Linchamiento en Alsasua

El pasado nos persigue. A punto de cumplirse cinco años de algo que ocurrió en 2011 (aquel comunicado largamente esperado), volvemos, como poco, a 1998. Alsasua, un solo hecho y dos versiones radicalmente opuestas. Ninguna creíble porque una y otra son de parte y arrojadizas. Juegan al viejo acción-reacción-acción, y a los hechos que les vayan dando morcilla. Cuádrese cada cual junto a su mástil y entone su cántico de guerra. Todo lo empezaron los de enfrente, faltaría más.

En triste y un tanto cobarde consonancia, dos declaraciones institucionales en el Parlamento de Navarra. La primera, en términos épicos entre el verdeoliva y el rojigualda; arriba España o así, todo por la patria. Votos a favor: UPN, PPN, PSN. La segunda, meliflua, de silbido a la vía, como al despiste, a ver si colaba y la esponjosa ambigüedad arrastraba también a EH Bildu. Ni por esas. Abstención y gracias. Votos a favor: Geroa Bai, Podemos e Izquierda Ezkerra. ¿El Gobierno del cambio? Bien, gracias. Los desacuerdos pactados, ya saben, no vayamos a darle pisto al Antiguo Régimen.

Lástima que esta vez no se haya conseguido tal objetivo. Por casualidad, puse ayer la tele en el canal progre por excelencia, y me encontré a Eduardo Inda con una apreciable erección neuronal mientras lanzaba los sapos y culebras de rigor. El resto de contertulios presentes, los mismos que habitualmente se le echan a la yugular, le hacían palmas. Digo yo que alguna conclusión deberíamos sacar de esa unanimidad. Bien es verdad que resulta más cómodo hacer como si no supiéramos que, ocurriese como ocurriese, el linchamiento del sábado no tiene un pase.

Quítame allá esos huesos

“Asiron, atrévete con los vivos”, le increpa al alcalde de Iruña desde una pared un facha anónimo y cagón, molesto por el tardío desahucio de los huesos de los genocidas Mola y Sanjurjo de su lujoso mausoleo. Otro tanto hace un espindarguero, también sin firma, en las páginas de ABC, no por casualidad, el diario que hace ochenta años fletó el Dragon Rapide que llevó a Franco de Canarias a Tetuán. “A vueltas con la memoria histórica, la izquierda proetarra sigue empeñada en que levantar tumbas y abrir ataúdes es una prioridad municipal”, anota el amanuense con la rancia prosa de costumbre, esa que pretendiendo ser épica no pasa de patética. ¿Proetarra como invectiva a estas alturas? ¿En serio?

Si el regidor de la capital navarra y los representantes de las fuerzas del cambio tenían alguna duda sobre su decisión, este par de escocidos exabrutos les confirmarán que han hecho lo correcto. Y si todavía necesitaran una prueba del algodón suplementaria, les servirán al efecto los espumarajos indisimulados del requeté actualizado —no me hagan poner siglas— y de los deudos de aquel hijo de la peor entraña que firmaba Garcilaso. No deja de tener su gracia, bien es cierto que entre maldita y macabra, comprobar que entre los campeones siderales de la Democracia hay un número nada pequeño de tipos a los que les jode un mundo que se toquen las reliquias de una pareja de asesinos sin matices. Procede entonar una vez que ladran, luego cabalgamos, aunque si hay que decirlo todo, me permito hacer notar que la exhumación de las sobras de estos tipejos no implica ganar la guerra del 36 con carácter retroactivo.

Bendito malvado capitalismo

Parece que el gobierno disolvente, cuatripartito y pecador de Uxue Barkos no ceja en su empeño de hundir Navarra. Como prueba, el penúltimo logro: la decisión de Volkswagen de conceder la producción del segundo modelo a la planta de Landaben. Notable jodienda para los navarrísimos, foralísimos y españolísimos apóstoles del cuanto peor mejor. Van a tener su gracia las próximas descargas de bilis desde el atril parlamentario de Esparza o Ana Beltrán. O los tuits encabronados de Carlos Salvador, ese señor que dice que una de las lenguas de su tierra es un lujo prescindible.

