Miedo anaranjado

Susurran los conocedores de las catacumbas genovesas que de un tiempo a esta parte, a la grey peperil le ha entrado un canguelo considerable a cuenta del vuelo que ha (re)tomado el chaval del Ibex 35, también conocido como Albert Rivera. Se malician que después del pastón gastado en piolines con porra y demás aparatajes judicioso-policiales para meter en vereda a los disolventes catalufos, no vaya a ser el PP sino los advenedizos naranjas los que rentabilicen el estado de sitio declarado vía 155 en el nordeste peninsular.

La aflicción en el nido del charrán —supongo que saben que aunque nos lo parezca, no es una gaviota— llega a tal punto que un tipo tan fuera de sospecha abertzalizante como Alfonso Alonso anda afeando a su socio principal que se haya subido a la parra del “Euskadi nos roba”. Y no se queda ahí. Hasta nombra a sus dirigentes, empezando por el principal, como nacionalistas españoles. Vivir para ver.

Motivos para el tembleque en Casa Mariano, haberlos, haylos. La seguidilla de (vomitivas) martingalas sobre Concierto y Cupo parecen haber prendido en la yesca malvada e indocumentada a partes iguales del ultramonte mediático. Pesebristas monclovitas de tronío no tienen empacho en desmarcarse de su principal suministrador de alpiste para reír las gracias al chiquilicuatre del partido-probeta, ese que se cree entre Macron y Suárez, cuando a duras penas llega a Paquito Chocolatero.

Me confieso incapaz de discernir si estamos ante un guión preparado al dedillo o, como es tan propio de Celtiberia, frente a un experimento con gaseosa que se ha desmadrado. El caso es que yo también tengo miedo.

Acordando con el ‘enemigo’

¡Hay que ver el juego que está dando aquel puñado de papeletas mal contadas en Bermeo que bajaron del marcador jeltzale el escaño número 29, rompiendo la mayoría absoluta que propiciaba el acuerdo con el PSE! Lo llamativo —a la par que revelador del caprichoso azar que gobierna la política— es que, a pesar de que el asiento en cuestión fue para EH Bildu, quien de verdad lo está aprovechando es el Partido Popular. Si las urnas habían relegado a la formación de Alfonso Alonso a la condición de excrecencia, la aritmética parlamentaria la ha convertido, sin embargo, en la fuerza decisiva a la hora de la verdad.

Se puso de manifiesto en los primeros presupuestos del bipartito y, salvo monumental sorpresa, volveremos a comprobarlo con las cuentas para 2018. Con el añadido, ojo, de una reformilla fiscal al gusto de los populares y acuerdos extensibles a instituciones donde los números le son más esquivos a PNV y PSE. En plata, a Araba y su capital, Gasteiz.

¿De verdad todo es cuestión de matemáticas? ¿Y dónde quedan los principios? ¿Cómo se puede acordar nada con el corrupto PP del 155 y bla, bla, requeteblá? Procede devolver las preguntas a quienes las están haciendo en compañía de un rasgado de vestiduras cada vez menos creíble. Si no lleváramos cien docenas de caídas de guindos a las espaldas, quizá colara la vieja letanía. Pero qué menos que pedir un cierto disimulo. No sé, que pareciera como que había cierta disposición a negociar en serio, en lugar de poner condiciones que se saben inasumibles de saque. Por lo demás, la última palabra será, cuando toque, de esa ciudadanía en cuyo nombre se predica.

La memez del contagio

Ilustrativa coincidencia, los líderes de las tres fuerzas —en un par de casos, fuercitas— de la oposición en Navarra farfullando melonadas varias sobre no sé qué posibilidad de contagio del virus catalán en el condominio foral. Por los labios coordinados de Esparza, Beltrán y Chivite hablaban las indisimuladas ganas de mambo o, sin más, el lúbrico deseo de que se revuelvan las aguas para echar la caña. Quien dice revolver las aguas, dice agitar el asustaviejas de costumbre, único programa conocido de quienes carecen de cualquier cosa levemente similar a una propuesta concreta.

