Cuarto y mitad de hígado

PATATAS 

La peña con pasta se compra de todo. Ahora se me antoja un islote. Luego me construyo un casoplón con el felpudo en la arena donde todos deberían poder poner la toalla. Más tarde me voy de viaje espacial con transbordo en Suiza para actualizar la cartilla o me agencio como mascota un ejemplar de una especie en extinción. Acostumbrados a satisfacer sus caprichos, muchos pagan incluso por conseguir favores, titulares en los medios o silencios cómplices. Y también hay –estos son los peores– ricachones que se creen con derecho a adquirir personas, ya sean enteras –caso de las esclavas sexuales– o por partes.

Uno de esos viajó en su día a Valencia con la intención de que le pusieran cuarto y mitad de hígado para trasplantar. Y como intuía que no se lo iban a dar de buenas a primeras, ofreció 40.000 euros a ciudadanos sin recursos a cambio de esa porción de órgano que le hacía tanta falta. Un pedazo de capullo de los de libro, vamos. También me lo parecen, en la acepción más benevolente de la palabra y salvando las distancias, los que invierten sus ahorrillos en bautizar una estrella o un cráter en Marte. Hasta 5.000 euros cobra una empresa de EE.UU. por poner nombre a uno de esos boquetes que están a tomar por saco, si es que están. Si lo que quieren es invertir su dinero a fondo perdido, podrían llenar los biberones de los bebés desnutridos, las neveras de vacunas, las arcas de las asociaciones de niños con cáncer…

 

El coño y las terroristas

Todo el mundo está en contra hasta que les pasa a ellos». Me lo dijo la trabajadora de una clínica donde se practican interrupciones voluntarias del embarazo y digo yo que algo sabrá de esto. Opinar sobre el aborto en cabeza ajena resulta tan fácil como cuestionar a una madre de cinco hijos que sobrevive con la RGI. Que ya se lo podían haber pensado antes, que si no saben que existen los anticonceptivos, que no traer criaturas al mundo o traerlas en no sé qué condiciones es una irresponsabilidad… Y así, en lo que apura uno un café juzga a estas o a aquellas sin tener el gusto de conocerlas. Y sin mentar al propietario de los espermatozoides, que, al parecer, solo pasaba por allí.

Asumida la ligereza con la que algunos dictan veredicto, cabía esperar un poco más de seriedad a la hora de defender sus posturas por parte de ciertos políticos. Pero va uno y se topa, pongamos por caso, con la concejala del Partido Popular en Calasparra que llamó a las mujeres que abortan «terroristas» y solo acierta a decir «a mí ese desfibrilador». Dejando de lado el antiproyecto de Gallardón –que según Villalobos no convence ni a los de su partido, aunque lo disimulan divinamente al votar en el hemiciclo–, también en el otro bando hay quien pierde las formas. «En mi coño y en mi moño mando yo», reivindicó una parlamentaria de Amaiur. Y eso ¿con qué argumento se rebate? ¿Con el de «Para chulo, chulo, mi pirulo»? Dialéctica política en estado puro… de descomposición.

Tres personas en los huesos

http://youtu.be/ak8EjMszkVg

Será esa tendencia absurda que tiene una a rebuscar similitudes, será que internet me lo puso a huevo, pero el martes me topé en una web con tres imágenes de personas que estaban en los huesos. La primera era de una seguidora de la estúpida moda del bikini bridge, que no es otra cosa que fotografiarse el espacio que queda entre la braguita y el abdomen cuando el vientre, más que plano, es cóncavo, y la goma pende en el aire de lado a lado de la pelvis. En esas estaba, pensando en lo enferma que hay que estar o lo gilipuertas que hay que ser para adelgazar hasta el punto de arriesgar la salud por una ridícula ocurrencia, cuando al girar la rueda del ratón la imagen de otro cuerpo escuálido me anudó la boca del estómago. Estaba tendido en el suelo como el primero y se le marcaba la pelvis con nitidez. También el esternón y las costillas. Y el fémur. Y la rótula. Y la tibia. Era un esqueleto envasado al vacío en su propia piel. Pertenecía a uno de los 11.000 hombres que supuestamente han sido torturados hasta la muerte por el régimen sirio. La Humanidad, o mejor dicho, la (in)Humanidad no tiene remedio, me dije. Por los que ejecutan la barbarie y por los que la contemplan, pudiendo hacer algo por evitarla, como si tal cosa. Sumergida en esa desesperanza me di de bruces con el vídeo de Lizzie, una veinteañera que apenas pesa 30 kilos debido a un raro síndrome. La llamaban la mujer más fea del mundo pero ella se supo bella por dentro y ahora ofrece charlas de motivación. Justo lo que yo necesitaba.