Fuera de sarcasmos, o quizá no tanto, merece la pena darle dos vueltas a lo que supone lo que con su habitual buen tino, Rafa Aguilera calificaba como una de las noticias de 2016 en la comunidad. Estamos hablando de asegurar mucho trabajo durante mucho tiempo. Probablemente, en condiciones mejorables —¿quién no quiere más?—, pero sustancialmente superiores a la media y, desde luego, cumpliendo unos mínimos holgados de dignidad.

¿Qué le lleva a una multinacional como la alemana a dar un paso así? Obviamente, no ha sido una cuestión sentimental; bien sabido es que las corporaciones carecen de corazón. Y pese a la broma inicial de estas líneas, poco ha tenido que ver, ni para bien ni para regular, el color del gobierno de turno. Así que todo se ha reducido a una cuestión de números. Simplemente, después de los pertinentes cálculos, Volkswagen ha llegado a la conclusión de que el sumatorio de circunstancias que presenta Landaben es el que le resulta más beneficioso para sus intereses. Así funciona el bendito malvado capitalismo.

La persecución del ‘Txori’

Habrá enorme algarabía hoy en las sedes de UPN y PP. Cautiva y desarmada la perversa herramienta de propaganda vasquizante, las tropas regionalistas han alcanzado uno de sus más ansiados objetivos: los canales de EITB han desaparecido de los mandos a distancia de uno a otro confín de la foralidad.

En lo sucesivo, como en los tiempos en que se cruzaba la muga del norte buscando alegrarse el ojo con El último tango en París, será menester traspasar la raya con la CAV para ver programas de dos rombos ideológicos como el de Xabier Lapitz o el de Klaudio Landa. Y no digamos los que se expelen en la lengua del diablo que es, ¡ay!, la navarrorum, esa en la que cada vez más padres y madres, ¡ay, ay, requeteay!, matriculan a sus hijos en el más vetusto que viejo reino.

Morrocotudo éxito del navarrisímo Esparza y la cofradía que desde hace nueve meses no ha parado de ladrar su rencor por las esquinas. Logro, por demás, póstumo, pues como se sabe, el cese de las emisiones es consecuencia de una denuncia que dejó escondida —a modo de esas bombas-trampa de las pelis de mafiosos o de la tierra quemada de Gengis Kan— el gobierno de Barcina cuando ya olía a cadaverina. Una bajeza del quince que retrata a sus perpetradores, sí, pero más que eso, una torpeza inconmensurable. Aparte de la memez de poner literalmente puertas al campo en un tiempo en que cualquiera puede acceder sin demasiado esfuerzo a la televisión local de Pernambuco, la persecución enfermiza del Txori lo único que consigue es elevarlo a la categoría de símbolo y hacerlo, por lo tanto, más peligroso. O dicho en menos fino, un pan como unas hostias.

No saber perder

Desde el 24 de mayo hacia acá, uno de los espectáculos más divertidos que se nos ha dado contemplar es la creciente e histérica congoja de los otrora reyes y reinas del mambo que se han quedado colgados la brocha. Además del trabajo a destajo de las trituradoras de papel —y hasta algún incendio como caído del cielo en dependencias municipales—, estos días han cantado la Traviata las esperpénticas chorradas que han salido de labios de los atribulados perdedores, con Yolanda Barcina y Esperanza Aguirre destacando por lo patético. Todas esas invocaciones descangalladas a la alternativa KAS, la Alemania prenazi, la Argentina de Perón, la Venezuela de Chávez o el minuto antes del apocalipisis final, aparte de ser una gachupinada, retratan a la manga de hooligans que las han soltado como obtusos melones incapaces de distinguir la democracia de una onza de chocolate.

