“Creo que estoy dando una noticia”, se adornó Arnaldo Otegi, después de adelantar en la radio pública vasca —el medio es el mensaje, decía el clásico— que la formación que lidera está muy por la labor de aprobarle los presupuestos al gobierno español. En efecto, el de Elgoibar, que no es nuevo, sabía de sobra el mondongo que acababa de lanzar a la pista de baile. Un gol en Las Gaunas en toda regla, con el ultramonte y la vieja guardia del mismísimo PSOE encabritados, los aspirantes a bisagra naranja con un palmo de narices y, para qué vamos a negarlo, el llamado nacionalismo moderado decidiendo si flipa en tecnicolor, la coge llorona o se descuajeringa de la risa al ver cómo los otrora irredentos se dejan acariciar el lomo pactista por los barandas del estado (ya no tan) opresor. Y casi gratis total, oigan.
Siempre queda, claro, la solución de compromiso, que es aguantarse la carcajada y afirmar como si lo creyéramos de veras que es una gran noticia que la política se normalice y entren al cambalache de cromos, digo al juego democrático, quienes daban lecciones de integridad y juraban que no beberían el agua del pozo de la sumisión. Tiremos, pues, de cinismo solo disimulado a medias y aguardemos al próximo capítulo de la tragicomedia. ¿El apoyo a las partidas para el Tren de Alta Velocidad? Quizá.