El «pan jaiko»

Con el nombre de pan Jaiko se denominaba un pan especial que, con fines más allá que el simple alimento, se consumía en Laudio en día de hoy —Domingo de Resurrección en el credo católico— y mañana. Es poca, poquísima, la gente que lo recuerda y por ello queremos hablar de él, en especial por dar testimonio de esa denominación inédita jaikoy que sin duda hace referencia al carácter ‘festivo’ del mismo, a partir de jai ‘fiesta’.

En lo morfológico, era un pan más plano que lo habitual y con forma de triángulo, características que lo hacían inconfundible.

Mi padre (1934) y madre (1941) lo recuerdan de su infancia como un pan especial, muy apreciado que, de vez en cuando y sin fechas concretas, se cocía aprovechando la hornada de pan semanal. Otra tía mía —Carmen Olabarria (1938), del caserío Kastañitza— recuerda afortunadamente con más detalle cómo su madre Felisa Arza (1915-2001), les preparaba aquel pan para estos días concretos, domingo y lunes pascuales, adornándolo con un huevo en su centro. En lo personal, me ha resultado imposible recabar más información, a pesar de haberlo intentado con bastante gente.

Felisa Arza (1915-2001) preparaba el característico pan de tres puntas con un huevo para sus hijos. Era el pan jaiko, propio de las fiestas pascuales

Sabemos por informaciones de otros municipios que se trata de la Pazkopila —’torta pascual’— y que se ha conocido con otras denominaciones populares como ranzopil (San Román de San Millán), arrazobi (Agurain), arraultzopil (Ganboa), mokotza (Gorozika, Zornotza, Arratia), mokorrotea, paskopille (Bermeo y Busturia), Cornite (Santurtzi), besotakoi (Zerain), kaapaxue (Elosua-Bergara), karapaixo (Arrasate, Eskoriatza), garapaio, karrapio, Samarko opila (Oiartzun, en referencia a San Marcos, 25 de abril, día en que se repartía), morrokua (Dohozti), adar-opil (Bera)… según recoge el Atlas Etnográfico de Vasconia en todos los territorios de Euskal Herria, a través de infinidad de encuestas sistemáticamente realizadas hace varias décadas.

PADRINOS Y MADRINAS. Nombres como el de besotakoi de más arriba — de besoetako ‘padrino’ o ‘madrina’— nos advierten de otra característica, olvidada ya en Laudio, y que consiste en la costumbre de que ese pan lo regalen padrinos y madrinas — en especial las madrinas— a sus ahijados. Simboliza probablemente el hecho de que, suceda lo que suceda en la vida, se garantiza la continuidad familiar porque, como sabemos, los padrinos son los sustitutos legítimos en caso de fallecimiento de los padres.

Esta costumbre no es en absoluto exclusiva de Euskal Herria sino que es de carácter general: «pola Pascua os padriños regálanlles ós afillados ovos, roscas ou bolos de pan» (Carlos Sixirei, 1982)

Pan jaiko elaborado para la ocasión por la panadera artesanal Aida Fuentres Iza, a semejanza de las mokotza de Arratia. El de Laudio era —según los escasos testimonios disponibles— más plano y con un solo huevo central o ninguno y sin chorizo. Aunque con seguridad no existían cánones rígidos y la variedad sería amplia

TRES PUNTAS. No descartaría en absoluto que esas tres puntas que caracterizan a la mayoría de los panes pascuales citados representen la Trinidad, el sanctasanctórum irresoluble de la multiplicidad de la divinidad cristiana. Tampoco que nuestro pan esté directamente ligado a la liturgia cristiana: no olvidemos las oblatas u obladas, ofrenda que se lleva a la iglesia y se da por los difuntos, que regularmente es un pan o rosca.

