Orduña exhuma catorce cuerpos de presos antifascistas

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La sociedad Aranzadi finaliza la mayor recuperación de cuerpos realizada en una misma intervención en Euskadi

LA Sociedad de Ciencias Aranzadi exhumó el pasado fin de semana 14 cuerpos de presos antifascistas de la Prisión Central de Orduña en el cementerio de la localidad vizcaina. El proyecto, que partió del ayuntamiento, ha pasado a suponer la mayor recuperación de cuerpos en una misma intervención realizada en Euskadi, con el matiz de que los enterrados no estaban en una fosa común. Según ha podido saber DEIA, el consistorio prevé que los restos exhumados descansen de forma digna en una sepultura a construir en recuerdo de aquellas personas.

La iniciativa de prospección y exhumación partió del pleno municipal -gobernado por Bildu y que, incluyendo al concejal del PP, condenó el franquismo-, que se puso en contacto con Aranzadi para impulsarla. También han participado en el proyecto la oficina de Derechos Humanos del Gobierno vasco, la Fiscalía General y el Instituto de Medicina Legal. Además, el equipo dirigido por Paco Etxeberria en la Facultad de Medicina de la UPV/EHU, en el campus de Donostia, estudiará los restos.

Las prospecciones comenzaron los días 27, 28 y 29 de agosto. A través de un acuerdo con el Ayuntamiento de Orduña, se hizo una cata de 14 por 2,5 metros en el camposanto, y “enseguida comenzaron a salir cuerpos que guardaban una disposición”, explica el técnico de Aranzadi, Jimi Jiménez. “Pronto” se dedujo que podrían ser internos de la prisión de Orduña, explica. Agrega que “de los 14, ninguno era mujer, y su edad es de más de 30 años, lo que responde al perfil de prisioneros de la cárcel”.

campo y luego prisión Cabe recordar que el centro penitenciario de Orduña fue primero un campo de concentración durante la Guerra Civil y, al finalizar la contienda, pasó a ser prisión central, según estudios del periodista de la ciudad Joseba Egiguren (Laudio, 1964), quien publicó el libro Prisioneros en el campo de concentración de Orduña (1937-1939).

Los 14 cuerpos estaban enterrados bajo una base de hormigón que se construyó décadas después en el cementerio. Hay constancia, según el registro local, de que se dio sepultura a, al menos, 225 hombres que cumplían condena tras sufrir un juicio del régimen franquista. Según las investigaciones, la mayoría eran de Extremadura, Castilla-La Mancha y Andalucía, aunque también hay constancia de algunos, “pocos”, vascos. “Hay dos zonas en las que se supone que están enterrados. Una es esta, la del cementerio donde no podemos seguir exhumando cuerpos que están debajo de los nichos actuales. Y luego hay otra zona que no está muy clara o donde se han podido hacer movimientos de tierras”, coinciden en sus exposiciones Jiménez y Egiguren.

A partir de este hallazgo, Aranzadi ha dejado muestras que serán estudiadas por el equipo de Etxeberria. Jimi Jiménez asegura que, a pesar de que se cuenta con la identidad de todas las personas que fueron enterradas en ese lugar, será “muy difícil” identificar a estos 14. Según tiene previsto el ayuntamiento, se dará digna sepultura a los restos hallados, levantando algún tipo de monumento en la propia Orduña destinado a preservar su memoria.

Desde Aranzadi, así como el propio Joseba Egiguren, certifican que los muertos, tanto en campos de concentración primero como más tarde en la prisión, fallecieron de hambre o por enfermedades como tuberculosis, avitaminosis, bronquitis… “La población penitenciaria no moría por la violencia como tal. Fueron muertes, entre comillas, naturales causadas por hambre, frío y las escasas condiciones higiénicas”, aporta Jiménez.

Egiguren estima por su parte que se dio muerte a estas personas hasta en tres ocasiones: “La primera porque les mataron de hambre. La segunda porque, tras ser enterrados, se les dio una segunda sepultura de hormigón. Y la tercera, porque fueron olvidados”.

