La sociedad Aranzadi finaliza la mayor recuperación de cuerpos realizada en una misma intervención en Euskadi
LA Sociedad de Ciencias Aranzadi exhumó el pasado fin de semana 14 cuerpos de presos antifascistas de la Prisión Central de Orduña en el cementerio de la localidad vizcaina. El proyecto, que partió del ayuntamiento, ha pasado a suponer la mayor recuperación de cuerpos en una misma intervención realizada en Euskadi, con el matiz de que los enterrados no estaban en una fosa común. Según ha podido saber DEIA, el consistorio prevé que los restos exhumados descansen de forma digna en una sepultura a construir en recuerdo de aquellas personas.
La iniciativa de prospección y exhumación partió del pleno municipal -gobernado por Bildu y que, incluyendo al concejal del PP, condenó el franquismo-, que se puso en contacto con Aranzadi para impulsarla. También han participado en el proyecto la oficina de Derechos Humanos del Gobierno vasco, la Fiscalía General y el Instituto de Medicina Legal. Además, el equipo dirigido por Paco Etxeberria en la Facultad de Medicina de la UPV/EHU, en el campus de Donostia, estudiará los restos.
Las prospecciones comenzaron los días 27, 28 y 29 de agosto. A través de un acuerdo con el Ayuntamiento de Orduña, se hizo una cata de 14 por 2,5 metros en el camposanto, y “enseguida comenzaron a salir cuerpos que guardaban una disposición”, explica el técnico de Aranzadi, Jimi Jiménez. “Pronto” se dedujo que podrían ser internos de la prisión de Orduña, explica. Agrega que “de los 14, ninguno era mujer, y su edad es de más de 30 años, lo que responde al perfil de prisioneros de la cárcel”.
campo y luego prisión Cabe recordar que el centro penitenciario de Orduña fue primero un campo de concentración durante la Guerra Civil y, al finalizar la contienda, pasó a ser prisión central, según estudios del periodista de la ciudad Joseba Egiguren (Laudio, 1964), quien publicó el libro Prisioneros en el campo de concentración de Orduña (1937-1939).
Los 14 cuerpos estaban enterrados bajo una base de hormigón que se construyó décadas después en el cementerio. Hay constancia, según el registro local, de que se dio sepultura a, al menos, 225 hombres que cumplían condena tras sufrir un juicio del régimen franquista. Según las investigaciones, la mayoría eran de Extremadura, Castilla-La Mancha y Andalucía, aunque también hay constancia de algunos, “pocos”, vascos. “Hay dos zonas en las que se supone que están enterrados. Una es esta, la del cementerio donde no podemos seguir exhumando cuerpos que están debajo de los nichos actuales. Y luego hay otra zona que no está muy clara o donde se han podido hacer movimientos de tierras”, coinciden en sus exposiciones Jiménez y Egiguren.
A partir de este hallazgo, Aranzadi ha dejado muestras que serán estudiadas por el equipo de Etxeberria. Jimi Jiménez asegura que, a pesar de que se cuenta con la identidad de todas las personas que fueron enterradas en ese lugar, será “muy difícil” identificar a estos 14. Según tiene previsto el ayuntamiento, se dará digna sepultura a los restos hallados, levantando algún tipo de monumento en la propia Orduña destinado a preservar su memoria.
Desde Aranzadi, así como el propio Joseba Egiguren, certifican que los muertos, tanto en campos de concentración primero como más tarde en la prisión, fallecieron de hambre o por enfermedades como tuberculosis, avitaminosis, bronquitis… “La población penitenciaria no moría por la violencia como tal. Fueron muertes, entre comillas, naturales causadas por hambre, frío y las escasas condiciones higiénicas”, aporta Jiménez.
Egiguren estima por su parte que se dio muerte a estas personas hasta en tres ocasiones: “La primera porque les mataron de hambre. La segunda porque, tras ser enterrados, se les dio una segunda sepultura de hormigón. Y la tercera, porque fueron olvidados”.
Con esta exhumación, a juicio del periodista, “se ha reivindicado su memoria. Tras mi trabajo de investigación, quedaba que el pueblo los reivindicara y se les dignificara”. Egiguren amplía que se internó a estos civiles en “una tierra lejana, hostil, y con mucho frío. Es más, por la lejanía de sus familiares, no podían recibir ayudas”.
Así queda reflejado en el libro de este autor cuando un testimonio aporta que “mi abuelo no era de política, pero le metieron porque era de los que hablaban mucho”. Otros aseguran que, aunque de manera oficial se dejó morir a 24 personas en el periodo en que este espacio fue campo de concentración, “fueron más, porque unos se suicidaban y a otros se les mataba a palos. La muerte era algo muy habitual allí”.
28 muertos en un mes Los fallecidos se multiplicaron en los posteriores años en la prisión central durante el franquismo. “Murieron 201 hombres en un año y la mayoría lo hacían de hambre. El 1% de la población penitenciaria moría al de un mes. Es más, hubo un mes en el que fueron 28, casi un muerto al día. Este periodo, en el que fue una cárcel, está sin investigar”, aporta el autor de Prisioneros en el campo de concentración de Orduña (1937-1939). “Desgraciadamente, permanecieron en manos del enemigo en la más absoluta indefensión y sin ningún tipo de garantía judicial, apaleados, humillados, ateridos de frío, enfermos y medio muertos de hambre. Algunos no pudieron soportarlo”, agrega Joseba Egiguren.
A juicio de este autor, la exhumación de estos 14 cuerpos supone “exhumar la verdad, dignificar sus vidas, porque llegaron a morir por su lucha. Además, contribuye a que sus familias puedan ejercer su derecho de verdad, reparación y justicia”, valora, y va más allá: “Porque esto no es una película, es una verdad incómoda que hay que saber aceptar aunque no guste, con el objetivo de cerrar un ciclo”. El campo de concentración de la localidad funcionó entre junio de 1937, con Franco ya en Bilbao, y hasta el fin de la guerra en 1939. La prisión central de Orduña estuvo abierta, por su parte, entre 1939 y el verano del año 1941.