Yo soy de esos que me emociono a la más mínima. Y cualquier tontería me convierte en el ser más feliz que pueda haber bajo el firmamento, mucho más que con cualquier fortuna material, rodeadas siempre de tanta obscenidad que hasta pueden medirse con números. No… las sensaciones puras y fuertes son otras, esas que sin servir para nada se nos arraigan al alma y nos zarandean todas las emociones de arriba a abajo.
Pues bien. Estos días [esta nota es de 2016] he vivido una de esas situaciones emocionantes. Y es que el tema no es para menos: cuándo y dónde fueron avistados los últimos gentiles, aquellos seres gigantes de la mitología vasca. Os cuento. Pero dejadme que empiece por el principio.
Ayer tuve la suerte y el honor de tomar parte en la presentación de un libro que recoge nada menos que 450 relatos populares recabados en el entorno de Gorbeia. Son los estertores de una cultura vasca, de un modo peculiar de interpretar el universo que nos rodea y que, a pesar de haber gozado de salud y vigor durante siglos, ya no tiene sitio en nuestro mundo de ondas electromagnéticas y teléfonos que casi hablan solos.
Por si se me olvida, adelanto que el libro es de Juan Manuel Etxebarria Ayesta, académico de Euskaltzaindia y profesor de la Universidad de Deusto. Lo publican entre esas dos instituciones. Es por otra parte el fruto del trabajo concienzudo de dos décadas de labor puramente etnográfica. Y, dicho sea de paso, el regalo navideño perfecto para esa amiga o cuñado algo frikis, para esos raritos que, aunque pocos, también andamos por el mundo.
Pues bien. En uno de esos cuentos toma parte una mujer mayor de Orozko. Aunque en la obra se cite, prefiero omitir aquí su nombre. La conozco personalmente. Es una baserritarra totémica, inteligente, admirable, de esas que te inundan con cada una de sus respuestas.
Preguntados ella y su marido sobre la supuesta desaparición de los gentiles, respondió nuestra amiga con una auténtica bomba que os transcribo palabra a palabra, traducida del euskera original: «…no sé. Pero yo he conocido gentiles en Llodio. Está desapareciendo la raza vasca pero yo en Llodio, hará unos 25 ó 30 años me quedé sorprendida: en el Día del Baserritarra [en las fiestas patronales del lugar. Nuestra genial mujer estaba allí vendiendo productos de caserío] allí había una mujer y su hermano… ya sabes cómo se mueven los gigantes… [se anota en la transcripción que mientras lo decía interpretó con movimientos del cuerpo los andares de estos seres mitológicos], así, sí… Eran enormes… de verdad que era gente llamativa.
Y nadie hacía caso… Pero con esos movimientos, no sé, pausadamente… Y así los hacían. Hermanos, en Llodio… Eso lo tengo visto yo. Y nadie sacó una foto para que lo viese la gente. Se va perdiendo la raza vasca…»
Mágico relato, punto de éxtasis entre aquel mundo de creencias que era tan real para nuestra baserritarra y que tan extravagante y desaforado nos puede parecer a los demás. Tanto que estremece. El choque de dos placas tectónicas entre la antigua y moderna cultura vasca.
Ella y nadie más que ella lo veía… maravilloso.
Para mí ha sido el gran regalo navideño, el perfecto, ese que aunque lo busques mucho es casi imposible de conseguir. Siento que ya me ha tocado la lotería antes del sorteo y poco más necesito para sentirme feliz. Como decía el Quijote, me ha dejado «tan junto al cielo que no hay de mí a él palmo y medio«. Gracias querida «J.». Y a ti Juan Manuel por regalarnos el testimonio del último avistamiento de aquella raza de gigantes mitológicos… nada menos que en Laudio…