El valor de las piezas de Ajedrez

VALOR

Junto al nombre de las piezas, la colocación del tablero y la noción de Jaque Mate, el principiante es puesto al tanto del valor absoluto de las piezas contabilizado este con puntos, a fin de que pueda introducirse en la parte lúdica del ajedrez por un conducto más o menos asimilable a los parámetros de otros juegos. Más adelante, comprenderá que en Ajedrez, a diferencia del boxeo no se gana a los puntos. Pero, pocas veces se explica al iniciado el fundamento de dicha valoración, cometido este que me dispongo a ofrecer de modo simplificado y accesible para todos.

La correspondencia más aceptada entre piezas y puntos generalmente es:
Peón 1 punto
Caballo 3 puntos
Alfil 3 puntos
Torre 5 puntos
Dama 9 puntos

El peón vale un punto debido a las restricciones y corto recorrido de su movimiento que lo hace muy predecible. Este valor del peón servirá como referencia para otorgar valor a las demás piezas.

El caballo y el alfil valen en principio lo mismo: 3 puntos. ¿Por qué?

El caballo tiene de ventaja ante el alfil poder saltar sobre las demás piezas propias o contrarias de modo que en una posición cerrada es preferible un caballo; el caballo puede pisar todas las casillas del tablero sean blancas o negras, mientras el alfil sólo puede caminar por las de un color, lo cual le imposibilita atacar a piezas que se hallen en color contrario al de su dominio. El movimiento del caballo cuesta más de ser calculado que el del alfil. Un caballo en todo su esplendor puede atacar y defender ocho piezas propias y contrarias mientras el alfil sólo cuatro. Pero…

El alfil es una pieza de largo alcance y desde a1 ataca h8 cuando el caballo necesita de seis tiempos para llegar desde a1 a h8; el alfil puede desempeñar tareas de ataque y defensa en ambos flancos del tablero sin necesidad de desplazarse, mientras el caballo, dado su corto radio de acción debe ceñirse a un lado del tablero. Por ello, los alfiles son preferibles al caballo en posiciones abiertas o en finales con peones en los dos flancos. El alfil en a1 domina 7 casillas mientras el caballo solo 2 y en una casilla central el alfil domina 13 casillas mientras el caballo sólo 8. Pero el alfil dispone de una ventaja primordial sobre el caballo y es que con rey y dos alfiles es fácil y mecánico dar el mate al rey contrario, mientras con dos caballos, es muy difícil y se precisa ayuda del rival.

La torre vale más que el caballo o que el alfil, aunque no llega a doblar su puntuación, concretamente 5 puntos. Esto es así para empezar porque la torre a diferencia del caballo o el alfil no precisa de su centralización para aumentar su dominio de fuerza sobre las casillas del tablero; tanto en a1 como en d4 la torre despliega su fuerza en 14 casillas. Como el caballo puede pisar todas las casillas del tablero y como el alfil es una pieza de largo alcance. Pero lo que distingue a esta pieza de las otras dos y justifica más que nada su mayor valor es el hecho de que mientras con Rey y caballo o rey y alfil es imposible dar mate, con rey y torre sí se puede dar mate con procedimiento mecánico sencillo. Y siendo esto así…¿Por qué la torre no vale el doble que el caballo o el alfil? La respuesta a esta cuestión reside en que dos piezas sumadas sus virtudes son más peligrosas que una torre sola, por ejemplo, las dos piezas se pueden proteger entre si, mientras la torre no se puede proteger a si misma. Por eso, caballo y alfil o dos alfiles valen más que una torre.

La dama vale mucho más que una torre. De hecho obsérvese que de las diferencias de valor es la más grande pues entre caballo o alfil con peón era de 3 puntos, entre torre con caballo o alfil era sólo de 2 puntos, mientras entre dama y torre es de 4 puntos. Esto se debe a que la dama es la suma de las virtudes de la torre ( 5 puntos) con las virtudes del alfil ( 3 puntos) Pero entonces, ¿Por qué vale 9 y no 8 puntos? El motivo es muy sencillo y responde al principio de que el Todo es mayor que la suma de sus partes…La primera ventaja notable de la suma de virtudes de torre y alfil, es que en un final, el rey no puede atacar a la dama porque no se puede aproximar ni en vertical, ni horizontal ni en diagonal; esta ventaja trae otra y es que a diferencia de la torre, una dama sola puede arrinconar al rey adversario hasta la bando donde le dará mate con ayuda de su rey. Y la mayor ventaja de todas es que de estar apoyada su entrada ante el rey rival es mate por atacar en todas direcciones como en el Beso de la Muerte, mientras que la entrada de torre o de alfil requiere de ayuda de otras piezas propias o rivales para evitar la escapatoria del rey adversario. Por este motivo, la dama vale 9 puntos. Claro que vistas las ventajas…¿Por qué no vale el doble que la torre? La respuesta es la misma que para el caso anterior de la torre respecto al alfil y caballo. Dos torres pueden defenderse entre si, mientras la dama al verse atacada ha de escapar.