Humanamente, se comprende la rabieta de quienes pensaban que su culo era imposible de desatornillar de la poltrona. Y se puede uno imaginar también el tremendo comecome ante el despiadado cambio de bando de las alfombras y los trienios de porquería que ocultan. Pero ya que les toca desalojar, cuánto mejor para su recuerdo —que es todo lo que les queda a algunos— que lo hubieran hecho con una mínima elegancia, mostrando incluso contra pronóstico que también saben perder y bajarse de los machitos sin montar una escandalera monumental. Total, está escrito que, aunque esta vez han salido de golpe un congo y medio, a la inmensa mayoría de los derrotados les está aguardando, a tres cuartos de vuelta de puerta giratoria, una suculenta sinecura.

La lista más votada

No sé si lo de la lista más votada es un timo, un detente bala, una broma, una jaculatoria o un conjuro contra lo que pueda pasar. Echando la vista atrás, y tengo años suficientes como para remontar muchos calendarios, guardo recuerdo de prácticamente todas las siglas apelando alguna vez al respeto debido a quien ha sacado un voto más que el siguiente. Eso, claro, cuando la victoria, aun exigua, había caído de su lado. Si no era el caso y la suma, por chocante que fuera, daba para descabalgar a tal o cual ganador, se cambiaba de catecismo y entonces lo que valía era la voluntad popular expresada aritméticamente.

En treinta y pico años de urnas acumulamos ejemplos abundantes de triunfadores por varias traineras que, a la hora de la verdad, se han quedado con un palmo de narices. Apuesto a que tres de cada cuatro lectores de la demarcación autonómica están pensando ahora mismo en Juan José Ibarretxe. Como no fue suficiente la expulsión judicial de la que hoy es segunda fuerza, el PP y el PSE mancomunaron sus escaños para dar la patada constitucional y española al PNV, ganador de calle de los comicios de 2009. Todavía estamos pagando las consecuencias de aquello.

Según nos lo tomemos, es para despiporrarse o para llorar el Zadorra que Javier Maroto, que no estuvo lejos de ese enjuague, ande ahora echando pestes contra lo que llama —tendrá rostro— pacto de perdedores que podría dejarle compuesto y sin vara de mando. Ídem de lienzo, sus medio primos navarrísimos, que también echan las muelas por su inminente desalojo a manos de una alianza higiénica a la que le dan los números. Pues es lo que hay.

Las cuentas del cambio

A los 150 kilómetros de rigor, observo con cierta ansiedad la campaña en Navarra. Cenizo por naturaleza, me pregunto si el nombre de este mes o del que viene lo diremos también en aumentativo. ¿Habrá mayazo o juniazo? Siento mentar la bicha. Ya sé que desentono en medio de la desbordante euforia anticipatoria que confirman prácticamente todas las encuestas.

Un momento… ¿Lo confirman realmente? Pasando por alto el larguísimo historial certificado de pifias demoscópicas y los extravangantes resultados que señalan algunos sondeos, ¿se ha parado alguien a contar las fuerzas que harían falta para desbancar al llamado régimen? En general, con tres siglas no llega. Serían necesarias cuatro o, según las circunstancias, cinco, siendo el caso que el tal quinto para bingo debería ser el PSN, lo cual resulta entre irónico y lacrimógeno a la vista de los antecedentes y de las intenciones declaradas. Sola y en compañía de Pedro Sánchez, María Chivite ha dejado claro una docena de veces con quién no está dispuesta a sumar.

¿Y los demás? No parecen invitar al optimismo las zigzagueantes posiciones de Podemos y, en particular, que se haya acogido al comodín de la exigencia de condena de ETA a EH Bildu como contrapartida de su apoyo. Por más imaginación que le eche, soy incapaz de visualizar a los parlamentarios de la coalición soberanista pasando por ese aro.
Diría, resumiendo, que por mal que le vayan las cosas a Javier Esparza y sus navarrísimos mariachis —que ya veremos si es para tanto—, no debe descartarse que el domingo por la noche o en las jornadas siguientes las cuentas del cambio no terminen de cuadrar.