Un último viaje sin clase VIP

esqueletos

Se empieza siendo el más bajo o el pegón de la clase. En la preadolescencia se es o no se es popular. Luego, la cosa va de quién la tiene más larga o las tiene más grandes, de quién es un empollón o desfasa más. Después, una especie de sexador de pollos, especializado en humanos, te empuja a la pública o la privada, la beca o el máster a tocateja, el coche de segunda mano o a estrenar, el ambulatorio o el igualatorio, el alquiler o el piso en propiedad. Y cuando uno ya está hasta el moño de que lo clasifiquen por edad, sexo, contorno de barriga, copa de sujetador, currículum, perfil lingüístico, derechas o izquierda, forofo o agnóstico… llega el sector servicios con sus infinitas tarjetas vip chupiguays superplus gold para premiar a sus clientes reincidentes ante la mirada de acelga del resto de infieles mortales.

Yo al principio me hice objetora, pero ahora llevo una cartera-trolley para poder acarrear todas. Porque eso de pagar el doble por unas deportivas o no beneficiarse de un descuento en un libro o un brik de leche por no tener latxartela de socio, amigo, cliente del alma o como quiera llamarse, una vez pase, pero a la segunda te sientes como un gilipuertas y acabas rellenando el formulario. Así que hasta para comprar papel higiénico hay clases. Por desgracia, de cuando en cuando la muerte nos quita la tontería de un guadañazo. No perdamos la perspectiva. Llegado el día, da lo mismo viajar en turista que en VIP. Descansen en paz.

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