Tres es asimismo el número mágico en la cultura vasca, la cantidad concreta de vueltas que no se pueden dar a una iglesia, cementerio o casa si no queremos caer en una maldición eterna. Como tres eran las vueltas que debían dar a un árbol aquellas personas que deseaban convertirse en brujas.

De todas formas, también existen estos panes con forma alargada, redonda, de rosco, etc: se trata de lo mismo.

SÍMBOLO EQUINOCCIAL. El pan es el alimento con más variedad de carga simbólica y ritual entre todos los que existen. Pero, además, en esta ocasión incluimos el huevo, famoso «huevo de Pascua» en infinidad de culturas, y que representa el nacimiento o, mejor dicho, el renacimiento, la inmortalidad o la eternidad.

Todo ello se corresponde con las primigenias fiestas de culto al equinocio que acabamos de superar, cuando la luz, una vez más, ha triunfado sobre la oscuridad y nos promete prosperidad y abundancia, bien simbolizado por el huevo.

Aquellas fiestas paganas son adoptadas para sí por la Iglesia, difuminando el sentido original, y adaptándolo a sus necesidades. Pero están íntimamente ligadas. De ahí que nuestro Domingo de Resurrección —hoy— sea el primer domingo posterior a la primera luna llena de la primavera, es decir, tras el equinoccio que da paso a la primavera.

ABERRI EGUNA. La Pascua en sí es una fiesta de origen judío y rememora en su origen el rescate y liberación que Yahveh hizo del pueblo judío que estaba en manos de los egipcios. Idea que, dicho sea de paso, sirvió como modelo a Sabino Arana para declarar este domingo como fecha del renacimiento de la patria vasca o Aberri Eguna.

Tanto el huevo como el pan jaiko simbolizan el renacer de la luz y la vida. Es ese el sentido que Sabino Arana, basado en los textos bíblicos, quiso dar (aunque nunca lo confesase expresamente) en su ideario al Aberri Eguna, día de la patria vasca, celebrado en el Domingo de Resurrección .

También aquella Pascua judía rememoraba el cuarto día de la creación del mundo y que según el Génesis, separó luces y tinieblas y organizó día y noche, luna y sol o, entre otras, las estaciones del año, dando prioridad a la luz que había de gobernar el universo.

Imagen de la celebración de la pascua judía que, además del cordero sacrificado (ritual de fertilidad), incluyen el huevo y un pan fino. Imagen: Shutterstock (tomado de la red).

Con el mismo sentido del resurgimiento de la oscuridad y muerte hacia la luz y vida eterna, plantea el cristianismo posteriormente la resurección de Cristo el día de hoy.

JAIKO. El nombre laudioarra de jaiko ‘de fiesta’ hace sin duda referencia a un aspecto olvidado hoy: la salida de un período largo de penitencia —la Cuaresma, al igual que la fiesta de salida del Ramadán musulmán — que se celebraba con el repique de campanas que han permanecido silenciadas durante la Semana Santa y, sobre todo, con el consumo de carne, normalmente cordero —o cabrito—, acompañado del vino y la alegría que se habían prohibido hasta entonces.

Tal era el gozo de este día que, en otros lugares lejanos (Arzúa-Coruña, Lugo…) documentamos cómo las mozas rompían en la calle los cacharros más viejos o deteriorados y hasta lanzaban huchas de barro por encima de la imagen de la Virgen que era sacada en procesión (Cacheda Vigide, 1989). No sería extraño que en Euskal Herria se hubiesen dado muestras de júbilo similares.

Era la liberación de las ataduras, de las penurias y renacía la vida. Sin duda, en el ámbito popular vivida como una fiesta de los placeres humanos, mucho más allá de la idealización de la resurrección de Cristo.

También somos conscientes de que, con estas líneas, rescatamos de las tinieblas del olvido el testimonio y la denominación jaiko, resucitándolos para darle una nueva vida, otra oportunidad, también ahora pensando en la prosperidad primaveral y en la eternidad de nuestra cultura tradicional.