Rajoy, un becario todo oídos

Rajoy

Revisión de la caldera, que no de la cadera, pese a lo que pudiera parecer por el precio. Llega un tipo –perdón, un técnico inspector reparador–, se te cuela hasta la cocina, se oye un clinkclonk, un «¡Señoraaaaa!» y, aunque miras para otro lado sin darte por aludida mientras maldices la crema antiedad, te pega un toquecito en el hombro y aprovecha que te giras para cascarte una factura de ciento y pico euros. En un ejercicio de fe, similar al que haces cuando llevas el coche al taller o el ordenador a un local informático, largas la pasta dándola por bien empleada. Todo sea por no estallar por los aires, te consuelas. Porque no fallen los frenos y te empotres contra una farola, te autoconvences. Por poder seguir jugando al Candy Crush, chateando con tu hija ingeniera exiliada en Alemania o haciendo la compra por internet. Aunque esos pagos hieren en lo más profundo del monedero, al menos les encuentra uno justificación. No como otros, pongamos por caso esa porción de los impuestos que se embolsan ciertos representantes públicos de función desconocida. Mención especial merece, en este apartado, el pedacito de sueldo que todo hijo de vecino apoquina al presidente del Gobierno español por ese «gran liderazgo» que solo Obama, sin duda obnubilado por la biografía de Vasco Núñez de Balboa, es capaz de ver. Si tanto talento cree que tiene, se lo podría quedar de becario. Nosotros se lo enviamos con todos los gastos pagados, pero sin ‘v’ de vuelta.

Papa Frandisco y Kiko DJ

papa

Más de uno está que lo flipa con los antecedentes papales. Ahora resulta que Francisco, además de limpiar suelos en una floristería y currar en un laboratorio químico, fue portero de discoteca. En plan San Pedro, pero sustituyendo las llaves del cielo por las de kárate. Me pregunto qué les decía a los borrachos al desalojarlos del local: ¿»Podéis ir en paz» o «Si no os vais en paz, voy a empezar a repartir obleas como panes»? ¿Regalaba también estampitas o era él quien estampaba? ¿Se atrevía a decir eso de «los últimos serán los primeros» frente a la cola? ¿Hacía sus pinitos en la mesa de mezclas con los grandes hits de los monjes benedictinos?

Para recordar viejos tiempos, podría venirse en enero a Elgoibar a pinchar unos discos con su tocayo, Kiko Rivera, quien, dadas las fechas, si quiere conectar con el público euskaldun, debería versionar su Quítate el top con algo así como Quítate el forro polar, el buff y la camiseta térmica. Quizás esta extraña pareja haciendo bolos consiguiera incrementar algo el menguante porcentaje de jóvenes católicos. Ahora, eso sí, no valdría contar como adeptos a la causa a los que están en coma etílico. No vaya a pasar como con ese ciudadano polaco al que le dieron la extrema unción mientras estaba inconsciente en un hospital. El tipo, ateo, ha denunciado al centro. No me extraña. Abres un ojo y ves que ya te han dado pasaporte para el más allá. Si me da un soponcio, no se molesten, señores curas. Llegado el caso, en el juicio final ya pediré un abogado de oficio.