Con esta exhumación, a juicio del periodista, “se ha reivindicado su memoria. Tras mi trabajo de investigación, quedaba que el pueblo los reivindicara y se les dignificara”. Egiguren amplía que se internó a estos civiles en “una tierra lejana, hostil, y con mucho frío. Es más, por la lejanía de sus familiares, no podían recibir ayudas”.

Así queda reflejado en el libro de este autor cuando un testimonio aporta que “mi abuelo no era de política, pero le metieron porque era de los que hablaban mucho”. Otros aseguran que, aunque de manera oficial se dejó morir a 24 personas en el periodo en que este espacio fue campo de concentración, “fueron más, porque unos se suicidaban y a otros se les mataba a palos. La muerte era algo muy habitual allí”.

28 muertos en un mes Los fallecidos se multiplicaron en los posteriores años en la prisión central durante el franquismo. “Murieron 201 hombres en un año y la mayoría lo hacían de hambre. El 1% de la población penitenciaria moría al de un mes. Es más, hubo un mes en el que fueron 28, casi un muerto al día. Este periodo, en el que fue una cárcel, está sin investigar”, aporta el autor de Prisioneros en el campo de concentración de Orduña (1937-1939). “Desgraciadamente, permanecieron en manos del enemigo en la más absoluta indefensión y sin ningún tipo de garantía judicial, apaleados, humillados, ateridos de frío, enfermos y medio muertos de hambre. Algunos no pudieron soportarlo”, agrega Joseba Egiguren.

A juicio de este autor, la exhumación de estos 14 cuerpos supone “exhumar la verdad, dignificar sus vidas, porque llegaron a morir por su lucha. Además, contribuye a que sus familias puedan ejercer su derecho de verdad, reparación y justicia”, valora, y va más allá: “Porque esto no es una película, es una verdad incómoda que hay que saber aceptar aunque no guste, con el objetivo de cerrar un ciclo”. El campo de concentración de la localidad funcionó entre junio de 1937, con Franco ya en Bilbao, y hasta el fin de la guerra en 1939. La prisión central de Orduña estuvo abierta, por su parte, entre 1939 y el verano del año 1941.

Los vascos de la Primera Guerra Mundial

El pasado lunes se cumplió un siglo del comienzo de la Gran Guerra o Primera Guerra Mundial, en la que los vascos también participaron y, a veces, desertaron

Un reportaje de Iban Gorriti

LA Primera Guerra Mundial también afectó a un buen puñado de familias vascas. El saldo de la contienda arroja 6.000 muertos, una larga lista de desaparecidos, y miles de heridos vascos de Iparralde y algunos contados enrolados al conflicto desde Hegoalde. Los investigadores disparan que 2.000 de los fallecidos fueron naturales de la provincia de Lapurdi. Además, hay autores que aseguran que hubo un tema tabú para los historiadores franceses: los insumisos y los desertores. Apuntan que, de los 8,5 millones de franceses movilizados, un 2% de deserciones provino del departamento fronterizo del sur del Estado. “Esta insumisión, que es ante todo un fenómeno pirenaico, tiene, empero, un carácter vasco”, valoraba Jacques Garat en el suplemento Aburu de Enbata y traducido en la revista Muga en 1982.

Se calcula que unos 6.000 vascos murieron en la Gran Guerra. Fotos: Sabino Arana Fundazioa
Se calcula que unos 6.000 vascos murieron en la Gran Guerra. Fotos: Sabino Arana Fundazioa.

El periodista labortano Eneko Bidegain (Baiona, 1975) cita en sus estudios que se envió a filas a vascos de entre 18 y 49 años. Su origen y destino fue el Regimiento 49 de Baiona, así como el Regimiento 18 de Pau. Los primeros en ir a la guerra lo hicieron el 7 de agosto. Cruzaron el callejero de Baiona hacia la estación del ferrocarril. En tres días, un total de 25.000 soldados partieron de Iparralde a la Gran Guerra. Del Bajo Pirineo, se estima que fueron 45.000.