Y en la demarcación autonómica, cuarto y mitad del mismo almíbar barato, dispensado a granel por el todavía inconsolable exministro enviado a misiones a su tierra de nacimiento. Es difícil escoger entre el descojono o el cabreo ante la visión del de la triple A onomástica (Alfonso Alonso Aranegui) mentando la bicha ante su media docena de fieles en no sé qué sarao montado para salir 30 segundos en la tele. “Tenemos los mismos ingredientes que en Catalunya; solo hace falta que se unan”, fingió rasgarse las vestiduras, como si no supiera de sobra que aquí la vaina va de otra cosa. Ahí está la última encuesta de Gizaker para EITB, clavando lo que cualquiera con dos ojos, incluido el propio presidente del PP vasco, ve a su alrededor: empatía con el procés, toda; ganas de meterse en un fregado similar, ninguna.

Cuánta razón vuelve a tener la defenestrada predecesora de Alonso. Sin ETA, el partido se quedó desnudo. Desnudo de discurso, y como se ha ido comprobando de elección en elección, también de votos. Nueve escaños, y bajando.

No podrán con TV3

Mariano Rajoy, devenido en diosecillo del Trueno de ocasión, pretende hacer doblar la cerviz de los díscolos catalanes amenazándoles con una sarta de plagas bíblicas, o sea, constitucionales del 78. El paquete incluye todo el repertorio sádico-satrapil, empezando, como ya enumerábamos el otro día, por la deposición del gobierno legítimamente elegido, siguiendo por el secuestro de la Hacienda del territorio hostil, la neutralización de la fuerza policial propia y, como fin de fiesta, la intervención de los medios de comunicación públicos.

Además de miedo, tengo mis serias dudas sobre si se van a llegar a hacer efectivas y cómo las tres primeras medidas enunciadas. Respecto a la cuarta, la toma al asalto de TV3 y Catalunya Radio para convertirlas en altavoz de la noble causa de la unidad de la nacional española, estoy completamente seguro de que jamás ocurrirá. Y ya no solo porque buena parte de la ciudadanía de Catalunya lo vaya a impedir, sino en primer lugar, porque las trabajadoras y los trabajadores no lo permitirán. Bajo ninguna circunstancia dejarán que uno o varios comisarios políticos les obliguen a participar en un No-Do redivivo.

A partir ahí, los planes de sustitución del presunto veneno separatista por la difusión de la benéfica poción ideológica unionista tendrán que ser modificados. Cabrá, quizá, torpedear las antenas o emprenderla a hachazos con los cables. O quién sabe si hacerle caso al adelantado Federico Jiménez Losantos, que lleva unos días proponiendo dinamitar lo que, según él y otros que tal bailan, es el nido del mal. “Cuando no haya nadie dentro”, matiza con condescendencia.

El PSOE ha vuelto

Si la vida es eterna en cinco minutos, como cantaba Víctor Jara, en un año ni les cuento. ¿Quién se acuerda que fue ahora hace doce meses cuando el PSOE reventó por todas las costuras y se lio la mundial? El punto álgido fue aquel Comité Federal del 1 de octubre —vaya fecha— en el que prácticamente acabaron a hostias los representantes de las dos banderías que se disputaban los restos de serie del partido que fundó Pablo Iglesias Posse. Luego, Pedro Sánchez confesó sus pecados, se arrepintió de ellos con propósito de enmienda ante el padre Jordi Évole, y comenzó a reclutar aguerridos voluntarios para reconquistar Ferraz.

Qué vítores y qué albricias, cuando tras una campaña a cara de perro, hizo doblar la cerviz a la sultana del sur, su encarnizada rival, que había contado en el envite con toda la artillera pesada mediática y el concurso de los generales en la reserva. Había sido el heroico triunfo, según se dijo y escribió, del ala izquierda, la unión de jóvenes turcos, viejos rockeros e inconformistas de variado pelaje. El primer y casi único objetivo de los inesperados vencedores era limpiar la mancha de la oprobiosa abstención que permitió que Rajoy fuera reinvestido presidente del gobierno español. No se pararía hasta echarlo.