Creo que ofrecer estas explicaciones que combinan la fuerza del movimiento con su centralización, su capacidad de dar mate, etc, ayudarán a comprender mejor la esencia del juego al alumnado de ajedrez desde el principio y no veo motivos pedagógicos para ocultárselo esperando a que los descubra por si mismos.

La ideología subyacente al juego de Ajedrez, por Nicola Lococo

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Los investigadores no se ponen de acuerdo respecto al origen del Ajedrez: unos lo sitúan en China, otros en la India. En cualquier caso, parece fuera de toda duda razonable localizar su cuna en Asia.
Resulta que Asia, desde el comienzo de la civilización allá por el Neolítico, ha fraguado entorno a sus grandes ríos, Indo, Ganges, Amarillo…culturas muy masificadas forzadas a causa de ello a generar sistemas sociales de carácter despótico derivados del control de sus aguas, más también, sumamente comunitarias donde el individuo no se comprende sin la sociedad de la que depende y a la que contribuye, salvo en los sistemas de pensamiento y religión donde para equilibrar la balanza, la conciencia sí ha encontrado vías de desarrollo individual más sofisticadas que en Occidente. Y esto vale hasta para el más grande de sus Señores, reyes y emperadores, quienes ostentando un poder omnímodo, en cambio, se veían irremediablemente acompañados de una inmensa corte y una legión de funcionarios. Y esta sutileza que la Filosofía y teoría Política ha tardado siglos en explicitar, se ve reflejado sobre el Juego de Ajedrez desde sus más remotos inicios.
Es verdad que el juego gira en torno a la figura del rey; raro sería que lo hiciera alrededor del caballo y por supuesto, la rivalidad, la competencia y hasta la lucha tienen su reflejo en el tablero, pero esto se da entre grupos rivales, entre piezas enemigas…nunca entre los miembros del mismo bando. Esta lucha se aprecia en las amenazas entre las piezas de distinto color y sobre todo en la captura. Pero observemos un hecho que pasa del todo desapercibido a los legos, que es olvidado por los expertos, pero que los monitores de base y los principiantes tienen muy pero que muy presente, a saber: el rey, con toda su pompa e importancia, con todo su poder, nada puede sin sus piezas. El rey, como en la vida real, tiene por decreto del reglamento muy limitados sus movimientos en comparación con cualquier otra pieza. Depende de sus piezas para obtener la victoria ¡Y lo más importante! Para evitar la derrota y su propia muerte en forma de ¡Jaque Mate! El rey puede hacer frente a peligros inminentes, pero no sobrevenidos por conspiraciones fraguadas en la distancia. En otras palabras: el rey no puede defenderse sólo, a lo más que alcanza es a escaquearse del peligro.
Así tenemos que de una sociedad masificada, surge un juego donde hasta el más importante precisa de los demás para todo. He aquí quizá la ideología primera que transmite simbólicamente el Ajedrez: Vivir en sociedad supone cooperar; no competir. La mayor prueba la tenemos en que ninguna pieza se defiende a si misma; siempre precisa de otra para esa tarea. Por otra parte, la experiencia enseña al jugador que de haber una figura con afán de protagonismo que desea jugar ella sola acaparando los movimientos, ello conduce rápidamente a la derrota. Así, mientras en apariencia el Ajedrez se presenta como un juego individual, en su dinámica interna requiere que las piezas jueguen en equipo.
Con todo, que una sociedad prime la cooperación no significa en absoluto que busque la igualdad. Así la misma disposición de las piezas en su salida deja las cosas claras sobre las castas, estamentos y clases que la integran como se puede apreciar en la disposición T-C-A-R-D-A-C-T y peones, un esquema de lo que sería el ideal de un castillo:

Torres: Lo primero que vemos al acercarnos a un castillo son sus murallas. En sus ángulos se elevaban las torres. De ahí que las Torres ocupen las cuatro esquinas del tablero. Asociado a la Torre tenemos a la Nobleza terrateniente que eran los dueños de los castillos.
Caballo: Junto a las murallas del castillo se ubicaban las cuadras y caballerizas donde se guardaban los animales y las armas. Asociado al caballo tenemos a los Caballeros salidos de la Nobleza terrateniente. Su valor social es menor, pero dado su oficio tenían la posibilidad de en un momento dado saltar por encima de cualquier autoridad social, civil, clerical, política o militar. Esto está representado en el caballo de ajedrez en su movimiento, el único capaz de saltar por encima de las demás piezas propias o del rival.