En la línea del frente también hubo soldados de Hegoalde. Algunos investigadores estiman que fueron entre 200 y 300. El escritor catalán Ricard de Vargas-Golarons cita por ejemplo a dos jóvenes que provenían de Arrigorriaga: Francisco Beaskoetxea y José Perone-lle. Al parecer, se sumaron a la legión extranjera a través del partido Unió Catalanista.

Otras estadísticas apuntan a que la tercera parte de los vascos muertos durante la Primera Guerra Mundial perdieron la vida en la Batalla de Verdún, la más larga de este episodio histórico en el que se enfrentaron la denominada Triple Alianza contra la Triple Entente. La primera estuvo formada por las Potencias Centrales: el Imperio alemán y Austria-Hungría. Italia, que había sido miembro de la Triple Alianza junto con Alemania y Austria-Hungría, no se unió a las Potencias Centrales, ya que Austria, en contra de los términos pactados, fue la nación agresora que desencadenó el conflicto, además del asesinato del archiduque Fernando.

La Triple Entente la formaron el Reino Unido, Francia y el Imperio Ruso. Más adelante, Italia, Japón y Estados Unidos se unieron a la Triple Entente, mientras el Imperio Otomano y Bulgaria se unieron a la Triple Alianza. El Estado español se posicionó neutral, aunque no lo fue para proveer armas, como se hizo desde Eibar y Gernika-Lumo, por ejemplo. La industria vasca de armamento registró unas cifras de producción y venta no conocidas hasta la fecha. El gremio necesitó más mano de obra para abastecer a la Gran Guerra. El aumento también se dio, aunque según especialistas consultados en menor medida, en las explotaciones mineras, así como en las de barcos mercantiles.

Quien llegara a ser la primera consejera del Departamento de Economía y Planificación del Gobierno vasco, Milagros García Crespo, es taxativa en su análisis sobre la repercusión de esta ofensiva internacional. Lo escribió bajo el título Un modelo económico diferente: “La primera Guerra Mundial situó al País Vasco como la región industrial más avanzada de España, completando el proceso puesto en marcha con el sector metalúrgico a finales del siglo XIX e impulsado a principios de siglo por un fuerte sector bancario. La reacción proteccionista se produjo a partir de 1919 y no antes, porque la guerra permitió la exportación a gran escala y redujo a niveles mínimos las importaciones. La articulación del proteccionismo supuso un trato favorable para la industria vasca, siendo el centralismo el precio pagado por la protección y la reserva del mercado interior para la producción propia, la cual terminó por ser incapaz de competir en los mercados internacionales”.

Franquismo

García Crespo lleva sus conclusiones incluso al final de la Guerra Civil. Así, estima que durante los veinte años de autarquía, desde 1939 hasta 1959, el fuerte intervencionismo del Estado utilizó el proceso de sustitución de importaciones y la reserva de mercado para la protección de la industria estatal, “intensificándose la falta de competitividad”. Bizkaia y Gipuzkoa habían sido consideradas por los franquistas como “provincias traidoras”. Por ello “sufrieron intentos discriminadores sobre su industria. Así se deduce del análisis de los criterios restrictivos seguidos en la concesión de autorizaciones para la creación y ampliación de empresas en el País Vasco. Los intentos discriminatorios tuvieron escasas consecuencias porque, al ser la creación de focos industriales alternativos un proceso lento, resultó imprescindible fomentar la producción”.

Detectores de nuestra memoria histórica

Un grupo de buscadores de metales participa en un proyecto arqueológico foral para el estudio de la guerra civil.

Un reportaje de Iban Gorriti.

Parte del grupo que prospecciona montes con detectores de metal, en el exterior del cementerio de Muxika. (Foto: I. Gorriti).
Guerra Parte del grupo que prospecciona montes con detectores de metal, en el exterior del cementerio de Muxika. (Foto: I. Gorriti).

