Órdago a la galleta

LA otra noche, el crío me lanzó un ultimátum: “Si no me das más galletas de chocolate, me marcho de casa”. Tenía preparada una batería de sesudas réplicas y contrarréplicas para ese órdago, pero en un altillo, archivadas, a la espera, en el A-Z de la Adolescencia. Ni una sola palabra al respecto en la carpetilla actual de Mico ni en el manual de Cómo salir por peteneras. carteles-humor-bebe-coche-desmotivacionesVamos, que me pilló fuera de juego. “¿Y a dónde se supone que vas a ir?”, acerté a decir como una principianta cualquiera. “A un hotel, para que no me molestes”. No quise preguntar cómo pensaba pagarlo porque tenía pinta de haber duplicado hace tiempo mis tarjetas, falsificado mi firma y tenerlo todo perfectamente planeado. Debí sospechar algo cuando dijo que iba a independizarse y empezó a hacer vida en la caseta de tela de La Patrulla Canina plantificada en un rincón del salón. Ante tal panorama, le acabé dando unas Príncipe para evitar males mayores. Más que nada porque llovía y me daba no sé qué que se mojara el pijama. Ahora, lo de que le molesto se me quedó clavado. Creo que quiere minarme la moral, como esos inquilinos que mean en tu felpudo para que te vayas del piso. Anteayer no me dejó pegar ojo simulando unas anginas. Le salió tan bien que tenía fiebre y no lo llevé al colegio. Estaba tan albardada que al salir de casa era la hora del recreo y me quedé mirando el patio para ver si lo veía. Y él partiéndose la caja en el sofá. He tocado fondo.

arodriguez@deia.com

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