastores decidieron acudir al obispo de Iruña Pamplona para contarle el celestial suceso, pero el prelado no les creyó, retirándose a dormir, pensando, que serían supercherías de aldeanos ignorantes e incultos; sin embargo, en la mitad del sueño del purpurado se le apareció un ángel que le conminó a acompañar a los pastores para comprobar el divino evento. 

El obispo se levantó a toda prisa y fue hasta el refugio de los pastores, justo en el momento en que el ciervo se acercaba a la fuente, y comenzaba a remover la tierra con sus patas. Todos los presentes se afanaron a excavar hasta que encontraron la imagen de la Virgen con su corona de plata reluciendo en la oscuridad de la noche. 

Hoy en día, muy cerca de la Colegiata de Orreaga Roncesvalles, junto al albergue de peregrinos y peregrinas, se puede encontrar la fuente del prodigio «presidida» por una antigua escultura representativa del momento en que un ángel despierta al obispo.