UN grupo de amigos con forma desde hace más de una década un equipo que hace prospecciones por nuestros montes con detectores de metales. Han hallado numeroso material que aporta información a la memoria histórica. Hoy son noticia porque van a formar parte activa de la iniciativa de la Diputación Foral de Bizkaia Proyecto arqueológico para el estudio de la Guerra Civil (1936-1939) en Bizkaia a partir de materiales metálicos recuperados.

Son una decena de amigos, la mayoría de Bizkaia y algunos de Gipuzkoa. Algunos suman más de doce años de experiencia en la búsqueda con detectores de metales. Sus edades van desde la veintena hasta la cincuentena. “Nuestro campo de trabajo es la Guerra Civil desde el interés histórico, la investigación histórica”, explican a DEIA, lunas atrás, durante una prospección sin contraprestación económica en la que ayudaron a la Sociedad de Ciencias Aranzadi, en Muxika. No constituidos como colectivo, han cedido parte de sus hallazgos al Centro Vasco de Interpretación de la Memoria Histórica de Elgeta. “Otros los regalamos a Aranzadi si nos los piden… Los usamos sobre todo para exposiciones en municipios como Ugao, Elorrio, Oñati… Cuando una asociación relacionada con la memoria histórica quiere montar una pequeña exposición, se lo cedemos, y la parte que es munición siempre está vacía, descargada. Porque queremos dejar claro que aparte de obuses y granadas, también salen bayonetas, insignias, plaquitas, cazos, platos, balas, no son solo cosas que explotan, que es lo que aparece en los medios. De forma paradójica, los obuses y granadas son lo que menos aparece”, matizan.

Según inciden, con los detectores de metales lo que más se encuentran enterrado en las líneas del frente de las montañas son balas: “Solo viéndolas ya sabes el calibre, el arma que la disparaba, el año de fabricación, qué bando la podía tener e investigando el mes de fabricación. Todo el recorrido que hizo ese envío de cargamento hasta estallar a Euskadi”. En su quehacer, han dado con elementos muy curiosos. “De la guerra ruso-japonesa de primeros de 1900 llegaron materiales de guerra dando mil vueltas a Euskadi. Los rusos se lo cogieron a los chinos o japoneses y de allí fueron a Polonia y, de pronto, te lo encuentras en un monte vasco”, enfatizan.

Los detectores de este colectivo dieron con la carcasa de un obús japonés, de la citada guerra ruso-japonesa, que aterrizó en Euskal Herria y, como no tenían adaptador porque no habían llegado espoletas japonesas, le hicieron uno aquí. “Tiene entonces -subrayan- un vaso japonés, con un adaptador vasco y una espoleta francesa. ¡Eso es algo que en ningún museo del mundo vas a encontrar!”. A la pregunta de dónde lo conservan, señalan que “está pendiente de ser llevado al Centro Vasco de Interpretación de la Memoria Histórica de Elgeta. Ahora se está limpiando”.

En cambio, el grupo no almacena munición. “Yo tengo una colección de balas, pero está controlada por la Guardia Civil. Tienes que pasar unos controles. Luego hay otras cosas que no se pueden coleccionar”, explica uno de los prospectores. Otro agrega que “cada año tienes que dar cuenta de las altas y bajas en la Guardia Civil. Y para vaciar un cartucho o bala, lo hace cualquier cazador”.

Legado Estos amigos son pioneros en el uso de detectores. “No hay nadie con más de diez años de experiencia con detectores por aquí. Además, nosotros todo lo que encontramos lo vamos identificando”. Colaboraciones como la que tuvo lugar días atrás con la Sociedad de Ciencias Aranzadi se llevan a cabo “sin contraprestación económica, dependiendo del tiempo que tengamos. Tan solo nos solemos poner su camiseta. Casi siempre venimos un montón”, apostillan, y van más allá en su discurso: “que la gente no piense que solo vamos buscando bombas y cosas de esas… A nosotros nos emociona encontrar un tintero, un cazo, un katilu lleno de agujeros, eso nos gusta…”, matizan.

