Guarrinautas

Tendrán muchos estudios, como dice mi madre, pero son unos guarros. Tanto que el otro día tuvieron que salir por patas de la estación internacional para no chocar con la basura que flota por el espacio. Les está bien empleado. Que a los señores astronautas no se les van a caer los anillos planetarios por fregar de vez en cuando la órbita terrestre con Tenn con bioalcohol.

Para ser honesta, confesaré que al principio me identifiqué con ellos. ¿Quién no ha sufrido al doblar el pasillo de su casa una emboscada de pelusones del oeste capitaneados por un ácaro de tres kilos revólver en mano? Pero una cosa es acumular suciedad bajo tu alfombra y otra muy distinta tirar desperdicios en las zonas comunes, como el rellano de la escalera o la Vía Láctea. ¿Qué les costaría a los de la NASA montar un garbigune en Marte con un par de contenedores para restos de cohetes y satélites desvencijados? ¿O aprovechar los agujeros negros como sistema neumático de recogida de basuras?

Ellos verán, pero como sigan esparciendo chatarra por el universo, no tardaremos en ver por allí a una familia de rumanos buscando entre los restos de meteoritos y el polvo cósmico un pedazo de metal que echar al carrito de bebé tuneado. Y porque Azkuna está muy ocupado, que si no, les montaba un dispositivo de limpieza en plan Aste Nagusia que no acababan de sacudir las migas por la ventanilla de la nave y ya estaría la maquinita verde con los rodillos esperando debajo.

Surreality show

Después de ver en ETB-2 cómo una aspirante a conquistadora del fin del mundo sufría una hipotermia severa enterrada en la orilla de una playa, que a la concursante de otro reality estuviera a punto de reventársele una teta al lanzarse desde un helicóptero al agua se me antoja un mal menor. De hecho, la propia interfecta, más que por su pecho, parecía estar preocupada por tener que abandonar el programa. Con lo fácil que les resulta a algunos políticos hacer lo propio una vez consiguen grapar su trasero al escaño.

Antes de que algún desaprensivo sufra daños irreversibles ante las cámaras -¿Qué será lo próximo, tirar a Toni Genil por un barranco con los ojos vendados?- propongo a las teles que si lo que quieren es grabar a gente sufriendo, hagan un reality de parados. Esos sí que están con el agua al cuello, lastrados por la hipoteca, y con el flotador embargado. Como a Patxi le crecen como perretxikos los desempleados, en Euskadi tendríamos un montón de candidatos para el casting. No me digan que no tiene morbo ver cómo les desahucian en directo, cómo piden la vez para buscar restos en el contenedor del supermercado o cómo empeñan en un Compro oro hasta las fundas de los dientes de sus antepasados. Aunque si más que un reality lo que quieren es ver un auténtico show, no se pierdan el que se montan algunos candidatos en campaña. Nada que envidiar a Pirritx eta Porrotx, oiga. Pasen y vean, antes de que les nominemos el 22 de mayo.

Amama se fuga

A mi amiga Maite se la sopla, con perdón, que se hayan ventilado a Bin Laden, que el trasero de Pippa cause furor y que el Barça juegue la final de la Champions. A ella lo que le quita el sueño es la huelga de comedores. Sobre todo porque su madre se ha declarado en rebeldía y eso es peor que un paro de los controladores en agosto. La señora estaba hasta los mismísimos rulos de tener cada día más comensales. Porque además de guisar para su marido, que solo pisa la cocina para sintonizar el televisor, lo hace también para su hija pequeña y su yerno, que llevan diez años casados y aún no han desprecintado la olla exprés. El microondas sí, para descongelar los platos precocinados. También se sientan a su mesa un par de nietas con padres encadenados en cuerpo y alma al trabajo. Y de vez en cuando, las amigas de las nietas, que entran y salen como Pedro por su casa. Vamos, que si les cobrara a todos el menú del día, no tendría que teñirse de supermercado.

El pasado domingo, viendo la que se le venía encima con la huelga de comedores, colgó el delantal y les dejó a todos plantados. Ahora eso sí, con la nevera repleta de tupperwares. Ante el temor de que no vuelva, dividen las albóndigas con bisturí para racionarlas como hacen con los cocos los concursantes de Supervivientes. Mi amiga, que se ha quedado con los niños colgados, dice que el curso que viene, en vez de al jantoki, les va a apuntar a un wok, que le garantiza gambas calientes los 365 días del año.

No más regalos

Niños con dos madres, con un solo padre gestados en vientres de alquiler, que viven con los aitites, una familia de acogida o vaya usted a saber. Con este panorama, no es de extrañar que en algunos colegios hayan optado por suprimir los regalos del día del padre y de la madre. Y no saben cómo se agradece el gesto, no solo por la apertura de miras, también por el ahorro de espacio. Porque empiezas a guardar todos sus garabatos y en cinco años tienes ya catalogados más bocetos que el Museo de Bellas Artes. Rayajo verde con pegote de potito de manzana y plátano. La cría, once meses y tres días. Y por más que haces limpieza, nunca te atreves a tirarlos. ¡Ni que fueran picassos!

A las obras de arte que hace en casa hay que añadir las que perpetra en horas lectivas. Que si un collar de macarrones, que si una corona de cumpleaños, que si una botella de plástico decorada, que si una pelotilla de papel pinchada en un palo… El currículum escolar debería prohibir los trabajos manuales que no fuesen plegables o planos. Vale que si el niño es un albardado, según se da la vuelta, aprovechas para tirarlos, pero no es mi caso. «Ama, ¿dónde está el sol de plastilina que hice en la haurreskola?». Glups, ya me ha pillado. Ahora su desconfianza es tal que escruta todo lo que echo a la basura. Y siempre le vale para algo. Con un par de yogures y un hilito, la tía se ha montado una intranet. No tengo claro si es una artista, una ecologista radical o sufre síndrome precoz de Diógenes.