Ese era el plan… hasta anteayer, cuando Sánchez en persona contó sin cortarse que se había reunido un porrón de veces con el inquilino de Moncloa. La bronca catalana había sido la coartada para esos encuentros en los que ha quedado recompuesto el frente constitucional. Yo te apoyo con el 155, tú te avienes a estudiar una reforma y me dejas salir en las fotos. ¡Venga!

Elogios envenenados

¡Revuelta en el frenopático! Mariano Rajoy y Brey, el sulfurador y sulfatador de todos los sueños de Levante a Poniente pasando por Garisoain e Ibarrangelua, encarnación del mal y de la patronal, mandarín del partidomáscorruptodeEuropa (léase del tirón), amén de presidente de la indivisible nación española, ha echado un requiebro saleroso, a modo de machito de andamio, al PNV, al Gobierno vasco y, personalizando más, al lehendakari.

Aunque cada titular lo resumió a su manera, como ya saben o se imaginan, lo que vino a hacer el indolente de Pontevedra fue contraponer al niño malo Puigdemont con el niño bueno Urkullu. Así, el primero, que no deja de darle disgustos, no va a conseguir con sus travesuras más que unos azotes, quedarse sin postre y dejar sin él también a quienes le siguen en las trastadas. Mientras, el segundo, tan sensato, tan aplicado, tan atento a razones, logrará buena parte de lo que pide.

De aquí a Lima, un abrazo del oso en toda regla. Un elogio envenenado como un piano, lanzado no con intención laudatoria, sino para hacerle un siete al lisonjeado. ¡Qué bien conocen los arúspices marianos que pusieron esa carga de profundidad en el discurso de su jefe a los escandalizables de pitimí que se iban a hacer lenguas del arrumaco! Fueron en tropel como moscas a un hermoso zurullo, armados de toda la impedimenta demagógica de rigor a decretar que no hay peor delito que recibir un halago de Rajoy. Dos días antes, el Sociómetro contaba que por primera vez en diez años los vascos están contentos con la situación política y el Euskobarómetro elevaba a 30 los escaños del PNV. ¿Nadie lo pilla?

Hasta los higadillos

¡Tremenda escandalera! El PNV apoya el techo de gasto de Mariano Rajoy. ¡Lo ha vuelto a hacer! Tacón, punta, tacón. Regresamos a la coreografía de rigor. Golpes de pecho, rasgado ritual de vestiduras, hastaghs como manos arrancándose mechones de pelo, gargantas clamando al cielo, denuncias sulfurosas, mecagüentodos rezumando bilis, amenazas incendiarias con el averno que vendrá, y como corolario, el consabido estribillo sobre la ignominia que supone pactar con el-partido-más-corrupto-de-Europa, y me llevo una. Todo, claro, de la parroquia para la parroquia. Más allá de la feligresía que compra esa bronca de plexiglás —en general tipos y tipas que viven como Dios—, los pijoapartes que no nos andamos con tantas hostias ni melindres nos preguntamos, simplemente, por la contrapartida.

Así de claro. Qué por cuánto. Ya me gustaría que la política fuera esa sublime disciplina en la que, con música de violines, triunfan los elevadísimos principios y blablá, requeteblá. Pero llevamos cotizados los suficientes trienios de sinsabores y baños de realidad para saber que esto va de aprovechar la debilidad del de enfrente. Sí, incluso aunque sea para recuperar lo que nos fue robado y que en otras circunstancias no nos sería devuelto. Tan crudo como suena se lo describo, en la certidumbre de que la mayoría de mis congéneres lo ven de un modo muy parecido. Y si no, en la próxima cita con las urnas, pescozón y tentetieso. ¿Cuándo fue la última vez que vieron palmar al PNV? Pues eso. Sigamos en el juego del dedo y la luna. Sin olvidar, por supuesto, que ahora los votos valen más y, en consecuencia, el precio sube.