“Mira, la pieza más chula que he encontrado fue una chapita con un número y un agujero, que se supo que pertenecía a un miliciano del batallón Dragones. Y ni la tengo ya, se la di a la familia, porque ese número puso nombre a unos huesos”. Respecto a si este variado material se puede vender, a si existe un mercado para estas reliquias, valoran que “hay gente que lo hace en internet. Hay mercado, pero nunca vendemos. Como mucho cambiamos insignias. Lo que tiene una parte emocional no la cambias. El Ejército vasco fue derrotado, no guardaban insignias, pormiedo. En Santoña las tiraban al río. Hallamos insignias inéditas y hacemos réplicas”.

Estos estudiosos de los temas de la Guerra Civil estiman que hay episodios por analizar. “Queda por estudiar la microhistoria: de dónde sale la munición, insignias, calzado, el armamento vasco… Hasta que no encuentras el primer ejemplar en el monte, es inédito. Más interesante que la pieza es la información que te aporta, que se desconocía”.

Sucedió en Elgoibar

La productora vizcaina Baleuko graba estos días un ambicioso documental que recrea la Batalla de San Miguel en Elgoibar, una confrontación que permitió constituir el Gobierno Provisional del País Vasco en 1936.

Un reportaje de Iban Gorriti.

Un mando requeté pega un tiro en la nuca a un hombre (Baleuko).
Un mando requeté pega un tiro en la nuca a un hombre (Baleuko).

HOMBRES de Azpeitia, Elgoibar, Tolosa, Zumaia… vistieron ayer ropajes de gudaris del batallón Arana Goiri número 1 del PNV. Otros portaron indumentarias de requetés, fascistas. La mayoría eran jóvenes, todos euskaldunes, para un documental que se titulará Goazen gudari danok, producido por la firma vizcaina Baleuko, y que se estrenará el 21 de septiembre en cines. Además, itinerará por diferentes localidades. En las mentes de estos figurantes, como en la de aquellos soldados reales improvisados, se repite una y otra vez a modo de mantra la canción Euzko gudariak, pero el lector descubrirá la razón párrafos más adelante.

Suman días de rodaje en un convento de Azpeitia -donde también se rodó la recordada Izarren argia– y en la naturaleza de Elgoibar recreando lo que fue la Batalla de San Miguel. Aquellos tiroteos permitieron que los primeros gudaris retuvieran al general golpista Mola y sus tropas y, gracias a ello, se pudiera constituir el Gobierno vasco Provisional del País Vasco-Euzko Jaurlaritza con la jura del lehendakari Aguirre el 7 de octubre de 1936 en Gernika, donde fue elegido por unanimidad.

Un equipo de veinte personas y un grupo de medio centenar de figurantes volvió ayer de alguna forma a los hechos acontecidos en la madrugada del 25 de octubre de 1936 en tierras de Elgoibar, en Zirardamendi-Aiastia (San Migel). Hace unos años, la Sociedad de Ciencias Aranzadi logró encontrar dos cuerpos, los de Sabin Atutxa Olabarri, de Getxo, y Eusebio Gaubeka Gibelondo, de Leioa. Además, restos de otros dos hombres que no se han podido identificar. “Estamos rodando a tan solo 500 metros del lugar real”, enfatiza Eduardo Barinaga, guionista y director de contenidos del documental Goazen gudari danok.

¿Viaje a la muerte? En el título residen los tres quids del documental, a juicio de Barinaga: Goazen (vamos), “indica un viaje”. Salieron de Bilbao sabiendo que podían ir al encuentro, a sus 18 y 20 años, con la muerte. Gudari, que eran guerreros sin ninguna instrucción -la poca que hicieron fue en Iturribide con palos en vez de fusiles- por parte del PNV para retener a Mola. Danok (todos), porque representaban a todos aquellos que creían en la democracia, en la República. La película, ahora sí, guarda una “historia curiosa, especial”, deja entrever Barinaga. “El origen de todo es la importancia de la batalla de San Miguel, pero en un momento de investigación caemos en la cuenta de la importancia que tuvo la canción Euzko gudariak, de ahí que hasta el título del documental sea Goazen gudari danok”, explica.

