Lo tuyo es puro teatro

Puro teatro

LOS programas de la tele se empeñan en buscar minitalentos musicales cuando lo que sobran en las aulas de infantil son actores como la copa de un pino. Bajo esas inocentes amantalas, hay auténticos profesionales que, sin necesidad de usar lágrimas artificiales, son capaces de pasar de la risa al llanto en cuanto enfilan el colegio. Los gimoteos, acompañados de esa última mirada de lechón camino del matadero, duran lo que tarda uno en salir de su campo de visión y se reanudan a la salida, como si llevasen instalado un temporizador de riego.

Algunos lo llaman chantaje emocional, pero para mí es una interpretación magistral, digna de competir con Loreak en los Oscar. Si no fuera porque las andereños te juran que en clase están fenomenal y porque sabes que, si no pararan de llorar, saldrían con la cabeza morada, serías tú quien iría moqueando al currelo. Intuyo que algo parecido les pasa a algunos políticos. Lloriquean en la intimidad de sus gabinetes por no haber alcanzado su meta electoral y recuperan la sonrisa estándar ante la militancia y las cámaras. Lo que les digo, que hay mucho teatrero suelto. No vendría mal un Félix Rodríguez de la Fuente, oculto tras los ficus de los despachos o agazapado tras las montañas de ropa sin planchar, para estudiar al ser humano en su hábitat natural. Porque a veces nos la cuelan. “Te quiero mucho”, te dice el crío y te deshaces. Hasta que va un día y se lo suelta también al cartero.

arodriguez@deia.com

Políticos con la mano al grill

RajoyEN las noticias no lo dicen, pero las unidades de grandes quemados de los hospitales están repletas, pasillos incluidos, de ingenuos que han puesto la mano en el fuego por algún compañero de partido. Y quien dice partido, dice sindicato, empresa o equipo de fútbol, que en todas partes cuecen corruptos. A los primeros los reconoceremos fácilmente porque acudirán a los mítines con un guante blanco y arrastrarán los pies hacia atrás, a lo Michael Jackson, para sentarse en la última fila y tratar de pasar desapercibidos. Deberían advertírselo cuando se afilian en la categoría alevín. Mira, majete, que sepas que si a uno le pillan con las manos en la masa, es más que probable que haya otro puñado con ellas untadas y que los de arriba intenten lavárselas. Vamos, que no pongas la tuya en la vitrocerámica por nadie, a no ser que quieras conocer de primera mano los nuevos avances en microinjertos de piel.

Tampoco estaría de más avisar a los familiares de los candidatos novatos de que se vayan preparando para lo que se les avecina. Si su pareja practica el dientes, dientes cada vez que mete la rebanada de pan en la tostadora no hay por qué preocuparse. Está ensayando su posado pactado metiendo el voto en la urna el día de la jornada electoral. Que saca usted una alcachofa de la nevera y se la arrebata para hacer declaraciones, más de lo mismo. Algunos hasta hacen sondeos de intención de voto en las reuniones de vecinos. Cosas del síndrome preelectoral.

Desayuno y braga incluidos

Acepto la tortilla precocinada como frisby pero, se pongan como se pongan los diseñadores, que te traten de encajar unos pantalones de niño ya rasgados es como que te vendan un paraguas roñoso o un periódico con manchas de grasa y el autodefinido hecho. Porque una cosa es que desgasten la tela y otra que esté hecT1h75lFu0gXXXXXXXX_!!0-item_picha jirones, que una no sabe si le está comprando un vaquero o un disfraz para bailar Thriller. Como si los pequeños destroyers no fueran capaces de agujerear rodilleras por sí mismos, petachos de titanio incluidos. Ya puestos, podrían vender camisetas con los puños ribeteados de mocos, pegotes de pasta de dientes en la pechera y lamparones de tomate en las camisas blanco nuclear. Tres clásicos infantiles.

A algunos hosteleros les ha debido parecer buena idea eso de anticiparse a los acontecimientos. De hecho, una compañera se encontró una braga ajena en el armario de una habitación de un hotel. Los jóvenes deberían marcar su ropa interior como en la haurreskola, que luego pasa lo que pasa. Yo, bragas, no; pero en una pensión de mala muerte me encontré cabellos entre las sábanas. Donde hay pelo hay alegría, dicen, pero a mí no me hicieron ni pizca de gracia. La colcha con quemaduras de cigarro a la que acababa de hacer ascos me pareció una bendición. Lo peor fue descubrir que debajo de la alfombrilla del baño no había azulejos, sino tierra. No escarbé, no fuera a desenterrar al anterior inquilino.

Basta de privilegios

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AÚN recuerdo aquella esclarecedora crónica sobre los entonces príncipes de Asturias: “Procuran escaparse al cine, hacen cola y pagan las entradas”. ¿Pagan las entradas? ¿Y qué se supone que debían hacer, sentarse en la butaca, como en el trono, by the face? Ya que se lo financiamos a escote, qué menos que pasar por taquilla. Pero si aquel gesto de echarse la mano a la cartera se convirtió en noticia, malo, malo. Los humanos somos tan absurdos que tendemos a invitar ya sea a una copa, ya sea a un traje, ya sea a un viaje en avión precisamente a aquellos que pueden pagárselo, mientras que al pobre le exigimos radiografiarse hasta el tuétano para concederle la RGI. Ha tenido que venir esta crisis a poner un poco de sentido común en todo esto y parece que los familiares del rey deberán empezar a rascarse el bolsillo y los parlamentarios, a justificar sus viajes como justifica hasta el último tique de autopista todo hijo de vecino. La cosa empezará a marchar bien cuando dejen de fotografiar a la reina porque repite chaqueta y entiendan que lo escandaloso sería que las desechara a diario. Ahora que ir a la cárcel se ha convertido en tendencia entre los vips, también han salido a relucir algunas prebendas, como la celda unifamiliar que comparten en un módulo especial el expresidente del Barça y su hijo. A falta de juicio, los Pujol deben de estar interesándose ya por los calabozos adosados.

arodriguez@deia.com

Funeral exprés

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Ahora que eso de Empleado del mes, más que a incentivo, suena a que solo se ha contratado a un tío en lo que va de junio en todo el Estado, voy a instaurar, con su permiso y dada la abundancia de candidatos, el galardón al Incontinente verbal de la semana. En esta ocasión, por unanimidad del jurado -compuesto por una vecina, con el administrador de la escalera como ilustre notario- la distinción ha recaído en José de la Cavada, el directivo de la patronal española al que los cuatro días de permiso por defunción de un familiar le parecen un exceso «porque los viajes no se hacen en diligencia», por más que algún empresario siga explotando a sus currelas como en la época de Kunta Kinte.

Dejando a un lado la frasecita, muy inoportuna ya que no está el horno crematorio para bollos, lo que debe estar maquinando este hombre, con su vis emprendedora sin igual, debe ser algo así como el funeral exprés. Esto es, un tanatorio provisto de una cinta transportadora por la que rulen los féretros igual que las maletas en los aeropuertos. Al paso del ataúd, uno activa su audioguía para escuchar un responso abreviado, derrama un par de lágrimas, si es que no ha ido llorado de casa, y punto pelota. El horno, por supuesto, será pirolítico, para no perder tiempo limpiándolo entre incineración e incineración. A la salida le dan a uno las cenizas y listo. Si el fallecido es el propio trabajador, deberá morirse en festivo. Estirar la pata antes de concluir el inventario será considerado una deslealtad y, por tanto, motivo de despido.