Alfil: El alfil representa el poder clerical, siempre cercano a palacio. Es una pieza que por la peripecia histórica de cómo llegó el juego a cada reino europeo, ha recibido un nombre y representación simbólica distinta, empero conservando la misma forma, posición y movimiento. Así en castellano recibe el nombre de los árabes que lo introdujeron en Europa de donde viene su reconocible Al- quienes a su vez lo recibieron de los persas donde –pil significa elefante. Como por aquí no se veían elefantes, se quedó el nombre y se perdió su significado, más todavía habiendo un caballo. No así en Inglaterra (Bishop) o Portugal (Bispo) donde su forma que era trapezoidal debido a la cesta que se colocaba sobre el animal para transportar armas y soldados, recordaba al sombrero episcopal, la tiara, a causa de lo cual y por hallarse inmediatamente cercanos al poder regio, se los asoció con el poder clerical de los obispos, que a mi juicio simbólicamente en occidente parece el más apropiado, aunque en otras lenguas como el francés (fou) vine señalado como bufón o loco.

Rey: La figura del rey está en el centro; simboliza el palacio; pero también el lugar que los emperadores orientales ocupaban en su ejército a la hora de entablar un combate dispuestos en hileras una frente a otra. Era lo mejor para transmitir las órdenes a ambos flancos de su ejército, de disponer una mejor perspectiva de los acontecimientos, y garantías de protección así como óptimas vías de escape en caso de necesidad con su carro, de ahí viene el concepto de Enroque y qué sea el único caso en que el rey pueda mover dos casillas representando la velocidad en su huída. Además de lo ya comentado, el rey pese a su poder su movimiento está muy restringido dado que debía ser acompañado en todo momento por numeroso séquito. Es digno de mencionarse aquí que en los juegos europeos el rey viene identificado en la parte superior por la cruz que solían lucir las propias coronas para potenciar el origen divino de la Monarquía. Curiosamente, cuando Francia deseara enfrentarse en todo a Inglaterra y triunfara la Revolución, el juego francés, a diferencia del resto, suprimiría cualquier vestigio de simbología religiosa distinguiéndose el rey y la dama únicamente por su tamaño.

Dama: La dama irrumpió muy tardíamente en el juego, hacia el siglo XV precisamente en la Península ibérica cuando Isabel de Castilla ejercía un enorme poder soberano. La coincidencia no es casual. La Dama aparece en la posición inicial al lado del rey; comparte trono y está en palacio. En su figura observamos tres aspectos, dos de los cuales no pasan desapercibidos ni para los infantes, a saber: primero, como el resto de piezas, el tamaño identifica visualmente su relevancia; así más que la naturaleza sexual humana, la Dama es más baja que el rey para dejar clara la jerarquía. Segundo, aunque la Dama sea la pieza que despliega una fuerza mayor, no es la pieza más importante. Y el tercer aspecto ya precisa de mayor reflexión…sobre la figura de la Dama se ha proyectado la mentalidad social sobre la mujer, veamos: su fuerza en contraste con la del rey se identifica con la influencia femenina que las esposas tienen sobre sus maridos; también su capacidad para moverse es identificado con su correteo por las calles, mercados y plazas, intrigas y conspiraciones. Y por su puesto, pese a ser reina, ser la pieza más fuerte, puede ser sacrificada como todas las demás, sea para ofrecer una victoria a su rey, sea para salvarle la vida.

Peones: Finalmente, el pueblo llano evidentemente está representado por esa muchedumbre de peones dispuestos al frente para la batalla. Cada pieza dispone de una sección del pueblo que le protege y sirve. Paradójicamente, la mejor defensa de un peón no es una pieza noble como la torre, y menos todavía un rey…es otro peón, magistral lección que debería hacer reflexionar a la clase trabajadora a la hora de elegir a sus representantes en Democracia. Los pobres peones, valga la redundancia, son fácil presa para las piezas rivales y suelen ser los primeros en caer en la refriega. Hay ocasiones en que su muerte es provocada en forma de sacrificio por justificadísimas razones de estado como abrir una columna que vendría a ser algo así como mantener a la industria del automóvil, cuando no lo es para ganar tiempo que es lo que se denomina un gambito. Tal es su paralelismo con el proletariado como carne de cañón, que existe un procedimiento llamado precisamente “Ataque a la bayoneta” donde se lanzan los peones contra la posición rival sin importar su pérdida, como sucediera con la soldadesca de la Primera Guerra Mundial. Para mantener su espíritu de lucha, al peón se le promete una promoción si alcanza el final de su carrera, cuál es, ser elevado de categoría y pasar a formar parte de la Aristocracia, sin percatarse que a la siguiente partida volverá a ser un simple peón. Con todo, justo en los preludios de la Revolución Francesa, el mejor jugador de la época el francés Philidor, sentenció para sorpresa de propios y extraños: “Los peones son el alma del ajedrez” Poco le quedó por gritar ¡Peones del mundo! ¡Uniros!