El productor traza unas pinceladas sobre el origen del histórico himno, aunque existen diferentes interpretaciones. “Estos jóvenes hicieron la instrucción en el patronato de Iturribide. En un momento que van al bar Puerto Rico, uno empieza a silbar una melodía y el capitán Bediaga les pone a todos en el patio a aprendérsela con letra”, señala. La melodía era de una canción tradicional y se le agregó una letra con aires combativos.

El film, que contará con testimonios de familiares de aquellos que se alistaron en los batzokis de Abando, Begoña o Barakaldo -el domingo revivirán el mismo periplo que hicieron sus ascendientes para llegar a Elgoibar-, dispone a su vez de la asesoría histórica de especialistas en la materia como “Guillermo Tabernilla, Iñaki Goiogana, Aitor Esteban, Iñigo Camino…”, destacó el director, el arrasatearra Iban González. De una u otra forma, han aportado información Sabino Arana Fundazioa, Elgoibar 1936, Aranzadi, el Ayuntamiento de Elgoibar… Portavoces municipales desplazados a la localización del rodaje celebraron esta grabación. “En Elgoibar trabajamos en una línea de apoyo a la memoria histórica y es coincidencia que se recreen estos hechos que permiten poner en valor lo que ocurrió, lo que encaja perfectamente con la línea citada de recuperación de nuestra memoria histórica”, valoraron a DEIA.

Entre los jóvenes, la grabación se desarrollaba de forma distendida. “Es divertido y verte luego en el cine hará ilusión. A mí me ha tocado hacer de requeté, de facha, pero bueno…”, se reía uno. Hubo más curiosidades. Dos hermanos eran gemelos y en un principio se dudó de que ambos participaran porque podían parecer la misma persona. Al final no hubo problema. Un mando, de más edad, llegó desde Zumaia, donde reside en un velero. En él, batalló los temporales pasados. Coincidieron allí, además, figurantes y equipo de la película por estrenar Lasa y Zabala, del director donostiarra Pablo Malo.

Los medios de comunicación convocados estuvieron a todo. Llamó la atención el momento en el que se rodó cómo un tiro requeté mataba a un gudari con su fusil, que acababa cayendo sobre una colchoneta en cuesta junto al caserío Bigoin. También dieron el ok a una toma en la que los gudaris corren por una landa con la incertidumbre de la llegada de los requetés por el alto.

“Hemos recreado todo lo que nos han asesorado los especialistas. Por ejemplo -matiza el realizador Iban González-, los cuerpos encontrados tenían cada uno un tiro en la nuca. Eso no significa que los requetés tenían mucha puntería y justo daban ahí… Y en el documental lo hemos recreado así”, aportó González, quien contó con un autobús traído desde Madrid, “único en el Estado”, o un camión Renault de la época que, además, sirvió para trasladar a los medios gráficos.

Hechos reales La productora informa de que los acontecimientos que se reproducen en el documental fueron hechos reales que tuvieron lugar entre finales de septiembre y mediados de octubre de 1936 en la línea del frente de Zirardamendi-Aiastia (San Migel), Elgoibar. Eran días en los que el general Mola amenazó que arrasaría con todo. Avanzaba hacia Bizkaia. Desde Baleuko valoran que “este sacrificio sirvió para que días más tarde, el 7 de octubre, José Antonio Aguirre pudiera jurar su cargo en Gernika, formar gobierno y empezar a actuar la autonomía vasca. Este Gobierno, donde se hallaban representadas todas las sensibilidades políticas que apoyaban a la República salvo los anarquistas, adoptó como camino y medio para conseguir sus objetivos el respeto a los derechos fundamentales de la persona y nunca se apartó de las vías democráticas”.

Como una curiosidad histórica más, “una de las primeras medidas adoptadas por el gabinete de Aguirre fue la puesta en libertad de 178 mujeres presas en las cárceles de Bilbao por su militancia derechista y apoyo a los sublevados”. El rodaje del documental forma parte de un proyecto más amplio con el que quieren rendir homenaje a los gudaris y milicianos que lucharon en este frente y que se desarrollará a lo largo de septiembre.

¿Sandino hizo suyo el cooperativismo de Belausteguigoitia?

Un periódico nicaragüense asegura que el revolucionario incorporó a su doctrina el supuesto “cooperativismo anarquista vasco” que defendía el jurista alavés del PNV.

Un reportaje de Iban Gorriti.

Augusto César Sandino, con Belausteguigoitia. Fotos: About Basque Country.
Augusto César Sandino, con Belausteguigoitia. Fotos: About Basque Country.

pudo el histórico líder revolucionario nicaragüense Sandino adoptar la visión de cooperativismo vasco del alavés Ramón Belausteguigoitia, del PNV, en los años 30? Hay analistas que así lo estiman y creen que el americano pudo hacer suyo parte del ideario del de Laudio tras los encuentros diarios que mantuvieron ambos durante dos semanas en Nicaragua. Es decir, ¿cabe pensar que las bases democristianas del partido jeltzale pudieron tener algo de peso en los dogmas del ideario del denominado General de los hombre libres?

El escritor e historiador Jorge Eduardo Arellano así lo valora en una columna de opinión del periódico El nuevo diario de Managua, reflexión publicada estos días bajo el título Sandino y sus ideas. Arellano valora algunas corrientes que él estima que él percibe en los escritos del líder revolucionario: “El sindicalismo de raigambre socialista que había vivido y absorbido durante sus formativos años en México, el cooperativismo anarquista vasco que le planteó Ramón de Belausteguigoitia en el libro Reparto de tierras y problema nacional (1933) -inspirador de su proyecto socioeconómico de carácter utópico-, más el teosofismo de Joaquín Trincado”.

¿En Nicaragua, el discurso de Belausteguigoitia puede ser considerado como “cooperativismo anarquista vasco”? El portal de internet About Basque Country se sorprende con la utilización por parte del autor de esos términos, pero cree que tiene una explicación. “La pregunta es por qué sus planteamientos cooperativistas pueden llegar a ser definidos como anarquistas. Sin duda, es debido a que la idea cooperativista que está inserta en el alma del nacionalismo vasco de esa época (y que fue el germen del cooperativismo vasco de hoy) es revolucionaria”, valoran sus autores, que han dado a conocer la noticia de la que se hace eco DEIA con su permiso.

Continúan: “Es revolucionaria porque se sitúa, a un tiempo, en oposición al capitalismo desalmado y al marxismo deshumanizador. Puede que, por eso mismo, Sandino asimilase sus ideas con facilidad, porque esa visión anticapitalista y antimarxista era la que guiaba su pensamiento político. Resulta curioso ver cómo hoy en día ese convencimiento de la existencia de una tercera vía, claramente presente en el nacionalismo vasco de los años 20 y 30 del siglo pasado y alimentada profundamente por la doctrina social de la Iglesia, sigue siendo tan revolucionaria que merece la etiqueta de anarquista”.

DUDAS. Este diario ha consultado a otros analistas. Luis Fuentes, secretario general del sindicato CNT entre 1999 y 2002, se muestra escéptico: “No creo que, en dos semanas de encuentro, a una persona con criterio y filosofía como era Sandino, por muy hábil que fuera Belausteguigoitia, pudiera influenciarle tanto. Eso significaría que el perfil de Sandino era muy débil, cosa que no era así”.

Sin embargo, la web About Basque Country, constituida en Barakaldo, incide en que les impresiona “la frase con la que el historiador nicaragüense describe el cooperativismo basado en los principios de la doctrina social de la Iglesia que guiaban a este nacionalista vasco, como cooperativismo anarquista vasco. Eso sí que es ser un revolucionario”, valoran.

Otra impresión llega desde Italia a DEIA, de manos del profesor de la Universidad de Bari y autor del libro ELA en la Segunda República (Txalaparta, 2011), Dario Ansel. Este docente califica de “demasiado atrevida” la percepción de Arellano a la hora de denominar el cooperativismo de Belausteguigoitia como anarquista, y agrega que quizás pudo tener algo de influencia en Sandino, pero prefiere no postularse por no ser este líder parte de su ámbito de estudio. “La opinión me parece demasiado atrevida. Además, Belausteguigoitia era nacionalista y punto. Gran estudioso de la cuestión social (sobre todo en el ámbito agrario y pesquero), fue uno de los reformadores dentro de la heterogénea comunidad nacionalista. Es decir, en los años 20 no fueron muchos los que lo escucharon, porque su pensamiento chocaba con la línea del partido, en aquella época claramente filoburguesa”, contextualiza, y pasa a analizar el tema en cuestión: “Sobre la cuestión del cooperativismo, es evidente que la experiencia vasca, teórica y prácticamente, fue muy peculiar, pero en absoluto revolucionaria. El cooperativismo fue una pieza fundamental de la doctrina social cristiana, mientras que los socialistas la miraban con cierta desconfianza, aunque muy pronto entendieron bien sus potencialidades”.

Dario Ansel va más allá en su razonamiento: “Lo que es cierto es que en aquella época algunos sectores barajaban, en serio y no solo con palabras, la posibilidad de crear un sistema que fuera realmente una alternativa al capitalismo y al socialismo y, ahí, el cooperativismo era, junto al mutualismo, un factor fundamental en esta tarea, en cuanto permitía conciliar la salvaguardia de la propiedad con el bienestar común: los objetivos eran el fomento de la pequeña propiedad y de la propiedad colectiva. En fin, no sé decir si Sandino haya podido tener en cuenta el pensamiento de Belausteguigoitia en este campo, pero mi opinión es que definir como anarquista el ideario de Ramón me parece desvirtuar su pensamiento. Él era nacionalista y sus ideas fueron compartidas por muchos de sus compañeros. Es suficiente ojear el programa de ELA, y hasta algunas de las directrices sociales dictadas por el PNV durante la República, para darse cuenta de eso”, concluye el de Bari.

A FAVOR. El analista político y jurista Iñigo Landa deja una puerta abierta a la posibilidad de que Sandino sí se armara de pensamientos del alavés. “Por supuesto que Belausteguigoitia podría haber tenido cierta influencia en el cooperativismo nicaragüense estructurado por Sandino. Sí queda claro que reflejó lo que había en el pueblo vasco: una sociedad horizontal con pocos caciques y mucho auzolan y cooperación… y sin reyes”, valora el bilbaino.

El encuentro entre el escritor, jurista y especialista en materias agrarias, el alavés Ramón Belausteguigoitia (Laudio, 1891; Madrid, 1981) y Augusto César Sandino (Niquinohomo 1895; Managua, 1934) se produjo en el Campamento del Ejército de La Libertad en Nicaragua y quedó impreso para la historia en el libro Con Sandino en Nicaragua. La hora de la paz, obra de 1934 del literato vasco. La publicación se concretó tras dos semanas de encuentros con quien consiguió sacar las tropas de colonización estadounidenses de su país en la primera mitad del siglo XX. “Unas veces, el caudillo me llamaba a mí y otras iba yo a visitarle a su casa, que custodiaba su guardia personal con ametralladoras en sus manos”, escribía Belausteguigoitia y continuaba: “Me recibía sonriendo y abrazándome, como era su costumbre”.

El de Laudio calificaba en su libro al revolucionario como “el Pancho Villa de la revolución nicaragüense”, “un espíritu delicado y fino, un hombre de acción y un vidente”, escribió siendo corresponsal de prensa en Nicaragua quien fue futbolista ganador de la Liga entre 1914 y 1916 con el Athletic, como también su hermano José María. Fue corresponsal de guerra y gran viajero. Vivió en México y fue miembro activo del Centro Vasco de México y de la oposición antifranquista.